28/4/09

La muerte de pez que la espalda crece.

27/4/09

Idiota y mediocre somos todos. Genios uno por cuadra.



Y si encima no es gorila…

25/4/09

Hay Mosquitos II





Sí, lo siento llegar, lo siento venir. El dengue ya está en casa. Pasó la circunvalación, y ahora rompió otra barrera: la que escinde al Sur del Macrocentro. Me habían dicho: “Tienen prohibido el paso de 27 de Febrero para arriba”.

“Menos que menos la entrada a casas de dos pisos”.

Pero es falso porque el mosquito zancudo, gitano, egipciano, ácrata asesino (Aedes aegypti), que transgredió la circunvalación me está circunvalando a mí ahora. De pronto me zumba en el oído derecho mientras estoy leyendo un libro imprevisto (“Mil gotas de té”. L. Chitarroni); al rato vuelve a insistir. En la pantalla, en función mude, Verón y Estudiantes (“las putitas de La Plata” rezaba una canción popular de mi época en la popular) le ganan a esa circunstancia execrable llamada Newell’s Old Boys, un oxímoron y una estética de vida que defenestro. Al rato vuelve a aparecer, otra vez el sonoro criminal minúsculo del aire húmedo pero ahora, irradiado por la misma pantalla, estoy leyendo “Lata peinada” de R. Zelarayán, otro imprevisto. Lo sigo y con la portada lo aplasto. Lo examino a la luz de la lámpara y parece que es. Es nomás. Limpio todo en la escena del crimen – ahora el criminal fui yo – con el líquido multiuso Carrefour, fabricado para contrarrestar la mugre alojada en los vidrios o – bien - en cualquier otro material probable de las superficies domésticas consabidas. No sé si sirve para algo esta hipotética asepsia ignara. El culto al coraje que heredé de la sostenida lectura de Borges – ese hábito
obsoleto de los veinteañeros provincianos perplejos – colisiona con la épica del pensamiento ante el mosquito; esto es: la inasible tradición de Macedonio Fernández. No tiene por qué asistirme el derecho a una muerte digna: moriré como todos atropellado por un Corsa o en el Mercobús a mitad de camino entre Bell Ville y Villa María, o acaso en la autopista del sur, llegando a San Pedro. No sé que me pasa, cayó el culto al coraje, o a la irresponsabilidad sicótica, esa ética de peatón justiciero- más que imprudente- que me lanza a imponer mi derecho de prioridad a la fuerza en cualquier infame esquina rosarina y torear con mi común osamenta a esa forma mutante de máquina y civil dotada de impune y letal parte delantera[1].


Morir de un balazo por no entregar la billetera o no revelar dónde guardo mil Euros es un lujo de muerte posible. Ahora bien: morir por un mosquito… yo, guerrero como los mayores de Borges o los barras de R.C., que tiene en su haber más de 1.000 – quizá 10.000 ¿o cuántas? – muertes de mosquitos ejecutados por mano propia, sonoramente contra pared tiñendo en toda una vida los ampos muros con minúsculas sangrías, o empuñados fatalmente en el aire con destreza de atleta-artista zurdo, o aplastados prosaicamente a dos manos en sangriento aplauso, en ese estilo femenino y sin gracia de la caza – casera - de mosquitos, o con la meritoria técnica del latigazo, remera tomada a dos manos lanzando una estampida ante el placard, o el recurso eficacista a la almohada abusadora, ¿vale la pena? Yo, que doné mi vida a la filosofía para poder aprender a morir – como enseñaba Sócrates - ¿mereceré mi muerte por dengue? Os lo aseguro, y mi baja por ventura lo corroborará: el dengue ya está en La Sexta y avanza sin distinción de clases camino a Barrio Mártin.
















[1] Como es aventurable el autor hace alusión a la revocada ordenanza que formuló antaño Macedonio Fernández – de cuyas doctrinas el autor es activista y devoto -, que pretendía imponer la extracción de la parte delantera de los automóviles a los fines de evitar los estrellamientos, o sea la causa hoy en día más popular o abundante de muerte humana a diario.



22/4/09

Una nube con forma de puto teórico.

21/4/09

Yo estaba viendo otro canal cuando entraron en mi casa…

20/4/09

Foucault, Deleuze y aliados. Sin la universidad.

En la comisaría 4º.

19/4/09

Nunca quise ser Rimbaud. Estuve incluso más cerca de querer ser Rambo. Si me salió – ser Rimbaud – fue por culpa de otros. Para mí, una chabacanería, una tontería cursi y pueblerina. A los 17 quería ser Dalmiro Sáenz. Es otra cosa ¿no?

18/4/09

Dicen que ando pregonando la producción de anomalías. ¿Quién, yo?

15/4/09

Wilde Desempolvado


[Cómo no parecer intelectual. Algunas sugerencias en indumentaria]







En mis antiguas “Obras Inmortales” de Oscar Wilde – casi Obras Completas – traducidas por Alfonso Sastre, impresas en Madrid en lejana edad incierta, algunas de cuyas páginas en blanco – papel de Biblia – recibieron esos conocidos usos non sactos pertinentes en reuniones adolescentes nocturnas (¡¡faso!! ¡¡faso!!), se encuentran unas pocas páginas conocidas en nuestra jerga como “Frases y filosofías para uso de la juventud”. En una página web di con su probable reproducción en lengua original (Bibliographic Notes: First published in the 1894 December (and only) issue of the Oxford student magazine The Chameleon.). Wilde se lee en la primera juventud y lo abandonan quienes buscan el cable a tierra de adaptarse a su época, de ser contemporáneos de sí mismos como dicen que dice Hegel. (… O decía.) Ya quién pierde el tiempo en brulotes lanzados centuria y media atrás, ya nadie ríe de los repentismos de Quevedo. Vicios que podrían arruinar la justeza de tu estilo generacional. Cierto, el Oscar ya no era joven, tenía unos 40 y le gustaban los mancebos más quizá que la literatura (como no hubiera escrito Lamborghini). Pónganle onda, huélanle el gusto a la antigualla; vamos a contrarrestar por un ratito a los aquejados por la industria ontológica del presente.




Hegel: no sos gay friendly.








The ages live in history through their anachronisms.








One should always be a little improbable.








Nothing that actually occurs is of the smallest importance.














[1- Las eras existen en la historia por su anacronismo. 2- Uno debería ser siempre un poco improbable. 3- Nada de lo que actualmente ocurre tiene la menor importancia.]

















[Sí, yo también empilcho así ¿cuál es?]





14/4/09

Para lelos:


¿Dónde se toca un deleciano con un loco?

13/4/09












Armar porros con las páginas en blanco de las "Obras Inmortales" de Oscar Wilde no es una experiencia que merezca contarse.


Hoy se me cayó el mate encima.

12/4/09

En París se pone triste Unamuno.

11/4/09

Populismo sin público:

10/4/09

La Guitarra de un Abogado O la Filosofía en Macedonio


Cada día escribe mejor: la tradición del falso uruguayo







[El Dúo interpretando "La Balsa" de Nebbia y Fijman]


El mito paradójico del Mudo Parlante: Macedonio y Gardel. Dos falsos guitarristas. Dos tipos que usaban la guitarra para aparecer. Dos compositores puestos en duda, inexistentes y extraordinarios. No sabían escribir. Tampoco música, parece, en el lenguaje convencional. Macedonio confiesa que no sabía leer música. Tampoco Gardel, compositor notable aunque sospechado de inexistente. De inexistente como tal, como compositor, por algunos. Posiblemente no tuviera ningún conocimiento de armonía, y hasta quizá no supiera no sólo armonizar una canción sino cómo se constituye un acorde. Pero era un melodista dotado que quizá solo compusiera con su preciosa voz. Para Macedonio la música era melodía, y la melodía un misterio sobre el cual reflexionaba con filosofía y acaso con los dedos. Soñaba una música sin ritmo sin saber en mi criterio que el ritmo es la melodía desde el punto de vista de las figuras y la intensidad (e incluso, creo, el timbre), y la melodía es el ritmo desde el punto de vista de las notas o sea de los intervalos. Incluso se dijo que compuso piezas seguramente escritas en un lenguaje inventado, como Rousseau, filósofo protonovelista y compositor que parece que creó una notación musical propia, pero en este caso con delegación a la posteridad.

Hay una tradición argentina que es la del falso uruguayo, y de ella participan eminentemente, como se conoce, Gardel y Macedonio. Y se enuncia con esta justificación de Macedonio, que fue presentado una vez en una revista como “humorista uruguayo”: “yo lo único que tengo de uruguayo – retruca - es haber vivido toda la vida en Buenos Aires”.

9/4/09

Macedonio Autobiografiado por Badiou





La verdad que a MF se le podría instalar el eslogan que usa Badiou refiriéndose a Deleuze, a – optimista – lo que Deleuze no es, según él: un “pensador alegre de la confusión del mundo”.
Si, Macedonio lo es. Con creces. Pero… también es cierto… en el fondo… ¿quién no?

Pero Macedonio, ambidiestro (mejor: bizurdo) juega a dos puntas: efectivamente, como sueñan ahora sus nuevos hagiógrafos del campo juvenil-universitario nacional, crea un sistema, si es que alguna vez en el mundo hubo uno (¿qué es un sistema?), y por las dudas, diría, crea varios, boceta tentativas de sistemas; no tiene “Tiempo”: tiene urgencia; tiene urgencias no “paciencias”; total de eso, ya se lo imaginaba el master, nos íbamos a encargar sus secuaces póstumos. Macedonio tiene como 80 sistemas. Son sistemas
-prólogo. Pero no pro-lógos, obvio. Y por la otra punta el quizagenio le va haciendo arte al místico, y crítica al místico (la crítico-mística), y, todo es parte de un gran sistema, más bien no un sistema sino un propósito, una estratagema, un des… propósito (léase esto en términos más o menos jaideguerianos: de un ante-pro-yecto a un anti-pro-yecto), nos va entreteniendo y entresoltando con su deliberado confusionismo, sus errores atributivos. Juega a dos puntas: o sea: es el único filósofo serio nacional, y el primer trabajador de la antifilosofía vernácula. Confutador del pensamiento (: “Impensador Mucho”) y pensador confuso, y a la vez: confusor pensamentario. La filosofía, trasladada al hogar de la enunciación. También: pensador alegre del dolor.

Hay un “todo” en M.F.: todo está desconectado.




El Cadáver - Metafísico - Nacional





Actividad perpetua de recomenzar espasmódicamente a lo largo de una vida esa “Metafísica” que se descamina en embrollos diversos, se interrumpe siempre y se descontinúa en situaciones heteróclitas, se, mejor, inconmensurabiliza a perpetuidad y se recomienza sin continuarse, reaparece fijando un estado inicial de cosas heterogéneo, a semejanza e imagen del ser azaroso contingencial y de interrupción continua cual es la naturaleza del “Lector” categorizado por M.F. . O sea, la actividad crítica y metafísica de M.F. según se documenta en su polución escritural póstuma o publicada, manuscrita epistolar o articulística, es una puesta en escena – en práctica o en acto – de la naturaleza del “Lector”: la discontinuidad permanente. Un recomenzar perenne pero con autoinconmensurabilidad incluida que ejemplifica con fidelidad puntual la eficacia de uno de sus conceptos portentosos aunque de los menos aludidos: la “desconexión”.
Evidentemente la problemática tantálico-metafísica de MF tiene dos dimensiones: una pato-terapéutica y otra histérico-cultural. Por un lado la reaparición de un óbice nuevo que se interpone a los propósitos télicos de la “comodidad conciencial”, la nueva imposición de un malestar personal en el devenir vital de esa especie de hipocondría inmediatamente
teorética, y por otro la reincorporación de un obstáculo epistemológico nuevo estorbando en la realización de un mandato sociogrupal que reclamaba del ciudadano, mejor dicho del colega maestro o amigo, Macedonio Fernández la elaboración de una obra literaria (o sea: a escribirse, editarse, y valuarse colectivamente) – “Doctrina” le decían con cierta ironía autopiadosa - bajo el género de la “metafísica”. Dos circunstancias que da la sensación de que parecen aparecer complicadas siempre, mezcladas. Biografía y metafísica son imposibles en M.F., o mejor dicho: la “Metafísica” es la biografía de M.F. Problema en este caso no del único filósofo de un país sin filosofía sino de un metafísico póstumo; de un filósofo sin filosofía. O casi. De lo que conviene decir que nadie, en ese país, quizá en ninguno, le puso tanto el cuerpo a la “Metafísica” – ahora hay que decir a la “filosofía”- como este Macedonio F. En tal sentido sería bastante oportuno rever los malentendidos a los que se presta la visión estandarizada que dejó la obra clásica de David Viñas como martillero público de la historia de la literatura argentina desde la década de “Contorno” en adelante. Si hay un cadáver nacional en ese campo y si hubo un cuerpo, un cuerpo viñasiano, para la filosofía argentina, es el de ese hombre ¿no?


La Filosofía Cachada






Poniendo a M.F. en el centro del quehacer – o el queser – de la filosofía en la Argentina parece que se postula que su modo más genuino de enquistarse, de aquerenciase, de estar y ser, en lo argentino, en la Argentina, es por la chapuza, la “cachada”, el bolaceo, la payada, la enfermedad como pasatiempo, la broma. ¿Soy un bromista? se preguntaba Witold Gombrowicz, un escritor que en París se hacía llamar argentino. ¿Soy un bromista? ¿El cínico-entontecido? ¿El cinismo-de-viejito? ¿Es necesario un bromista por filósofo en serio? ¿No es posible la seriedad? ¿Parménides en el Viejo Vizcacha?
Hay que ir adonde ya se estaba, al riesgo de ser un bromista, un impresentable. O bien ocultar nuestra biblioteca siempre frondosa pero adulterada, atrasada, congestionada de traducciones non sanctas y antologías escuetas, casi enteramente monoideomáticas, de los ojos de las eminencias francesas y profesorales que puedan aterrizar cualquier día en cualquier barrio de la Capital Federal.

(En la huella más precisa de la comprensión macedoniana de la historia de la filosofía universal se puede uno encontrar con el “Parménides” del celestial César Aira. El mejor pensamiento argentino – si eso existe pero… “la existencia no existe” así que… - no parece tener la menor creencia en el cuento del milagro griego.)


El antiplatonismo de M.F. concibe la posibilidad de una metafísica no como “capítulo extra de las matemáticas”. Entrará a la antiacademia del doctor Fernández el que no sepa matemáticas; o por lo menos: el que no quiera saber nada de ellas. Un método de trabajo es lo que hay que llamar Paramnesia Invertida Al Vesre, o en todo caso creer conocer lo que no se conoce, mejor dicho creer saber lo que no se sabe, ya que versar sobre M. F. es un acto relacionado con el saber no con el conocimiento, que era sobre lo que escribía Macedonio: sobre el conocimiento. Aunque en realidad era un sabio; era – como vaticinaron tantos comenzado por sus (anti)discípulos directos – más bien un sofós que no un profesor de teoría del conocimiento. Era un sabio aunque es más bien el descaminarse de la certeza, y no el que sais-je?, el, mejor decirlo así, estímulo, de esa perpetua pulsión de escribir tantálica. O sea “protesta contra el noumenismo” que es también reacción contra el discurso del método. Buscarlo por eso en la resistencia a Descartes más que creando un precursor en Montaigne. Por eso es mejor que versar sobre Macedonio importe una especie de vale todo, o sea una estrategia donde el saber se oculta en el chiste las digresiones risibles los anacolutos y las derivas asintácticas, y el no-saber quede al mismo tiempo encubierto en un bombardeo de datos, falsas y falsas falsas erudiciones, atribuciones erróneas y demás prerrogativas del borgismo a la san façon. Dar “crítica loca”, o sea pagarle a M. F. con el mismo óbolo, o bien por utilizar la categoría de Veccio, operar una malversación de fondos y ejercer el verso libre desde la estrategia de la “crítica bruta”; en este caso una mezcla de chamullo y patografía.

Por otro lado destacar otra cosa: se sigue también una línea, una filiación, que viene de convertirse en adherente autoimpuesto a una filía de origen que tuvo como propósito la perduración del mito pergeñado por la barra martinfierrista, dispersados después de la primavera yrigoyenista, y convertidos al odio en una época siguiente en la que el evangelio fernandeciano pudo seguir regándose entre macedonistas-peronistas y macedonistas-antiperonistas. Una imposibilidad de pensar mal de Macedonio. La imposibilidad de una agresión, un corte en el campo de la sospecha, una complicidad incluso sin encargo, “sin causalidad”.

En la inminencia siempre existente en M.F de matar la palabra y dejarse matar por ella (des-Belarte) irrumpe siempre una salida, mística cómica o altruística.

Primero publicar después escribir, es una consigna, que, además de que parece ser el principio rector de la literatura argentina de los últimos lustros, en este caso quiere decir que: primero Borges, después Macedonio. O sea: Borges es literatura, publicación, y lo primero que se lee: condición de legibilidad de M.F. M.F. no es oralidad perdida en el tiempo recuperada por la filodoxia de unos discípulos en broma; es escritura, letra esotérica, trazada antes – de Borges -: legible después.



Macedonismo de las catacumbas. Lectores de las catacumbas en enrarecidas regiones donde ni siquiera se está, por nada del mundo, en el “interior”, y menos en la Capital. Menos que pensamiento anónimo, anonimato pensamentario, o en todo caso: anonimato filosófico.

Doctrinas como las de MF no pueden tener discípulos, más bien acusan afectados. Plagiarios, perjuros, inquisidores, amigos indiferentes y enemigos. Pero no lo primero.
El primer trabajador del macedonismo fue Macedonio. El primero en no tomarse en serio. Escribir e insistir con “Doctrina” o “Teoría”, era como esa forma de pensar ya contra sí, de una panironía que termina como empieza: con el autoabuso. Una absurdización que empieza por casa, que hay quien la llama “egocidio”.


En todos los sentidos posibles: la filosofía: cachada.



8/4/09

No Paul, el primero en irse fui yo.

7/4/09

Nunca taxi, nunca póstumo.


Con tu lástima a otra parte.

6/4/09

Fiesta con intelectuales rosarinos hablando de fútbol y traductores de Benjamin. Horror.

4/4/09


Para escribir asís, prefiero vivir asís.

3/4/09

Vos no me dejaste, negra.

2/4/09

Música es lo que dabas: fascismo paranoia poesía.

1/4/09

La querías colocar con el coloquialismo. Fallaste.



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...