31/3/08

El Amigo de Tabarovsky


A Tabarovsky lo llamaríamos por su nombre: J.T.P. de César Aira.
Tabarovski está cortado de la tela de Aira, evidentemente, y está bien. Estriba entre el Universitario y el… Universitario Invertido. Sus análisis extraficción escapan poco a los tics completos del analista doctoral mediatizado, el consultor con currículo de Estado. Su arte de la hipérbole y la paradoja es un superávit de Aira, con trueque generacional. Y llevado a la aguafuerte. Obvio obvio obvio: Tabarovsky es un escritor del público. Tabarovsky no tiene ni idea de lo que es ser un escritor sin público. Si yo fuera alguien un día lo invitaría a mi barrio para que los conociera realmente, independientemente de la mediación de sus teoremas denegatorios, a los pibes Kafkas flagrantes. Ah, queremos a Tabarovsky. Tabarovsky es más inteligente que yo, desde luego, y desde antes. Sociólogo renegado (mmmhhh) convertido a periodista sociocrítico con plus wildeano (el airismo ¿no es al wildismo actual, aunque se esconda?). Si o si: la vanguardia es así. ¿Saben qué penoso es ser un escritor malo y sin público! Qué árido y qué… ¡completo! ¿¡Qué penoso es publicar sin escribir! ¡Escribir sin publicar! ¿Dónde estarán pregunta la elegía de los que ya no son: Los Pibes Kafkas! Tabarovsky es un obseso del canon, un arribista – de genio -, un profesional. Oh no, la sospecha, el sarcasmo, la ironía, la sátira…no. No… no queda más remedio. No es escribir en contra de; eso es triste. Queremos, nomás, aplicar lo que llamamos el método-Gombrowicz: la voluntad de joder. Joder se sabe, es una forma de saber. Joder por joder, o joder por saber, en fin, da lo mismo. Es el Autómata-Crítico que, no obstante, da en medio del fangal perlitas revelatorias, aunque éstas inmediatamente se alteran y mutan en espejitos de colores de la obviedad. O sea, va con onda, loco. ¡Qué joder, esto es un encomio! Yo quisiera ser su amigo. Estamos a favor de Tabarovsky. Por ahora. Mañana no. Hoy literatura es Tabarovsky. En serio
.

16/3/08

La Filosofía Como Bovarismo o Mejor al Revés


(Bovarista & de Central III)


Yo soy bovarista y lo quiero ser. Porque los bovaristas se echan a perder.

El bovarismo es la patología de aquellos que creen ser una cosa, y son algo peor que esa cosa. Es curioso que todos se regodeen con este tipo de definiciones, que parecen de una manera inmediata poner al bovarista, como diría Lamborghini, en el lugar del boludo.
¿Quién habla?
¿El Gran Otro? ¿Vox Dei? ¿Vox Populis?

El tema, para nosotros, filósofos, es cómo son las cosas. O sea, esto es, vale decir: para el otro del bovarista el ser del bovarista no es un noúmeno. Es un hecho, una idea, un ente.

Lo que hay que estudiar es, a quien hay que juzgar es: al otro del bovarista.

Sin un bovarismo de base: no hay filosofía. ¡No hay filósofo!
¿No eran bovaristas Tales Heráclito Sócrates Aristipo Platón?
No eran bovaristas porque el bovarismo es una patología específica de la modernidad en su fase industrial.
Imaginemos un otro del filósofo – del filósofo original – poco griego; sedicente, murmurador, chancero, vivo, sacamanos, cínico. Aristófanes bardeando a Sócrates.

- Miralo al gil de Anaximandro, la va de cosmólogo y no sabe ni caminar sin tropezarse. No puede filosofar y mascar chicle a la vez.

La causa del filósofo será soltarle los perros al… al: otro del bovarista.

La pasión por ver al bovarista como otro se la dejamos a las Ciencias de la Envidia, a los manuales de sicología barata, al automatismo de la vulgata de las ciencias sociales organizadas como Resentimiento.

Madame Bovary soy yo.

Y.

O.

15/3/08

Madame Bovary, También Yo


(Bovarista & de Central II)



Suele hablarse del bovarismo como de un “estado de insatisfacción crónica de una persona, producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones y la realidad”.

Tentativa de enumerar los elementos del bovarismo:

Alguien le llama “enfermedad de transmisión textual”.

Lo más interesante del bovarismo – para nosotros, lectores – es que es una patología de lectores, la patología del lector, junto quizá con el quijotismo, si es que difieren en algo. Locura y lectura, o sea el tema del Quijote; en otra versión, cómo decirlo, más histérica, más femenina, y por ello más común. Hay más bovaristas que Quijotes, incluso en las huestes masculinas. El Quijote no estaba encerrado en un manicomio porque mal que mal era un hidalgo, y porque no era época de demasiados asilos. El bovarista, tiene medio cuerpo en el principio de realidad todavía. El bovarista tiene vida social. El bovarista – macho o hembra – es modernamente mujer.

Así que los elementos son la mujeridad o feminidad; 2) el provincianismo, el medio pelo, y la fascinación con y la confusión con la vida glamorosa, un ascenso de clase que se hace a medias y se cree la otra mitad.

Es una esquizia que pone la lectura entre la imagen de sí, y la valoración colectiva que en ese mismo contexto se tiene del mismo objeto - : lo que pasa por “realidad objetiva”- . Es una alteración y un desfasaje entre la propia percepción de uno y de los hechos, y la de los demás como portadores colectivos o hegemónicos del ser de lo real.

Escritura y esquizofrenia son como concomitantes (¿Mc Luhan lo escribió?). El bovarismo básicamente es una especie de itinerario esquizo ligado más específicamente al lado de la pasividad, de la escritura pasiva, o sea: la lectura. El bovarismo es mujer, es histérico, y nace en la época de la Histeria. El bovarista no se pasó todavía de la raya, es todavía más bien un neurótico.

El bovarista es el lector-heroína. Quizá, por eso, entre sujetos con pene adjunto – llamables chomas, masculinos, señores – sea más frecuentemente una enfermedad de escritores; de gente que, más bien, lee para escribir (para ponerse las plumas); el quijotismo: de gente que – más bien – escribe para leer (para no ver las vísceras de la realidad, y proyectar de hecho seudoinminentes mundos de nobleza).

El esquizoquijotismo y el esquizobovarismo son como la misma patología: como la versión viril y la mujeril de lo mismo, respectivamente. Obvio: esto es bien independiente de la condición anatómica y jurídica de cada paciente en particular.

En cuanto al mundo genital-vincular el quijotista está cortado por el modelo de masculinidad cortés. El bovarista también desea a la mujer del prójimo; pero se acuesta con ella. Para fracasar. Realiza y fracasa. El otro realiza no realizando. Triunfa en la contención, en la constante diferición. El bovarista es como un quijotista gay. El quijotista es un bovarista como en regreso a la lactancia, soporta todo a base de imposición de inocencia naif. El bovarista es un quijotista caído, que registró la maldición y la afrenta y quedó truncado ante el Gran Otro, es un quijotista con ennui, con tedio, bodeleriano.
El quijotismo huele a pampa a mancha, a castillos o estancias, a aristocracia compungida y desclasada. Lo asocio de momento a Macedonio. El bovarismo huele a modernidad a decadencia a burguesía a plebe a malestar a mal a pueblo y ciudad. Lo asocio a Baudelaire y sus putas.

Encontraremos más quijotistas entre lectores de Marx de Bayer o de Galeano; entre antimodelos con remeritas del Che; entre lectores de Zitarrosa. Encontraremos más bovaristas entre lectores de Proust, Deleuze o Lamborghini; entre lectores de Charly.

Me parece.

Hoy la dominante pueden ser más los telebovaristas que los Quijotes y Emmas por culpa de las novelas literarias. Pero el massbovarista no es sólo la tilinga que mira las telenovelas de Andrea del Boca – si es que todavía las hay - . Hay el bovarismo de Grondona y el de Aliverti; y de T.N. En última instancia, si el bovarismo no fuera la condición general de la subjetividad, existiría Dios.

Ciertamente está el bovarismo literario, y está el bovarismo ¿cómo decirle? ¿gregario? ¿general? “Enfermedad de transmisión textual”, pero: si todo es texto… O sea, en un sentido extendido, se asocia el quijote-bovarismo a la Matrix, al Trumman Show, a La Vida es Sueño, a No Toda es Vigilia, a la Caverna platónica… en fin, los fenomenoexistencialistas de los 50 hablaban de la inautenticidad; los marxistas, de la alienación y de la mercancía fetichizante. Cual más cual menos todos somos bovaristas…

Está el bovarista militante, el bovarista asambleísta, está el bovarista Cohelo o el bovarista autoayuda; el bovarista que lee sicoanálisis, el bovarista borgeano, el bovarista universitario posdoctorado; el bovarista tinelista, el bovarista C.Q.C… es tan ancho el mundo. Está el bovarista unipersonal, y el multitudinario, el corporativo. Está el bovarismo analfabeto. Pensar que Artaud escribía para ellos. Está el bovarismo socrático… de transmisión oral. Está el de transmisión radial (todavía existe), el ciberespacial, el de “los libros de textos” (el gran bovarismo trazado por la generación del 80, el gran bovarismo estatal), en fin; con estos criterios es inútil hablar de bovarismo. Convertirse en un deconstruccionista totalitario del bovarismo es una tarea no grata.


Un detalle: Cervantes siempre manifestaba su distancia personal con el Quijote y su contraste ideológico; ese es el supuesto fin de la fábula. Hay que esperar siglos a Unamuno para lo contrario. Flaubert, si bien deploraba a Emma Bovary bajo el “estilo libre indirecto”, dijo la célebre frase: “Madame Bovary soy yo”.

Así las cosas entiendo que en el mundo de los lectores, o: en el mundo – en este mundo teledirigido o, quizá, en todos los mundos podidos – hay dos grandes clases de subjetividades discriminables: quijotescos y bovaristas
[1].





[1] Sobre el bovarismo en Rosario recomiendo este artículo:

http://www.rosario-12.com.ar/2003/08/09/tcontratapa.htm

“Diga lo que diga la ciencia, hasta en Rosario, cada dos cuadras hay una librería de viejo. Los bovaristas no vamos a parar hasta ver toda la Peatonal Córdoba convertida en un solo "Pez Volador".”

Sobre bovarismo argentino actual:

http://www.lanacion.com.ar/archivo/nota.asp?nota_id=215916&origen=acumulado&acumulado_id=

Bovarismo y platonismo masivo-televisivo según Tabuchi y en Viña del Mar:

http://mt.educarchile.cl/archives/MEDIA26.2.pdf

Profetización de un gran bovarismo masculino actual, o de la masculinización del bovarismo:

http://lalectoraprovisoria.wordpress.com/2007/08/14/la-mujer-no-es-como-el-oso/

14/3/08

El Chiste Trágico (Cómo Me Reí de "Cómo Me Reí" II)



Risa y melancolía. Paso uno. Anoto: Fernández, Lautremont, Aira. Un minuto para citar unos versos del mejor poema de Perlongher (“En el circo”):


no llora lo que ríe sino apenas la máscara que ríe lo llorado
llorado en lo reído



Lo trágico es que me tomen por cómico se leía en una vieja novela de Germán García. “Cómo me reí” que cuenta la tragedia de un escritor realista y dramático que sufre la afrenta permanente de pasar por comediógrafo retoma, parece, el comienzo de una antigua novela airaina que se llamaba “La luz argentina” que data de un era en la que las novelas de Aira no parecían provocar risa, o no se sabe muy bien que parecían provocar, parecían provocar el sentido baladí del impotente paso del tiempo, y no del espantoso tiempo irreversible, sino del tiempo monótono, la cruza entre la frugal o abúlica afección, la lectura, y el clima. Escribir el paso del clima, mejor, escribir el clima, escribir el contorno afectivo de la vicisitud insustancial del clima, y las mínimas asimetrías de los triviales azares de la experiencia del día a día, sí que es un arte contra la novela clásica, sus épicas o sus marejadas de conciencia. Hay que ser muy capaz de aburrirse para ser un buen narrador escribió Kafka. En la primera página de la novela citada, de principios de los 80, se lee un párrafo que reza: “la vida semiociosa, desgajada de la naturaleza, el medio post-capitalista del que habían hecho su morada y santuario, les prohibían, con el veto de lo absurdo, toda seriedad. Se veían limitados, hasta que fueran viejos y se murieran, a representar los apólogos de la indiferencia, ni siquiera novelas, menos que fábulas: historietas, dibujos animados. Y sin embargo ello fue real, una temporada perfectamente real y tangible, con horas, semanas, lluvia y todo lo demás.”

De la sonrisa seria a la seriedad carcajada, el quid.

“Contra lo que podría pensarse, el verosímil es un artificio; la realidad no es verosímil, no necesita serlo. Mis novelas sufren de un exceso de verosímil, y me temo que eso es lo que las hace tan cómicas a pesar de mis esfuerzos por hacerlas serias. Yo quise ser un escritor realista, y terminé en estos chistes”.

Paranoicos unidos y dominados, el siglo XXI nos encuentra ¡en la Matrix de la Picaresca! No poder ser serios, ni poder ser tomados en serio. Es una joda, obvio[1].



[1] Cf. Fogwill “Gritos equivocados”, http://www.fogwill.com.ar/gonzalez.html.

13/3/08

Bovarista & de Central

("Palma ¿por qué me has abandonado?")


Después de cada libro que leo soy de alguna manera otro, aunque los otros no quieren muchas veces darse cuenta, ya que suelen pedir que me adecue a la idea que ellos forjan de mí. Y si no lo hago lo hacen ellos, de todos modos.

Y aunque, al poco tiempo – es probable, y lo dicen las malas lenguas -: vuelva a ser el mismo.

Pero es así y casi no exagero. Leo para ser otro. Leo para tamizar mi estructura, mi pasado, mi inercia, en el embate y la impresión de lo leído. ¿Si no es para eso para qué aburrirse leyendo? ¿Para acumular datos y citas posibles? No, el Intelectual está muerto. Este tipo de provecho que deparan los libros, da más reveses que simpatías.

Leer para decir que se lee no es el único fin en la vida. Ni en la quieta y jactanciosa vida del Lector. No está mal para escupirle la cara a algún idiota; la agresividad es posible, y necesaria. Pero, en última última instancia, uno lee para sí mismo. Para dejar de ser sí mismo. A este lectoempiricismo radical citado podemos llamarte: bovarismo mutante o vertiginoso; bovarismo in progress; bovarismo camaleónico.

2/3/08

Cómo Me Reí de "Cómo Me Reí"



‘¡Cómo nos reímos!’ Es lo mismo decir
‘Aquello era insoportable.’
Son fórmulas para hacerse entender por medio
de la dificultad misma para expresar
”.





Creo que fue Viñas el que acuñó la frase “gags trágicos”.

Muchos miedos y una constante imposición del misterio hacen humorista.

La historia, esto es, de una melancolía.

Alguien (yo incluido) me dice que nunca había reído tanto con otro libro de Aira. Cada vez – me dice – que repetía el yeite de la queja amarga por la risa inexorable del lector yo estallaba de risa. Hay que decir entonces que Aira logra con este relato el milagro de la carcajada melancólica; conduce a la risa a la eficacia de lo inexorable, irrumpe con una autenticidad rotunda cuando el cómico está expresando su patetismo y reclamando seriedad, si es que eso, la seriedad, es lo opuesto a la risa.

Por ejemplo es probable que las escenas más graciosas de Woody Allen sean las de su patetismo y su sufrir y no las de su máquina del chiste. Con Chaplin, la risa es una espontaneidad conmiserativa que emerge de la contemplación piadosa o empática de su desventura.

Un rire mélancolique. Si existe la sonrisa seria, también existe, ya existía, la risa melancólica. Es una entidad, un Stimmung, que registran Los Cantos de Maldoror. La melancolía a través de la risa; o a la inversa. E incluso, lo siniestro, o sea aquello que puede imperar ante lo que no es lo que es, aquello horroroso que imprime una cierta experiencia de lo que está más allá del principio de no contradicción, algo que angustia por risible. ¿Hay una risa melancólica? ¿Un reír melancólico? ¿Incluso un extremo de risa ominosa? Y más modestamente ¿una risa triste?

Hay un terror cómico, a base de chistes. O.L.


Lo insoportable hace reír. Uno ríe de lo que no puede soportar. Lo absurdo es por ejemplo lo que no se puede soportar racionalmente. La melancolía es un estoicismo: soporta. Se abstiene. Pero la desesperación – que es la melancolía en estado de fuga – lleva al chiste.

Un manifiesto contra la risa y contra la amistad, y contra la amistad del lector. Y la elegía de un cómico. El humor es un género negro. Si muchos miedos y una constante imposición del misterio, si la melancolía hace al humorista. El humor se dispara para disparar de la melancolía, del humor negro. En cambio indica Aira el recorrido contrario: el humor y el chiste, son medios – incluso involuntarios - de una voluntad de poder narrar la melancolía. Para inducir a la imposición de los miedos y misterios.

El maestro había enseñado a hacer comicidad por tragedia.

Un escritor argentino escribió en una novela en los años 70: “lo trágico para mí es que me tomen por cómico”.


(Pascal: la tragedia comienza cuando un hombre no puede estar solo en su cuarto.)



Aira es un trágico. “Cómo me reí” es una historia trágica.

La desopilante historia de una melancolía. O la risa trágica.


El chiste es trágico.


Lo trágico es tener un mal
lector[1].



[1] Curioso: la vez que publiqué, para mí, lo trágico fue que me tomaran en serio.



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...