26/12/08

Si Terranova es Punk...





La cultura argentina es muy sensible a la sentencia: 'Las ideas no se matan', 'Y que los eunucos bufen', 'Perón construye, Evita dignifica', 'No sé lo que quiero pero lo quiero ya'. La fuerza del punk está en esa tradición. Es una fuerza epigramática

Borges puede ser todo lo que quieras pero no es punk

“-Borges es un viejo de mierda que escribe para los que escuchan a Fito Páez –”






Obviamente “generación” comporta un recorte publicitario. De momento, mientras que de esa juventud quede algo, el jovenvanguardismo tendrá una realización considerable: que haya una literatura para jóvenes. De ser posible una para jóvenes hecha por jóvenes o candidatos a jóvenes que ya fueron dejando de serlo. Quien frecuente la noche sabe que no hay mucha juventud después de los 30. Al contrario, hasta hace poco, los escritores jóvenes eran tipos de entre 30 y 45 años. La nueva ola de editores-escritores trajo la felicidad de intentar conciliar esas dos juventudes en divergencia, sacarle al rock a los medios y al fútbol la exclusividad. Propone justamente que no sólo se puede esperar de un artista veinteañero que haga una bandita de rock. Una vuelta a Ducasse-Arthur mas de signo un tanto invertido. Porque esos, Jarry, pocos más, eran sí bastante rockers, allí donde los jovenvanguardistas son bastante peronistas, no rockers. No se quieren privar de nada loco. ¡Peronistas, rockers… y escaños de catálogos editoriales! ¡Qué generación! Uf… eso de ser punk con padres maoístas en la universidad y conocimientos abundantes de armonía y teoría musical, sí que escapa al verosímil…

La verdad es que para mí… para mí… que Terranova no es punk. En este asunto de las letras públicas lo punk no creo que sea ser punk. Como ya escribí, es un escritor de referencia para mí. Así que que ya se de por feliz. La tradición del ensayo nacional skinhead – siempre fue oportuno ser pelado para ejercer el oficio del ensayo – me está reclamando la ejecución perentoria de una crítica puntual y sagaz. Manos a la obra.
Me da la impresión – no lo conozco – de que la literatura de Terranova tiene más de joven U.B.A. psicoanalizado clasemedia porteña culta padres intelectuales que de punkperonismo. Suena demasiado a ideal ese punkperonismo declamado pour epater al gorilismo literario supuesto. El más simple psicoanálisis de los textos terranovistas demostraría que detrás del velo manifiesto de posicionamientos e imposturas peruco-punkies yace el tema terranoviano por esencia: los problemas de pareja. Peronismo estilo licenciado Rolón.



25/12/08

Si Terranova es Punk Yo soy Skinhead



(Juan Terranova “Mi nombre es Rufus”. Interzona. Bs.As. 2008)




Y ser joven en la Argentina de los 90 ¿qué fue?

Cosas simples para una juventud simple





En una entrevista que le hacen a Juan Terranova en Pagina 12 la periodista apunta el siguiente dueto sintagmático: “novela generacional”. Se refiere a su última novela (…Rufus). Y está bien. Siempre que quiero ver qué dice un escritor generacional busco “juan terranova” en Google. Parece el destino o el leit motiv que más ejemplarmente se quiere asignar este Terranova. El realista Terranova. Narrativo (ista) Terranova. Peronista, roquero. Es lo mejor de Terranova, su estrategia de autofiguración y puesta en escena sociológica. Siempre suele ser así. Detrás de la puesta en escena, algunos escritores dejan el residuo de una suerte de genialidad, y otros el de una suerte de ausencia íntegra de genialidad, de puro oportunismo; lo cual, hay que resignar, es un acto de genio. De genio punk[1]. ¿Kafka o Terranova? Son poses. Los que jamás pudimos responder sin locura a la más estúpida e insoslayable de las preguntas obligatorias “¿desde qué lugar?”, los pibes Kafkas del interior pues – del interior de dos inexistencialismos: un país improbable, una ciudad errada, y ese malentendido general: “la literatura”-, las proles bastardas de esa figura – como dirían los horaciogonzalizantes – la del argentino extraviado (en la metafísica que es la literatura), los refutadotes del tiempo, los girribovaristas, los pibes yo es otro, la Joven Guardia de pibes autores del Quijote, vemos con la más harta extrañeza esta autoridad de lo común. Para nosotros la literatura es una Crítica del Rock. Claro, es probable que en eso sí se parezca al rock, que también suele serlo (una crítica al rock). La lectura (para no hablar de algo, la literatura, que suele ajustarse solamente a lo que se llama ficción narrativa cuento o poesía, y restringe un poco impunemente al resto de las “ramas fantásticas”: la sociología, la patografía, el periodismo, las recetas médicas…) tiene el mayor encanto de ser una degeneración, una suerte de ruptura –platónico-bachelariana – o esquicia con la mismidad, con uno mismo, con el entorno, el contexto, la localía, las identidades extraquijotescas. Bue… esto es un chiste. Un chiste grave. No me tomen en serio. No me tomen en serio que me lo creo. De todos modos, candidatearse a portagrama o voz de una generación es… es todo un programa… que pasan en otro canal. El canal Terranova. TerraVisión.





24/12/08

Caparrós en la Segunda

(Martín Caparrós “El Interior”. Planeta/Seix Barral. Bs. As. 2006)





“-
No, acá en Rosario los ricos siempre fueron almaceneros.
No es como los de Buenos Aires que tenían campo, eran estancieros.
Acá eran nada más que almaceneros
”.





[Caparrós por Bobrow]

Poco antes de las 600 páginas Caparrós llega a Córdoba para descubrir sus misterios. Allí razona que es “la Capital del Interior”. A las dos páginas narra como eventual juez oportuno - pero de juicio suspendido (quién salvo un porteño podría si no dirimir sí arbitrar un pleito como éste) - algunas performances testimoniales de esta gran problemática pintoresca: la de la rivalidad entre Córdoba y Rosario. Mejor decir la disputa por el Óscar al mejor Actor de Reparto.

Un interlocutor cordobés le dice a Caparrós en Córdoba: “acá todo está tenido por cierto sentimiento antiporteño, un resentimiento: que nosotros somos los segundos, que todo queda en Buenos Aires. Ese sentimiento, que te podés encontrar en todo el Interior, acá se agudiza, me parece, porque Córdoba se siente que puede ser un competidor de Buenos Aires, que puede darle pelea”.
“- Absurdamente, diría yo como buen porteño” devuelve Caparrós con bastante razón.

En algunos años de vida en Córdoba pudo el probable redactor de estas líneas comprobar que todos los cordobeses (incluso los provincianos, que hacen patria con los capitalinos) piensan algo así. En Rosario, ciudad fugaz fugazza y de fugados, de europeos en fuga y de clasemedias que se instruyen allí (acá) para huir a los 25 de vuelta a Europa o a su puerta de acceso (Baires), la porteñofobia está un poco más alterada, apenas más aguada, y en no pocos casos gana un signo inverso, deviene filia, y Rosario pareció siempre contenta con haber llegado a ser incontrastablemente y quizá ser aún a duras penas “la segunda”. Es muy probable que la mayoría de los que poblaron Rosario en el siglo hayan podido elegir de alguna manera dónde caer y optaron por la urbe menor. Para un paraje sin historia ni fundación que en el siglo XIX fue poco más que un caserío ese destino ya era un exceso. Ningún rosarino en sus cabales creería ni un rato que Rosario “puede darle pelea” a Buenos Aires en un plano social grupal colectivo, institucional político cultural o económico, salvo en el fútbol, cuyo don no fue asignado a los cordobeses. Desde hace 80 años Rosario señeramente pertenece a la Nación AFA – la realización histórica mayor de la patria unitaria - junto con el Conurbano Bonaerense y La Plata y nadie más, y desde hace 80 es estafada sistemáticamente por el poder redondo porteño en virtud de árbitros y pases. No pases gol sino pases onerosos; expropiación irreversible de todo jugador local que se destaque, raspaje y vaciamiento de los clubes rosarinos. El capital no tiene fronteras pero atiende en la Capital, cuya frontera – con el místico “Interior” – es Rosario.

El nombre de los dos diarios emblemas de las dos ciudades es llamativo y parece preanunciar la beligerancia y el posicionamiento respectivo: La Capital de Rosario y La Voz del Interior de Córdoba. Hoy soy diarios idénticos, suerte de “no lugares” de la ideología prensaria, y supongo que pertenecen a un holding de capitales capitalinos ciertamente; pero queda sonando el reverbero semántico de sus nombres no en lo que intentaron expresar sino en lo que invocan accidentalmente ahora. De haber perseverado la Confederación Argentina es probable que Rosario hubiese sido un día capital. Históricamente hubo un irrisorio lobby frustrado cuyo saldo es el nombre del diario; Rosario es la absoluta no-capital, es solamente la capital del departamento más chico de la provincia de Santa Fe, un territorio que ya es evidentemente menor que la misma ciudad, que se propaga impune hasta las afueras de San Lorenzo. Dadas las cosas como se dieron en la historia argentina del siglo XX es poco aventurable que en Rosario un diario recibiera ese nombre: La Voz del Interior. Para el grueso del “interior” Rosario siempre estuvo lejos.
Córdoba acuna el sueño compensatorio de una posible república mediterránea, una Bolivia argentina, una Argentina sin salida al mar (… o quizá guste más una – pongamos - Polonia argentina…). Curioso también que la “salida al mar” de Bolivia estuviese al contrario en Rosario, una misteriosa “Zona Franca” inoperante utilizada como baúl de trastos viejos por el gobierno andino. Rosario podría ser al interior como un primer patovica kafkiano. El primero y más insignificante vigilante de una cadena de vigilantes celosos que custodian el límite preciso del Interior – la mayúscula es de Caparrós - y el Mundo. Un patovica que recibe órdenes de una autoridad que ignora por completo y cuyos designios le llegan de boca del penúltimo de los capataces, de un capataz de La Boca.
El interior en Rosario se siente menos interior, viene para sentir el vértigo de una inminencia de todos modos lejana y no querible: la de ir a Buenos Aires. Rosario es el puerto preciso para que los pequeños citadinos provincianos y los habitantes de los pueblos sientan huir del Interior estando adentro, huir sin movimiento. En cambio Córdoba juega a ser el Gran Congreso Permanente del Interior Reunido, el campo de deportes de la Selección del Adentro. Jujeños mendocinos patagónicos entrerrianos y hasta rosarinos prófugos se codean en sus peatonales agrandadas en su inflada ciudad universitaria o en los bolichitos caretosos del barrio Nueva Córdoba. Alucinan que traman un complot nacional contra la Capital – tras el cual (aunque no lo tematicen) no sabrían qué hacer con los bipolares o ambivalentes rosarinos -.
Del “interior profundo” - por decir así -, del lejano oeste nacional a Rosario llegan camiones camioneros y los frutos del agro; propiamente gente, poca. La cruz del sur de la cristiandad rosarina canaliza más gente a partir de sus otros extremos, la autopista que trae porteños y ahora – novedad del socialismo posportuario - europeos turisticoides, y el largo completo del Paraná por el que vienen santafecinos y entrerrianos clasemedia a estudiar o formoseños y chaqueños en la pobreza a cambiar de signo estético su pobreza, a convertirla en marginalidad urbana.
Un poste dice Pampa, el otro Litoral.
Con los años se verá si el Puente para la Victoria produjo algún cambio cultural e idiosincrásico considerable en los rosarinos o, más probablemente, en los entrerrianos. El Paraná era un muro que separaba a Entre Ríos y un tobogán que lanzaba al Río de la Plata en alianza con la autopista. También por eso el idioma de los rosarinos se parece poco al de los entrerrianos y mucho al de los porteños, y es mucho más confundible un rosarino con un montevideano (700 km) que con un cordobés (400 km). Pocos rosarinos conocemos Montevideo y casi todos viajamos alguna vez al año a Córdoba: porque Córdoba es la puerta a un exotismo: un suelo ondulado y casi otra lengua. Es como ir al sur de Brasil, son dos itinerarios parejos del vacacionista rosarino: allí también se habla casi otra lengua y aparece un dato nuevo y foráneo en el paisaje: en este caso mar.

El viaje a Mar del Plata no se funda en ningún deseo de experimentar la alteridad. Es una prolongación afortunada del fin de semana en las Islas.



Desde luego Rosarino sacó todos los números para el sorteo de la esquizofrenia. La metáfora del deseo es la pampa y el río Paraná la expresión sensible de que panta rei, de que todo flujea y no hay mismidad fluvial donde zambullirse por segunda vez. Por eso Heráclito y Deleuze tienen tanto éxito acá. Es como que son de acá. Por eso el sueño platónico de organización filosófica en Rosario es una fantochada: somos todos presocráticos posmodernos. Mientras los metafísicos desvariamos y tropezamos con baldosas flojas los socialistas sueñan el sueño del polites, la Atenas gringa, inspirada tal vez en Solón Pericles de la Torre. Aunque consuelan a los últimos cristianos vírgenes con el mito del pesebre de Entre Ríos al 300 y la Belén de Josua de la Serna.





II




De 630 páginas de viaje por el interior argentino Caparrós extrae en la última su hipótesis más dramática: si Buenos Aires – la Capital Federal- no es el Interior ni el Exterior es, ergo: el Limbo.
Podría ser la piel, el yo, la conciencia, o quizá la boca, entidades orgánicas de funcionalidad portuaria, aduanera. Personalmente siempre creí que Rosario era el Limbo; Buenos Aires es el exterior nacionalizado; o en el mejor de los casos, bajo la metáfora orgánica es voz ojos oídos, el conjunto de los órganos externos y la facha. Acá nadie tiene muy en claro que se vive en el Interior… Es más fácil definir a la ciudad de Rosario por lo que no es: no es Capital, no es Santa Fe, no es Europa. Desterritorialización dicen los grupos de estudiantes delecianos. Combinado con un proceso de descapitalización histórico cuyo acmé ocurrió bajo el menemato con sus índices record de desocupación y las bolsas de basura como comederos públicos. Un día estaba tomando una Heineken en el shopping del Siglo en calle Córdoba y se me antojó preguntarle a una señora encremada y una rubia que habitaban una mesa de al lado – intenté esbozar un acento heteróclito o neutro para confundir - si “¿Esto es el Interior?”, si “¿Esto es Latinoamérica?”


No me contestaron. Miraron para el otro lado. Pidieron la cuenta.



Rosario es el exilio. Yo lo tomo así. El exilio nato. La frase de Borges me da vueltas por la cabeza. Varias, varios de sus slogans. El argentino como un europeo nacido en el exilio (“venimos de los barcos” dice Nebbia menos sutil) (frases, parcialmente, de simpático racismo vía metonimia), la de “un argentino extraviado en la metafísica”, la de “perplejidad de un joven provinciano ante la doctrina de que no hay yo”. A los cordobeses les llama no me acuerdo dónde elípticamente extranjeros. El rosarino al contrario reúne todas las dotes de la eventual e insufrible argentinidad: es, doblemente, porteño y del interior. Tiene todos los climas. Los vicios. La frase que nunca olvido es la que encabezaba las tapas de la revista “Risario” que con mucha menos suerte resistía entre la espada y la pared en la época de “Humor” y “Hortensia” y cuyo único producto de exportación fue Fontanarrosa, el hombre que logró esa forma de bilocación ansiada que en el libro de Caparrós se bautiza como “La Gran Fontanarrosa” -: estar en el Mundo sin faltar en Rosario. La frase que decía: “Ser rosarino ya es un chiste del destino”. “Ríase” decía.




Sgt. Guevara’ s Poor Hearts Club Band.







[El penseur mediático]


22/12/08

BIOGRAFÍAS A MEDIDA – CONSULTAR


(Ricardo Strafacce, “Osvaldo Lamborghini, una biografía”. Mansalva. Bs. As. 2008)





Luego de estar dos semanas encerrado terminé de leer la biografía de O.L. por Strafacce. Me fastidió la obsesividad por la data, la repetición insistente de citas o peor la transcripción de párrafos anteriores, el llenamiento insólito de páginas con minucias de todo calibre, la sintaxis chorizo con una especie de barroco en la oficina y la hemeroteca, el intercalado permanente de – decirlo así – juicios de valor personales con aparente voluntad de destacar (como sobreviviendo a la ineluctable fascinación que ese objeto de discurso provoca cuando no su análogo contrario y que cualquiera entrevería en alguien que se consagró una década a forjar este monumento gigante al archivo y a facturar mil páginas en letra chica) que se está ya fuera de convalecencia en relación a ciertas posiciones ideologemas tics de la época en que los textos aquellos se escribieron y comenzaron a leer o bien del osvaldismo en su ortodoxia fanática; o sea esas súbitas apariciones de una subjetividad autoral taxativa dada a declarar por otra parte su aparente falta rigurosa de capricho y anacronicidad en medio de una torrencial narración estricta y casi novelada al pie de los testimonios de los contemporáneos vivos y de las evidencias documentales existentes.
El estilo obsesivo cuando no es barroco es académico o las dos cosas, y es lo que estorba en este caso: un barroco no-literario y un academicismo extra-académico. Un gran porcentaje de las mil piezas que estampó Mansalva irán – tarde y temprano – a parar a manos de oportunos hacedores de papers, tesis, y producciones emparentadas en versión fast food para la prensa; por eso se entienden y disculpan algunas de las características infaustas referidas, un clavo herrumbrado en la boca de los que no aspiramos del todo a esas proezas. No quedó ningún detalle afuera, y eso quizá también tenga que ver con la confluencia entre el público posible y el ambiente de las personas reales invocadas directamente o no en el libro (“centenares de personas están de alguna forma involucradas en este relato”, cierra el prólogo). Lamborghini siempre fue – sobre todo – un relato común de un grupúsculo social bastante acotable. El Lamborghini según el sodero, o según el vecino del tío no existe.

Temo olvidarme de algún otro palo en esta flagrante oración.
Que sean olvidados entonces.

Ahora, que las virtudes de este libro las atribuya cualquiera. Seguro las hay demasiadas. Acá no nos dedicamos a premiar a los que ya recibieron su premio, sino a la zancadilla al vacío. Fragmentos apasionantes no solamente por culpa de las aventuras recuperadas de este penúltimo beato de la sagrada letra nativa y jactancioso nómada de la quietud nacional. Strafacce optó un poco por todo: convertir en literatura de nuevo a una vida consagrada a tal cosa, y tentar – balzaciano, lugoniano, o lo que sea y la mar en coche - una novela, o un gran relato, y a la vez no fallar a la referida demanda del usuariato profesional asegurado.
Libro anunciado desde hace unos largos años y esperado con aventurable inquietud por la barrabrava osvaldista del país (no mayor, pongamos, a la de Central Córdoba, seguramente; aunque con más capacidad de trasformar la realidad, la micro-realidad del campo cultural).
No sé si va a servir para “leer más y mejor” (página 12, prólogo) a esa ópera fantasmal clavada bien adentro de la vida de alguno de nosotros…; pero sí de otra manera lo ya leído o lo a leer. Saldrán algunos salvajes amigos desilusionados y otros suspirando con alivio esperado; otros quién sabe.

El justo yeite con el que Strafacce abre el libro en el venturoso prólogo: algo así como: ¿cómo habrá sido una persona que escribió así? O sea una derivación morigerada de eso que algunos ya apuntaron para contrarrestar el “¿cómo opera?” de etiqueta de los sobrevivientes del estructuralismo: ¿éste era o se hacía?; una especie de chicana en auge de los chismosos contra el antiguo despotismo textualista. Esa es la infalible pregunta automática y maldita del lector osvaldiano, del lector maldito que fuerza Lamborghini. Es de prever que este glorioso maniquí central de la vidriera irrespetuosa de la literatura argentina no saldrá indemne de esta circunstancia:
¡“una biografía”!, y seguramente no menos imposible que la de su maestro primordial: Fernández. Hace algunos años nos tocó leer la de Macedonio, que quizá por haber sido declarada imposible desde el vamos, o más probablemente por haber llegado demasiado tarde a la literatura – al estilo M.F. – se restringió a un formato normal. Ésta también faltaba personalmente ¿Cuántas de Borges hay que sumar para llegar al tamaño de la de Lamborghini? Como lloró Luis Guzmán, Lamborghini, muerto se salió con la suya – fue de hecho su pasión, el cafquismo inducido -: ningún escritor argentino jamás tuvo una biografía así. Lamborghini es el que la tiene más grande.

18/12/08

Patadas a los Locos



TODO SICOANALIZADO” (Nuevo Concurso Poético)



"boludo sí/loco sí/violento sí"

L. L.






¿De cuánto sicoanálisis se necesita hoy para formar parte del mundo de la cultura? Considero que esa es una de las preguntas fundamentales que debe resolver el virtual artista o candidato a artista hoy. La cultura está en manos de hipersicoanalizados. Es un hecho. Es un hecho que se nota. Basta con leer a cualquier escritor más o menos consagrado, dotado de un talento normal, medio pelo, para percibirlo de una manera puntual. Escritores, periodistas, profesores universitarios, artistas en general, negociantes de la cultura, y, más allá de la cultura, la mayoría de los profesionales, de los que de alguna manera encarnan alguna vocería del saber estatal.
Apenas entro a alguna página de poesía, voy a un congreso o leo una revista de poesía, empiezo a oler un tufo a hiperanalizados espantoso. Ser o no ser un perpetuo sicoanalizado parte al mundo estatal-oficial del mundo clandestino, divide al mundo de la publicidad del mundo de la clandestinidad. De un lado los dueños de maxi-kioscos. Del otro las profesoras titulares de Literatura Latinoamericana II.
¿Quiénes quedan a salvo?... Cucurto, Charly García… ¿Fogwill?... mmmh…



El fenómeno curioso es que el sicoanálisis en un cierto sentido pasó de moda. No es muy cool hablar en términos más o menos extraídos de la terminología froidiana, porque los maneja cualquier adolescente, cualquier empleado de banco. Los mismos que se sicoanalizan desde los 10 o 15 años de la boca para fuera lanzan bravatas sarcasmos e ironías contra el sicoanálisis o contra los sicólogos o contra el saber teórico sicoanalítico. Esta falta de respeto es un fenómeno nuevo, de las nuevas generaciones. La roquerización de la cultura sienta este nuevo fenómeno. ¿Por qué se hacen sicoanalizar perpetuamente entonces? Saben que es un precio que hay que pagar para estar adentro. Para ser gente como uno. Para poder hablar, cuando pinta la ocasión, como un profesor, como un columnista, como un poeta, como un plástico, y no como un croto, como un border, como un almacenero, como un empresarito enfermizo,… como un bruto,… como un loco. Lamento tener que sonar a fucoltiano de fotocopia, pero siento decir que es el “dispositivo” confesional como tal el elemento salvador de la gente del consenso cultural, y el resto, los devenires singulares de una cura, son poco y nada. Es la decisión, se podría decir social, de hacer terapia, de admitir en el grupo de adscripción la voluntad y necesidad de ser sicoanalizado, de aceptar una especie de culpa, propia pero en común – la culpa de llevar en sí deseos de un ser en negro, de clandestinidad, de a y antisocialidad –, y asumirse en proceso expiatorio, en vías de alivio, lo que hace que la gran conversión-iniciación legal-cultural funcione, y de por resultado un sujeto permisible e incluible. Las bonanzas o no del análisis concreto, la suerte del proceso o las habilidades del analista de turno y su compatibilidad con el caso, son asunto secundario, que harán o no que el sujeto incluible, disfrute orgánicamente de su sadismo colectivo, o esté, exitoso y todo, en vías de pegarse el tiro del final.





17/12/08

Contra No Todos Los Poetas






Los famosos “objetivistas” han hecho de la poesía local lo que oficialmente es. Han convertido al poeta en una especie de profesional impasible. ¿Qué han hecho? Han gremializado a la poesía. Hoy “los poetas” son un sector, un sector de la producción e incluso, una – vieja – tribu urbana. Una tribu urbana de viejos y de jóvenes viejos. Es que, además, por si poco faltara, hicieron de la poesía un arte de hacer sociales. Quién no esté gremializado, queda evidentemente afuera. Está más allá del bien, no del mal. ¿Por qué querría un adolescente convertirse en uno de estos?... de estos oficinistas culturales. Por sobre todas las cosas, el resultado del imperio del… “objetivismo” en la poesía argentina es la inoculación de una voluntad imponente - e impotente - por sobre cualquier otra: la voluntad de ser llamado “poeta”; un arte de figurar para el cual la voz la cara y el nombre propio son los elementos fundantes que llevan el fin del renombre, el nombre impreso en la portada del libro, la trama social de la vida como un sistema de postas de links. Contra lo que llamaban neorromanticismo lucharon por destruir todo morbo y sublime, todo efecto subjetividad, toda pateticidad ligada a la invención de un agujero yoico y a la atávica imagen heroica del poeta, guía iluminado, solipsista tortuoso, superhombre resentido, gran hombre, enfermo que finge su enfermedad, pliegue de intimidad en las grandes consignas y discursos – emancipatorios, especulativos -, ciego épico, en fin… Contra lo que llamaban neobarroco se propusieron acabar directamente con el goce de escribir, con la escritura, con la plusvalía joyesca de la pulsión de letra. Inventaron el estalinismo en poesía: un imperio hecho de pasillos y despachos llamados márgenes menores de los suplementos culturales, sistema integral orgánico de revistitas canonizantes, imperialismo pampedagogizador a base de la tallerización obligatoria. No dejaron más que obreros de la poesía: del taller al analista y del analista al taller.

16/12/08


Juro que el día que pueda llegar a ser sincero voy a dejar de escribir en este blog.
I' m not Gombrowicz.

15/12/08

Mafias Menores


[Vitoldo, fuente de permanente inspiración en el pertinaz ejercicio de la diatriba contra los poetas]


La poesía es una mafia. La sociedad es el conjunto total que contiene innumerables conjuntos: conjuntos mafiosos: no sólo la policía, los partidos políticos, la prensa, los monopolios, las hinchadas de fútbol. Hay mafias menores. Léase bien: no digo lo que Borges: magias menores. Digo mafias menores, como la de los “poetas”. Dentro de un mercado en disputa, mercado como campo de acción y de batalla, hay distintas sectas. Mafias menores mayores, mafias menores menores. Entablan códigos. Códigos explícitos, y códigos implícitos. Entre los explícitos, se pueden encontrar los antiguos manifiestos grupales, las individuales artes poéticas. Manifiestos ya no hay. Hay consignas encubiertas o al descubierto, pactos murmurados de café, y extendidos por efecto teléfono, o los enunciados vía grafemas. Artículos, sinuosas líneas editoriales. Amistades se les llama; gremiales. Favores, deudas. En el campo de la “narrativa” como llaman periodistas editores y profesoras, las líneas y las reglas suelen estar más al claro. Es más fácil quizá responder a la demanda de base. En ese caso estar a la altura de la media no es tan complicado. Alterarla superarla romperla deformarla sí. Y ahí comienza el problema obvio: quién y cómo legitima la novedad, la superación, quién reconoce aquello que rompe lo dado de modo tal que lo hace en regla, de algún modo a pedido: por encargo.
No hay leyes intrínsecas en todo esto. Las reglas son de etiqueta. Se trata de sociales y sociabilidad: se trata de una trama vincular mafiosa. Se trata de romper la regla como regla, de introducir – paradoja fundante – lo nuevo reconocible. Lo a excluir es aquello que rompe la regla aparentemente afuera de la norma de romper la regla. Aunque rompe la regla rompe la regla de romper la regla; un eslabón sin cadena. Todo este asunto en el mercado de la poesía es mucho más crudo y evidente: convertirse en un poeta aceptado por las mafias hegemónicas es pasar el examen médico del club. Ello ocurre lo menos textualmente posible, lo más socialmente posible. Cómo reconocer a un poeta. Por el carnet. A veces caen meteoritos. A veces ocurre la excepción, alguien entra como por azar; pero eso no está en manos de nadie.



14/12/08

Elcanismo & Lacanismo



"Los demás perros -afirmaba-
muerden a sus enemigos, mientras que yo muerdo
a mis amigos con la intención de salvarlos
".

M. Onfray




1



Lacan y Diógenes no serían muy amigos, más allá de que uno fue el inventor del movimiento perro y se le llamó perro, y el otro se llamaba la-can.
Es que los perros y las perras son cosas muy distintas: “perras” más que nada llamamos a unas muchachas que se dedican como mucho al cultivo de la mirada del otro; cojan o no, por plata o por algún compromiso ético de otra índole, son más bien del gremio de las histéricas, y si hay algo que no son los perros es histéricos. El otro día leía un libro de una probable discípula de Zizek que decía: es más difícil para los humanos aprender la autosuficiencia, que para los perros aprender el lenguaje.

Naturalmente, Lacan era más un lobista del cinismo que del quinismo, del cinismo moderno que del cinismo antiguo, nadie lo duda. Si Dios no existe todo está prohibido y esas cosas. Un buen la-canino admitirá que los perros perrean para ser mirados; le ladran al Gran Otro. El perro como animal de circo. Para el fiel lacanino no se puede vivir afuera del nomos, de la politeia, de la socialidad y sociabilidad; y, por las dudas: no se debe. El can, elcaniano, decía más o menos esta estudiosa laperrista, es un ejemplo de “artista del hambre”, un desdichado cafquiano. Diógenes seguramente tan tonto no era. Predicaba la naturaleza; pero hacía circo. ¿Para qué vivía en la ciudad si no? Es difícil decidirse entre la histérica y el perro; las consecuencias a las que llegan los lacaninos, que evidentemente cultivan el cinismo moderno, el hacer como que, las formas del gran circo serio de la sociedad, suelen ser excesivas. Necesitan de un público que demande la autosuficiencia-social, la sociosuficiencia que nos libraría de la sociodependencia; pero se les va la mano muchas veces de tanto dar la patita. Palabra de un caniche cimarrón.



2



A propósito de los hábitos de satisfacción inmediata de Diógenes – la famosa paja pública o sus relaciones con putas o mujeres de histeria restringida – escribe Onfray: obedecer al deseo es la mejor manera de olvidarlo. Opuesta la prédica de los laperristas; se conoce su máxima adversa: no ceder ante el propio deseo.

Es la creciente lacanización de la sociedad en general la que hace que los perros puedan vivir cada vez peor en esta sociedad. Estos artistas de producir las faltas que quieren suplir saben salirse con las suyas. Como buenos cínicos modernos, lobeznos, los lacaninos juegan a dos puntas y ejercen el embrollo para mantenerse ilesos y salir airosos: dicen que no promueven una visión del mundo ni una ética universal; pero donde se dice no se puede escuchar sí. Esa es una ética que ellos mismos enseñaron. Para Diógenes enseñar es enseñar los dientes, otro asunto.



12/12/08

Tardo-vanguardista-personalidad bipolar-esquizoide.

7/12/08

Tomás Felipe Carlovich: o el autor de los goles de Maradona.

6/12/08

Cadáver exquisito asola firma.

5/12/08

Somos hablados por el fascista, un vecino: el vecino de dios.

4/12/08

Soy una nazi que ama la poesía. Pero cuando se trata de sacar la basura saco pero me quedo encerrado afuera. Un budista soy, que ni odia la poesía.

3/12/08

Pienso que las personas luchan por su esclavitud creyéndola su libertad, pienso que el lenguaje es fascista, pienso que la sociedad es el dominio de los débiles sobre los fuertes, pienso que la gente que te viene a ver sólo te destruye.

2/12/08

¡Y que los bufos eunuquen!

1/12/08

Border no/bruto no. Boludo sí/loco sí.



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


Foro fáustico-Kitsch de miseria a la filosofía, viveza epistemológica, patafísica nacional popular, metafísica nazianal pop, crítica en estado clínico, antipsicoanálisis en pantuflas, boludeces con criterio empirista de significado cognoscitivo, dadaísmo tragicómico, popestructuralismo de protesta, poemas platónicos, deconstruccionismo chabón, tango rolinga, paranoia ontoteológica, solipsismo de izquierda, falogocentrismo a martillazos, martillazos al falogocentrismo, esquizoanálisis microfascista, fenomenologías del transmundo, freudomarxismo new age, pragmatismo del reviente, pensamiento poco, yoísmo ayoico al pedo, hedonismo allende el principio del placer, diogenismo del doble discurso, cristianismo con Sade, say no more sin Tractatus, partuza del pensamiento abstracto, vitalismo funebrero, antifilosofía antipoética, surrealismo silogístico, peronismo gorila, menemismo progre, palo a la argentinidad y argentinidad al palo, rocanrol ello, existencialismo menefrego, hegelismo anarcodeseante, cross en la mandíbula a Kant.




Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...