22/12/08

BIOGRAFÍAS A MEDIDA – CONSULTAR


(Ricardo Strafacce, “Osvaldo Lamborghini, una biografía”. Mansalva. Bs. As. 2008)





Luego de estar dos semanas encerrado terminé de leer la biografía de O.L. por Strafacce. Me fastidió la obsesividad por la data, la repetición insistente de citas o peor la transcripción de párrafos anteriores, el llenamiento insólito de páginas con minucias de todo calibre, la sintaxis chorizo con una especie de barroco en la oficina y la hemeroteca, el intercalado permanente de – decirlo así – juicios de valor personales con aparente voluntad de destacar (como sobreviviendo a la ineluctable fascinación que ese objeto de discurso provoca cuando no su análogo contrario y que cualquiera entrevería en alguien que se consagró una década a forjar este monumento gigante al archivo y a facturar mil páginas en letra chica) que se está ya fuera de convalecencia en relación a ciertas posiciones ideologemas tics de la época en que los textos aquellos se escribieron y comenzaron a leer o bien del osvaldismo en su ortodoxia fanática; o sea esas súbitas apariciones de una subjetividad autoral taxativa dada a declarar por otra parte su aparente falta rigurosa de capricho y anacronicidad en medio de una torrencial narración estricta y casi novelada al pie de los testimonios de los contemporáneos vivos y de las evidencias documentales existentes.
El estilo obsesivo cuando no es barroco es académico o las dos cosas, y es lo que estorba en este caso: un barroco no-literario y un academicismo extra-académico. Un gran porcentaje de las mil piezas que estampó Mansalva irán – tarde y temprano – a parar a manos de oportunos hacedores de papers, tesis, y producciones emparentadas en versión fast food para la prensa; por eso se entienden y disculpan algunas de las características infaustas referidas, un clavo herrumbrado en la boca de los que no aspiramos del todo a esas proezas. No quedó ningún detalle afuera, y eso quizá también tenga que ver con la confluencia entre el público posible y el ambiente de las personas reales invocadas directamente o no en el libro (“centenares de personas están de alguna forma involucradas en este relato”, cierra el prólogo). Lamborghini siempre fue – sobre todo – un relato común de un grupúsculo social bastante acotable. El Lamborghini según el sodero, o según el vecino del tío no existe.

Temo olvidarme de algún otro palo en esta flagrante oración.
Que sean olvidados entonces.

Ahora, que las virtudes de este libro las atribuya cualquiera. Seguro las hay demasiadas. Acá no nos dedicamos a premiar a los que ya recibieron su premio, sino a la zancadilla al vacío. Fragmentos apasionantes no solamente por culpa de las aventuras recuperadas de este penúltimo beato de la sagrada letra nativa y jactancioso nómada de la quietud nacional. Strafacce optó un poco por todo: convertir en literatura de nuevo a una vida consagrada a tal cosa, y tentar – balzaciano, lugoniano, o lo que sea y la mar en coche - una novela, o un gran relato, y a la vez no fallar a la referida demanda del usuariato profesional asegurado.
Libro anunciado desde hace unos largos años y esperado con aventurable inquietud por la barrabrava osvaldista del país (no mayor, pongamos, a la de Central Córdoba, seguramente; aunque con más capacidad de trasformar la realidad, la micro-realidad del campo cultural).
No sé si va a servir para “leer más y mejor” (página 12, prólogo) a esa ópera fantasmal clavada bien adentro de la vida de alguno de nosotros…; pero sí de otra manera lo ya leído o lo a leer. Saldrán algunos salvajes amigos desilusionados y otros suspirando con alivio esperado; otros quién sabe.

El justo yeite con el que Strafacce abre el libro en el venturoso prólogo: algo así como: ¿cómo habrá sido una persona que escribió así? O sea una derivación morigerada de eso que algunos ya apuntaron para contrarrestar el “¿cómo opera?” de etiqueta de los sobrevivientes del estructuralismo: ¿éste era o se hacía?; una especie de chicana en auge de los chismosos contra el antiguo despotismo textualista. Esa es la infalible pregunta automática y maldita del lector osvaldiano, del lector maldito que fuerza Lamborghini. Es de prever que este glorioso maniquí central de la vidriera irrespetuosa de la literatura argentina no saldrá indemne de esta circunstancia:
¡“una biografía”!, y seguramente no menos imposible que la de su maestro primordial: Fernández. Hace algunos años nos tocó leer la de Macedonio, que quizá por haber sido declarada imposible desde el vamos, o más probablemente por haber llegado demasiado tarde a la literatura – al estilo M.F. – se restringió a un formato normal. Ésta también faltaba personalmente ¿Cuántas de Borges hay que sumar para llegar al tamaño de la de Lamborghini? Como lloró Luis Guzmán, Lamborghini, muerto se salió con la suya – fue de hecho su pasión, el cafquismo inducido -: ningún escritor argentino jamás tuvo una biografía así. Lamborghini es el que la tiene más grande.




-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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