28/12/10

Derrida-Cipolatti: encuentro cumbre.

27/12/10


[El chot-art rosarino sigue su camino de súbita excelencia - Marcos Paz 3600-]

25/12/10



Filosofía-catástrofe
(Tomo I)

Índice

El sexo de los ángeles y el tiempo que hace
De autos y cigarrillos
Del ser
Minas que me garché
(listas y comentarios)
Del empirismo en la autobiografía bovarista
Minas que no
Empiro-criticismo en la autobiografía bovarista
Crítica del otro
Minas que marcan el bulto
Observaciones sobre la última campaña de Central
De política: El peronismo epicúreo
De la muerte como miedo
De la muerte como ausencia completa
Notas sobre el corpus bibliográfico carlovichiano
Importansia del lenguage
Para acabar con la voluntad de acabar (Epílogo –in progress-)


24/12/10

[Nine en estación Congreso -Bs.As.-]


23/12/10

Remasterizando pifies, la obsesiva pereza me lleva de vuelta a la vida. Quería desaparecer para ser inolvidable y acá me ven. Comenzando de nuevo. Comenzando: de nuevo: comenzando de nuevo.

22/12/10



[Últimos vestigios de Cachilo - Callao y Córdoba]

21/12/10

[Atentan contra la gran familia blogger -Av. San Martín]

17/12/10

MIS FOTOS RETIRARLAS EN DOMICILIO


Por la casualidad que fuere y que es mejor que no interese tampoco a nadie cayó en las manos de este cronista un bodrio dispar envuelto en un bodoquito fucsia: se llama Las Teorías Salvajes-Pola Oloixarac_novela-entropía. Se desprende que LAS… es título, POL… autor, _nov… viene a ser género discursivo y literario (muy bien que lo aclaren; también en la contratapa el clown Link aclara que es buena), entr… es la editorial.

     El sutil esperpento –aunque todos se han inclinado a destacar contra qué ladra–, bien que aburrido y genial, es raro, arcano, y dispara también balas perdidas. Por suerte hay, acá en el Mundo (: Web, la) una cantidad copiona, digo osa, de cortesanas recensiones que nos esclarecen a los incautos –ahora te llaman snob– y dan la revelación de qué es la cosa, con qué se mide, y si se come después de la fruta. Así sí. Con las instrucciones adecuadas, formuladas por nuestros modelos rectores, lo que te pongan se hace fuible. Muchachos, gracias.

     La primera inquietud es insoslayable: ¿va a estar esta eventual novela a la altura de la foto de la solapa?

     Planteada la situación de esta guisa, la operatoria de marketing desde el punto de vista del diseño del objeto-libro es cuanto menos temeraria.

     Aunque no deja su foto, interesa la posición de la narradora –el personaje top al fin–, desde luego menos que la de la autora –conforme la imagen de solapa–, que se luce producida sobre un anchuroso y sugestivo sofá asabanado, hojeando culo arriba una pulcra enciclopedia ilustrada; el personaje más inquietante no porque va a tal fiestita o se la empoman en tal excusado –lo que le ocurre a otra– sino, por ejemplo, por las puestas en escena de su epigramático aparato de enunciación: aparatoso, por suerte tendiendo a insólito. Fanfarronea resbalando, y hasta da gusto.

     Pese a algunos gerundios: “incursionando de este modo” u otras verbalidades de carillero: “implementar los rudimentos”.

     Toda aberración, de toda suerte en estos casos, puede establecerse en el mapamundi de la parodia. Porque los estudiantes de filosofía –me dijo un pajarito– todavía creen en la redención de la parodia. Bien dijo: en la salvación por la parodia. 

     No vale desembarazarse descerrajando “sátira”, eso se quedó con Blotta. Lo bueno es que “la sátira” –pudiendo ser la narradora o bien la autora– trastabilla en esa especie de –no habría que decirlo– goce de enunciación en despilfarro que, pese a que la va de empeñosamente perverso –sadismo sin Kant, por clasificarlo todo donde ni gramática queda viva–, se desencaja y se empina fuera de quicio.

     Cuando lo ininteligible al estómago conversa con la crítica, obvia a los muertos vivos.

     Ni hace falta aclarar –otro pajarito– que de una –esteeeé– generación condenada a leer en la Universidad sí o sí, tiene que esperarse primero que nada el resarcimiento de condenarse a hacer de la facu diégesis, a reescribir la Universidad y vista como desde un “K agujero”, un pedo anfetamínico en el que uno ve el sí mismo como si estuviese ubicado afuera.

     La escenificación de la monstruosidad en estado de fashion es un logro. En ello el –de marras– admonitorio fotograma invocado, es con rigor funcional a la causa. A la causa de la novela (¿Cuál es la causa de la Novela? Con mayúsculas porque me refiero a todas las que se hacen.) (¿Y si hubiese que escribir un LAS NOVELAS SALVAJES _teoría?) (El guion bajo sacado de su hábitat de arrobas acá viene a señalar desde las portadas, con la mayor impunidad que da lo explícito, el género en el que debe leerse por las dudas.).

     ¿O de qué planeta vendrá esa coctelera que bate enrarecida cierto empavesado neopragmatismo sintáctico, etosociologismo adarwinado y Tractatus al sarcasmo?

     Ex alumnos de la UNR filosófica confiesan al presente comentarista que pueden leer este puan roman como si leyeran en otra lengua latina, que más o menos –o menos sobre todo– gracias a esos dos o tres añitos gratuitos de idioma entienden, y que si la novela fuera más un género como los de la taxonomía biológica que un rótulo para dar prestigio editorial y valor de cultura a aquello que no tiene cura ni especie, su máquina de la risa, la voluntad de joder a la teoría, o a las momias andantes, contagiaría más y peor.

     Del 1 al… 5 SóLÍTOS.


16/12/10

[Manos de Rucucu en calle Corrientes -C.F.-]

15/12/10

¡AMOR-CORTÉS CONSUMISTA!

[Contra la Crisis de las Grandes Fellatios]

14/12/10

La patafísica discontinua interesa; luego se cae en un foso: en el mundo.
(-¿Olvidable?-) Es que llega la vida –así le llamaban-, con sus boludeces. Vuelve a pasar.

13/12/10


[Carlitos engayolado -San Cristobal -Capital-]

12/12/10

La locura en reposera.

10/12/10

Los genios también somos imbéciles –en los ratos libres- y cuando, cuando, y, y cuando, cuando el vanguardista del pueblo enérgico aflora del fondo de las aguas ¡ah!/ seguimos siéndolo.

3/12/10

Hoy 23: 45 hrs.
Plaza Libertad
"Moda & Cinismo"
curso express
SóLO CONTRA TODOS blog
Nasa
Carrefour
Municipalidad de Rosario

2/12/10

LEAN A VIÑOLE


Artículo escrito como colaboración
a la revista literaria “
La Pija que Habla”


Omar Viñole puede venir a leerse con la muda voz de un terco y persistente moralista cínico-picaresco, aparentado con el cuentapropismo nietzscheano de café, el universal y clandestino cristianismo del desprecio, y el acriollado alegato crónico del dadaísmo-showman. En algo, en alguna intersección, parece tocar alguna cuerda que llega a Discepolín, o para el caso, a la moral privada genérica de la clase media argentina de cuna inmigratoria, versionada por un self made man de la vida y las letras, parresiastés clasemediero, guaso ilustrado y distinguido.

     Pero es un cínico, un aristócrata con olor, un señor estragado por la punibilidad de la desublimación, lo sucio y lo feo.

     Llama la atención su sintaxis. Llama más la atención sabiendo que es un escritor de los años 30, porque más parece –en algunas y ciertas cosas– una sintaxis contemporánea. Sobre todo por la velocidad y el desapego a las formas de construcción que se estiman más o menos correctas o decorosas.    Hace que se piense en un tipeador velocista.

     Uno puede creerlo, si lo lee suelto de referencias, uno de esos escritores sin público de estas fechas, un bloguero de esos de pocos seguidores, de esos que sobreviven fuera del canon sui generis de la blogosfera literaria made in Buenos Aires, sentado a escribir en una jerga prerroquera, lenguaraz y blasfema pero anacrónica.

     Pero Viñole no escribe ahora. Escribió hace más de medio siglo, o casi un siglo.

     Suena a ya aunque suena a bruto.

     Bruto en el sentido de todo aquello que se organiza con desconocimiento o desatención, mejor dicho ajeno, al elemento sintáctico, léxico, temático, estructurado para reflejar los árboles genealógicos de influencias en boga, como si alguien pudiera escribir ahora, libre como un asceta suburbano, sin haber sido tocado por la lengua de los airanos, de los punk-peronistas, o por el orbe jergal de los medios masivos y de la prensa cultural.

     Cuesta creer que alguien pudiera escribir tan bien –o en todo caso tan mal– por aquel entonces.

     Porque parece no haberse dormido en ninguna de las modas de ese tiempo pretérito, ni en las formas sentimentales, sencillistas y arcaizantes de los escritores de izquierda tipo Claridad o Los Pensadores, ni en los distintos cargoseos semibarrocos o ineptitudes experimentales de diversa índole de los martinfierristas y sus derivados. Más bien, adosó ambos vicios e hizo detonar la mezcla en superadora explosión.

     De tan legible se vuelve obstinadamente ilegible la prosa de Viñole cada dos por tres.

     Sus imágenes, metáforas, analogías y asociaciones derrapan por un surrealismo unipersonal y grotesco, que no se parece en nada a ningún surrealismo sino a la maquinita de diseño personal de un Voltaire diogenesiano o un Diógenes volteriano lanzado a zampar a la Rabelais pero en el mundo impasible de después de las vanguardias. Una especie de ética, o ética escritural, de autodesinhibición (del otro).

     Hoy Viñole no entra pero tampoco entraría al parnaso de las literaturas serias –sea el de los que sólo pueden ser leídos por los estudiantes y profesores de las carreras nacionales de Letras, o sea el de esos estudiantes de letras que, teniéndose todo eso sabido, se imaginan leídos por intangibles lectores mediático-de la calle, parecidos a los personajes que dibujan en sus ficciones o que creen ellos mismos ser–.

     Sin embargo podría ser enormemente leído, porque su sistema de desenmascaramiento y querella, desmentido, shock y desprecio, tiene la propiedad de la época y lectores seguros.

     Viñole es un humorista piadoso, sarcástico e ilustrado que por su brutalidad nunca hubiera sido recibido por los brindis tipo Martín Fierro, y por su sofisticación impopulista, y tráfico ilegal de verdades a granel ungidas como trompadas –Viñole fue peleador callejero, performer viandante y eventual luchador de catch–, nunca hubiera entrado a una radio.

     A diferencia de Barón Biza –un dandi maldito extemporáneo–, Viñole no putea a su lector sino a casi todos los tipos sociales probablemente existentes.

      ¿Cómo alguien podía escribir tan bien?

     –¿O sea tan mal?–.

     Aparentemente llano, en su prosa, y en su filosofía de protesta –un materialista circense entre perruno y estoico, un positivista desclasado–, su vis incorregible se zambulle en un pastiche semántico esperpéntico y genial y alguien se queda pensando en que Arlt, Oliverio y Macedonio eran tres escritores que atrasaban, que le iban a la zaga.

     Viñole, como la infinita lista de escritores y filósofos de todo tiempo (ni citar a Platón y Deleuze), escribe como médico –reparar incluso en su léxico científico, biológico y clínico–, con la salvedad de que fue veterinario, y veterinario de humanos.


20/11/10

Vaché, Tía, la duda negligente, oporto



El arte no existe le escribe Vaché a Bretón: “no existe, seguramente –por lo tanto es inútil cantarlo ¡sin embargo! se hace arte –porque es así y no de otra manera –Well- ¿qué le vamos a hacer?/ Así pues a nosotros no nos gustan ni el arte ni los artistas (abajo Apollinaire)”. Pasan después a degüello Cocteau, Mallarme, Jacob. Yo me acuerdo –mientras transcribo aquello- de los planteos que me hacía mi tía en unas veladas en su departamento justo frente al Monumento a la Bandera, 8º piso. Mi tía cavilaba: “¿Quiénes son los verdaderos enemigos del arte, los dadaístas, estos protosurrealistas suicidas, los punkies, o los verduleros, los propietarios de maxi-kioscos, los concejales del radicalismo disidente, los mártires de la Fundación Libertad, nosotras las amas de casa…?” –mi tía tenía buen pulso para la enumeración pasada la segunda medida de oporto, aunque pierde cierto sentido de la historicidad, efecto mezzo bovarista usual en Zona Centro-. –No sé tía, quizá esto no me importe, quizá, acaso, tal vez menos me importe esta especulación que el arte mismo: tengo entendido que es una mendicatura. Algo que, acá, se tramita en los Centros Culturales dependientes de la Muni; ahí expiden –dicen- unos certificados y conceden viñetas de tipo curriculante, para sacar turnos en coloquios y exposiciones. Los malditos que yo conozco, tía, de mi barrio, no sé si dejaron el arte, pero han dejado que el arte los deje. Mi tía sirve más oporto.
No dejes tu negocio dice mi tía ya a la hora que toca el café de despabilar. No sé si se refiere al negocio por el cual me hago pasar por alguien interesante, que amenaza con tener en vida –en vida o no- una “obra”, o al negocito que le da de comer al que amenaza con el otro. Mi tía es buena estratega para la ambigüedad. Hablamos de Vaché, Cravan, de sacar el monotributo, de comprar el auto. –Tía, con el auto no podría por mucho tiempo resistir la tentación de pasar por encima del verdulero repartidor, del yuppie de Fundación Libertad, del edecán del Subecretario de Cultura, de un incomprobable Neovaché que se me crucé ebrio por Pellegrini y Paraguay.
“Está visto que estoy muy lejos de un montón de gente literaria -- incluso de Rimbaud, me temo, querido amigo -- EL ARTE ES UNA TONTERÍA -- No hay casi nada que no se una tontería”.
Pero tía ¿no estamos bien como snobs ¿no somos cool así, monotributo, en negro o responsable inscripto? Tía, yo me jubilé de joven, y ahora estoy pensando en que lo que más me gustaría es introducirme en el mundo del trabajo ¡y con los botines de punta! Guarda las masas mi tía. Confitería “La Distinción”.
Ella busca en Internet y me señala un aviso de un taller en Capital: no dice así pero sí: NO LO PIENSE MÁS DEJE EL ARTE DE UNA VEZ ¡POR LA ONDA!
-¿Qué “arte” tía?



19/11/10

- El ser humano es un invento de la teología. Aunque sólo Perón salva...


(Oído en fiambrería de Pasco y Necochea)

4/11/10

Ni sufrimiento ni causas nobles: cach: o el sentido de la vida. Ya que toda mi vida no hice más que no enseñar el Zen. ¡Y sé lo que es el Zen!

12/10/10



[Palacio de las Aguas (Capital) según lectura Motorola]

5/10/10

A esta altura nadie puede esconderse, nos tienen junados. Calados. A esta altura: 1000 bis. Qué se puede esperar de alguien que escribe.

4/10/10

Demasiado pedir: un lector que no aburra. De todos modos mendigo.

23/9/10

Autor: Histérica Sin Tragedia. Asunto: Autos & Cigarrillos.

19/9/10

Perón-Perón = Desear-Desear.

[Gol charrúa]



[Nischeano]

18/9/10






[OVNI -Parque Urquiza-]

["Osvaldo...Te odio?" -Tablada-]


9/9/10

Cómo fue que dejé las Ciencias Sociales por Fibertel-Cablevisión
Pronto por
SCT
-gasto improductivo de alto rendimiento-

7/9/10


[centro]

[centro]

30/8/10



[Arte canalla -cerca Terminal]

26/8/10

SANATA


SANATA (VIAJE AL CENTRO DEL BARRIO DE OTRO)

La última novela de María García de próxima publicación en
Ediciones Del Trinche


Una periodista cultural del diario de Mendoza La Oruga Fronética, descontenta con su trabajo pues se la ha quitado de su lugar de reseñista teatral del suplemento de cultura y se la ha pasado a los policiales, llega a Rosario para investigar un curioso caso señalado por el director del diario, un rosarino paidofílico y ex comisario que vive en Mendoza desde hace 30 años: “El Caso del Puto Gigante”. Se trataría de una leyenda urbana del barrio La Tablada, del sur de la ciudad, que cuenta la historia de un presunto número 5 que en la época de Carlovich jugaba al fútbol de forma harto curiosa en la plaza que rodea a la cancha de Central Córdoba. Como parecen indicar los testimonios miedosos y forzados de los lugareños, que a duras penas la periodista fue recolectando, el inconveniente personaje correspondería a un sujeto de entre 1,83 m y 4,00 m de estatura y musculatura sobresaliente, que solía integrar equipos espontáneos ubicándose como centrehalf, vestido de forma estrafalaria y andrógina y llevando siempre en su mano izquierda un colorido abanico abierto y batiente. Los testimonios son inciertos y encontrados. Para algunos era un patadura lamentable que sólo buscaba oportunidades hasta inverosímiles para poder “chupar la pija compulsivamente”, cual era su pasión unívoca, según parece, a cambio de dejarse perder. Otros, que dicen haberlo visto en más de una ocasión o sólo escuchado comentarios sottovoce, lo consideraban el mejor número 5 que jamás jugó en dicho parque –incluyendo muchos al mismísimo Carlovich en lista–. Los relatos de los vecinos desconciertan cada día más a la periodista, que se aloja en una pieza de pensión de la calle Rueda, que fuera entonces un espantoso prostíbulo, y escucha las alocadas narraciones de su encargada, antigua y desdichada Madama del lupanar de entonces, quien asegura tener contactos extrasensoriales con el espíritu tragicómico del inasible Puto. A esta altura el Puto Gigante es un excéntrico fantasma-thrash que jamás existió en sí mismo y se aparece incluso en la actualidad para llevar a cabo su obsceno –e irrisorio acaso para un fantasma– fin sexual-deportivo, o bien un mito berreta ni siquiera digno de ser sostenido como historia distintiva de cuatro manzanas a la redonda, o en su defecto parte curiosa de una sostenida campaña de antiguos hinchas octogenarios de Tiro Federal que secretamente gobiernan el mundo de mancomún con la CIA y la NASA y dedican sus días a deforestar el país, promover el monocultivo de soja transgénica para cobrar “derechos de autor de agrocombustibles nazificantes”, hacer pingües negociados de exportación en el puerto de Rosario y luchar denodadamente para desmantelar la imagen de una figura que creen avanza de forma irrefrenable, camino a ser el mito argentino más grande de todas las épocas, al punto de poner en jaque “con más eficacia que extraterrestres, skinheads o musulmanes” al actual sistema capitalista mundial: la del citado número 5 “charrúa” de otrora. La corresponsal de pronto, en un mero tris, se ve envuelta en un embrollo universal, y en confuso episodio en la cúspide del Monumento a la Bandera, mientras se encuentra tomando fotos como insípida turista, es secuestrada o acaso abducida, y cuando vuelve a la conciencia, se reconoce dentro de un improvisado y falso tribunal con gradas de cartón corrugado y establecido en una gigantesca nave espacial, donde es interrogada estúpidamente por Darth Vader (o un sujeto quien fuere, vestido de Darth Vader, al que alguien en un desliz llama “Sr. Darth Barak”), el intendente socialista de Rosario y la ex esposa de Maradona, que llega en un carro alado tirado por pegasus abrigados con casacas –según luego comprenderá, dado que ella detesta al fútbol “en el mismo escalafón de repugnancia que a la puta infame Isabel Allende, la editorial Belleza y Felicidad o la antología La Joven Guardia o ¡al peronismo mismo!”– con colores que representan a Boca, Newell’s y el Cosmos estadounidense. Cuando ya la cuyana periodista (y poetisa, porque allí descubrimos que su verdadera vocación es la poesía, a la que se aboca imperiosamente en los que cree sus últimos días) se resigna a esperar el fin de su “provinciana vida de posmoderna contrariada al pedo”, es rescatada por un improvisado pero efectivo ejército de “la Guerrilla Cósmica Charrúa” que encabeza un personaje a la vez celeste y macabro que parece la cruza exacta –anota ella en su diario– del Pingüino, Alfio Basile y Doménico Modugno (pero ella jamás vio en su vida ni una fotografía de Basile y Modugno, se trata sólo de una visión poética, un fenómeno que aunque solía embargarla, vivía como un don y le sobrevenía desde niña esporádica y espasmódicamente, y desde que fue secuestrada “cada 6 minutos 32 segundos”). El siniestro pero apacible personaje, “vestido como se viera un linyera de etiqueta, pero no… tampoco así”, se hace llamar con distintos nombres según el caso: Arnold Fumarola, el Profeta Porchetto, San Salvador Villar II, Pollo, Amo del Cosmos, Yo, Verdadero Platón de Todos los Tiempos, Boludo-Simple-Indistinguible o X³, entre otros no menos groseros u obtusos. Al escuchar este último mote, la periodista-lírica sufre un déjà vu o ménage à trois –o ambos en simultaneidad– y recuerda que ese era el seudónimo de un autor rosarino misterioso que ella había leído con delectación en sus años mozos y que la había conducido a un mundo de ensueño libidinal-especulativo, maníaco, perverso y sostenidamente masturbatorio, del que solamente había podido escapar, primero a través del “psicoanálisis de orientación lacaniana-revisada”, luego, de terapias post-gestálticas y cognitivas y más tarde con el consuelo final “del paco, el I Ching conjugado con Pilates, la lectura incurable de blogs porteños y la creación continua de concursos de poesía para pelotudos del calibre de quien suscribe o del eventual lector de esta chotada”. Regresa al Planeta montada a su grupa y en su loft subterráneo, a la vez roído y lujoso, dentro de un edificio de 140 pisos, construido desde la superficie hacia el centro de la tierra, a pocas cuadras de aquella plaza, X (así lo llama ella cariñosamente, absorta en su fascinación) –que no acepta la oferta millonaria que irresponsablemente la poetisa cuyana ex periodista le ofrece a canje de “sexo oral ¡o algo!”, inmersa en un enamoramiento enloquecido como jamás vivió (ni siquiera en aquella historia de su época de colegiala con la hija menor del director de La Oruga Fronética, hoy vicedecana de la Universidad Mitocondrial de la Isla de Pascua)–, empecinado en “resolver matemáticamente el intríngulis cósmico flagrante” de acuerdo a una teoría que se encuentra en plena fermentación en su cabeza y que llama “Teoría del Azar Reversible y del Infinito Implicado”, le explica “el actual orden geopolítico-mafioso del universo”, su “central rol libertario” en él y la verdadera historia de la leyenda negra del Puto Gigante de la placita.

     Pero esa… “quizá no sea la verdadera historia, sino una mera perspectiva, un punto de vista cualquiera, un relato, una narración, un constructo singular, lo que los antiguos llamaban dóxa y los vigentes habitantes del barrio rosarino La Tablada denominan despojadamente ‘sanata’”. Y es allí, quizá, donde recién comienza su historia. 

24/8/10

"ME ENAMORÉ DE UN CÍNICO"


Sí, así dice ella, joven colegiala: “Me enamoré de un cínico”. Bueno, qué vamos a hacer: culo, paciencia, esperar. Borges esperó toda una vida para tener sus Obras Completas. Nosotros esperamos otra para no completar ninguna obra. A cada cual lo que es suyo. Triste se la ve a la joven colegiala. Su culo mustio sigue. Él le pide que lo levante, que vaya a un gimnasio porque así no van a ir muy lejos. Sostener el culo para sostener el deseo. Es cínico, no fashion. No le pide que se haga las tetas. Ella tiene tetismo infantil; pero a él le gusta. La falta de tetas acerca la mujer al hombre, estrecha el contacto, canaliza la contigüidad hacia el horizonte donde lo mutuo hace la unión, acaso invita a una leve identificación o simetría. La mucha teta acerca la mujer al hombre, a los otros. Otros hombres. Al fin y al cabo, la teta sirve para poco. Para la mujer es una charretera, una medalla; pero él es cínico, no militarista. No confundir. Poca o mucha la teta gusta al cínico. Pero la mucha teta hace a tu mujer objeto de las miradas de los buitres. Otros. Otros buitres. De las miradas es lo de menos. Las dimensiones de las tetas de tu mujer son proporcionales a las de tu futura cornamenta. Todo OK con la teta, pero no me nieguen que el culo es un bien más noble. Dejemos las tetas a las conejitas Playboy. El culo inmigratorio-aborigen rosarino es inalienable, intransferible. Qué desgracia para ella, “Me enamoré de un cínico”. Ella, cristiana, educada en buen colegio con el sudor sostenido de su familia acéfala de clase media provincial argentina. Cifró en su anticinismo (o acinismo) su perspectiva de ascenso de clase. Una carrera en la universidad como especialista en el Medioevo. Pero sin culo no llegará ni a media Eva. (El clásico chiste cínico, perdón.) Claro, atorada en un sistema de lecturas tan idiota, como el que induce obligatoriamente esa infame universidad, ella jamás pudo leer un libro que le hubiera hecho ver esa otra cara de la luna que le habría permitido desenamorarse del cínico para así conquistarlo o al menos retenerlo. Se trata, ni menos, de Los Cínicos También se Enamoran, escrito a mediados de los 60 y reescrito –actualizado comenzados los 90 por el profesor Herecta. Jorge Luis. Jorge Luis Herecta. Herecta trabajó por años en el Instituto Herecta (valga la redundancia), recopilando y analizando clínico-deontológicamente casos de cínicos, observados en su vida vincular sexual-emocional, a la busca de explicar “el misterio sexual del cínico”: ninguno. Y créanme que lo encontró o no. Esto dicho en otro orden de cosas. El del rigor de la lógica. Se deforesta al mundo por cualquier motivo. 


23/8/10

NECROLÓGICA


Siempre existen los que escriben para desaparecer, volverse imperceptible, escapar, ser todo nada, querer ser el Hombre Invisible. Son los pibes Kafka. Ni hace falta que lean a Deleuze: escribir es borrarse. Hacer la de Dios: ir de alguien a nadie. “Olvidaré el año, el día, la fecha. / Me encerraré a solas con este papel” (Maiakovski).

Primero publicar, después escribir, que se puede entender de cualquier manera. Posiblemente siempre se trate de no ser cogido (mejor: cojido). Con esa idea Viñas se leyó toda la historia de la escritura nacional. Para eso estaban los que apelaron a la íntegra realización de la revocabilidad del mi-cuerpo”, o sea no tener un cuerpo, para “pasar desapercibido”, como decía en aquel lugar el viejo contornista. Otros cantaron “escribir para no ser escrito”. Es que hay dos clases de escritores (valga la redundancia: argentinos); son las dos clases de sicóticos que se conocen: paranoides y desorganizados.

Para escribir no hace falta ser escritor; para ser escritor no hace falta escribir. Ser escritor es una forma de estar. Tener reflejos; una determinada manera de reaccionar. De estar parado, sentado, acostado. También, si toca encerrarse afuera, una manera de fumar en los salones. Escribir, una forma de estar: ausente. Para ser un escritor en vida hace falta convertirse en un espantapájaros en carroza: montarse en escena. Hasta cojerse para no ser cojido (un cuerpo de mujer; el cuerpo masculino no existe, que yo sepa). Un sistema de aparición. Ser escritor, es decir, dar entrevistas. O negarse a darlas. Abrir la boca, que salgan moscas. Boquear dos sílabas, una sílaba nada –pez–, dos: boquean.

Pes-cado.

Escribir no suele ser muy distinto, de hecho, a hacerse entrevistas uno mismo, en el peor de los casos para dejar de ser uno mismo: esfumarse. Escribir es fumarse. El tema siempre es el aire, costumbres de los ahogados: instrucciones para respirar fumando. Una respiración crítica o una crítica de la respiración.

Murió el último escritor vivo. 



19/8/10

'PATAFISICA PROFANA


(“‘Patafísica: Epítomes, recetas, instrumentos y lecciones de aparato”. Caja Negra Editora. 2009)

El gran tema de este rejunte de documentos en torno a la ‘patafísica –por lo que se ve– es el de un alegato a la defensiva contra el humor, lo cómico o la risa. Imputados de humoristas o bromistas, los promotores de este gay saber de la inutilidad, los apóstoles del jarrianismo de mediados del s. XX, se atrincheran en su socratismo textualista, desesperados como un Orteguita del sentido por eludir la marca; pero imperturbables en su histerismo. No literatura, no arte, no filosofía, no metafísica, no epistemología positivista llevada a su punto culminante de coherencia, no chistología. No. Y no no.

En el lunfardo tampoco fiable de la tradición filosófica mundial, la ‘patafísica, natura naturans y natura naturata, vendría a ser dos cosas, una prote philosophia y to ápeiron, el último de los discursos, el universo entero y lo real mismo. ¿Son los patafísicos metafísicos inconscientes, como el Burrito de San Vicente?

Efectivamente, todo lo contrario.

Mucho peor: ¿se trata de un lacanismo-sin-Lacan, cósmico y meta-cósmico y con un número mucho más restringido de suicidados? (menor que el de dadaístas y surrealistas, incluso) ¿Son los escolásticos patafísicos los Jacques-Alain Miller de Jarry? De hecho, todo puede devenir su contrario, e incluso –hay que sobreañadir–, otra cosa. ¿En este combo de metafísica y positivismo, que es el mundo de manera inexorable, es la ‘patafísica la coherencia que faltaba? Tampoco la ‘patafísica se priva de la gran división heraclitiana: se es patafísico consciente o se es patafísico inconsciente. Ni tampoco de una aspiración que podría llamarse jegueliano-froidiana: la de hacer consciente lo inconsciente. Incluso, los patafísicos se proponen imperturbables, así como los filósofos se inmolaban en la ataraxia, la apatheia o la sophrosyne, por citar tres. ¿Y si –patafísicamente incluso– fuera preferible ser un patafísico inconsciente? ¿Y más inútil aun no sería ser un patafísico perturbado?

Sería interesante (¿) una sociología de la recepción (?) de la ‘patafísica en los marcos de la Gran Llanura de los Chistes. Como todo lo que cae en trayectoria directa de la grandeza de la Francia a este punto inaprensible del mapa histórico occidental, la ‘patafísica, una manufactura más de la semimonopólica industria de símbolos francesa, trasplantada, traducida, de forma literal, se enrarece. Pero para los patafísicos todo eso compone la amorfa masa persistente de lo inconsciente ‘patafísico, aquello que aspira a superar sus encrucijadas con solucionabilidades extraimaginarias: la ‘patafísica alienada, lo ideológico de la ‘patafísica. No repara en geopolítica la ‘patafísica: simplemente todo es Polonia, porque Polonia es Cualquier Parte y especialmente aquel país en el que se está. Como último fortín de frontera de la mitología blanca y como siendo al lumpenismo cultural europeo lo que la metafísica a la burguesía. Nosotros, patafísicos perturbados, peronistas del sinsentido, entre la ‘patafísica compulsiva y la metafísica pulsional: resistimos. Give war a chance!: habilitemos a un patafísico perturbado. Ojo: perturbado en su indiferencia (no sea que nos quieran los gramscianos). Además: ¿y si fuese mejor ser un patafísico inconsciente? (¿es esto el método-Zizek?: “¿y si todo fuera al revés?”).

 

17/8/10

UNA NOVELA QUE NI COMIENZA


(De la reseña como argumento.
Sobre “Adaptarse o Pérez ser”, de Cai Olagán Ruci.
Ediciones Del Trinche. Rosario. 2010)

¿Puede una novela no contar su propia trama sino otra cosa? ¿Algo tanto más insignificante, simple, literal, como la idiotez propia y ajena? Esto es básicamente lo que plantea Adaptarse o Pérez ser, la primera novela de Cai Olagán Ruci, editada por Ediciones Del Trinche.

     Y hay más: “¿Puede un pobre… (tachado) [1] convertirse en un genio de la literatura?”, anota Pérez en su Tractatus; y en otro lado su narrador ciertamente afectado se pregunta: “¿Acaso alguna vez otro escritor mató a otro escritor?”.

     Un escritor filosófico póstumo ha dejado su inmensa obra –o quién sabe: pequeña, ¿por qué no pequeña?– esparcida en armarios, correos electrónicos de otros, weblogs a granel, ensayos, ficciones, poemas y artículos diseminados en publicaciones inciertas y firmados con nombres menos ciertos todavía. Y aunque tal vez no sea así, un narrador se propone... eso: narrarlo. ¿Pero narrar qué? ¿La vida, la obra, la...? ¿Y si fuera mejor transcribirla? ¿Y si sólo fuera posible convertirse en él? Entonces ya no hay ningún escritor, ni muerto ni nada, ni vivo ni nada; lo que hay es un narrador, un personaje y un editor, y todavía más: un lector, envueltos en una trama inenarrable, o que, en todo caso, no encuentra quien la escriba. Y cuando ello ocurre, lo primero que se pierde: ¿es la identidad? ¿la ilación? ¿la gramática? ¿El lector, la obra? ¿La obra de quién?

     Entre aquellas dos preguntas del comienzo, de dos voces dispuestas a perder si no todo, por lo menos su inasible identidad, se articula la complejísima trama de esta sensacional novela, un auténtico thriller sin secuelas, por omisión, donde nadie parece moverse, pero en el cual un autor, un narrador, un editor, un personaje y un lector se ven envueltos de forma finalmente desesperada. “Es el mundo, es decir mi propio lenguaje, lo que se ve amenazado”, repara el narrador en un e-mail a su mujer, que no forma parte del texto. ¿Y si fuera el lector el que realmente corre peligro? Sucintamente Pérez, en un despojado y simple correo electrónico, narra al editor el quid de su vida misma: “La deplorable metafísica de lo nuevo jamás fue para mí un objetivo a alcanzar”. ¿Se trata entonces de la imaginación, se trata de la inventiva, o simplemente de dar un testimonio desde el más común de los lugares, aquel al que “los superhombres y los caballeros de la fe” jamás quisieron llegar, así jamás hayan existido? Cuando todo parece conducir a un inminente fin, el editor le escribe al lector reclamándole su insustituible complicidad. El problema es la lengua, no Pérez; Pérez podría nomás ser simplemente un personaje, aunque de él sólo pueda darse fe en virtud de unos simples textos que, de no mediar lector y narrador, se perderían en la honda ligereza del fragmento gravemente frívolo. De hecho: ¿son esos textos documentos pertenecientes a Pérez? Estando en eso es que el narrador interviene para intentar narrar aquello que... ¿es inenarrable? ¡¿Y qué es aquello?! “Es Pérez” –se lee–. ¿Es Pérez o es la Realidad? ¿O la realidad de un narrador que in fraganti, esto es narrando, no sabe qué hacer ni cómo? Pérez –póstumo pero coleando– decide emprender un enrarecido viaje interior al mismo centro del universo para “desaparecer completamente”, y allí todo se precipita: el editor, atascado entre hacer existir al libro o desaparecer él como tal, se hace a la vida como si se tratase de un ultimátum; los mensajes geniales o estúpidos de Pérez lo anonadan y lo ubican en una situación terminal. Dispuesto a salir en busca de su destino, no parará hasta llegar al mismo Palacio Presidencial, y más todavía: a entrevistarse con Dios, que para el caso existe. En vista a tales fines, deberá sortear los escollos más terribles y los más inverosímiles: desde enfrentar a la Curia Vaticana, hasta reformar los parámetros de la lógica-matemática contemporánea para hacer “posible” lo que bajo el flagrante statu quo del saber occidental sería imposible. Lo que no advierte es que al hacer que todo sea posible, todo podría comenzar a suceder, y sucede lo peor: la Última de las Grandes Guerras estalla y todo en la Tierra se esfuma, ya no quedan bibliotecas, ya no hay imprentas, ya no hay libros, ya no hay sentido, ¡ya no hay gente! Guarecido en las alcantarillas subterráneas de París, el editor escucha una fortuita comunicación en un lenguaje insólito que milagrosamente entiende (es que todo es posible): una vinchuca, dos gorgojos y un sapiente saltamontes sin kimono finiquitan la aniquilación de la especie humana: jamás hubo en la Tierra auténticos insectos, ellos son los verdaderos extraterrestres que milenariamente se han infiltrado entre los hombres, financiados por una prestigiosa universidad de su lejano planeta. En un último suspiro, el editor cae en la cuenta: “Si todo es posible, ¿por qué no hacer que todo vuelva a su estado inicial, o, mucho mejor, a su estado ideal?”. Pero hay un problema: nada de esto importa al narrador, absorto en su propia diégesis de naderías perturbadas, camino a una página más, enredado en sus propias imposibilidades, parejas a las del personaje. Después de todo, jamás le interesaron las “novelas de piratas”, es decir la aventura en sí misma, sino lo que quiere la mujer e intentar acabar con su condena: la voluntad de narrar o el mundo mismo, al que llama “mi Planeta”. Y así la desventurada pero esplendente odisea del editor se pierde rigurosa e íntegramente en lo no-dicho. O mejor dicho: en lo no escrito para siempre, en lo que es externo al texto en sí: el mismo mundo, así haya ya dejado de existir.


[1] … Pero no en el original.

15/8/10

Al mediodía:
no pensar en Nietzsche
ni en Tessandori.

7/8/10

Especialistas en sus propios problemas. Consúltenos.

6/8/10



[Casa intervenida y árbol con ojo -Sur-]

3/8/10

GOMBROWICZ CON AZNAR

Sería interesante el experimento de introducir en la filosofía a (o introducir la filosofía (suena mejor así) en) un púber actual no con un …Para Principiantes ni con Wikipedia sino con estos dos libros: las Lecciones Preliminares de Filosofía de García Morente y Curso de Filosofía en Seis Horas y Cuarto de Gombrowicz. Estos niños que se introducen la filosofía ya con Foucault, Lyotard, Deleuze y Derrida abordo nunca llegan a la filosofía, se quedan –como los perversos– en los preliminares. Reciben de entrada la posfilosofía, o sea: se quedan donde estaban, porque el horizonte velado de la posfilosofía es volver a sentarse en ese pupitre feliz donde uno recibía las instrucciones prefilosóficas para la vida nofilosófica. Una cosa es querer ingresar a la Academia y otra introducirse la filosofía. El elemento de perversión en la filosofía de Gombrowicz es otro: Gombrowicz buscaba una filosofía mala.
     Goma escribe que después de leer el libro de Morente “Gombrowicz adquirió la costumbre de decirle a sus amigos que la filosofía se había acabado, que el profesor García Morente lo aclaraba todo, que no había ya ningún misterio desde Platón hasta Husserl, y que sin misterios no existe la filosofía”.
     No sólo lo seducía la barbarie preadulta a Witoldo. Igual que Borges, hacía un uso sabio de los manuales; para peor de manuales que Borges deploraría, y él mismo también.
     Estos libros son parecidos, son dos libros orales. Uno ocurre en la Universidad de Tucumán que cobijaba por entonces a profesores desterrados de prestigio ecuménico, como el Sr. García, neocantiano español y a posteriori sacerdote; el otro en Francia, donde un aristócrata-lumpen polaco-argentino, retornado después de un cuarto de siglo de vida anónima, se inventa sus propias lecciones preliminares para un público ínfimo: su mujer y su reportero cabecera. Se dice que se inventó lo del curso para distraerlo a Gombrowicz, que estaba en sus últimas, de la muerte y un eventual suicidio. Como se ve, la historia tiene algo de socrático y de miliunanochesco. Witoldo lleva encima un par de apuntes personales, quizá de cursos sui generis que dictó alguna vez en la Argentina sobre Husserl, Heidegger, Heisenberg o quien sea, y el libraco de Morente.
     Piglia en su momento de gloria ilusionaba a la gente con una adaptación de Gombrowicz con visado académico tirado por la borda. El Tardewski de Respiración Artificial no es Gombrowicz, o es Gombrowicz dentro de un sueño asexuado de Piglia. Jamás da Piglia una puntada diegética sin abarcar lo más posible la biblioteca literaria del universo entero. Se trata de un académico a la intemperie, un tesista discípulo de Wittgenstein caído en desgracia, en la desgracia biográfica de Gombrowicz. Es un Gombrowicz que recita a Piglia a punta de pistola. En realidad este Gombrowicz falso, erigido como para conmover el hedonismo de hierro de los graduados nacionales, sólo tiene algunas señas del original; más parecería un Borges del hambre y diplomado, un Piglia del hambre. Vive atrapado en esa diégesis paranoide donde teje su autor, conocido por postular a la novela moderna como una forma de encierro no espacial, de paranoia de encaje perfecto, y por meter por el ojo del género policial los camelos del sistema de la crítica. Sólo con un pedazo austero de la verdad se podrá pensar que Fernández es un concreto filósofo fracasado de la zona, y con otro pedazo más generoso decir que el único logrado. Gombrowicz tiene, todavía hoy, menos chance de ingresar a la academia –la platónico-romeriana– que aquel exuberante barrilete cómico (Nietzsche: los filósofos son cometas). Tardewski es un Witoldo pasado por Kafka, exonerado, por ende, de Proust. Vive en la consideración de una teoría pigliana del siglo XX, y en el respeto de todos sus muertos, sostiene una teoría crítico-paranoica de la historia reciente, aun cuando se dice un escéptico que vive al descubierto de la historia. Pero se vuelve vitoldiano cuando de filosofía se trata. No tiene una teoría satírico-histérica del otro como amo y esclavo de la forma, ni de la tilinguería como ascesis para fugar de la autoteología. Tiene una teoría política amarga y maníaca como genética de la ontología del presente: Hitler es la continuación en acto de Descartes, y la contrafigura universal de Kafka. Se trata del único hombre, en Concordia y en el mundo, que sabe –lo descubrió él– que Hitler y Kafka fueron amigos, y que la obra de Kafka es la denuncia alegórica y profética de la obra en acto de Hitler (a saber, la instrumentación del método cartesiano: quemar todo).
     En el Curso de Filosofía WG evoca a Hitler más en relación con Sartre, que no Heidegger: ¿por qué no elegiría –pregunta– desde la absoluta libertad el nazismo, en vez del marxismo-existencial? O sea, Heidegger necesitaba del Ser para alinearse al Führer, pero a Sartre le hubiese alcanzado con la Nada. Dice Gombrowicz: “lo importante de Descartes es el Discurso del Método: ELIMINAR EL OBJETO: la gran idea de Descartes”. Pero en el mundo de lo infalsable todo cierra y WG no le ponía demasiado énfasis a esas gigantomaquias que fascinan al antiguo piglismo.
     Este Tardewski escrupuloso donde no lo es WG, es vitoldiano donde Witoldo se dejaba llevar por el innegable encanto de la ignorancia cuasi genial. Tardewski es un discípulo desterrado y clandestino de Wittgenstein que sobrevivía dando clases privadas de filosofía en la provincia de Entre Ríos; es “un académico sin academia y un escritor sin lenguaje y polaco sin Polonia” que llama a García Morente “El Asno Español II” y vive confinado preparando exámenes de estudiantes secundarios que deben rendir lógica o filosofía con el libro de aquel “tipo de una ignorancia casi genial”. Este falso Gombrowicz post-empirista es una especie de eminencia filosófica, abandonado en la vida cínica y en el fracaso anónimo, extraviado en el interior de este confín del mundo occidental donde se acostumbra a festejar a las bestias de carga con lenguaje profesoral. Los asnos de Piglia son, además de Morente, Ortega y Gasset (Asno I), “charlista radiofónico español par excellence” dedicado a escribir filosofía en “una especie de disparatada declinación alemana del español”, el “Deutsche Asno” Keyserling y el “burócrata del budismo zen” Fatone. “En lugar de ser respetuoso –describe su circunstancia– me fui arrastrando cada vez más hacia la franqueza, delito imperdonable entre académicos. Llegué a convencerme de que había que esperarlo todo del fracaso.” Un Gombrowicz blando, melancólico e historiográfico que parece la viva imagen privada de un profesor argentino generación-Piglia excluido a perpetuidad de la cátedra. Reconoce a Mondolfo y Astrada como “tipos de primer nivel”.
     Bien al contrario de lo que predica este monstruo de las razones de la crítica-ficción made in UBA for USA, WG hace un uso de Morente como Borges hacía uso de Mauthner. Trabaja una especie de borgismo trash, versión camp del enciclopedismo e insolente del diletantismo bibliotecológico (ver “curiosismo de inglés”). Una historia de la filosofía organizada desde el art brut, también.



28/7/10

[odio tribal y tachado = arte involuntario -Centro-]

[Centro]

26/7/10

-Un poco de bonapartismo Völkisch no me vendría mal ¿no?

24/7/10

Deberían valorar mi esfuerzo habida cuenta de lo difícil que es entrar por la claraboya. Mucho más difícil intentarlo, ojo.

23/7/10



[Entre Tablada y La Sexta - Mudado]


[La Tablada II - Muro norte Gabino Sosa - ¡Cheeee!]







[La Tablada -palimpsesto de ascenso - Av. San Martín]

22/7/10

Ya no se suicida la poetita de mierda
_____va a la rave.

21/7/10

EL BLOGGER COMO TROLL


El Troll es la estrella de la Blogósfera y Comentarista Anónimo, Homero. Quienes les abran sus puertas están condenados a convertirse en personajes secundarios. El Troll interviene, habla, con la impunidad del que calla. Introduce la lengua del enemigo en la lengua del ausente. Su aforístico arte de la injuria puede tirar a la mierda 2.500 posteos del pobre chamullero de pantalla. No subraya: tacha. Viene a ser como el Lector revertido. ¿A quién se le puede ocurrir darle voz y voto a un lector? Se deberían escribir, para probar, largas novelas intervenidas página por medio por puntuales Trolls. El Troll es un heredero liberado del lector insatisfecho, que tiene la oportunidad de expresar su sentimiento de estafa y repudio afincando su trinchera en medio del texto. Por la figura del Troll, el Lector malcojido se redime. Vejatorio o irónico, es el enemigo hospedado en casa. ¿Alguien puede no pensar como Gombrowicz?: “cuanto más torpe y estrecha es la opinión tanto más se nos vuelve importante”.

El enemigo es la anomia: ausente, anónimo, cagón, ¡ese es el enemigo! ¿Quién le teme al adversario? El Troll huye con un arma entre las manos; su vigor es femenino, la fuerza suave, las habladurezas, la huida agresiva (WG de nuevo), el poder incontrolable del esclavo, del cobarde, el lado B de la democracia. El verdadero enemigo nunca está a la altura de las circunstancias.

Es imposible bajarle los dientes al Hombre Invisible.

El Troll es el Otro, Genio del Mal, es el Miedo. Es el Receptor-que-emite, el que te hace llegar tu e-mail sin RE:. Siempre existió. Todo va bien hasta que llegan los lectores. El que no escriba para el Enemigo, escribe para el Troll. El Troll es el Lector. Pero hay algo que es mucho peor: el silencio del Troll. Pobre de aquel que codee fuera al Troll. Pobre el que borre los comments. Pobre.


18/7/10


[República de la Sexta]

17/7/10

CONTRA CANAL (á): LA METAFÍSICA DE CORTÁZAR

Lo que en MF es pasión teorética, especulativa, en JC es pasión diletante por la erudición; en un lenguaje poco franco: donde MF pone verdad, JC pone saber. Lo que en MF es pasión filosófica, en JC es pasión cultural.

El furor de MF por “la Mujer” es el furor de JC por París.

Una Maga es una recopilación de rasgos femeninos ya cristalizados por toda la historia científico-filosófica y literaria de Occidente coronada por el surrealismo. En MF, aunque no supere del todo –o en nada– ese sistema obvio de conocimiento (¿quién lo haría?), es una actividad experimental. Donde MF es cosmólogo, JC es pedagogo.

Al leer a MF fascina leer una subjetividad patricia, el caso de una rarefacción hasta exquisita del universo semiótico de la oligarquía; al leer a MF también fascina leer la locura.

En cambio los escenarios de JC son tan pequeñoburgueses… Rayuela es el error de megalomanía de un cuentista maestro autoubicado en el lugar del escritor total, mayor, experimental, integral, que se propone la novela absoluta, al menos versión regional. Pero uno era un loco genial, lumpen cultural de élite, escritor equívoco, protoplasma de literato, científico autoproscrito; el otro un gentleman cultural, pequeño-burgués económico, un aristócrata exclusivamente epistémico, de código, un traductor: un importador, y un escritor profesional, normal, oportunista, talentosísimo, buen crítico, buen ensayista, articulista, cuentista experto e inventor (“innovador”), cultísimo, buen humorista ubicado en la mejor tradición del “suelto” argentino, de la obra menor. Como cuentista, obrero-empresario; como escritor menor, gran improvisador; como intelectual literario, casi filoso. Como autor total, como Grande (la mayúscula la saco de los traductores de Seix Barral del Diario de WG), un fiasco, un fiasco equivalente a su éxito. El lirismo melanco y grafomaníaco de Rayuela es el anticipo de lo peor de Cortázar. O sea de aquello que lo impregnó todo y lo cuelga hoy del canon Canal (á). Cortázar rasurado de Poe y de Jarry, de Michaux y de Littérature, de Kafka y de MF, convertido al falso neocostumbrismo sicobolche y al neosencillismo cool. Parece imposible leer Rayuela sin leer la descarada voluntad de alta cultura de la media clase media nacional.

Otra cosa son las espesuras de la nada.

Son mejores las novelas de Sabato.

No pretendo formular la exposición de ningún hallazgo para sumar al consenso al que tanto aportaron los Piglia, los Aira, los –más acá en el tiempo– Casas. Se trata sólo de un ajuste de cuentas con el Taller Literario Para Señoritas de Mi Barrio.





-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


Foro fáustico-Kitsch de miseria a la filosofía, viveza epistemológica, patafísica nacional popular, metafísica nazianal pop, crítica en estado clínico, antipsicoanálisis en pantuflas, boludeces con criterio empirista de significado cognoscitivo, dadaísmo tragicómico, popestructuralismo de protesta, poemas platónicos, deconstruccionismo chabón, tango rolinga, paranoia ontoteológica, solipsismo de izquierda, falogocentrismo a martillazos, martillazos al falogocentrismo, esquizoanálisis microfascista, fenomenologías del transmundo, freudomarxismo new age, pragmatismo del reviente, pensamiento poco, yoísmo ayoico al pedo, hedonismo allende el principio del placer, diogenismo del doble discurso, cristianismo con Sade, say no more sin Tractatus, partuza del pensamiento abstracto, vitalismo funebrero, antifilosofía antipoética, surrealismo silogístico, peronismo gorila, menemismo progre, palo a la argentinidad y argentinidad al palo, rocanrol ello, existencialismo menefrego, hegelismo anarcodeseante, cross en la mandíbula a Kant.




Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...