
La verdad que a MF se le podría instalar el eslogan que usa Badiou refiriéndose a Deleuze, a – optimista – lo que Deleuze no es, según él: un “pensador alegre de la confusión del mundo”.
Si, Macedonio lo es. Con creces. Pero… también es cierto… en el fondo… ¿quién no?
Pero Macedonio, ambidiestro (mejor: bizurdo) juega a dos puntas: efectivamente, como sueñan ahora sus nuevos hagiógrafos del campo juvenil-universitario nacional, crea un sistema, si es que alguna vez en el mundo hubo uno (¿qué es un sistema?), y por las dudas, diría, crea varios, boceta tentativas de sistemas; no tiene “Tiempo”: tiene urgencia; tiene urgencias no “paciencias”; total de eso, ya se lo imaginaba el master, nos íbamos a encargar sus secuaces póstumos. Macedonio tiene como 80 sistemas. Son sistemas-prólogo. Pero no pro-lógos, obvio. Y por la otra punta el quizagenio le va haciendo arte al místico, y crítica al místico (la crítico-mística), y, todo es parte de un gran sistema, más bien no un sistema sino un propósito, una estratagema, un des… propósito (léase esto en términos más o menos jaideguerianos: de un ante-pro-yecto a un anti-pro-yecto), nos va entreteniendo y entresoltando con su deliberado confusionismo, sus errores atributivos. Juega a dos puntas: o sea: es el único filósofo serio nacional, y el primer trabajador de la antifilosofía vernácula. Confutador del pensamiento (: “Impensador Mucho”) y pensador confuso, y a la vez: confusor pensamentario. La filosofía, trasladada al hogar de la enunciación. También: pensador alegre del dolor.
Hay un “todo” en M.F.: todo está desconectado.