2/11/08

"Luca Bebe"



(Sobre héroes de la heroína y tumbas de la gloria)






Con muy poco esfuerzo cualquiera podría imaginar el inmediato sarcasmo que hubiese escupido Luca Prodan si un interlocutor mediático de turno lo hubiese sindicado como “uno de los próceres del rock nacional” (http://www.lucaprodan.com.ar/). ¿”Rock nacional”? ¿”Próceres”? De entrada el sintagma “rock nacional” parece una broma macabra de la dictadura, un último manotazo de Galtieri por incorporar sectores sociogeneracionales lábiles a un proyecto publicitario de épica nacionalista de extrema urgencia. Que el rock argentino tenga próceres es raro, casi morboso. La metáfora pasa a veces de irónica; el rock fato in home se convierte en “rock nacional” y con ese fichaje destinal, con esa denominación performativa, está todo dado para que devenga en lo que parece ser: una epopeya y su épica adjunta. Y si el caso es el de un italiano que canta en inglés ya estamos ante un colmo. Antes la Casa Rosada criaba cuervos ahora aloja rockers de geriátrico. Monumentos en demolición – monumentos-Dorian Gray – que evocan juventudes maravillosas irrepetibles. Monumentos a Peter Panes. Para el kirchnerismo la juventud es maravillosa si fue. Primero si fue montonera o hizo cómo. Segundo, alternativa clase B: si fueron pioneros del beat o progresivo, luego llamado rock (rock era Sandro me parece); después de Galtieri: “rock nacional”. Dónde termina esta teodicea donde un juglar del ruido y la distorsión culmina en “prócer del rock nacional”: pasando los 50 tocando en el salón de la Casa Rosada. Cuando ya me empiece a quedar sordo… No es que está mal. Todo bien. Es que es. Ni San Martín ni Prodan sabían que fueron instruidos en rígidos colegios europeos para amerizar en la pampa como venideros “próceres”, en ambos casos ese destino les vino a posteriori de modo ajeno y ortopédico. La nacionalización del rock a veces se va de manos y mete miedo. Pronto Tanguito Cantilo y Luca reemplazarán con sus bustos a los presidenciales. Un cuarto de siglo atrás Fontova fue el primero en presentirlo. Luca Prodan no hubiese tocado nunca en la casa de gobierno; menos improbable es que su destino hubiese sido más privado y bastante más equívoco: el de un millonario paranoico exilado en su lujosa residencia abstraído de sus propias hordas rodeado de perros policías, caminando por su mansión mientras espera por su público, “los que se mueren de repente”. Pero Luca no vive, bebía. También quería ser un héroe, fue muerto por la heroína.







-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...