1/3/05

La Verdad sobre "La Balsa"







En el baño de “La Perla” de Once en 1929 Macedonio y Borges, con el coro de los hermanos Dabove (uno de ellos autor del fraseo para violín) compusieron en la guitarra de aquél el tema “La balsa” para contrarrestar una serie de efectos perniciosos que atribuían a una canción que era todavía la moda en aquella época: “La cumparsita”, cuya melodía, decían, los inducía al suicidio o al nirvana, o al suicidio (“cósmico”) del nirvana[1].




Previsores, incluso con cierto alivio, de la inminencia de la caída de Yrigoyen, “la balsa” fue para ellos una alegoría de la evasividad que les tocaría en suerte en el inmediato futuro, y una torre de marfil precaria y flotante.




Nunca se supo bien quién fue el verdadero autor. Macedonio no, pero Borges abandonaría el beat prontamente y escribiría años después en “Sur” un alegato en contra de la “música progresiva” (“el ruido” le llamó) que ellos aquella noche inventaron para abolir por un rato al tango y condenaron ipso facto al ocultamiento por décadas.




El papel con la letra y la partitura fue dejado en una lata de galletitas luego usada – según fuentes no oficiales - como tacho para las toallitas femeninas en el baño de mujeres (dicen que Macedonio solía dejar disimuladamente grafitis ultraístas papelitos con poemas epitalámicos jaboncitos que ensucian y otros chascos en ese baño…).


Unos cuarenta años después dos jóvenes artistas encontraron por raro azar esos papeles y dieron a conocer la canción registrada en un disco bajo la autoría de ambos, aunque nunca se supo quién de los dos la encontró realmente.





Muchos no pueden creer que Borges le haya cantado en su adolescencia a la revolución de octubre del 17 (Marechal lo invirtió en “17 de octubre”…) y menos son los que creen que haya escrito un verso que reza “Estoy muy solo y triste acá en este mundo de mierda”; pero como podría haber dicho el mismo Macedonio, uno cree que no cree.





El destino de los dos jóvenes expropiadores fue singular. Uno se convirtió al tango, y el otro, probable nominalista que hacíase llamar “Tango”, se arrojó debajo de un tren al oír repentinamente los primeros compases de “La cumparsita” tocados por un violinista callejero escapado del Borda que decía haberse peleado en una esquina con Antonín Artaud.






Vive y deja morir.













[1] Lita de Lazari, “Precursores rioplatenses de Kurt Cobain” en “El alsinismo ayoico”.



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...