30/3/11




(Cerrito y Necochea)



23/3/11

Este aforismo, demasiado pretencioso.

21/3/11


18/3/11

Si tuviera una estancia, haría un pozo, y enterraría mi obra, si tuviera una obra.

15/3/11

Ser sabio pero no evidenciarlo a los ojos públicos

OMAR VIÑOLE Y LA UNIVERSIDAD SIN TECHO EN CÓRDOBA


Que yo sepa, jamás se ha fundado un
proyecto de Universidad contra la razón

Derrida

1

Entre los pocos que no olvidan a la fecha a Omar Viñole vegeta una página dedicada al monumento del arte de acción en la Argentina (http://www.vivodito.org.ar/), que se dedica a componer los anales de la performance en el país, comenzando con French y Berutti y siguiendo con Macedonio Fernández Oliverio Girondo y el susodicho, que aparecen como accidentales formas protoplasmáticas de Alberto Greco y el Di Tella. El mismo Viñole detalla sus actividades de performer en bruto con más minuciosidad y amplitud en “El hombre de la vaca”, de 1957. En el prólogo a “Mi disconformismo filosófico”, el maravilloso libro por el cual Viñole debería entrar también a la historia de lo que tampoco existió nunca (la filosofía en la Argentina) (¿dónde?), relata las peripecias de la fundación de la Universidad Sin Techo que él mismo llevó a cabo en Córdoba capital probablemente por los años 30.


Cuando inauguré la “UNIVERSIDAD AL AIRE LIBRE”, en la ciudad de Córdoba, los términos de la simpatía se opusieron de una manera por demás malévola. Ya no era la clasificación cordial de “loco lindo”, como en este país de irresponsables e insolventes se entrega a los que no concuerdan con las ideas generales de una colectividad. Las personas de mi relación, los estudiantes, los profesores de la Universidad que yo mordazmente llamaba “con techo”, el vulgo; se había entusiasmando con la idea de que yo era un neurópata, aquejado de alguna ‘lues no tratada’”.

2

A continuación se sigue una nota aparecida en el diario de uno de los pocos personajes argentinos a los que les perdona la vida y hasta admira (ver “Cien cabezas que se usan”, semblanzas biográficas de notos e ignotos), en Crítica de Natalio Botana:

VA A INANUGURAR UNA UNIVERSIDAD AL AIRE. Como Sócrates, su primer curso, lo dará en una plaza pública. El sábado, a las 16 horas, Omar Viñole, autor de más de veinte libros insolentes y personalísimos, inaugura en la plaza San Martín su primer curso de la Universidad popular, de la que es fundador, rector y profesorado. Es de imaginarse el revuelo que ha levantado en la ciudad el solo hecho del anuncio de esta Universidad al “aire libre”, en la que se otorgan títulos de “Ingeniero de sonidos”, “arquitecto de escándalos” y “doctor Depravatius causas”. Y lo trágico es que Omar Viñole ha creado una atmósfera. En la gente joven, especialmente, ha encontrado la acogida a su empresa de “intracultura”. O sea, ser sabio, pero no evidenciarlo a los ojos públicos. Porque lo singular de la prédica del autor de “Jesús en una casa de departamentos” es que predica el estudio como la única forma de documentarse personalmente ante el posible engaño. Vale decir, que hace cultura, pero para adentro. Brega por la conquista del hombre y de su espíritu, porque Viñole dice que el ciudadano, jurídicamente juzgado, ya no se pertenece. ¡Ha desaparecido! Este regreso de la civilización hacia la selva, que tenazmente incita este escandaloso escritor, tiene, con distintas faces [sic], grandes similitudes con muchos pensadores europeos. Con Omar Viñole ocurre una singularísima circunstancia. Córdoba le permite sus escándalos porque lo conoce en todas sus variadas faces [sic]. Aspecto que él mismo coquetea en denunciar y ampliar, porque en el interior hay un alma soñadora y creadora de sugestiones. En escultura y en pintura, sin ser academista, ha movilizado problemas de innegable interés estético. Viñole es el único político que trató en el programa de su partido Pan, la política filosofía de la raza. Ante la apatía de algunos diarios locales en difundir su programa, Omar Viñole ha anunciado sus cursos con el disparo de veinte bombas, pues entiende que se le debe oír. A nadie se le ocurre viajar en carreta. Así lo estima este escritor, y no vacila en sobreponerse y franquear el estancamiento mental que disfrutan los ciudadanos de un pueblo. De cualquier manera juzgado, Viñole es un nuevo problema en nuestra cultura, que viene enfermando a la academia”.

El autor lo cuenta así:

Semanalmente llevaba la vaca la plaza, y daba mis conferencias. A los asistentes les entregaba un rumboso título, que en nada se diferenciaba de los entregados en la Universidad “con techo”. Así, previa consideración, que publicaba en una revista titulada “Urotropina”, dábamos los nombres de los legisladores y los ciudadanos más negados, de la burocracia, que soportaban el título de “doctores”, “ingenieros” o “arquitectos”. Y lo que fue acogido como una histrionada pintoresca, al poco tiempo era dramático. ¡El mercado de los Universitarios se vino abajo! Cuando se saludaba en la calle, adiós, “Ingeniero”, simultáneamente se interrogaba: ¿De qué Universidad es aquel ingeniero? ¿De la sin techo o de la con techo?

3

Viñole acto seguido es atacado por el rector de la Universidad Techada: ‘La locura, en cualesquiera de sus formas, afecta, globalmente, todas las funciones psíquicas y motoras’. La grotesca semblanza en la que el Rector de la Universidad con techo efectuaba para presentarme como un alienado, por mi ‘Rectorado’ de la ‘Universidad al aire libre’, tiene gran similitud a la teoría desarrollada por los enemigos, para darnos la idea del ‘degenerado’ que era Nietzsche al asegurarnos la existencia del superhombre”.

4

No hay libro de Omar Viñole que no done párrafos extensos al arte de narrar la condena al ridículo e incomprensión a la que fue sometido por su público, la sociedad: Sindicado de anarquista –cuando sólo soy un poeta-, me he envuelto en toda clase de murmuraciones y dificultades. En la vida económica, científica, política e intelectual he sufrido –al detalle- la desmonetización arbitraria. En el dominio de la sátira y la ironía he podido atenuar la lucha. Sometido voluntario al 'panfleto', para que en el terreno de los contrastes se robustezcan los elementos del equilibrio social –mal o bien-, he financiado mi derrota, ante los que no quieren comprender, que no hay esfuerzo estéril cuando se pone al servicio del hombre”. Como dice Viñole – que ha dedicado todos sus libros al culto de sí, la defensa quejosa de su inmolación pública, y a excusar sus payasadas geniales por fines y principios bienhechores- los “actos satíricos” tienen “un plan de trabajo con contenido social y finalidad humana”. Ahora bien: El que tenga vocación a la filosofía deberá inventarse muchos vicios para combatir la hipocresía cultural.

5

La 'Universidad al aire libre', que yo inauguré en la ciudad de Córdoba, no tenía otro objeto que el de efectuar un replanteo de la especulación filosófica en un medio que, por su evidente cultura, está facultado para ser 'laboratorio' de la actitud espiritual de un escritor que medita y quiere sacar experiencia para la formación de su personalidad. Si yo tomé a los habitantes de esa ciudad de 'chanchitos de la india' ha sido para que estos apuntes tengan la honradez de un proceso observado con rigurosidad”.

A la graciosa obvia e irrefutable crítica al principio de autoridad que estableció Fernández en sus Cuadernos de Todo y Nada bajo la paradoja del primer diplomado, podríamos sumar esta impugnación operativa con características similares, si no a la raison d’être de la corporación universitaria en el mundo, al menos a la metódica imbecilización pedagógica característica en los claustros nacionales:
Lo que está en los libros no es necesario enseñarlo. Con recomendar al autor y la librería donde se vende, se soluciona la ‘severa’ labor de los académicos”.

12/3/11

Norep, valor y grandeza




¿Qué podría estar haciendo por estos días Perón si pudiese estar haciendo algo? Una hipótesis de respuesta se encuentra en Norep, folletín virtual devenido novela y ejercicio especulativo y literario de Omar Genovese, que postula, como los platónicos y demás creyentes y en fin casi todo el mundo, la vida después de la vida, que no es ningún disco de Pito Fáez. Perón está en el Infierno, para variar, conspirando, pero su nuevo complot tiene la eficacia de lo irrisorio ya no la del pragmatismo a la criolla. El entrañable anarco-fascismo continúa: aunque ya no funciona.
La temporalidad de este Infierno es horrorosa como la generosidad pródiga de la memoria: a su lado allí abajo The First Worker, La Gran Bestia (Nac &) Pop, reúne en simultáneo a la bella Evita y al hijodemilputas máximo Lopecito. Pero en el Infierno norepiano –como en el Infierno inmanente de la vida misma- lo que podría ser una eventual fratria uterina muta en lo insoportable en sí. Norep narra el malestar de Perón en el Infierno y su absurdismo póstumo. Pero este bimanco agente del Mal campechano que condujo a la Argentina al desastre crónico e irreversible y al pueblo a la gloria se codea filialmente en el Báratro con una serie de personajes del horror del s. XX a los que no habría forma de reservarles el perdón piadoso el resentimiento cariñoso o el odio del fascinado que se le guarda al “Padre Eterno”, al padre cualquiera, o a las celebridades del género picaresco en la Historia: Goebbels, Apold, Göring, Mao, Lenin, Pol Pot, Menguele, el Adolfo Hitler y demás monstruos de la naturaleza sin ningún sentido del humor –salvo el del crimen a escala planetaria- son sus nuevos compañeros, recordando a lo mejor aquello de que “la vida no es divertida sin Hitler” que apuntó aquel que se dice que dijo “No puedo creer que Perón haya muerto”. Con signo inverso, Genovese tampoco. ¿Significa esto optar a favor de Dios contra Perón según la alternativa de hierro del ya olvidable Masotta? ¿O en este campo sí deja de ser impracticable una tercera posición?
No ser peronista es una forma del optimismo universal parecida a la misantropía, una aspiración noble, que se arrulla en esos rincones donde se evaporan visos y todo se ve entre la santidad y la abyección. El peronismo no es un campo óntico: es la fuente ontológica misma. El otro polo de una de las máximas políticas de la literatura patria –“nunca seré vandorista”- es el anarquismo conservador, contra el cual en cierta probable forma aquel sistema que la contenía se irguió. Fue otra forma más de traicionar a Macedonio Fernández con Lugones –los dos maestros esquizofrénicos (cada uno a su modo dispar) de Borges-, que hizo honor a una verdad general aceptable en cualquier foro: que en la Argentina el liberalismo (Fernández respondía a su manera periférica y outsider a la tradición anglosajona del anarquismo liberal) es –o se convierte inmediatamente en- conservadurismo liso y llano. (Lamborghini barajó todas las variantes posibles dentro de la paradoja y la traición: peronismo sin Vandor, vandorismo sin Perón, etc.) Como respondiendo a esa vaga –haragana- utopía de paz perpetua en Borges debería convenir sentar que ser anarquista es algo que con toda improbabilidad alguna vez se pueda merecer.
Norep pone en acto ese gusto arltiano por invocar a los grandes psicópatas ecuménico-seculares pero bajo la algarabía de los escenarios rabelesianos en la onda Marechal, aunque su la sintaxis –que va del anacronismo acunado por la parodia al “realismo delirante” comedido- hace otro tipo de convocatorias. Se trata de una sátira con una presumible moraleja: no hay regreso de los muertos vivos.
“¿Por qué encerrar a los muertos si no pueden volver a la vida?”
Evidentemente el infierno norepiano figura el fracaso cabal del principio aristotélico que Hegel versionó a su manera pero Perón plagió con su firma: la concordantia verdad-realidad: “el tema fundamental es que en lo profundo del sistema avérnico carecemos de medios de producción. Lo único que producimos es lenguaje”. El peor damnificado de ese Tártaro a imagen y semejanza del mundo y de la episteme actuales es un faltante en la novela: Karl Marx.
¿Qué otra cosa puede hacer el presidente que ya fue en tal estado de situación?: escribe. Como evocando aquella ya demasiado famosa cláusula de Deleuze en su opúsculo sobre Kafka: muerto se desvive por restituir su “Masa Acrítica”, entre nopodermiento (p.30) e impensamiento (pássim), entre el solipsismo maníaco (p.68) y la locura melancólica (p.77), ante la falta de Pueblo y un detalle interesante que se suma a este infierno enteramente realista: la desahuciada imposibilidad de ganarse un enemigo (p.70). “La venganza, General, es imposible” le dice el Brujo.
En cuanto a la montura formal de Norep, dejar llegado el caso que la gente se remita a las observaciones de Nielsen, que componen un ejemplo del género, rico en los parvularios, de Te voy a explicar cómo debiste escribir tu libro… Aunque el crítico pueda tener –eventualmente- tantas razones como las que hay para mandar a nuestro Líder al Abismo.
Honor y gratitud a Genovese (que manda a los pibes al psicólogo y luego los pone a escribir prólogos… ¡!).

11/3/11

David Viñas hoy en Encuentro

10/3/11

El yiro autobiográfico

(“El yiro autobiográfico”. Cai Olagán Ruci. Ed. Del Trinche. Rosario. 750 p.)



Jorge Corbani es un muchacho algo desquiciado aunque experto en socializarse (o en hacer el intento). Aquejado como casi todo el mundo en este mundo por un cierto bovarismo que “en su corazón crece incansablemente por siempre como una pitón…” decide ofrecer su vida a su propia mitomanía. Lo asume a los 12 años: “viviré mi vida para contarla. Y será en una novela”. Jorge Corbani decide emprender entonces una “vida de novela” en un mundo anacrónico, o mejor dicho: es un anacrónico en un mundo flagrante. Demasiado real y que lo deja rezagado como a un Aquiles zenoniano. Jorge Corbani no tiene ningún talento específico, es el hijo de un empleado insignificante de cultura a duras penas media y de una costurera retirada por invalidez. Es un joven aplicado pero chato, educado por padres anticuados y burlado por sus amigos de la escuela por la excesiva atención que su madre pone en él (al que viste hasta los 18 años como a un niño), por su propia ridiculez, y por la doble ridiculez que suma la disparatada idea que él mismo tiene de sí. Contra toda adversidad Jorge Corbani buscará la aventura en un mundo donde parece estar agotado todo el stock, para colmo en una ciudad medio pelo que como dice uno de los personajes “vive a imagen y semejanza de Buenos Aires, con la salvedad que da la escala 1:10” donde “la gente vive como en la Capital como si no pasara nada, porque de hecho: ¡no pasa nada!”. Jorge Corbani vive en La Capital de la Nada –así se llama su ciudad natal en la novela- craneando las 24 horas cómo conquistar el mundo sin jamás llegar a conquistar a nadie ni a nada ni en esa misma Nada capital. “¿No hubiese sido mejor escribir primero la novela y luego vivirla –se pregunta melancólicamente?” “¿No debí haber optado por la imaginación, por la invención? Escribir algo decente y vivir la vida que pueda vivir”… Pero Jorge Corbani desconoce aquello que asentó Oscar Wilde que decía que la verdad es un invento de los hombres que no tienen imaginación y además no existe. No tiene, en efecto, imaginación pero tampoco la menor capacidad para discernir qué es verdadero y qué no en caso de que una verdad exista. La imagen que se ha hecho de sí es su verdadera obra de arte inventiva, una comedia bípeda que lo ha convertido de antemano en un autor cómico inédito. O peor: ágrafo. Un performer de su desgracia. Entre contar y vivir o vivir y contar Jorge Corbani avanza. Como cangrejo. Vive lo que no cuenta, cuenta lo que no vive. Su novela y su vida se atascan por efecto mutuo, pero Jorge Corbani no se da cuenta. No ha escrito más que veinte páginas (por otra parte horrendas) pero lleva borradas centenas. Se presenta al mundo como escritor y aventurero, pensador hedonista, filósofo dandy, diletante y erudito, como un bon vivant que intenta hacer de cada pálido levante de fin de semana de chicas desesperadas por un hombre con auto un capítulo de 70 páginas en tamaño 8 de fuente. Un terrible accidente automovilístico en la infancia le desfigura su cara y a base de repetidos juicios a sus victimarios logra amasar una modesta fortuna con la que pretende cimentar su nombradía de Odiseo a la Casanova. Avanzada la tecnología lo suficiente, el último de sus cirujanos, al que visita a riesgo de todo su capital en un sanatorio exclusivo de Los Ángeles logra injertarle un símil de la cara de Guillermo Andino en sus años mozos –una técnica novísima que comienza a experimentarse en él- y aprovechando la volada, trueca su pene estándar por una réplica del miembro del porno star español Nacho Vidal. Jorge Corbani recibe una iluminación definitiva y vuelve a la Capital de la Nada reconvertido en striper y taxi boy “exclusivo de señoritas” (conserva cierto pudor): lo espera una vida admirable, la envidia de los hombres que lo burlaron, el deseo de las mujeres que lo rechazaron, la trama de La Gran Novela Autobiográfica. Pero como contó alguien alguna vez sólo existen en esta viña del señor las autobiografías contadas por otros.


BERP

6/3/11

[calle 3 de Febrero, barrio Echesortu]

3/3/11



Giustiniani - primer plano


[3 de Febrero 400]




[San Juan 700]

"Nadie debería morir acá"


[Biblioteca Nacional -Buenos Aires]








-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...