10/8/07

Deleuze Criollo


Algunos incidentes.



I



“La Máquina Deleuze” trae al principio un texto que ya naufragaba por Internet hacía un tiempo. Se llama “Deleuze en la Argentina” y por cierto narra los avatares de la “recepción” de ese proyectil metafísico en la Pampa Húmeda y conurbanos. Encarna uno de los hábitos verificables del investigador nativo actual, la historia de las recepciones. La Argentina como el País de las Recepcionistas.

Se parcelan cuatro períodos: lopezrreguista: 73-76, procesista: 76-83, alfonsinista: 83-92, y el Hoy posmenemista.

Una frase de Pavlovsky lo compendia todo: “Acá ocurrieron dos desgracias: una, la dictadura; otra, los lacanianos”. Los dos adversarios del delecismo en la Argentina – cabe la aclaración: para los delecianos – quedan configurados.

Pavlovsky, Baremblitt, Abraham, Perlongher, Pauls y otros menos famosos son los animadores locales del espectáculo especulativo deleciano. Los importadores. Actores, dramaturgos, antifilósofos, poetas, periodistas-novelistas, lo mismo da.

La desaparición de la dictadura militar no supuso la extinción de los Dinosaurios del Significante pero sí abrió las compuertas para un desembarco paulatino de la causa Deleuze en los medios y la nueva Universidad argentina, hoy vetusta. Esclerótica. De mediados de los 90 a hoy muere Gilles y nace el macrodelecismo argentino con un par de libros de harta circulación, la inundación actual de máximas delecianas en la Web y, 2006, “La Máquina Deleuze”. Fueron – rematan los autores del informe – los “saberes que se encontrarían en el polo opuesto a la filosofía” “las disciplinas que han sido más receptivas con la teoría de Deleuze”.

El presente pues que plantea el artículo es el del afincamiento filosófico nacional de Deleuze, que es de esperar que llega para irse, huyendo con su habitual arma en la mano, en parte gracias a las bienvenidas dadas a sus antagonistas supervivientes que, mucho menos nómades de escritorio que el propio Deleuze, viajeros como buenos cartesianos, se tomaron el trabajo de llegarse hasta la Patria de cuerpo presente, con todos sus órganos adjuntos, para darles revancha - ¡y revancha filosófica! - a la ingente secta lacaniana del cono sur. Badiou y Zizek, claro.



II



A la lista del artículo susodicho yo agregaría dos que conozco: uno Spinetta, declarado lector fucodeleciano de larga data – según incluso el testimonio de Fito Páez, a quien introdujo en el gueto allá por “La la la”- que lanzó su “Artaud” más o menos en paralelo con el de Deleuze-Guattari, aunque siempre pareció un Artaud todavía demasiado bretón. Otro, por supuesto, fue Osvaldo Lamborghini – también homenajeado por Fito en algún disco, me dicen-, más famoso por el combinado explosivo “Lacan con Macedonio” como dicen algunos amigos de lo explícito, que llevó – hay que decirlo – a Lacan hacia zonas poco queridas por amigos de la resignación y de Masotta, a una especie de revés del sicoanálisis (sólo a G. García se le puede ocurrir que eso era una parodia), codeado afuera de la clínica y sus asquerosos secretitos, expulsado al mero descampado de la escritura. Al – diría el extinto profesor Libertella – lugar del escritor “patógrafo”. Seguramente estuvo cerca de los utopistas invertidos que creyeron que un sicoanalista podía ser un Artaud, según denuncia en estos aburridos días el enojoso profesor Ritvo, profesor y transferente de esta triste jurisdicción
[1]. Recordaremos una escena textual narrada por su probable amigo - o enemigo más bien – Germán García, a la sazón co-equiper de “Literal”, aquel que ya citamos diciendo que el héroe del Antiedipo – el Esquizofrénico ejemplar – era un idiota que imploraba por que se le reconociera un saber[2]. Germán le llama “Artaud de las pampas, Genet de Constitución, Nietzsche de la esquina, Sade de matrimonio con problemas” y narra con su preferida ironía proneurótica cómo el Pibe Barulo dejaba a su ídolo Masotta por el Antiedipo o a Lacan con Arlt por Deleuze con Macedonio:


“Era en Barcelona, donde había aterrizado de sorpresa y donde amenazaba quedarse. Era el año `82, quizá `83. Yo había decidido romper nuestra amistad en 1975, después de escuchar una confesión cínica que no transcribiré. Y desde aquella fecha no sabía nada más, excepto aquella aventura de una Escuela Freudiana de Mar del Plata donde Osvaldo Lamborghini era el único integrante. Desde Mar del Plata mandaba cartas a la Escuela Freudiana de Buenos Aires (…) donde decía ser “M. Bonaparte, la mujer con pene” y firmaba “el agrimensor”. Era la histeria, era la lectura de Deleuze y Guattari donde había embarcado a unos desdichados que preferentemente se acostaban del lado de la neurosis obsesiva”[3].

Como previene Germán (cuyas letras se diferencian de las de su eneamigo, en todo caso, por proponer un Lacan-con-Macedonio sin-Deleuze), Lambo se adelantó a Gilles en eso del harto de Artaud (Cf. Idem p. 43, loco) y lo ante-puso ahí a las puertas de eso que tanto temen los badiuístas: el terror el simulacro la traición el desastre (para el caso: “por encargo”, una ética de: la escritura). Pues si no hay que olvidar que Lacan – con toda razón – decía que era un sicótico – (que él mismo, se entiende, Jacques-Marie Émile Lacan, era un sicótico), Deleuze dijo que nunca había visto a un esquizofrénico en vida y amenazó que se pasaba para el bando de los paranoicos.

Si no puedes contra ellos…







[1] “Éxodo”. “Estado del psicoanálisis en la Escuela de Filosofía U.N.R.”. Abril. 2007.

[2]
“Gombrowicz. El estilo y la heráldica.”

[3] “Fuego Amigo” p. 46.



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...