
Sí, así dice ella, joven colegiala: “Me enamoré de un cínico”. Bueno, qué
vamos a hacer: culo, paciencia, esperar. Borges esperó toda una vida para tener
sus Obras Completas. Nosotros esperamos otra para no completar ninguna obra. A
cada cual lo que es suyo. Triste se la ve a la joven colegiala. Su culo mustio
sigue. Él le pide que lo levante, que vaya a un gimnasio porque así no van a ir
muy lejos. Sostener el culo para sostener el deseo. Es cínico, no fashion. No le pide que se haga las
tetas. Ella tiene tetismo infantil; pero a él le gusta. La falta de tetas
acerca la mujer al hombre, estrecha el contacto, canaliza la contigüidad hacia
el horizonte donde lo mutuo hace la unión, acaso invita a una leve
identificación o simetría. La mucha teta acerca la mujer al hombre, a los
otros. Otros hombres. Al fin y al cabo, la teta sirve para poco. Para la mujer
es una charretera, una medalla; pero él es cínico, no militarista. No
confundir. Poca o mucha la teta gusta al cínico. Pero la mucha teta hace a tu
mujer objeto de las miradas de los buitres. Otros. Otros buitres. De las
miradas es lo de menos. Las dimensiones de las tetas de tu mujer son
proporcionales a las de tu futura cornamenta. Todo OK con la teta, pero no me
nieguen que el culo es un bien más noble. Dejemos las tetas a las conejitas
Playboy. El culo inmigratorio-aborigen rosarino es inalienable, intransferible.
Qué desgracia para ella, “Me enamoré de
un cínico”. Ella, cristiana, educada en buen colegio con el sudor sostenido
de su familia acéfala de clase media provincial argentina. Cifró en su
anticinismo (o acinismo) su perspectiva de ascenso de clase. Una carrera en la
universidad como especialista en el Medioevo. Pero sin culo no llegará ni a
media Eva. (El clásico chiste cínico, perdón.) Claro, atorada en un sistema de
lecturas tan idiota, como el que induce obligatoriamente esa infame universidad,
ella jamás pudo leer un libro que le hubiera hecho ver esa otra cara de la luna
que le habría permitido desenamorarse del cínico para así conquistarlo o al
menos retenerlo. Se trata, ni menos, de Los
Cínicos También se Enamoran, escrito a mediados de los 60 y reescrito
–actualizado–
comenzados los 90 por el profesor Herecta. Jorge Luis. Jorge Luis Herecta.
Herecta trabajó por años en el Instituto Herecta (valga la redundancia),
recopilando y analizando clínico-deontológicamente casos de cínicos, observados
en su vida vincular sexual-emocional, a la busca de explicar “el misterio sexual del cínico”: ninguno.
Y créanme que lo encontró o no. Esto dicho en otro orden de cosas. El del rigor
de la lógica. Se deforesta al mundo por cualquier motivo.