5/9/07

Risario Airano


(César Aira "Cómo me reí")





Gilles Deleuze fue un filósofo que se dedicó a describir categorías de risas; perteneció a una escuela de filósofos, hijos moderados – con currículo – de Federico Nietzsche, que se legitimaban con la risa. Uno le llamó, con cierta voluntad de oxímoron, “la risa filosófica”. El problema del oxímoron es que cuando pasa del enunciado a lo real suele tener el gesto poco grato de invocar a lo siniestro. La voluntad de hiena del búho, es un peligro. Quién no ha conocido profesores que ríen todo el tiempo. Quién no profesa la risa… ¿Cuáles son las risas posibles que da la lectura de Aira? Imaginamos la del lector adverso, la del enemigo del airismo, que es la risa irónico-satírica, adusta y, si se tolera este vocabulario, neurótica. Una risa crítica, risa del juicio. Como la del chiste de Ricardo Piglia: “Aira es un seudónimo para escribir libros malos”. Seudónimo o nombre de autor, es cierto. He aquí la otra risa que da Aira. Es más bien la otra de la de “Cómo me reí”, esa risa aceptiva que puede imponer la violencia de una complicidad de un sólo lado. Quizá Aira – si es que existe – soporte más esta risa que aquella otra risa plausiva, ya que Aira profesa el arte de la vieja escritura mala pero desprecia la técnica de la comicidad. En el lenguaje de la teoría de la televisión: reírse con Aira, o de Aira. La ética de lo cómico en la televisión establece en el decálogo de sus mandamientos poco creíbles esa ley, aunque se refiere a esa entidad que es objeto idéntico de la mercadotecnia de la industria del espectáculo y de la política, la Gente.

Prohibido reírse. No es un siniestro epimenidesismo como el de los carteles de “prohibido fijar carteles”, pero es como un “no matarás” criminal. Un mandamiento en estado de guerra. Como un no-chiste con eficacia de cosquilla. O es el terror superlativo o es la picaresca de la autoridad.





Sócrates dijo que escribía para levantar chongos.



Descalabromas


(Más fortuna a base de chistes: ahorros de gastos síquicos)



Entre un maldito afrancesado y un marginal debe de haber bastantes diferencias por estos rincones lejanos del mundo. En Villa La Lata no abundan los delecianos – me parece, no voy mucho. En ciertas instituciones floridas se los ve más.

¿Dónde están los que hablan en nombre de Deleuze? Con el nombre Deleuze, por. Qué les da esa palabra, qué actividades, qué institutos.

La mala conciencia, la risa irónico-satírica, el en contra de, no son gestos que le gustaran al finado pensador parisino. Al menos, eso decía. Huir pero agarrar un arma decía Deleuze. Y para huir del delecismo – hay que hacerlo – nada mejor que un poquitiño de esas armas. El método es más el del “Contra” de Calabró que otro.

La máxima del calabromista dice:
¡Cuidado con el bobero!

Yo no me río de mis chistes. Me río cuando no los hago.

¿Hay que ir al obvio de la denuncia de eso algo denegado en el pensamiento de los delecianos? No, la máquina automática del chiste también es fraterna además de agresora. Pasó Deleuze con sus flautitas pero todo sigue siendo demasiado humano. El estilo pedante anónimo traducido a la picaresca como soberbio-heteronómico también aburre. ¡Por suerte! ¡Baudelaire!

¿Qué nos fuerza a pensar mal?

Hay colectivismo solipsista y hay filosofía. La corriente delecista enseña que la filosofía pasa por la pasión solitaria y pasa por la amistad. ¿Hay que tocarles el curriculum a los delecianos?

Si, soy aburrido.

Los delecistas dicen que no juzgan, que no hablan por los otros, que no son promotores de la muerte ni provedores del tristeza nâo tem fim antiespinociano. Que no están con la conciencia desgraciada ni con la mala conciencia, fe o leche; pero dicen que tampoco son el alma bella ni la buena voluntad de Königsberg.


No quieren el disgusto que da la lucha, ni el fervor fachoso de la opinión. Pero han inoculado la fiebre filosófica amarilla: el sensacionalismo en filosofía. Con el afecto y el percepto, la contaminación del concepto y su impoluto quehacer. Lo primero (en filosofía) es el movimiento, dicen. Y para que lo haya hay que mezclarlo con esos afueras del filosofema (Derrida invitado). Con el método Calabró descalabrado vamos a pensar la filosofía sin concepto. Porque en la vida del filósofo el concepto es como el orgasmo en la vida de un cualquiera (o nofilósofo), algo que ocurre poco, que dura poco, no todo el día. Mostrar el continuo.

Si, soy aburrido.
Pero un Personaje Conceptual que no busca Autor.

Al margen de la insoportable repetición ecolálica de la jerigonza y de la ecopraxia rigurosa, el delecismo se pandemonizó, se hizo endémico como el Demonio.

No soy un payaso porque no soy.

No hay nada depresivo ni destructivo en el delecismo. Su lema es: hay salida. Con un no menor detalle: lo único que hay es salida.

Se trata de buscar la salida. Estar es estar saliendo. Dos cafquianos: Borges hablaba de los laberintos y Deleuze de los animales. Borges decía con su impostada ingenuidad de lector que la filosofía tira planos tentativos del laberinto. El personaje deleciano es un animal conceptual que se parece a esas ratas de laboratorio puestas en encrucijadas de fibra de vidrio.

Se puede decir GILLES NOT DEAD pero no DELEUZE O MUERTE.


O se puede decir KILL GILLES. Como García Moreno o Lange en su nuevo disco. “No importa la Revolución. No importa Chopin” se dice acá. Pero esto se parece más a la versión new age o pos-rock del fascismo por encargo o de Lamborghini entero, aquel lacaniano in extremis que decía que “eso del significante es para la gilada”[1].




[1] Vid. “Desde este mundo”. M. Briante.



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...