El estilo de Badiou, una
provocación apuntando a la lápida de Lyotard. Todo parece parábola, cuento,
relato. Una novela filosófica que se reescribe a perpetuidad. Un estilo de
monotonía brillante esplendiendo en la luz solar del Gran Sentido recuperado.
No los “mititos”, pequeñas cápsulas de fabulación confesional sin identidad que
organizaba Fernández; son –en jerga cordobesa– mitazos. Con Badiou vuelve la
filosofía después de Lacan. Como si el psiquiatra hubiese sido la última
personificación plausible de la antifilosofía. Platón regresa a Hegel, como se
nota a primera vista en esa maravillosa prosa ontológica que encierra todo, en
la que todo cierra, en la que todo se cierra, aduerme, calma, aquieta en la
restauración de la filosofía como platonismo. Platonismo después de la
superación de la metafísica, después del giro lingüístico, la
destrucción/deconstrucción, después del hombre desaparecido, de la
transvaloración de los valores, del imperio cósmico tripartito del cinismo, el
poema y los sofistas, de la muerte de Dios, la desintegración de la certidumbre
y el arresto de Seguro en la Comisaría 5º. El
Ser y el Acontecimiento es el Gran Libro-Almohada. Me duermo en él y floto
haciendo suelo del cielo. La epopeya megalómana de Alain Badiou debería leerse
como una reposición del confuso gesto de las Poésies del Conde de Lautréamont. Curiosamente, porque la gran
batalla es contra el Poema, pero es en ese mismo texto uruguayo –llamado las Poesías– en donde se anunciaba el camino
contrario a la convalecencia de Nietzsche, a la cura del platonismo: se
anunciaba, enunciaba, cantaba o contaba, la cura del poema –en este caso Maldoror (“mal de Aurora”, por otra
parte)–, por intermedio de las matemáticas, de la luz, del clasicismo y del
matema, por paródico o paradójico que sea (: “la poesía es la geometría por excelencia”). Con Nietzsche –en el
relato de A.B.– se corona “la entrega del
pensamiento al poema”. Uno de los actos terapéuticos en la convalecencia de
la enfermedad-Platón. Sanarse del platonismo es curarse de la verdad ejerciendo
el odio al matema: sólo sé que de geometría no sé nada, ni quiero saber. En
realidad de geometría, sabemos todos, como enseñó Sócrates. En cuanto a la
entrada en
“Es
la verdad lo que es hoy una nueva idea en Europa.” Lo tomamos como un
chiste: ontoteológico, omnipotente, ancestral. Un chiste lento es Badiou (“El teorema es bromista por naturaleza”).
Es un síntoma, una reacción, como la de Lautrémont contra Lautréamont, como la
de los poetas contra la poesía, como la de las multitudes de sofistas-oficiales
que agolpa la universidad mientras esperan cobrar su sueldo de
funcionarios-docentes del Estado. Un gesto tilingo, histriónico, glamoroso, un happening teorético más, la novedad
siguiente, una performance cínica
orientada a acabar con el cinismo, como hacen las performances de los artistas para acabar con el arte. Un poema. Un
poema mediando entre las Poésies de
Ducasse y el Poema de
“Nada
más natural que leer el Discurso del Método después de haber leído Berenice.”

