7/6/07

Samuel Tesler, un Esquizofrénico sin Deleuze



[dibujo de Jacobo Fijman]




De los escritores todavía leídos en la Argentina debe de haber pocos menos ajustables a Deleuze, menos dignos de la mega empresa de beneficencia del patronato de Deleuze – digamos: el mecanismo de canon Deleuze – que Marechal. Y sin embargo éste fue el que delegó a la posteridad nacional al gran filósofo esquizofrénico de la Pampa Húmeda: Tesler.
No se sabe por qué Marechal transformó en filósofo a Fijman para construir a Tesler; no le servía Macedonio, inspirador de su método-estilo, pero adversario de su teleología. De Macedonio recibe la pasión por un término: “metafísica”, un énfasis del método irónico de aquél de uso para resistir al imperio oficial positivista. Pero Macedonio lo usaba para darle un acabado criollista al pragmatismo filosófico de Williams James: “completar a W. James” era convertirlo a la “metafísica”, regresarle ese old name, a aquellos nuevos “old ways of thinking” del american philosophical way of life que apetece fundar William James. El gesto conservador de Macedonio para con la nueva tradición pragmática importada es el de un verdadero “ironista liberal”, por utilizar la categoría que hasta ayer promovía Rorty. Pero Marechal recibe el nombre y lo devuelve a su más rancia raíz. Usa el método-macedonio contra el maestro y de paso contra Sarmiento, Alberdi, Ingenieros, Korn y cualquier oficialato histórico de la filosofía local. Nimio de Anquín no necesitaba a Macedonio para la concreción de tales propósitos; Marechal sí. La fuente biográfica de Fijman, el biotipo-Fijman, le sirvió para eso. Revistió al poeta loco y cristiano de Macedonio y filosofía. Y si Macedonio es el James-con-“Metafísica”, Fijman es el Artaud-con-Cristo. Gilles Deleuze inventó el maquinismo deseante. Leopoldo Marechal escribió odas contra el “Hombre Robot del Gran Mono” y sus “pornofilósofos”. Deleuze tuvo su Artaud y Marechal tuvo a Fijman. Los dos se sirvieron de estos poetas-internos para establecer un nexo positivo (Freud afuera) entre la filosofía y la esquizofrenia. Si hay que fiarse de la condena lacaniana de Germán García al Esquizofrénico-Ideal del Antiedipo (“un idiota que llama la ternura, que busca que se le suponga un saber”.), hay que decir que al final no es tanta la distancia entre el deleucismo y el marechalismo, entre ese “materialismo visceral” y platoinvertido que soñaba a Freud con Marx y Nietzsche por la vía crística de Artaud, y el almismo no al pedo platomista de Leopoldo que reclamó un Macedonio con Dios y el Eidos.






La Filosofía en Joda y Leopoldo Marechal






Estoy cierto – vuelvo a repetir- de que Marechal tiene un presente y un porvenir más filosóficos que literarios, porque en general, es evidente, para los que se eligen escritores sus antiguas gesticulaciones irreverentes se huelen rancias y son pocos los que se animarían hoy a que los vieran repetidamente llevando en las manos los tomos gárrulos de ese señor en definitiva católico y aristotélico. Por peronista, habrá todavía quien lo mente. En cambio es también evidente que sus manipuleos de la filosofía son más o menos los que se pueden dejar oír en esos circuitos que existen antes y después de la clase y de la insufrible ceremonia de lectura de los congresos: el peripatetismo en negro de los pasillos y el patio, la clandestina antifilosofía sotto voce del barcito y los mails. Lo que hay que estudiar es el chiste y su relación con la filosofía: el inconciente de la filosofía.

El uso en joda de la filosofía por Marechal es en serio, porque la joda es en serio y porque Marechal lo toma en serio. Porque llega, en principio, por la joda a la trascendencia, a los principios primos. Por otro lado los usos en joda de la filosofía son señal de algo en serio, aunque no se trate de esa seriedad que tienen como bocadillo los profesores de filosofía a manera de patrón de legitimidad de sus faenas laborales. Esa “seriedad” que obra de principio demarcatorio en la gran moral latente del pensamiento único del profesor de filosofía arquetipo.

El humor new age de los filósofos – quería a esto llegar en definitiva – es marechaliano. Antes y después de la monografía, del “trabajo” – dicho en la jerga – (“estoy trabajando Ockham”), y afuera del aula y de su moneda con valor de currículo, cunde el marechalismo filosófico.

Tema (de risa): el Culo de los Ángeles.

El humor de los filósofos es bastante bobo, como el de Marechal; lo que es difícil que tenga es el inefable genio sintáctico del arcaico bardo de Almagro.

El papel del chiste-filosofía en Marechal es fácil de descubrir. El papel paraáulico del chiste-filosofía en la Academia presente es digno de inquisiciones ejercidas con los conspicuos recursos de la sospecha heredados de los Freud o los Nietzsche, la llamada “Escuela de la Malaonda”.


En la Era-Aira la no-seriedad es algo así como el talismán de cambio del mensaje literario. Donde inexiste la inminencia de un lugar asignable a la seriedad, en manera de una cierta solemnidad y de una obligación al juego reglado, no queda mucho lugar para el chiste. En el mundo de Aira (y viene a cuento porque es el best-seller académico de la letra rioplatense en acto) no hay lugar para la seriedad de la misma forma que no lo hay para el chiste. En Marechal si. El chiste como tropos último, como recurso supremo de la ars poetica se funda con el doctor Fernández y se acaba con el sico-Lamborghini (salvo que haya que incluir a Fontanarrosa; pero hablamos, como escribió Viñas, del gag trágico). Aira, en tal caso, presenta actos-chistes; no el chiste automático – ese surrealismo suprahistórico sin fines de lucro lírico -; el chiste continuo. Vender obras literarias como mingitorios con firma. Duchamp al vesre.

El chiste Duchamp es otro que el chiste Freud o el Macedonio, el chiste judío o la chacota criolla. De Macedonio o Lamborghini siempre se podrá esperar que el microchiste sea parte de un gran chiste continuo o final, en eso son continuadores por antelación de Aira. La realidad está edificada como un chiste, saldo que deja una versión más bien jacobina del froidismo. Y fue Marechal el que dijo que una carcajada puede ser el comienzo de una metafísica. El comienzo pero no el fin; porque los fines marechalianos hay que ir a pedírselos a Aristóteles y a Dios. En Marechal Dios no ríe, es el motor inmóvil; ríen los ángeles, que son testaferros de Dios en las fronteras del éter y el mundo. Marechal, igual que Fernández y su prosecutor peronista (Lambo), hace chistes por escrito. Pero más bien hace chistes en medio de la literatura, pero no llega a hacer de la literatura un chiste. En Jano-Marechal el chiste tiene guardada otra cara que puede dilapidarse en ceños de severidad. Él mismo vincula lo angélico con el humour y con lo “severo” con mayúscula.
“La cuerda floja tendida entre lo sublime y lo ridículo” (“Megafón”) se parece más al andarivel por el que camina el obrero filosófico que a aquel por el que camina el operador literario. En este loteo vecino de la filosofía hay que ser bastante un artista del trapecio, además de del hambre.








-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...