14/12/08

Elcanismo & Lacanismo



"Los demás perros -afirmaba-
muerden a sus enemigos, mientras que yo muerdo
a mis amigos con la intención de salvarlos
".

M. Onfray




1



Lacan y Diógenes no serían muy amigos, más allá de que uno fue el inventor del movimiento perro y se le llamó perro, y el otro se llamaba la-can.
Es que los perros y las perras son cosas muy distintas: “perras” más que nada llamamos a unas muchachas que se dedican como mucho al cultivo de la mirada del otro; cojan o no, por plata o por algún compromiso ético de otra índole, son más bien del gremio de las histéricas, y si hay algo que no son los perros es histéricos. El otro día leía un libro de una probable discípula de Zizek que decía: es más difícil para los humanos aprender la autosuficiencia, que para los perros aprender el lenguaje.

Naturalmente, Lacan era más un lobista del cinismo que del quinismo, del cinismo moderno que del cinismo antiguo, nadie lo duda. Si Dios no existe todo está prohibido y esas cosas. Un buen la-canino admitirá que los perros perrean para ser mirados; le ladran al Gran Otro. El perro como animal de circo. Para el fiel lacanino no se puede vivir afuera del nomos, de la politeia, de la socialidad y sociabilidad; y, por las dudas: no se debe. El can, elcaniano, decía más o menos esta estudiosa laperrista, es un ejemplo de “artista del hambre”, un desdichado cafquiano. Diógenes seguramente tan tonto no era. Predicaba la naturaleza; pero hacía circo. ¿Para qué vivía en la ciudad si no? Es difícil decidirse entre la histérica y el perro; las consecuencias a las que llegan los lacaninos, que evidentemente cultivan el cinismo moderno, el hacer como que, las formas del gran circo serio de la sociedad, suelen ser excesivas. Necesitan de un público que demande la autosuficiencia-social, la sociosuficiencia que nos libraría de la sociodependencia; pero se les va la mano muchas veces de tanto dar la patita. Palabra de un caniche cimarrón.



2



A propósito de los hábitos de satisfacción inmediata de Diógenes – la famosa paja pública o sus relaciones con putas o mujeres de histeria restringida – escribe Onfray: obedecer al deseo es la mejor manera de olvidarlo. Opuesta la prédica de los laperristas; se conoce su máxima adversa: no ceder ante el propio deseo.

Es la creciente lacanización de la sociedad en general la que hace que los perros puedan vivir cada vez peor en esta sociedad. Estos artistas de producir las faltas que quieren suplir saben salirse con las suyas. Como buenos cínicos modernos, lobeznos, los lacaninos juegan a dos puntas y ejercen el embrollo para mantenerse ilesos y salir airosos: dicen que no promueven una visión del mundo ni una ética universal; pero donde se dice no se puede escuchar sí. Esa es una ética que ellos mismos enseñaron. Para Diógenes enseñar es enseñar los dientes, otro asunto.






-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...