2/12/10

LEAN A VIÑOLE


Artículo escrito como colaboración
a la revista literaria “
La Pija que Habla”




Omar Viñole puede venir a leerse con la muda voz de un terco y persistente moralista cínico-picaresco, aparentado con el cuentapropismo nischeano de café, el universal y clandestino cristianismo del desprecio, y el acriollado alegato crónico del dadaísmo-showman. En algo, en alguna intersección, parece tocar alguna cuerda que llega a Discepolín, o para el caso, a la moral privada genérica de la clase media argentina de cuna inmigratoria versionada por un self made man de la vida y las letras, parresiastés clasemediero, guaso ilustrado y distinguido.
Pero es un cínico, un aristócrata con olor, un señor estragado por la punibilidad de la desublimación lo sucio y lo feo.

Llama la atención su sintaxis. Llama más la atención sabiendo que es un escritor de los años 30 porque más parece –en algunas y ciertas cosas- una sintaxis contemporánea. Sobre todo por la velocidad y el desapego a las formas de construcción que se estiman más o menos correctas o decorosas. Hace que se piense en un tipeador velocista.

Uno puede creerlo, si lo lee suelto de referencias, uno de esos escritores sin público de estas fechas, un bloguero de esos de pocos seguidores, de esos que sobreviven fuera del canon sui generis de la blogosfera literaria made in Buenos Aires, sentado a escribir en una jerga prerroquera, lenguaraz y blasfema pero anacrónica.

Pero Viñole no escribe ahora. Escribió hace más de medio siglo, o casi un siglo.

Suena a ya aunque suena a bruto.

Bruto en el sentido de todo aquello que se organiza con desconocimiento o desatención, mejor dicho ajeno, al elemento sintáctico, léxico, temático, estructurado para reflejar los árboles genealógicos de influencias en boga, como si alguien pudiera escribir ahora, libre como un asceta suburbano, sin haber sido tocado por la lengua de los airanos, de los punk-peronistas, o por el orbe jergal de los medios masivos y de la prensa cultural.

Cuesta creer que alguien pudiera escribir tan bien –o en todo caso tan mal- por aquel entonces.

Porque parece no haber sido punteado por ninguna de las modas de ese tiempo pretérito, ni las formas sentimentales sencillistas y arcaizantes de los escritores de izquierda tipo Claridad o los Pensadores, ni los distintos cargoseos semibarrocos o ineptitudes experimentales de diversa índole de los martinfierristas y sus derivados.

De tan legible se vuelve obstinadamente ilegible la prosa de Viñole cada dos por tres.

Sus imágenes, metáforas, analogías y asociaciones derrapan por un surrealismo unipersonal y grotesco, que no se parece en nada a ningún surrealismo sino a la maquinita de diseño personal de un Voltaire diogenesiano o un Diógenes volteriano lanzado a zampar a la Rabelais pero en el mundo impasible de después de las vanguardias. Una especie de ética, o ética escritural, de autodesinhibición (del otro).

Hoy Viñole no entra pero tampoco entraría al parnaso de las literaturas serias- sea el de los que sólo pueden ser leídos por los estudiantes y profesores de las carreras nacionales de Letras, o sea el de esos estudiantes de letras que, teniéndose todo eso sabido, se imaginan leídos por intangibles lectores mediático-de la calle, parecidos a los personajes que dibujan en sus ficciones o que creen ellos mismo ser-.
Sin embargo podría ser enormemente leído, porque su sistema de desenmascaramiento y querella, desmentido shock y desprecio, tiene la propiedad de la época y lectores seguros.
Viñole es un humorista piadoso sarcástico e ilustrado que por su brutalidad nunca hubiera sido recibido por los brindis tipo Martín Fierro, y por su sofisticación impopulista, y tráfico ilegal de verdades a granel ungidas como trompadas –Viñole fue peleador callejero, performer viandante y eventual luchador de cach-, nunca hubiera entrado a una radio.

A diferencia de Barón Biza –un dandi maldito extemporáneo- Viñole no putea a su lector sino a casi todos los tipos sociales probablemente existentes.

¿Cómo alguien podía escribir tan bien?

– ¿O sea tan mal?-.

Aparentemente llano, en su prosa, y en su filosofía de protesta –un materialista circense entre perruno y estoico, un positivista desclasado- su vis incorregible se zambulle en un pastiche semántico esperpéntico y genial y alguien se queda pensando en que Arlt Oliverio y Macedonio eran tres escritores que atrasaban, que le iban a la zaga.

Viñole, como la infinita lista de escritores y filósofos de todo tiempo (ni citar a Platón y Deleuze), escribe como médico –reparar incluso en su léxico científico e inmunológico-, con la salvedad de que fue veterinario, y veterinario de humanos.






-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


Foro fáustico-Kitsch de miseria a la filosofía, viveza epistemológica, patafísica nacional popular, metafísica nazianal pop, crítica en estado clínico, antipsicoanálisis en pantuflas, boludeces con criterio empirista de significado cognoscitivo, dadaísmo tragicómico, popestructuralismo de protesta, poemas platónicos, deconstruccionismo chabón, tango rolinga, paranoia ontoteológica, solipsismo de izquierda, falogocentrismo a martillazos, martillazos al falogocentrismo, esquizoanálisis microfascista, fenomenologías del transmundo, freudomarxismo new age, pragmatismo del reviente, pensamiento poco, yoísmo ayoico al pedo, hedonismo allende el principio del placer, diogenismo del doble discurso, cristianismo con Sade, say no more sin Tractatus, partuza del pensamiento abstracto, vitalismo funebrero, antifilosofía antipoética, surrealismo silogístico, peronismo gorila, menemismo progre, palo a la argentinidad y argentinidad al palo, rocanrol ello, existencialismo menefrego, hegelismo anarcodeseante, cross en la mandíbula a Kant.




Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...