3/11/08

La Teoría de los Dos Fitos Páez




(¿Fito is dead?)



Es más entretenido
y más barato


La teoría de “los dos Fitopáez” es conocida, reconocida, y aceptada por casi todos. Al menos por una generación. Quizá decir, una generación con cierto vicio de abulia e hipocresía y que se sintió un día defraudada, defraudada por el ídolo. Hay dos Fitos Páez dice la teoría. Uno primero, otro después. El primero es genial, certero, infalible, abrumador, cautivante. El segundo se entrega; en el peor de los casos “se vende”. Se vuelve un poco chanta. Hace fama y se hecha a dormir. Mi amigo Poyo tenía un desarrollo más lírico de esta teoría. El “Fito Páez” original un día es abducido por un agente del poder extraterrestre – no se sabe con qué fin irrisorio -, que, para disimular su falta en la tierra, devuelve al mundo una copia en apariencias idéntica y en realidad berreta, relajada, tranquilizante, adaptada al medio, entregada a la rutina. Mediocre y adulta. Una versión local y deceptiva de una fábula ya elaborada por los Beatles donde el sujeto desaparecido era Paul Mc Cartney, aunque su secuela fue seguir al contrario haciendo una música pareja de por vida. Para mucha gente Paul Mc Cartney está muerto y Elvis Presley vivo.
No hay consenso unánime en cuanto al momento en que ocurrió la desgracia, el accidente de inflexión que introdujo al suplente tránsfuga. La clase 74 lo ubica en general en la era de “Tercer Mundo”. Pero sé que los más chiquitos todavía hicieron catarsis con “El Amor Después del Amor”. Hay una fase de la adolescencia en la cual los encantamientos preadolescentes comienzan a opacar, un advenimiento cínico que es un beneficio de desilusión que da la irreparable experiencia de la vida. Es mucho peor ser miembro de un club de fans que barrabrava o parte integrante de una torcida. El fan de alguien – en tanto que tal - es irremediablemente un imbécil y un imbécil feliz. Si un día cae un bólido desde lo real sobre su ser y se vuelve hincha en contra, se vuelve contra su amo icónico, ese día comienza a devenir en una forma peor: un imbécil infeliz. Alguien decepcionado por otro que sin embargo nunca le había prometido nada. Básicamente porque nunca le habló ni lo vio. Le imbecilidad es como la vulgaridad, un lujo. Un lujo al alcance de cualquiera.

Debo confesar que formé brevemente parte de un grupo de “Recuperación del Fito Páez Auténtico” en la misma época en que adherí con mi firma a una asamblea de “concientización futbolística” que bregaba por “un menottismo sin Menotti” que tenía una unidad básica en el barrio Refinería. El grupo aquél era una junta de flamantes ex niños empeñados en conservar en la heladera el esplendor de un embeleco posinfantil que hacía centro en la imagen de aquel Fito Páez rebelde y agresivo con antenas charlianas para captar los últimos modales pop (el de “Ey!” y “Ciudad de Pobres Corazones”), pero también un poco folclórico y prodigio (el de “Giros”…). Pasó que crecimos todos, el probable “Fito Páez” y nosotros, diez años menos adultos. El ídolo se asustó de estar al palo, vio cómo se iban muriendo Lucas Abuelos Mouras como un día Morrisones o Brian Jones, quizá vio de cerca lo que era ser Charly García; y ser un segundo Charly García o un García de la Segunda no era demasiado para tanto sacrificio. Un día hay que tratar de parar de crecer y sentar cabeza. Empezar a disfrutar la placidez mansa de quedarse al lado del camino. Es en general un destino rosarino. Para aburguesarse no hace falta quedarse. Para aburguesarse y retener la fama hecha quizá sí conviene haberse ido. La “Gran Fontanarrosa” no admite roqueros entre sus cultores. El “Fito Páez” cambiado también cambió de público. Es lo que quiere un artista popular, en especial un rocker, o lo que proponen como objetivo de mínima los managers: mantener siempre una misma franja etal como público, dejar que los individuos pasen. Crecen y se cansan. Cambió los chicos malos de la E.N.E.T. de fines de los 80 por las nuevas teenagers neomestruantes del menemismo. Lo que empezaba en cuanto grado yendo a la presentación de “Giros” en Sportivo América tenía que terminar inaugurando la era compact disk con “Tercer Mundo” regalándoselo al año siguiente a la hermanita a cambio de cualquier baratija (“Ace of Base. The Sign.”).

Después de todo escribir este tipo de crónicas por auspicio del consentimiento y el consenso generacionales, es más de eso, la ética mansa y tranquila de estar al lado del camino.







-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...