28/12/07

Microfascismo Tango & Metafísica, o Tabarovsky en el Barrio








En una nota de Página 12 dice este grato apéndice de Aira llamado Tabarovsky con, incluso, demasiada razón que “el barrio encarna el microfascismo cotidiano argentino”[1].
Una canción de la radio dice: “Todas las noches en Corrientes/ en La Paz o en La Giralda/ chamuyando de cosas abstractas/ con palabras rebuscadas/ y la cuchara agonizaba/ en una sopa de letras”.
Hay usos del barrio que son estrafalarios. Pensar en Flores, de Arlt, de Aira, de… de Dolina. Son bien distintos. Pensar en Macedonio; esa ironía ambigua, tenía poco que ver con las lunas de enfrente del fervor pro catálogo de Borges; era “el metafísico del barrio”, que mientras compraba tortitas negras para pudrirlas se hacía visitar por aparecidos como Thomas Hobbes. Ser El Metafísico del Barrio es ser un ido adentro. ¿Qué clase de costumbrismo es posible en el anhelo de “completar a William James”? La gran denegación del Tango fue vivir cantándole a la nostalgia del barrio y de la madre, mientras lo que hacían era fugar al centro y a las turras del centro: huir; huir para llorarlo. Siempre estoy llegando. Troilo al vesre lo que quiero narrar es la imposibilidad de salir del barrio, el exilio en casa. Será por eso que lo quiero tanto: no nos une el amor. Sino el cordón umbilical del espanto. El barrio es una cáscara de nuez con un Sabor 15 adentro. Kafkarriego. Pasaron los tiempos antiédipicos y poslacanianos, sigue el rock, la democracia, el feminismo, la mujer-hombre: el Tango Invertido. Ojo con el culorrotaje del centro y su delecismo a la violeta: el microfascismo es fácil de avistar en la vida de los verduleros y los chapistas; pero sale siempre del barrio, y se emperifolla con pilchas más sutiles en los talleres pero literarios, en las redacciones de los diarios, en la mariconada pedante de los universitaritos. Allí los Ángeles de la Vida-No-Fascista de Swedenborg tampoco acaecen, che. Del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, o bien: de la lata al cirujeo: gorilaje y peronismo, y el todo mezcludo como lógica. Si, el barrio es el Se de Heidegger y el Panóptico sibilinizado, para el buen Kafkita, un burgués asustado por un peronista. Nada se parece más a un microfascista.
Me interesa narrar el anonimato frustrado, el anonimato invadido. El anhelo de ubicuidad o el consuelo de la evasión, malogrados por la condena al destino de no salir, de no poder salir, de la casita de los viejos.
Pensemos en un gombrovichismo chabón. Pensemos en Gombrowicz sentado en la puerta con musculosa blanca y escuchando a Boca. Cualquiera. Para el Tango el barrio es apéndice external del Útero. Pero pensemos en el Europeo Nacido en el Exilio condenado como Segismundo de Calderón en una torre que en realidad es el regresar perenne a la casita de mis viejos. El barrio duplica el exilio. Si, el barrio pequeño-burgués, con sus vigiladores nocturnos y dogos argentinos, no es el mítico barrio obrero. Euroargentos aparte, es un chico de depto del centro exiliado en el vaporoso tedio del barrio, desde la Temprana Infamia. Eso sí que es ser “el metafísico del barrio”. Ni Tabarovsky ni Adrián Otero: volvé al barrio. Porque el barrio es más feo.







[1]

–En la novela se ironiza sobre los escritores progresistas que se la pasan hablando de la vuelta al barrio, aunque viven en countries, torres o en casas recicladas en Palermo Viejo. ¿Por qué cree que sigue siendo tan poderoso el tópico de volver al barrio en la cultura argentina?
–Es tan poderoso que ya lo tomó la derecha. Durante su campaña, (Mauricio) Macri decía que quería que las señoras pudieran salir a la puerta de la casa y que iba a poner un policía en cada esquina para que el barrio volviera a ser el barrio, decía Macri, que vive en Palermo Chico. El barrio encarna el microfascismo cotidiano argentino, encarna lo peor del peronismo, lo peor del catolicismo, la hipocresía; no sé por qué es tan poderoso, tal vez porque representa la idea de recuperar una comunidad perdida, los vínculos, los lazos. Una de las peores cosas del barrio es que tu vecino sabe todo de vos, y a mí me encanta el anonimato del centro. Los barrios parecen la pampa asfaltada: vos te parás en cualquier calle de las que describo de Villa del Parque, y hasta el horizonte no hay nada, sólo la misma calle y los arbolitos. (
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-8523-2007-12-04.html)

22/12/07

El Retorno de la Wonder Woman






Las minas te cojen y se van.


De la noche del viernes – el día feliz, el antidomingo, el enemigo del lunes – cayó la mañana del sábado a mi cama un ángel.

Guachas, yeguas, turras, cojibles, guachitas – colige el Narrador -, de cuando en cuando, aunque muy de cuando en cuando, solían caer. Bagayos simpáticos, y categorías similares (son codificaciones sociales ajenas a mi persona, advierto), siempre caen con una frecuencia un poco menos menor en la cama del Narrador (dice el Narrador)…

Pero la Mujer Maravilla llega, como mucho, 4 o 5 veces en la vida.

En la vida de un Narrador al menos.

Bueno, en la vida del Narrador.


Pues hete aquí que cayó este sábado, la Superhembra (a)nischeana. Y cuando eso pasa el Paraíso y el Desastre te esperan a cada lado de la cuerda, chabón.


Las minas te cojen y se van.


Se sabe que lo mejor llega cuando uno no está en condiciones de esperarlo. Cuando uno va a la busca se encuentra más bien con Unomismo. El unomismo es una práctica consuetudinaria. Desde la posición “levantar minas”, “conseguir chicas” – una tradición del escritor argentino – no sólo no resultan los mejores textos (Asís, Mandeb, Menem, y cualquier Infiel arrojado a la frontera con el Tajo); no resultan tampoco las mejores cosas. El gentleman no sólo es patético como escritor; es patético. Bioy Casares es la garrapata y el pito de Borges.


Así es que… el Narrador, fue a festejar el fin de año con un grupo de ex amigos, digo viejos amigos, a una taberna célebre en su diégesis, y de yiro en yiro de road movie por la noche, con quince porrones al hombro (perdón Nietszche), un Fernet y cuatro Cuba Libres (mensaje) cayó en un club donde (los hábitos del levante están evidentemente trastocados) se bailaba chacarera. El estómago del Narrador también es un tonel agujereado, y así como cualquiera – cualquier neurótico – disimula su locura a diario, éste disimula su ebriedad andando de un punto a otro por el más difícil de los caminos, el camino más corto: en línea recta.

El tiempo de los pedos de los viernes a la noche es el tiempo del inconciente, de los mitos y los sueños. Al otro día vuelve a Mnemosine como si fuera Brazil de Terry Gilliam, o un corto de Buñuel. Con sintaxis de Rimbaud. En un momento radical – narra el Narrador – el Narrador fue tomado por una criatura mutilada que bajaba de un carro tirado por una yunta de bue, digo de pegasus querubines cuadrupedizados o unicornios sin filo, con alas de gasa y sonrisa de flash. El SER me tomó de las manos y me condujo al centro del pogo campero al son de bordona y legüero resaturados por un sonidista de oído punk.


Chacarera de mi esperanza: la marcha no acabó con el Amor.


Curso acelerado de baile en estado de estupor presocrático con bilis Bucowski encubiertos en gesto canchero y fuga en un tiempo prudente para el rincón seudorrural improvisado a guisa de reservados. Uno sabe correr por la pista de su papel masculino, pero quizás creyendo correr sólo rueda. ¿Se entiende? ¡Ya no quedan mujeres! La Mujer Maravilla no me dejó pagar los siguientes vasos que corrieron por su entera cuenta. Me miré con el espejito a ver si no se me había corrido el rouge y me sentí Pampita, pero matizada con modales a medias entre Gastón Pauls Gelman y Clark Gable. Sea por el deletreo encantador de mi estilo (dice el Narrador) o porque ya estaba determinado, tomada la decisión, advino la Transa, la fuga acto continuo del lugar, y el desenlace del hecho al lecho.


Las minas te cojen y se van.


Debo confesar que la performance no fue la mejor, hecho que se deduce del etilismo referido, pero podría haber sido peor (no lo narraré). En caso de estos levantes epifánicos uno se conforma con mirarla en su almohada mientras intenta tragarse la llave. A las diez de la mañana el Ser con Alas de Gasa se fue (hubo que romper la puerta) mientras Bochetti, el vecino, tomaba su mate de sábado inglés, y no volvió más.


Hasta hoy, dice Penélope.



Las…

4/12/07

Por un Peinado Crítico


(El Superhombre Kitsch, o una refutación al criticismo del descaro)



Pasan los años y el Superhombre-Kitsch va sufriendo algunos cambios en su naturaleza, que podrán tener su correlato traslaticio en su cultura. Con la famosa edad de Cristo (“mis 33 años” como aseveró en su momento Julio Iglesias – pensar que hoy tengo la edad de Julio en aquella época en que mi madre compró el caset…ah, irreparabile tempus… ) adviene hoy día la hora del último intento por abandonar la extensa sabana de la neoadolescencia posfamiliar. El continuo menguar histórico del pater familias, la disolución y enrarecimiento de la familia pequeño burguesa nacional y urbana, no son óbice ninguno para la sorda teleología de ciertos procesos dependientes del mundo de las hormonas. Para decirlo llanamente: el Superhombre-Kitsch ¡se queda pelado!

¿Es el fin de la histeria?

No. El Superhombre-Kitsch tiene un arco de éticas bastante amplio, un abanico de ofertas posibles para su decisionismo de ideología lata. Lata más que en sentido lato en sentido lata, chatarra, pop, Warhol. Puede optar por Hair Recovery o por los masajes capilares, no ya por el quincho o peluquín, ícono capital e indumentario de una estética perimida, la de los grandes valores. Grandes valores del tango. El Superhombre-Kitsch hace una inversión radical de los Grandes Valores del Tango. Propone un Tango Invertido y deja a Mariano Mores con sus mores antiguos tocando Uno, tango de Parménides y Platón grabado por RCA Victor.

¿Nos induce esto a pensar que el Superhombre-Kitsch se ha quedado flotando en la vetusta crítica a la moral del peluquín de la contracultura pop de los 80? ¿Sacarse el mocasín y la gomina y pelar sin brillantina?

No, no. No.

El Superhombre-Kitsch no se peló por el asco que le da tu sociedad, o… su sociedad. El Superhombre-Kitsch también sostiene sus affaires con sus Natalias Oreiros o le gusta jugar a meter estudiantes de secundario en un Fiat 600. Por lo demás, hoy la sociedad se pela. Sin asco. O, mejor: por el asco que le da quedarse pelado… En fin, paradoja, ambivalencia… Entrad a C.T.I. y veréis una frondosa población de calvos de camisita y corbata que, acaso, después del after office, de vuelta a sus departamentos – misterios de la privacidad y las neosubjetividades, es una fe que tengo – flayeen escuchando en sus MP3 Sumo en la versión de Diego Torres (… ¡“No tan distintos”!).

Si, el Superhombre-Kitsch, cautivador cautivo del imperio del relativismo permanece en teoría equidistante de Prodan de Kojak o de Soldán. En su versión enderezada va Schwanek. En su versión más onda Kirchner (lo que llamamos kitschnerismo) se para incluso a la izquierda de Gastón Pauls y se compra la maquinita Philliph manteniendo el halo de misterio de por qué se peló, presto a cualquier denegación y sinuosos oficios retóricos ante la comparencia pública obligada que estas decisiones propias del cuidado de sí de una estética de la existencia arrastran en estos tiempos tan free. Como dijo Foucault en uno de sus diálogos ante los Maos:



- Vos Michel ¿por qué te pelaste?

- Y yo… por… por el asco que me da defender la sociedad.



Lo dijeron unos viejos poetas de la época: perdí mi peluquín; pero me sigo pavimentando.







(Serie: La vulgaridad es un lujo)

30/11/07

La Ontoastucia


(Malentendidos en torno a “La Ética Picaresca” de Horacio González)




Bajo el punto de vista de la “ética picaresca” no hay forma de ver lo especulativo y lo emancipatorio por sí mismos. Más allá de un austero e insufrible mundo restringido a las histéricas, los amos, el profesor universal y el omnipresente analista, se abre lo que se podría considerar “el campo del pícaro”, ya en la polis o en la Academia. Ya en el campo ya en la ciudad, ora en el campo de las ciencias sociales, ora en todos lados. Es el drama visto como mundo de la vida, y el mundo de la vida visto en la Academia: el mundo de la vida académica. Es el platonismo sin Topos Uranos.

Se analiza la “conversación” en un cosmos, digamos, de habla pura, un mundo sin metafísica y sin texto. La “escritura” en este caso seria un “suplemento” del habla, un epílogo al pretexto. Filología etológica con probable teleología ética. Darwinismo sin fuertes con plus decisionista. En esta mirada física de lo nómico, “modelo de sociedad sin sociedad”, se puede circular desde lo macedoniano a lo kitsch y viceversa, con el sarcasmo por límite exterior, quínico.

Para la “ética picaresca” no hay Ubermensch. Piensa en la Cosmetología del susurro y en la Anticosmología de la suspicacia y el desengaño. Su salto al exterior es el sarcasmo. Chacarero del campo del otro, ángel con cara de diantre, leviatán con facha de serafín, sujetobjeto de un mirar sedicente. Inexistencialismo como ginecología antropológica. Saber esclavo a una dictadura sin fin del proletariado sin clase. Más allá sin superhombre de la Moralität y la Sittlichkeit. Lumpenismo fáustico. Rocambolismo de lo teorético. Disolución bodeleriana de la vida ascética. Inexorabilidad de la sofística en la vista de un perro político. No hay señorío. No hay señor. El pícaro es un siervo de reino inverificado. Puede estar sirviendo a cualquier reino. Puede querer ser siervo o ser señor. Es pícaro. Sonrisa abierta en la conciencia infeliz. Al héroe, descúbrelo en el baño. Las “ciencias sociales” son el reverso pretextual de los sociales de la ciencia. Es el claro lado oscuro de un mundo sin Episteme: las Ideas son sin Mundo, y el Mundo sin Ideas. Instante de una mirada cánica ante el mundo ascético planteado por el fucoltismo. Trama sin novela de una novela sin texto. Habla es Tragedia, y Tragedia Arte-de(-esconder)-el-Pretexto. Arte de la Pretextación. Hay picaresca porque hay subjetividad. El “Hombre” en todo caso, ese morto qui parla, esa subjetividad sin sujeto, es un pícaro. El cosmos es tragicómico. Hay tragedia; pero su género por antonomasia es la picaresca. Desventura del antihéroe. Más que sujeto hay antihéroe. La picaresca, ciencia del pretexto, es el más allá de la metafísica como ciencia del texto. Está, probablemente, en estado de prólogo. Ciencia en el excusado o del excusado. Universo de las figuras y de la figuración. Reversión inmanentista del “más allá del bien y del mal”. Nischismo como dado vuelta. Nietzsche pasado en una cinta al revés. Nietzsche revelado en el baño. Patafísica con el resentimiento. Más allá del más allá considerado como un destino. Altruística-de-la-Sospecha.







26/11/07

Lo Que Se Dice, Importancia, Seriedad, Posmo


(Polémica en torno a los “Filósofos Posmos”)





Lo que se dice sí tiene importancia; toda la importancia está en lo que se dice, y en lo que no. El imperio del sentido obtuso, como recurso del estilo en pro de contrariar al saber ideologemado, una conceptualidad devenida perceptividad y preceptividad mortuorias, los asaltos a la legalidad gramática de la lengua como a los consensos ideológicos temáticos estilísticos éticos genéricos, en fin, del gremio de profesionales de la “filosofía”, desde el solecismo y el anacoluto a la impunidad en las hibridaciones intertextuales; o en otro registro: la parodia, el epigrama, un anatema cualquiera o la paradoja – en el sentido wildeano, no lógico -, en fin, el más silvestre nonsense o cualquier tropos esperpentizado de los que se pueden leer, cometen la seriedad y el rigor que pudiere demandar todo conato de guerra a los ritos enunciativo-textuales sobre los que se iza la actividad impositiva del filosofema ortodoxo bajo la imperancia de la discursividad universitaria oficial y sus correlatos editoriales-institucionales-mediáticos. Eso implica el cómo pero también el qué, si es que por ello entendemos un contenido. Parodia, pero con volátil identidad con lo parodiado; una ética cínico-picaresca, una estilística Kitsch, un expresionismo denuncista pero sin referente garantido, sino ficticiado oblicuamente en una personería diegético-textual. Pareciendo lo contrario, importa el dictum no el modus. Lo que se dice sí tiene importancia; no la tiene quién lo dice. En efecto: escribe el contexto. Contexto sin pasión y pasión sin contexto: un yo alterado como un yo adulterado; alterizado: otro. Circunstancia única, o no: soy yo quien dice, yo otro, mi circunstancia, la cara de mi nombre: aunque las ideas me pasan, no tengo opiniones, tengo estructura. Se trata también de afectos perceptos y conceptos en la red de una estrategia obrada en los intestinos de una no filosofía y una antifilosofía. ¿Asintactismo? ¿Errorismo absurdista emotivo? Anacronismo, atribuciones erróneas, fuentes bibliográficas birladas, inconsistencia argumentativa, incompetencia intelectual, impunidad ética, autoritas acefálica, heurismo gongoriano, desastre paranoico-fascista, esnob-terrorismo-web, inobediencia al pacto con la interlocución normal. En un plano más ético parece que es cierto que algo pasa, más allá de la calidad de un trabajo literario-filosófico, sus valores estéticos morales o el valor de verdad de sus enunciados, su probable exclusión o aceptabilidad al interior de un registro discursivo o su plausividad en un cierto campo del consumo de bienes simbólicos. Independientemente de la fortuna o desgracia de la existencia de nuevos formatos comunicacionales que permiten este tipo de minioperaciones orientadas a filtrarse en míseros recovecos específicos del medio cultural, accidenciales fenómenos de clandestinación y anonimato de la publicidad y la publicación, y de su uso desafortunado o en gracia bajo los propósitos de una cierta actividad vinculada al discurso y la práctica institucional filosóficas, ronda un fantasma por el mundo de la filosofía, un malestar general y un submundo agigantándose que es el de su anormalidad. Aberraciones no sólo geopolíticas como las anormalidades filosóficas que delataban en su tiempo Ortega o Cruz Vélez o monotemáticamente F. Romero adjudicables a la lengua y mentalidad españolas y a la situación latinoamericana, hermanas idiotas de las naciones del norte normante; aberraciones en este caso generacionales que ponen en estado de shock a los… habitus de una cierta generación de jóvenes de ayer (“la juventud maravillosa” sus filiaciones paridades y descendencias), paidofilicidas, e institucionalidades de anteayer. “¿Qué hacer con la filosofía?” acaso pregunta un lumpenaje multimedias con las manos en la masa de unos saberes fuera de quicio y un capital simbólico afectado por los múltiples estallidos inflacionarios del sentido en un mundo que le es crecientemente inconmensurable. Probablemente, hay una generación o algo sí que, entre la imbecilidad burocrática y la imbecilidad esquizofrénica, no sabe qué hacer con la filosofía. Con los saberes legal-legitimados y todos esos trebejos espejitos trucos y valores de cambio, formas y hábitos monopolizados por cierta gerontocraticidad que boquea sustraída de su desaparecido medio ambiente. Ahora podemos decir que esto que estamos diciendo es mentira y que no somos serios. No somos, incluso. Que me tomen por cómico es trágico. No poder ser serios es acaso un sino posmo, aun cuando la realidad y la forma humana se estructuran como un chiste, como se sabe, somos una joda para Tinelli, concédase la desactualizada e intempestiva cita.




Buenaventura Costacurto,


por EsquiziaCirco & Filosofía


Tesorero

14/11/07

¿Quién es nischeano?


Estilo filosófico. En fin… ¿Cómo será ser nischeano? El cómo será ser proviene no de contubernios prusianos, proviene de las pensiones de los barrios porteños; se sabe. Y ¿Quién es nischeano? Por un lado es la pregunta, se dice, de Hippias contra Platón, del sofismo contra el socratismo, o del hombre trágico contra el hombre teórico. No qué es lo bello, quién lo es. Si es que ahí empieza la ciencia porque empezó el concepto, como pensó un libro viejo y famoso de Mondolfo, no es entonces la ciencia, cuyo recorrido conocido comienza con el qué y termina con el hecho, o sea circula entre el hombre teorético y el esclavo; sino la vida, la tragedia. Pero el…hombre… ¿no es medularmente reactivo? ¿No es la mala conciencia, el resentimiento, el nihilismo, lo fundamental en la…humanidad? O entonces ¿cuándo se es nischeano? O ¿qué es nischeano? ¿O vale más ¿Qué hacer con Nietzsche?? ¿No es la estupidez, en este caso, el ama de las preguntas? O sea un corolario del nopodermiento (como llaman los traductores de Gombrowicz), de la impotencia. Y la pregunta salida al lance de lo público ¿no oficia en la impertinencia, pero una impertinencia más idiota que socrática? Platón exigía a sus discípulos que no fueran platonistas dicen. Uno no debería creer en lo que piensa. ¿Se hará esas preguntas el actual lector posmo-metrosex de Zizek? Y Deleuze ¿dónde era nischeano y no? Estilo filosófico. Contra la pedagogía – dice, dice, creo, Deleuze; escribe; en fin, se lee en su texto, en un texto-deleuze -, la pedagogía institucional, contra ella, la complicidad. Entre la pedagogía y la complicidad el estilo de Deleuze delega un texto filosófico que procesa el legado de Nietzsche. ¿Cuáles son las diferencias? ¿Qué hizo con ello? Y, peor: ¿qué se está haciendo con ello, con lo que hizo? Obviedad del obtuso, pregunta del millón: ¿Quién es nischeano?



12/10/07

Nahuelito Ser Nacional & Otros Noúmenos



(Una lectura de Fogwill)



Primero un acto intermedio; el de un texto del año 95 en uno de sus instantes más conmovedores:


Con Macedonio Fernández renace la filosofía argentina, pero todas estas palabras están falsamente colocadas. Renacer, filosofía, argentina, Macedonio: ¿Qué son sino vocablos de una verbosidad que se escurre sin referencias en nada, ni en la historia, ni en el ser ni en la vida?”.


Unos años antes, en otro libro del ramo, Horacio González o el mismo de marras distingue – distinguía - dos polos malogrados de la vida filosófica argentina de los años idos recientemente: Habermas y Lacan. Una idea de corporatividad democrática y anonimato colectivo, y la adversidad sibilante y dandista de un personalismo esotérico-patafísico. La traslación de Habermas y Lacan al ambiente argentino es el problema. Sus agentes locales, a diferencia del usufructo originario de Masotta (como se lee en el “Epílogo”, que hizo con Lacan algo así como lo hecho por Fernández con James) son los ejemplares contribuyentes de un desdichado estado de cosas tal que le lleva al autor, al autor citado supra, sujeto de la enunciación-enunciado o de un registro nacional de propiedad intelectual y un “nombre de autor” pero que reclama una cómplice responsabilidad amical compartida o absolutamente inexistente (“Epílogo” infra) a escribir:


la filosofía argentina ya no existe”.


Más de una década después – tercer acto - titula – aba- , también desde una trinchera marginal del propio Estado, y ya de un modo sí más anónimo, en común, cómplice y sin infrascrito:


¿existe la filosofía argentina?”.




Respuesta: no. No existe la lucha de clases.







Fuentes:

“La ética picaresca”
“El filósofo cesante”
“¿Existe la filosofía argentina?”
“Gritos equivocados”

10/10/07

Filosofema Masa & Playmobil



(O ¿Por qué Macedonio Fernández no está en el “Gen Argentino”?)






De la popular pregunta de hace dos años por la “filosofía argentina” y su existencia – que ha hecho reír a varios bloggers latinoamericanos, según pude observar - a la disputatio televisiva sobre “el gen argentino” de ahora hay de hecho un trecho, dios dirá si estrecho. No es para hacerse el indignado, como el profesor-tipo argentino, que llena los baches de sus clases bardeando al conductor intelectual de turno en el universo mediático, Rozitchner, o preferentemente Piña. Gracias al sistema-Fernández hace años que falto a clases, sabido de que la deserción escolar hace Borges en estos países… Pero me imagino que en Humanidades & Artes no debe de faltar profe social que no olvide darle duro al progresista-estrella de Piña como material de relleno y cable a tierra consensual de su acto pedagógico programático. Ganan su público a base del mediatismo invertido, y de la indignación automática del puberato moral. En mi época, cuando cursaba filosofía, nadie se privaba en clase alguna de “Problemática del Saber” o afines del chistecito sobre la lectura de Sócrates contra el señor doctor Menem, entonces presidente, que por lo menos de palabra intentó llevar la gesta sarmientina hacia su plenitud imposible: un paroxismo fanatizado de la hermenéutica deconstruccionista que aspiraba más que a acabar con el analfabetismo a hacer leer hasta lo inexistente-textual. Se puede pensar la filosofía en base a ciertas técnicas mito-publicitarias y hacer pensar que buscar al filósofo argentino del siglo es una causa potable y noble y un objetivo profesoral-profesional. González es macedoniano pero (raro peronista) sabe volver del ridículo. Propone en ese puesto a Astrada. Otro peronista – en este caso jegueliano definido - había cometido el acto temerario y precipitado de postular a Fernández dentro del podio filosófico de su época. Era su amigo Miguel Virasoro parece. Así como Deleuze no se animaba a decir del todo que el esquizofrénico era el revolucionario (en fin… ¡qué cosas!) (¡Qué gente! como decía Castro), González, primer expropiador orgánico de Macedonio en el campo sui generis de nuestra filosofía expandida o en sentido lato, sabe no encenderse en demasía. Su bondad bonapartista propone a Astrada, autor creativo, serio, severo, académico, marxista jaidegueriano y… peronista. Alumno en presencia de Heidegger y narrador teórico de un Perón con cuello Mao. Pensador del gaucho de Nietzsche del existencialismo y de Marx. No sé si sabía callar en seis idiomas, pero al alemán debía leerlo de corrido. Pero sí, es que la propuesta ya es fernandeciana, tiene el despropósito risueño y extemporáneo de las candidaturas macedonianas. Justamente: candidaturas. En este caso una candidez rebuscada, artificiosa; un “pretexto” del aventurerismo buscón de la vida (académica). Picaresca criolla; sociocrítica. Cándidos para Horacio González han sido Osvaldo Lamborghini (“cándido y aberrante”) y Ludwig Wittgenstein (“cándido y tortuoso”), según se lee en ciertos textos. El señor Horacio se hace… (y nosotros mejor vamos a seguir postulando a M. F. como Antifilósofo Nacional, acaso un viejo y tácito objeto en la escritura de ciertos filolacanos de los setenta). Si en vez de Fontanarrosa hubiera ido Fernández, a competir, por ejemplo con…con Olmedo o con Alberini o Fatone ¿lo hubieramos visto ocupando la silla de Sasturain? ¿Enfrentado a Feinmann si fuera contra Alberdi? ¿O a Abraham contra Gombrowicz? ¿A dónde querré llegar?...A nada. No me interesan estos temas. Estoy ocioso y no me sale escribir cosas serias, no puedo ser Aira para parecer pensar lo imponderable y narrar como si nada. Estoy condenado a la sátira, un género de cuarta pero por autoencargo automático. Cuando no se tiene nada que decir Beckett, uno puede hacer aguafuertes para teóricos. ¡Callen a Tomás Abraham! Es terrible escribir cuando se tiene un ma
l lector.




7/10/07

Un Infiltrado en la Familia



(¡Viva la Poesía!… Y el Festival de Rosario)





Después de 15 años de festival de poesía por fin me decido a ir este sábado el día de cierre. Veo 3 o 4 conocidos de cuando solía tener cierta vida social. Trato de mirar para otro lado cuando los veo avecinarse, trato de andar por la sombra. La crema del culturismo rosarino y sus aliados y festejantes pululan en el Centro Cultural de la peatonal. Voy a echarles un vistazo más que nada.



Nunca me querrán. O sí.



Yo los contemplo.



Nomás.



A mi parecer el concepto de escritura es el siguiente. Es actoral. Dramatúrgico. Entienden que ser un escritor es ser un sujeto que se pone en escena. Pero no se trata del mito personal, porque por lo que parece en la mayoría de los casos, estos sujetos bastante ignotos fuera del gremio no tienen un halo mítico muy luminoso ni lo quieren. Son gente muy civil y muy melancólica. Rechazan el neón de la cultura, rechazan lo popular, lo genial, lo grandilocuente, lo masivo, el trabajo que dan la larga prosa y el romper los contratos; eligen un chiquitismo y una especie de impostación melancólico-humanitaria permanente. No salen a actuar afuera de la escritura, en el free time de la vida donde uno debe solventar su chapa. Escriben (no en todos los casos) para actuar la escritura. Son vocalistas. Escriben una obra legible y por la voz. Una continuación de la cara. Y la camisa. Tienen un mayor o menor talento declamatorio y en ello va casi todo el texto. Con viejos yeites, conocidas técnicas que un viejo lector ya viene cansando desde la adolescencia, ellos (con mayor o menor oportunidad y talento) hacen su mundo. Son intérpretes de un texto ya consentido, trabajan un consenso demasiado firme; entienden que entre poema y poema el elemento medianero es el aplauso. ¿Pero no es una obscenidad aplaudir un poema? Son artistas de festival, y son héroes de la indignación mundial. Son señores – y señoras – con vocación por lucir la etiqueta social del ángel; son gremialistas, forman una hermandad universal, son mártires del poema al borde de la canonización. Son buenos padres. Saben su truco muy bien, prevén perfectamente la risa y la aflicción colectivas que puede deparar ipso facto el verso justo. Perdón: minicolectivas, micro. Ellos sienten que (como Marx pudo decir que la esencia y el dios del judío era el dinero) ser poetas es realizarse en pequeños festivales de su mundo progresista, simpático, compungido y piadoso. Son… burgueses.




Cuando salí no me quedaba opción. Fui tras una turra callejera de las de calle Mendoza, por un service de urgencia. Para volver a tener un cuerpo en serio.



No estoy en contra del mundo. No crean que los odio. Va con onda, como diría Aristóteles.



Mario Martök



5/9/07

Risario Airano


(César Aira "Cómo me reí")





Gilles Deleuze fue un filósofo que se dedicó a describir categorías de risas; perteneció a una escuela de filósofos, hijos moderados – con currículo – de Federico Nietzsche, que se legitimaban con la risa. Uno le llamó, con cierta voluntad de oxímoron, “la risa filosófica”. El problema del oxímoron es que cuando pasa del enunciado a lo real suele tener el gesto poco grato de invocar a lo siniestro. La voluntad de hiena del búho, es un peligro. Quién no ha conocido profesores que ríen todo el tiempo. Quién no profesa la risa… ¿Cuáles son las risas posibles que da la lectura de Aira? Imaginamos la del lector adverso, la del enemigo del airismo, que es la risa irónico-satírica, adusta y, si se tolera este vocabulario, neurótica. Una risa crítica, risa del juicio. Como la del chiste de Ricardo Piglia: “Aira es un seudónimo para escribir libros malos”. Seudónimo o nombre de autor, es cierto. He aquí la otra risa que da Aira. Es más bien la otra de la de “Cómo me reí”, esa risa aceptiva que puede imponer la violencia de una complicidad de un sólo lado. Quizá Aira – si es que existe – soporte más esta risa que aquella otra risa plausiva, ya que Aira profesa el arte de la vieja escritura mala pero desprecia la técnica de la comicidad. En el lenguaje de la teoría de la televisión: reírse con Aira, o de Aira. La ética de lo cómico en la televisión establece en el decálogo de sus mandamientos poco creíbles esa ley, aunque se refiere a esa entidad que es objeto idéntico de la mercadotecnia de la industria del espectáculo y de la política, la Gente.

Prohibido reírse. No es un siniestro epimenidesismo como el de los carteles de “prohibido fijar carteles”, pero es como un “no matarás” criminal. Un mandamiento en estado de guerra. Como un no-chiste con eficacia de cosquilla. O es el terror superlativo o es la picaresca de la autoridad.





Sócrates dijo que escribía para levantar chongos.



Descalabromas


(Más fortuna a base de chistes: ahorros de gastos síquicos)



Entre un maldito afrancesado y un marginal debe de haber bastantes diferencias por estos rincones lejanos del mundo. En Villa La Lata no abundan los delecianos – me parece, no voy mucho. En ciertas instituciones floridas se los ve más.

¿Dónde están los que hablan en nombre de Deleuze? Con el nombre Deleuze, por. Qué les da esa palabra, qué actividades, qué institutos.

La mala conciencia, la risa irónico-satírica, el en contra de, no son gestos que le gustaran al finado pensador parisino. Al menos, eso decía. Huir pero agarrar un arma decía Deleuze. Y para huir del delecismo – hay que hacerlo – nada mejor que un poquitiño de esas armas. El método es más el del “Contra” de Calabró que otro.

La máxima del calabromista dice:
¡Cuidado con el bobero!

Yo no me río de mis chistes. Me río cuando no los hago.

¿Hay que ir al obvio de la denuncia de eso algo denegado en el pensamiento de los delecianos? No, la máquina automática del chiste también es fraterna además de agresora. Pasó Deleuze con sus flautitas pero todo sigue siendo demasiado humano. El estilo pedante anónimo traducido a la picaresca como soberbio-heteronómico también aburre. ¡Por suerte! ¡Baudelaire!

¿Qué nos fuerza a pensar mal?

Hay colectivismo solipsista y hay filosofía. La corriente delecista enseña que la filosofía pasa por la pasión solitaria y pasa por la amistad. ¿Hay que tocarles el curriculum a los delecianos?

Si, soy aburrido.

Los delecistas dicen que no juzgan, que no hablan por los otros, que no son promotores de la muerte ni provedores del tristeza nâo tem fim antiespinociano. Que no están con la conciencia desgraciada ni con la mala conciencia, fe o leche; pero dicen que tampoco son el alma bella ni la buena voluntad de Königsberg.


No quieren el disgusto que da la lucha, ni el fervor fachoso de la opinión. Pero han inoculado la fiebre filosófica amarilla: el sensacionalismo en filosofía. Con el afecto y el percepto, la contaminación del concepto y su impoluto quehacer. Lo primero (en filosofía) es el movimiento, dicen. Y para que lo haya hay que mezclarlo con esos afueras del filosofema (Derrida invitado). Con el método Calabró descalabrado vamos a pensar la filosofía sin concepto. Porque en la vida del filósofo el concepto es como el orgasmo en la vida de un cualquiera (o nofilósofo), algo que ocurre poco, que dura poco, no todo el día. Mostrar el continuo.

Si, soy aburrido.
Pero un Personaje Conceptual que no busca Autor.

Al margen de la insoportable repetición ecolálica de la jerigonza y de la ecopraxia rigurosa, el delecismo se pandemonizó, se hizo endémico como el Demonio.

No soy un payaso porque no soy.

No hay nada depresivo ni destructivo en el delecismo. Su lema es: hay salida. Con un no menor detalle: lo único que hay es salida.

Se trata de buscar la salida. Estar es estar saliendo. Dos cafquianos: Borges hablaba de los laberintos y Deleuze de los animales. Borges decía con su impostada ingenuidad de lector que la filosofía tira planos tentativos del laberinto. El personaje deleciano es un animal conceptual que se parece a esas ratas de laboratorio puestas en encrucijadas de fibra de vidrio.

Se puede decir GILLES NOT DEAD pero no DELEUZE O MUERTE.


O se puede decir KILL GILLES. Como García Moreno o Lange en su nuevo disco. “No importa la Revolución. No importa Chopin” se dice acá. Pero esto se parece más a la versión new age o pos-rock del fascismo por encargo o de Lamborghini entero, aquel lacaniano in extremis que decía que “eso del significante es para la gilada”[1].




[1] Vid. “Desde este mundo”. M. Briante.

30/8/07

Fontanarrosa o Aira




[Inodoro por Duchamp e Inodoro por O'Keeffe]


Se viene el clásico









Dicen algunos por ahí que César Aira se molesta cuando le dicen: me cagué de risa con tu libro. Y le dan premios al mejor humorista del año. Parece un gran malentendido. ¿Es?

Incluso Aira escribe un libro entero basado en esa molestia.

Fontanarrosa – que recibió ese premio - , bien al contrario, hizo conocida una declaración diametralmente opuesta. Su mayor satisfacción como escritor es cuando le dicen: me cagué de risa con tu libro.

Vamos viendo que le encontramos un nuevo opositor a César. Con la desgraciada muerte de Roberto advendrá un golpecito de dados seguro.

Sacamos a Piglia y ponemos a Fontanarrosa.

Vamos con Aira. Se ha declarado como un escritor no serio, tal su oposición de principios con Piglia, que es el más encomiado canonista de Macedonio; pero probablemente, hoy visto, más amigo de lo canónico que de lo fernandeciano mismo. Dejémoslo ahí. Sin embargo César desacredita la risa en cuanto carcajada, descree de los escritores que quieren hacer reír porque le perece un espectáculo deplorable cuando eso no se logra. El verdadero ridículo del payaso. El ridículo del payaso acaece cuando no hace reír con todo el afán de querer lograrlo. Su leit motiv es “la sonrisa seria”. Es el acontecimiento por excelencia para Aira. “El Volante” lo atestigua por si reclaman fuentes.

Piglia, que ejerce un sacerdocio institucional con Macedonio, es anticómico por excelencia. Curioso. Tiene momentos de ironía. Pero es otra cosa. Irónico es un escritor en general. Macedonio fue irónico con los filósofos, como filósofo. Su gracia y su valor agregado en la letra, su plusvalor delegado, estuvo mucho más allá de la ironía, probablemente en las antípodas. Como Macedonio ha sido una moda asaz manoseada en su medio desde el principio, César no lo evoca; de eso se encargaron pilas de presuntos continuadores poco creíbles. Sin embargo hay una transmisión evidente, telefónica, para la que basta la sola invocación del nombre de su maestro, O.L.; en el criterio de esta casa editorial, el verdadero continuador del Innombrable, del Patriarca Ácrata, del Capo Total. Se sabe lo que significa: el que aceptó el desafío lanzado por Autor: seguir escribiendo la Novela. Aira prefiere la seña de alabar – con continencia - a Borges, que sirve como modo de cortar con esa cadena que sin embargo existe. Con más pudor que la máquina del canon Piglia, muy cierto. Borges cultivaba lo que se llama la ironía. Como mensaje subliminal al asombroso maestro, enseñó a profesar el desprecio por el recurso al chiste en una famosa referencia a George Bernard Shaw. Fontanarrosa al contrario es un riguroso profesional del chiste. Algunos de sus cuentos son una auténtica máquina del chiste.

El triunfo de Roberto Fontanarrosa es el fracaso de Aira. Efectivamente, les doy de leer Aira a mis amigas y me responden: cómo me cagué de risa.

Antes Fontanarrosa era un humorista. Hacía un chiste gráfico en Clarín, una historieta en la Hortensia, y presidía con sus singulares dibujos toda publicación rosarina ávida de un aval a escala de exportación. Pasó a ser después un humorista que escribía.







Antes Aira era un escritor, que venía de la pesada pesada (como conceptuó ese escritor asustado llamado Bolaño), transustanciada de apoco de los 80 a los 90 en el Canon Glorioso de los… en fin…académicos. Nuevo retador para César. Aparentemente flácido y simpático, y probablemente, aunque no parezca, más difícil de noquear que Ricardo Piglia.

¿Perdió Piglia?



Alguien escribe en Rosario y publica en Buenos Aires. Alguien escribe en Buenos Aires y publica en Rosario. Y todos ríen. Uno dice que ese es el fin de su vida, la mayor gratitud. El otro no lo puede entender, queda perplejo, se molesta, dice es un malentendido.

¿Primero reír después escribir? ¿O primero publicar después reír?
O bien…


¡Acá tenemos el polo Académico-Mercantil! Dos manufactureros a escala superlativa de volúmenes para las dos corporaciones escasamente en pugna que monopolizan la “letra nacional” flagrante: el “Mercado” y la “Academia”. Buh. Dos polos que se están tocando de una manera… ¿extraña? Dos herencias desperonizadas en los polos de la…letra peronista. Una de Soriano otra de Lamborghini. Flores contra Arroyito. El Pumper contra El Cairo. El trabajo de Arlt y el antitrabajo de Rimbaud. Raro. Vienen de palos que son totalmente distintos y a 30 años de carrera terminan encontrados coronados como los más extraordinarios reveladores literarios del ángel del presente, de la actualidad épica, por no decir epocal. Los homeros irónicos de la argentopeya posmomediática. Tevecentrista. Parece que se los vindica consensuadamente como los grandes intérpretes de las nuevas condiciones del relato de la vida social - de la lengua (No hay sociedad, hay lengua). El hijo del peronista clandestino par excellence y el del peronista mediático per se disputarán el nuevo superclásico, lo prometo. Piglia que le pelee a Dolina, en el futuro. Por el ascenso.


(O mejor Humanidades contra El Cairo. Más que el superclásico… Aira sería el Contrafontanarrosa de Ñuls (se sabe que los nerds suelen ser de N.O.B. por estos pagos). Porque en definitiva estamos ante un clásico realmente rosarino.)





28/8/07

Estado de la Causa al Día 28 de Agosto de 2007




La situación entiendo que es ésta: M ha sido finiquitado por la crítica literaria, ultimado aun con estupideces consabidas y falsas. Desde los años setenta, o sesenta, la crítica profesional, omnímoda, extendida entre la teoría el comentario y la ficción y entre los polos presuntos del mercado y la academia agotaron – es una impresión imperante – la cuestión M. En el plano de la literatura en acto, vigente, el imperio de A pone inevitablemente a M en el cajón de la historia, de la lengua muerta, de la herencia del abuelo. Curiosamente, con el imperio de A en la literatura parece comenzar a emerger la acción residual de M en otro plano: se le puede llamar la filosofía. El escritor argentino actual es A; emerge en los noventa, está consolidado, y no se sabe qué durabilidad le espera a un sujeto menor de 60 años de edad. El filósofo argentino ya parece ser M. Cómo no lo puede haber en vida, por razones de división del poder mundial, porque la nación no es Francia. E.E.U.U. ni Alemania, lo es a más de medio siglo de muerto. Parece que la reserva filosófica de la Argentina está básicamente ahí. Nadie se atrevería a firmar esto; pero así es. Esto podría ser una revolución inminente. Estamos a las puertas de una revolución nacional de alcance por fin mundial y los operadores de prensa del emismo, los agentes culturales que tramitan su legado y cultivan su honor pueden ser, en muchos casos y al contrario, conciente o involuntariamente – es lo mismo – actores efectivos de la reacción contrarrevolucionaria. Esto está escrito.



27/8/07

Por una Crítica Idiota




¿Éste es o se hace?
En vez de ¿cómo opera? – esa desgracia todavía obligatoria que le debemos al bueno de Gilles Deleuze – o de la clásica ¿qué quiso decir?, binomio inquisitorial demarcatorio que separa – digamos – al mundo de los académicos del mundo de los ingenuos, reaparece esta nueva aporía. La trae de vuelta Aira pero sabemos de quién viene, del Zaddik. Del Budadá. Se introduce con una ruptura de un pacto general que mantiene a la normalidad literaria más allá no de bienes y males sino del genio y del tonto. Es la reposición ante un extremismo. Instala la duda axiológica ante dos cabos polares. Pone al lector ante la obligatoriedad perentoria de un decisionismo jacobino. No hay to meson posible. Es al todo o nada, pero también puede ser todo y nada. Se puede estoicamente suspender el juicio, pero será un juicio suspendido sobre todo y nada. La quiceidad. Quizagenio, quizagil. Por qué un escritor, un firmante, puede querer ir al riesgo, al muere, de amenazar ponerse en el lugar del… ¿boludo? Se sabe que fue un axioma de una moral de la literatura argentina en los años 70: hay que sacar al artista del lugar del boludo. Como dijo
alguien: seamos realistas: pidamos lo imposible. Y se logró ese imposible a base de un realismo absoluto, si es que se trataba de dar vuelta a un – supuesto – Idealismo Absoluto. Se logró un arte de la fuga paranoico, con ese propósito. Pero la huida hacia delante ¿no es otra cosa? Como decir si una crítica idiota es la que puede enunciar anunciando “Paranoia y Azar” o, todo lo contrario ¿la que ni puede enunciar? El método crítico-azaroso… un criticismo parazaroico, en fin. Límites de la mímesis de la mímica. Espejeos de significancia, anamorfosis en menuzos, y de la ambigüedad de la autoridad al solecismo del Amo. Criticar como si nadaEl efectismo en el texto supone una ética que escapa a la escritura: todo escapa a la escritura. No hay escritura; nuevo dictamen. ¿Hay una correspondencia, una coparticipación entre aquel imperativo (sacar al…) y el dilema extraexegético ¿es o se hace?? El texto es una simulación en la lucha por. Entender, he ahí el no sentido de la vida. Creer no entender ¿qué es eso? No hay que sacar al genio del lugar del idiota. Y sacar al boludo del lugar del artista. Maniobras distractivas mediante por las que veo al lector oliéndome. Hay una tradición occidental para el lugar del idiota. Podría ir de los griegos a Descartes a Dostoievski en adelante. El lugar del boludo no, es una tradición del escritor argentino, quedar sujeto al lugar de supuesto boludo, o sea estar su puesto en el lugar del sujeto boludo; el sujeto supuesto genio idiota podría ser una fuga (paralítica o no) de aquel sino. Sabios modelos como Zizek enseñan a la gente lo que siempre se supo: nada mejor que hacerse el idiota para disimular que se lo es. ¡Cómo opera!


16/8/07

Ni Edad ni Porvenir



(No soy de aquí ni soy de allá)



Alguien ubica a Rosario en dos sitios que pocamente le incumben. En el litoral y en el centro. (Jorge Panesi, “Rojas, Viñas, y yo”. La crítica literaria en la Argentina. La Biblioteca. 2006).
Suponiendo que he vivido, he vivido casi toda mi vida en Rosario. Nací, efectivamente, entre el Río y el Centro. En el barrio Martin. A unas cinco cuadras del río –como mucho – y unas diez o cinco del centro. He vivido siempre a menos de mil metros del afamado barroso río marrón. Sin embargo para meterme al agua debía viajar – en mi época – hasta, casi, la otra punta de la ciudad, una hora de colectivo. Nunca en mi vida vi el río. No existe, salvo para los que pagan los inalcanzables lofts de los nuevos edificios de 40 pisos que – a ese fin precisamente – cada vez tendrán que ser más altos. Rosario es Buenosayres. Pero. Rosario es Buenosayres sin Centro. Sacadle el centro a Buenosayres – signifique lo que signifique, o lo que significare -: y es Rosario. No hay mejor definición. Ir al río para un rosarino es un acto turístico como para un brasileño, un cordobés, un porteño, o un hindú. Recién en estos años, en que se desmanteló casi todo el puerto, se le quitó el velo al río. Era solamente un fantasma que se manifestaba a través de una energía desagradable, asesina, e invisible. Se la llama “humedad”. La humedad es rosarina. Ahí Cerati se equivoca. Corresponde mucho más a la de los pobres corazones que a la ciudad de la furia. La furia rosarina está siempre empobrecida por esa entidad nefasta, la humedad. Y por no ser, no obstante, Buenosayres. Porque no pasa nada. Por el sin Centro. Porteños sin Buenosayres, algo así. Hoy el río se visibiliza; pero, primordialmente, como una postal. Una postal viva. Viviente.
Además el río es entrerriano.
Tengo enfrente de casa una isla, con una playa inmensa. A la que nunca puedo ver. Y que es Entre Ríos. Curioso. Porque hasta hace poco tiempo para ir a Entre Ríos había que ir hasta Santa Fe, todo un viaje (Santa Fe también es otro lado). ¿Cómo es posible que Entre Ríos haya estado a 15 cuadras de mi casa y para ir allá hubo siempre que hacer un viaje tan largo? Misterio.
Entre Ríos siempre fue algo que quedaba lejos. Humanidades y Artes sí está en el centro. Y en Entre Ríos pero en la calle. En la calle Entre Ríos. Allí donde aconteció el Fin del Mundo en 1993, o sea el año en que uno – yo – comenzó a estudiar ahí. Hubiera preferido nunca tener que atravesar ese centro para estar allí. Buenosayres, al final, no es un país – retruco al poeta – pero la República de la Sexta sí, y yo no soy ciudadano del mundo. Nací después del fin del mundo y vivo en La Sexta. Lo más cerca que hay en La Sexta es un verdadero fin del mundo, o culo del mundo: La Siberia. ¿Cómo no respirar por la paradoja? La Siberia siempre estuvo cerca. Dostoievski o Freud. Freude es contento (satisfacción placer goce) pero Froid es frío. Frío húmedo. Como el sueño. Es como ser sudamericano y que nieve. No soy del Centro, ni siquiera soy del centro de Rosario. Perplejidad y temor de un joven provinciano ante la doctrina de que no hay yo, esa es mi Patria. Haber vivido toda la vida a 20 cuadras del centro, puede parecer una deficiencia menor, una excentricidad menor. Es un mundo; una falta de mundo. Tanta como los 300, 304, u 8, a Buenosayres. Parece poco. A Aquiles también le parecía poco. ¿El litoral?
Háblenme de Heráclito, de Zenón; esa es mi gauchesca. Pero ¿el litoral? Suena a gente extranjera, como los brasileños, los persas, los cordobeses (cito de nuevo al poeta): Juanele, Saer, esas cosas. Esas cosas morosas; lejanas.
Me río. Del río me río. Nunca tuve piragua. Odio remar. Los porteños ¿son del Tigre?



Quizabobo

12/8/07

Savonarola Come Güevitos Kinder


(Slavoj Zizek. “EL Títere y el Enano. El núcleo perverso del cristianismo”. Paidós. Bs.As. 1º EDIC. 2005.)



No tengo religión, tengo ansiedad”.

Calamaro






En ciertos amplios sectores de la cultura argentina se da por entendido que el lacanismo es un sistema de guiños para denotar al menos una mínima cuota de sabiduría indispensable para moverse por ciertos circuitos reputados. Como una clave más o menos secreta para pasar a algún lado no apto para todo público. El lacanismo, también, es una sabiduría de bolsillo. Es un mecanismo, un mecano, de pequeñas operaciones dialógicas, socratosas, pero probablemente más emparentadas con cierta viveza local que puede remontar su genealogía a un famoso personaje del Martín Fierro que supo simbolizar el reverso de una sufrida rebeldía matrera, o a, más famosas aún, operaciones orales de un finado presidente de casta asimismo castrense. Cuando uno se ve en apuros la puede hacer mágicamente aparecer como operativo ad hoc de salvataje. Si a eso le agregamos algunos maquillajes, alardes de un conocimiento profundo del asunto, horas cátedra, títulos de temibles universidades conspicuas, presunto plurilingüísmo, bizantinismo hipertécnico posescolástico, zas ¡las minitas sicobolchesóficas caen en tus brazos! ¿Pero quién quiere eso? ¡Las cambio por una modelo! Por una…ah…¡Zizek! ¡Sisex!...

Para mí (en fin Merleau Merleau) este libro de Zizek es la transposición al texto del ideario normal y permanente, y tácito claro, del mundo universitario: el encomio más o menos sutilizado del cristianismo y del perverso, que son lo mismo; los dos haces de lo mismo: “la emocionante aventura de la ortodoxia”, capítulo dos. Encuentro – también – de Lacan con el “Discurso Universitario”, neototalitarismo (¿Light?) muy de esta época. Tiene la atmósfera bipolar que ahogaba a tanta gente cuando vivimos internos en la Anoversidad Falosófica Rozarina allá por la Era Menemista que regía en toda la patria salvo allende el portal heroico-milagrero de la calle Entre Ríos: medio terrorismo para los lacanianos, medio terrorismo para los troscos. De un lado de la puerta (o del espejo): Menem. Del otro: Stalin.

En el patio: hacerse el jipi con carrera pagada por papá hasta los 30.


Nooo, es una broma. Todo es una broma.

Tómenlo con calma.

Conozco a los estúpidos que piensan así. Rosario está lleno. Un día dejan el gimnasio y de salir a correr, dejan el rocanrol, o a Central, y se van a militar un par de años a algún grupúsculo de Humanidades.

Después vuelven…Seguro.

Y pasamos nosotros del gym a Venceremos…

Vos estás atravesado por discursos…nos decía una adusta Priora de la Siberia a la que le resultaba insoportable nuestro peinado con flequillo “mediático”. La saqué en medio de Berlín y le dije: y vos por una de estas, pelotuda. Y a mí qué… Y sí. Todos un día nos vamos con Savonarola Zizek, otro volvemos con Fernando Peña. La filosofía es siempre un modo de organizar eidéticamente un Odio al Mundo, que es un objeto parcial.

Para Zizek, el amor sólo existe entre tortolitos del Santiago Pampillón (v. p. 57)

No me extraña. Son los argumentos de los neocristianos. De los posmomarxistas. Los platónicos bah: cristianos y perversos. Un monopolio de la hipocresía que termina con probabilidad en A.T.C. (ex A.T.C). Entonces sí: fidelidad: aunque sea al Desastre: hagámonos los cínicos, hagámonos los Trasímaco, los Baudelaire, los Charly… ¡Los verdaderos monjes somos nosotros! ¡Siiii! Mejor entonces…

Una imposibilidad de hacer que creemos. O sea, hay que alterar la máxima macedoniana entonces.

¿Combatiendo al capital? No: decostruyendo a la decostrucción[1].

La técnica Zizek es: lacanismo cosmológico, chistes eslavos, carnet marxista de fondo, cine y simpatismo tipo Laercio sazonando el embrollo, y reversión automática del mundo bajo el signo del ¿Y si?: ¿Y si los posmos fueran los verdaderos creyentes? ¿Y si los cristianos fueran los ateos? ¿Y si A no fuera A? ¿Y si todos los sordos no fueran...

Se puede leer como un buen manual lleno de normas de conducta para el buen estudiante de filosofía que, un día, decide definitivamente distanciarse del resto de los mundanos decadentes y mutantes.

Hay que leer a Zizek.

Hay que querer Cambiar al Mundo. Casarse con una camarada o compañera. Hay que analizarse.

Hay que recibirse e ir a congresos. Ligar una beca. Dejarse la barba. Un poco de panza si es posible. Y también hay que ser piolas che. Ver cine, hacer moralejas pedagógicas con películas, comer huevos Kinder.

Los borgelacanos de parabienes: mezcla de Chesterton con Jacques.








[1] Entre los temas de Zizek, por supuesto, está el que se publica como desvelo primordial, ejemplar, de toda filosofía comunicada en estado público: la perplejidad ante el asequible hecho de que el mayor filósofo del siglo haya sido un reverendo hijo de puta. Quisiera traducir al idioma de nuestra vida permanente el quid de esa cuestión.



¿Es posible afirmar, de manera no obscena, que el holocausto no es nada en comparación con la catástrofe del olvido del ser?” (212)









10/8/07

Deleuze Criollo


Algunos incidentes.



I



“La Máquina Deleuze” trae al principio un texto que ya naufragaba por Internet hacía un tiempo. Se llama “Deleuze en la Argentina” y por cierto narra los avatares de la “recepción” de ese proyectil metafísico en la Pampa Húmeda y conurbanos. Encarna uno de los hábitos verificables del investigador nativo actual, la historia de las recepciones. La Argentina como el País de las Recepcionistas.

Se parcelan cuatro períodos: lopezrreguista: 73-76, procesista: 76-83, alfonsinista: 83-92, y el Hoy posmenemista.

Una frase de Pavlovsky lo compendia todo: “Acá ocurrieron dos desgracias: una, la dictadura; otra, los lacanianos”. Los dos adversarios del delecismo en la Argentina – cabe la aclaración: para los delecianos – quedan configurados.

Pavlovsky, Baremblitt, Abraham, Perlongher, Pauls y otros menos famosos son los animadores locales del espectáculo especulativo deleciano. Los importadores. Actores, dramaturgos, antifilósofos, poetas, periodistas-novelistas, lo mismo da.

La desaparición de la dictadura militar no supuso la extinción de los Dinosaurios del Significante pero sí abrió las compuertas para un desembarco paulatino de la causa Deleuze en los medios y la nueva Universidad argentina, hoy vetusta. Esclerótica. De mediados de los 90 a hoy muere Gilles y nace el macrodelecismo argentino con un par de libros de harta circulación, la inundación actual de máximas delecianas en la Web y, 2006, “La Máquina Deleuze”. Fueron – rematan los autores del informe – los “saberes que se encontrarían en el polo opuesto a la filosofía” “las disciplinas que han sido más receptivas con la teoría de Deleuze”.

El presente pues que plantea el artículo es el del afincamiento filosófico nacional de Deleuze, que es de esperar que llega para irse, huyendo con su habitual arma en la mano, en parte gracias a las bienvenidas dadas a sus antagonistas supervivientes que, mucho menos nómades de escritorio que el propio Deleuze, viajeros como buenos cartesianos, se tomaron el trabajo de llegarse hasta la Patria de cuerpo presente, con todos sus órganos adjuntos, para darles revancha - ¡y revancha filosófica! - a la ingente secta lacaniana del cono sur. Badiou y Zizek, claro.



II



A la lista del artículo susodicho yo agregaría dos que conozco: uno Spinetta, declarado lector fucodeleciano de larga data – según incluso el testimonio de Fito Páez, a quien introdujo en el gueto allá por “La la la”- que lanzó su “Artaud” más o menos en paralelo con el de Deleuze-Guattari, aunque siempre pareció un Artaud todavía demasiado bretón. Otro, por supuesto, fue Osvaldo Lamborghini – también homenajeado por Fito en algún disco, me dicen-, más famoso por el combinado explosivo “Lacan con Macedonio” como dicen algunos amigos de lo explícito, que llevó – hay que decirlo – a Lacan hacia zonas poco queridas por amigos de la resignación y de Masotta, a una especie de revés del sicoanálisis (sólo a G. García se le puede ocurrir que eso era una parodia), codeado afuera de la clínica y sus asquerosos secretitos, expulsado al mero descampado de la escritura. Al – diría el extinto profesor Libertella – lugar del escritor “patógrafo”. Seguramente estuvo cerca de los utopistas invertidos que creyeron que un sicoanalista podía ser un Artaud, según denuncia en estos aburridos días el enojoso profesor Ritvo, profesor y transferente de esta triste jurisdicción
[1]. Recordaremos una escena textual narrada por su probable amigo - o enemigo más bien – Germán García, a la sazón co-equiper de “Literal”, aquel que ya citamos diciendo que el héroe del Antiedipo – el Esquizofrénico ejemplar – era un idiota que imploraba por que se le reconociera un saber[2]. Germán le llama “Artaud de las pampas, Genet de Constitución, Nietzsche de la esquina, Sade de matrimonio con problemas” y narra con su preferida ironía proneurótica cómo el Pibe Barulo dejaba a su ídolo Masotta por el Antiedipo o a Lacan con Arlt por Deleuze con Macedonio:


“Era en Barcelona, donde había aterrizado de sorpresa y donde amenazaba quedarse. Era el año `82, quizá `83. Yo había decidido romper nuestra amistad en 1975, después de escuchar una confesión cínica que no transcribiré. Y desde aquella fecha no sabía nada más, excepto aquella aventura de una Escuela Freudiana de Mar del Plata donde Osvaldo Lamborghini era el único integrante. Desde Mar del Plata mandaba cartas a la Escuela Freudiana de Buenos Aires (…) donde decía ser “M. Bonaparte, la mujer con pene” y firmaba “el agrimensor”. Era la histeria, era la lectura de Deleuze y Guattari donde había embarcado a unos desdichados que preferentemente se acostaban del lado de la neurosis obsesiva”[3].

Como previene Germán (cuyas letras se diferencian de las de su eneamigo, en todo caso, por proponer un Lacan-con-Macedonio sin-Deleuze), Lambo se adelantó a Gilles en eso del harto de Artaud (Cf. Idem p. 43, loco) y lo ante-puso ahí a las puertas de eso que tanto temen los badiuístas: el terror el simulacro la traición el desastre (para el caso: “por encargo”, una ética de: la escritura). Pues si no hay que olvidar que Lacan – con toda razón – decía que era un sicótico – (que él mismo, se entiende, Jacques-Marie Émile Lacan, era un sicótico), Deleuze dijo que nunca había visto a un esquizofrénico en vida y amenazó que se pasaba para el bando de los paranoicos.

Si no puedes contra ellos…







[1] “Éxodo”. “Estado del psicoanálisis en la Escuela de Filosofía U.N.R.”. Abril. 2007.

[2]
“Gombrowicz. El estilo y la heráldica.”

[3] “Fuego Amigo” p. 46.

24/7/07

El trío Masotta, Arlt, y Yo Mismo





Masotta no hace un “sicoanálisis existencial” de San Roberto Mártir Arlt, lo deja a otro inquisidor futuro. Se detiene menos en “el hombre Arlt” que en “el hombre de Arlt”. Todo en Arlt es delirio, pero delirio veritativo narra Oscar Masotta. Sus personajes – dice - son ridículos irrisibles. Es la gran diferencia, hay que añadir, con los de Marechal, que son la risa de los ángeles. El lector arltiano – como Maldoror – no puede reír - . El tema-masotta sería este: la decisión entre Destino y Elección, o sea entre Lacan y Sartre. El timonazo ejemplar de Masotta de Sastre a Lacan, de difusor sartreano a propagador lacaniano está en eso. Y Arlt – escribe Masotta cuando escribe sobre Arlt – toma parte por el destino. Sus personajes no pueden dejar de ser lo que son. Están condenados. Pero no a la libertad: a ser lo que son. Habría que decir: la Contranausea es la patología que muestran esos seres patéticos. Para la época la cuestión era el legado de Marx: o determinismo histórico o praxis para transformar la realidad; el lado de la necesidad y el lado de la libertad. Después pudo llamarse “ontología de la libertad” versus “estructuralismo”. Masotta, al final, también elige el Destino. De ahí la justeza de Arlt. Artl contra Sartre enton. Masotta lee a Arlt con el armazón de Sastre pero al final no descubre la elección sino el destino. Elige a Arlt contra Sartre. Arlt al final lee a Sartre, al contrario. Arlt Masotta y Erdosain se triangulan. Y llegan a Lacan. Erdosain conduce a la estructura como Roquentin conducía a la conciencia. Última traición de Arlt: a Sastre. Confiscarle a la derecha la idea de destino. Eso dice Masotta. Un hito evidentemente. Un hito de la “izquierda argentina”. Un hito del pensamiento teórico de la lumpen-pequeñoburguesía marxista argentina, que por obra y gracia de Arlt pasa de la idea sartreana de libertad – propiciada por Sastre para la ilusión de un desclasamiento pro iluminación de la revolución socialista del sujeto burgués, por ejemplo el mismo Juan-Pablo – a las ideas desconsoladas de estructura y del inefable Edipo, esas “últimas barreras de la burguesía al marxismo” según se atajaba Sartre por la época. Como se ve el lacanismo heroico argentino comienza su historia con un acto de bandidaje anarco, una expropiación a la burguesía pero –ah – no de tierra o dinero, sino de una idea. Y es culpa de Arlt.
La lectura de Masotta tiene – axioma: - manifiestamente todas las características de su época y su grupo, tematizan la fascinación morbosa que provoca la categoría “clase media”, a la que detestan porque es lo otro de sí, lo propio de lo que quieren huir y dicen repeler. Masotta olvida aclarar que en su presente histórico posperonista la clase media era una entidad bastante cierta; pero no en la de Arlt, ni la misma. En el análisis de Masotta da la sensación de que todo lo que podría ser atributo de lo que pudo haberse llamado hombre, naturaleza o condición humana, estructura del sujeto, lo es sólo del sujeto clase media. Es menester espantar un tipo de metonimia y pasar de una posible remisión antropológica a una justeza sociológica. No corresponde el barrunto de estructuras existenciarias de los personajes de Arlt sino configuraciones de clase. Todo, en el análisis de Masotta, remite a la entidad “clase media”. El clasemedia arltiano está más acá del bien y el mal; está en medio, dividido. El asesinato y la traición es lo propio en ellos; son tránsfugas dice. Masotta muestra y denuncia en Arlt lo que él mismo ejemplifica sintomáticamente: que el proletariado y la clase dominante son lo incognoscible; en este caso lo inempírico, lo que no puede ser pasible de una fenomenología; es la continuidad que obra Masotta: sólo hay empiricidad vivencial de la “clase media”, medida entre los años 30 y los 60, entre Arlt y Masotta. El método de Masotta el final es el mismo del de Arlt, adaptado. Todo lo que Arlt dejaba afuera, deja afuera Masotta: el proletariado y las clases altas. En el mundo-Arlt hay un afuera inenarrable: la clase obrera y la clase dominante, y un adentro permanente: el flujo y reflujo de la pequeño-burguesía al lumpemproletariado. Arlt no quiere describir la pirámide social en su conjunto sino la interioridad de una clase, la clase reversible. Masotta descubre casi a despecho una ligadura entre traición y destino, que por ahora sólo puede ser indicada dentro de una determinada formación sujética que juega un cierto rol – impreciso - en la lucha de clases, más cerca de la ficción monetaria que de la vericidad matérico-objetual. Para lograr la dignidad de clase es menester la traición. Lo que no llega a enunciar Masotta es que para recrearse a sí mismo y sujetarse en un entorno social el sujeto necesita de la traición. No es posible plantear una antropología general de la traición constitutiva. Una frase célebre de Sartre: la violencia es el hombre recreándose a sí mismo. Pero la conclusión menos soportable que deja la lectura penosa de la ficción de Arlt cambia de sustantivo, traición por violencia. La traición forja la consistencia de la sujetación. La traición como lazo y principio de realidad, como apertura del otro y al mundo, y como reverso de cualquier aducción ética. El truco es remitir a la “clase media” lo que a lo mejor la excede, lo que – en la forma que fuere - parece estar a la base de cualquier construcción ontogénica. Por lo pronto, la única traición experimentable, es la del lumpequeñoburgués. Por lo menos, es la única traición visible, ya que esa “clase media” es la clase visible, cuya entidad está en su exterioridad, en su ser para otro, en ser el objeto de la mirada. Es lo que uno – el tonto de la lectura – puede no dejar de preguntarse: ¿Arlt describe circunstancias facticias de una puntual sociedad de mierda o una destinidad inabolible como algo transhistórico? Los cínicos – creo que se cree - no creían que el mal o lo deplorable eran elementos propios del sistema capitalista ni del modo de producción asiático ni de la polis ateniense. Hablaban de gallos sin plumas no de chanchos burgueses.
Mal que mal Arlt queda. Después de Menem, toda cruza entre pequeña burguesía o clase media y lumpenismo, recupera vigencia. Menem permitió leer a Sócrates y releer a Arlt. Las categorías de “Contorno” quedan en stand by, a gusto de cualquier uso salvaje de cualquier cualquiera. No son lo in. ¿Qué hay para decir sobre la “clase media” como chivo expiatorio? Hoy el impresionismo sesentista de Masotta es demodé. Lo que la – modal – fuerza de las cosas impone podría ser leer a Arlt en cotejo con ciertos categoremas o nociones de “la filosofía”, un mundo tanto más light cuanto documentado, la relación de Arlt con el “cinismo”, ejemplo. Vamos hacia ello.
Arlt es nuestro, es cínico.



18/7/07

La Máquina de Extraser Chorizos


(“La Máquina Deleuze”.Tomás Abraham y el Seminario de los Jueves. Sudamericana. 2006)



De la lira al erque, de la siringa a la quena


Voy a enumerar las principales tesis del artículo de Tomás Abraham[1]: la principal es que Deleuze es un colla. O sea que aquellos apesadumbrados que viven de la inquietud por si “¿existe una filosofía argentina?” podrían ir disponiéndose a cruzar la frontera de La Quiaca porque, en efecto: hay una filosofía boliviana. Aunque, también, como la argentina, se hace en Francia.
Segunda: el delecismo (yo escribo así): es un circo anacrónico. Escolio personal: por eso yo soy deleciano; lo cual me permite unir dos pasiones a esta tercera: el deliberado anacronismo que promoviera Jorgito Borges con el improvisado filosofar circense (“circo y filosofía”) manipulado por el eslavo nacional Gombrowicz.
Empero – apéndice – Abraham dice que los delecianos somos gente seria. Ahí yo creo que patino.
Tercera o cuarta: la filosofía de Gilles no es una gilada ni es para los giles; es una locura. Addenda: la filosofía es una locura. Sino – suma Tomás – sería una señora gorda o con trajecito sastre: una ciencia social.

¿Cuál es – grosso modo – el sinónimo microfascista nacional de “colla”?: bolita. Cuando una hinchada argentina erotoagrede a otra afición par suele decirles que son: “todos paraguas y bolitas”... Vemos un antecedente autóctono de los badiuístas.

Imaginemos una decimonónica feria de variedades con mestizas jujeñas barbudas, y hombres elefantes entre biombos disertando metafilosofía posmetafísica en aimara entre antisicóticos y ribotriles.

Un campus deleciano.



Ni al enemigo justicia



Los enemigos del delecismo tomasiano son tres más que nada: Negri, Zizek, Badiou. Son – del lado izquierdo – los que vienen a reemplazar a Derrida Lyotard y Fucodelez y secundones para una parcialidad de esta época que proclama el recambio. O el reciclaje Kitsch de la época de la patota trosca o monto.

Acá se les llama “policías lacanianos” y “estalinianos plurilingües”. Consideran que Deleuze es un filósofo “metrosex o posmo”.

Éstos, al igual que ciertos sectarios que marcan tendencia fuertemente en la filosofía rosarina (dominada por lo que yo llamo “el Espíritu de la Siberia": primero sicoanalizate, después hacé monografías o mutis) discriminan dos Deleuzes. Como dice Dolina: el primero y el segundo. El uno es el admisible: “el que conserva las glorias del lacanismo”. El otro el insoportable: el sembró la lepra de la canalla de los antiedípicos. Digo lepra porque los froidianos son los que se llamaron a sí mismos introductores de la “peste” en el mundo (Freud mismo lo dijo creo que cuando viajó a Estados Unidos), con un éxito sobresaliente en la Argentina e insuperable en mi barrio. Se sabe por Foucault que la peste es hacia adentro y la lepra hacia fuera: los apestados se aíslan en comunidad; los leprosos son echados de la comunidad sin “Apología de Sócrates” posible. Digo leprosos y canallas para no hacer un distingo de otro orden, pero vale ser de Boca (bosteros) Central Córdoba (charrúas) o astemio. Y porque canalla es vulgo, lumpen, y viene de can, o sea de Diógenes, que no tenía Edipo.

Los que creen que Deleuze es “un nuevo misticismo oceánico” viven de “la mala fe y la viveza metafísica al servicio de la Pastoral lacaniana” (página 117).

Badiou se dice corajudo, pero acá se le dice cobarde; se dice amigo de sus amigos de la farra y de la vida, pero acá se lo involucra con la causa de “las pasiones tristes” y el “resentimiento”, las dos fuentes del típico insulto deleciano: Spinoza (1), Nietzsche (2). En “Batallas Éticas” se lo trataba mejor.

A los amigos badiuístas les proponemos que escaneen la página 121.





Amor platónico invertido: infiel



Abraham dice que ama a Deleuze pero le es infiel y que celebra un encuentro de mocedad y comete un acto de gratitud. Porque les permitió a los sudacas rumanos judíos zurdos y tartamudos – ¡y de Vélez! – como él, entrar al gran Liceoacademia bimilenario y medio de la Filosofía. Es un filósofo que promueve la movilidad social ascendente.

Yo pienso de todos modos que los delecianos en la Argentina suelen estar más cerca de la herencia pos “Argentina-latinoamericanizada” del salón de Victoria Ocampo que de los ex quechuas del Gran Buenosayres sojuzgados por explotadores coreanos, que no están muy duchos en esto de la “recepción” acelerada de las corrientes francesas. Casi me incluyo, pero es sólo una impresión, un resabio dudoso de mi costado de peronista lacaniano o pornopolites.
(Ojo: yo soy otro)

Negri Zizek Badiou son los “pornopolíticos”: los que convidan a matar gente con declamaciones de sentencias ilustradas. Ese es el concepto tomasiano.

A título impersonal debo destacar dos cosas. El destino flagrante de Deleuze es la calle y el academicismo. Las dos cosas le fueron ajenas; las deploraba. Odiaba la doxa y odiaba la lucha; en eso tiene razón Badiou. Y no soportaba tampoco a los que en vez de ser como Spinoza vivían del cuadro sinóptico de la Ética. Tomás Abraham lleva a Deleuze a la riña callejera y a las aguafuertes porteñas. Sus seminaristas y el libro “La Máquina…” no escapan demasiado a lo segundo, al compendio devocional. Dice ser un nischeano moderado (anarcosocialdemócrata se podría añadir); pero es más un gombrovichiano moderado. Su método es Gombrowicz a la argentina. Pasado por Arlt Marechal Macedonio o un sociologismo jaurechista posgoriloideo onda mezzo-Arendt mixturados con los nuevos metres francófonos que hacen neofilosofía de la pantalla. De Deleuze al final, casi nada, la chapa de haber estado ahí en aquel entonces tomando cursos con Canguilhem y Miguel.

Ningún transgresionismo, quiero aclarar, en estos modales barriobajeros; apenas un poco de ganas. No hace falta ser una secretaria para convivir con otras vidas filosóficas.

Yo como gombrovista más sauvage – más puntual – que apenas conoció a Aldo Oliva y Nicolás Rosa de a diez metros no puedo aportar mucho: comentar sus chistes y exagerarlos. Y que los eunucos bufen.





Quizabobo de la Sexta





[1] “Contra la pornopolítica”.



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...