1/5/12

Lo que usted debe saber –o mejor no- para ser un perfecto antifilósofo




“Y es la pura verdad para todos nosotros que la mayor dificultad,
 aquella que exige de nosotros una creación,
no es la de descubrir y comprender a Nietzsche.
La dificultad es el saber, filosóficamente, cómo perderlo”.
Badiou


Dado que este blog entre otras cosas se ha promovido como un foro de proyección de la “antifilosofía antipoética” nos proponemos en principio dar algunas indicaciones de lo que no pensamos que es la “antifilosofía”. No sólo porque no cualquiera es antifilósofo sino porque la antifilosofía no es cualquiera. Desgraciadamente es ya una antidisciplina estrictamente reglamentada. No es cosa de insultar y ya serlo. No basta con agredir sistemáticamente a los obreros del filosofema para que te llamen antifilósofo. La antifilosofía ya está ganada de antemano por el espíritu de la seriedad, porque no es cualquier sanata ni empieza y termina con la primera o última trompada en la cara del buen licenciado. El antifilósofo no es simplemente el némesis automático del filósofo, su archienemigo por la archienemistad misma. De hecho, en relación a la amistad como asunto, no puede decirse que el antifilósofo sea un promotor de la enemistad –en oposición al filósofo como un cultor de la amistad originaria-. La frase lapidaria “amigos, no hay amigos” se escuchó en el lecho de muerte de Aristóteles, un evidente filósofo, y su reversión fue ejecutada por la noble mano de Federico Nietzsche (“enemigos, no hay enemigos”), patrono si los hay de nuestros compañeros antifilósofos. Usted podrá llamarse “antifilósofo” si gusta, para nosotros es apenas una onda. Sin embargo, para el gusto más exastista, la antifilosofía ya ha sido establecida como un concepto más o menos preciso convirtiéndose en un jingle de moda, ya para promoverla o prevenirla, gracias a los esfuerzos del marroquí y maoísta Alain Badiou, filósofo lacaniano –si se concede el oxímoron-. Porque el resurgimiento de esta bella palabra simpática se lo debemos también a Jacques Lacan, aquel divertido psicótico pro pater familias. Desde el edificio lacaniano el psicoanálisis es una actividad antifilosófica. Badiou ha tratado de razonar el borroneo conceptual de Lacan, y desarrollarlo de acuerdo a uno de los ejes principales de su grande proyecto, el de una filosofía lacaniana (por decirlo así un lacanismo invertido). Badiou nos habrá de enseñar que así como la antifilosofía se hace con la filosofía –y no sin ella, ni simplemente afuera-, la filosofía se hace con la antifilosofía (“siempre es la heredera de la antifilosofía”). En su esquema –el de Badiou-, filósofos y antis son contendientes caballerescos; más todavía: galantes, cortesanos incluso. Disienten en el consenso por decirlo en cierta forma a la manera de Bourdieu. El antifilósofo no es necesariamente un señor que les pega a los nerds o sale a cazar doctores pedantes mantenidos por el Estado. Puede ser un hombre afable e incluso dar clases, conferencias, ser licenciado, profesor, y hasta ser mundialmente conocido como filósofo. O sea no es necesariamente un bruto, un “filósofo bruto” –a la manera de Macedonio, según la interpretación de Diego Veccio-, vale decir un outsider del campo intelectual. Se diría que lo que no querrá ser es sacerdote, pudiendo ser profeta en caso de no hacerse simplemente brujo, pero nadie puede decir que la “antifilosofía” no tenga ya sus canónigos. De hecho según Badiou el pensamiento obligatorio del s. XX fue el que se levanta en contra de la categoría (o “voluntad” como le llamó Foucault parafraseando a Nietzsche) de verdad –esto es, a grandes rasgos, la sofística, pero también la antifilosofía-, ya en nombre de Wittgenstein, de Lyotard, o de Stalin o la dupla tétrica Hitler-Heidegger. Bajo este criterio serán posibles filósofos-profetas o filósofos-brujos de la misma manera que antifilósofos-eclesiásticos (Badiou los ve por todas partes, aunque creo que no sale mucho a ver si llueve). La rencilla darviniana entre profesores-sacerdotes y creadores-profetas –narrada por los estudios culturales de Boudieu desde el punto de vista de la lucha de clases “de campo”- es ciertamente indiferente al asunto (Badiou es ejemplo en sí mismo de filósofo-profeta y las aulas están llenas del ejemplo contrario, intructores-de-Bataille o Klossowski verbigracia). Ya vemos que la división entre filo y antifilo no es la oposición entre el orden y la aventura. Así como Zizek señala que entre los académicos es una impostura obligatoria declararse de izquierda (radical o progresista) para pertenecer, Badiou nos muestra que sofística y antifilosofía son el registro del pensamiento oficial del mundo vigente.
Según parece “antifilosofía” era apenas un hápax legómenon lacaniano –o sea aparece una sola vez en toda su obra- antes de haberse vuelto chic con la  recuperación de Alain Badiou. La palabra ya había sido común en la época de los filósofos de la ilustración en manos de sus enemigos religiosos antes de volver con el profeta del Dios Inconciente. Cabe Lacan se identifica con el “discurso analítico” lo cual podría llevar a rever el papel histórico de Sócrates por ejemplo (¿el padre de la antifilosofía?) –es decir el reverso del “discurso del amo”- o bien con el de la “histérica”, o sea el reverso del “discurso universitario”. Sobre la “antifilosofía” en el Siècle des Lumières, empuñada por jesuitas y tipos así contra los filósofos del momento, se puede leer alguna referencia en el Tratado de Ateología de Onfray, autor que predica contra el ateísmo cristiano y el cristianismo sin Dios servido de algo que llama “física de la metafísica” con las banderas de un ateísmo “materialista” que cruza epicureísmo hedonismo y Nietzsche, y que colateralmente combate a los antifilósofos contemporáneos en nombre –como Badiou- de la “filosofía” (los dos se dedicaron a repasar a San Pablo, pero el ateólogo lo deja hecho una piltrafa). Ya en un sentido contemporáneo prelacaniano “antifilosofía” vendría a ser un equivalente a filodoxia y sofística (según una apolilladadefinición atribuida al filósofo italiano Michele F. Sciacca es un “sistema del error” en contraposición al “sistema de la verdad”; la "sofística o filodoxia es el momento antifilosófico y satánico, interno al momento filosófico".  "La historia del pensamiento, del hombre, es una lucha continua entre filosofía y filodoxia”). En el poslacaniano de Badiou (para el caso más interesante que los que da Jorge Alemán, que no saca al término del “campo del Otro” o para decirlo mejor de la mera incumbencia del campo del psicoanálisis) no es lo mismo: hay una diferencia entre los procedimientos de los sofistas y los protocolos de los antifilósofos. El primero, el sofista, combate y niega la verdad desde la retórica (podría ser el caso –según Alemán- de Derrida, el gran deconstructor, antes de amenazar volverse a la teología del otro de Levinas); el último, el antifilósofo, la “destituye” y permanece indiferente a ella desde un más allá del lenguaje (es lo que le decía Deleuze cuando se carteaban: que no le gustaba la verdad). Con el sofista el antifilósofo comparte en todo caso y en principio lo más básico de su actitud, el antiplatonismo de base: que del lenguaje no se puede extraer la realidad. Antifilósofo no es nomás el que declara “el carácter alucinatorio del mundo”; más bien el que se pone del lado contrario de la adaequatio, o sea con lo real contra la realidad. “Llamemos antifilosofía a todo dispositivo de pensamiento que oponga la singularidad de su acto a la categoría filosófica de verdad” (Reflexiones sobre nuestro tiempo). Es borgeano “porque la realidad no es verbal” (Otras inquisiciones). “Es aventurado pensar que una coordinación de palabras (otra cosa no son las filosofías) puede parecerse mucho al universo” (Discusión); esa es su frase cabecera. Antifilósofos fueron antes de Lacan, San Pablo, Nietzsche, Wittgenstein, Rousseau, Kierkegaard, Pascal…
 A continuación para ahorro del trabajo de seguir a Badiou par lui-même, se pasa a glosar algunos detalles del siguiente opúsculo: “La antifilosofía yla transmisión del saber: producciones de un concepto lacaniano en Alemán yBadiou”, bajo la firma Carlos Gómez. El antifilósofo –se lee- desacredita la función teórica de la filosofía y ofrece a cambio algo más actual y radical cambiando el acto filosófico –pensar- por algo que no es pensable. Comparten los antifilósofos entre ellos algunos rasgos adicionales: escritura fragmentaria, certeza anticipada de su triunfo (sic), oposición a un determinado filósofo, cierta feminidad misógina y cierto cristianismo. (En boca de Badiou “antifilósofo” suena un poco a “narcisista” en boca de un ejemplar de esa forma clásica de psicoanalizado de tipo moral allí donde el psicoanálisis termina siendo un subset de adaptación al medio.) Es un histrión que apela al culto a la personalidad y trasmuta el oro filosófico en barro literario y autobiográfico (otra vez Borges: “la filosofía es una rama fantástica de la literatura” y “toda literatura es autobiográfica”). Por boca del antifilósofo no habla la Theoría sino su nombre propio (obviemos los casos de Kierkegaard o Pessoa, aquel de “ya bastante metafísica hay con no pensar en nada”, ventrílocuos de apodos); no ofrecen otra garantía que “una constante exhibición de la singularidad existencial”. Lo que les importa es “el cambio subjetivo que puede producir una idea, lo que nunca puede ser producto de una formulación racional, lógica, filosófica o conceptual” (Borges definió así al “quevedismo”: “el empeño en restituir a todas las ideas el arriscado y brusco carácter que las hizo asombrosas al presentarse por primera vez al espíritu” (Inquisiciones)). Si la filosofía es transversal a los “cuatro discursos” fantásticos de Lacan, la antifilosofía también. El antifilósofo también puede ser “un buen maestro” y “saber todo lo que debe saber” (Ella es bailarina) de acuerdo al discurso universitario-amo. Si acá somos borders o artistes bruts corre por nuestra propia cuenta y riesgo como diría un irlandés.
 Es posible que después de todo esto nuestro seguidor, el pequeño aprendiz de antifilósofo, prefiera volverse a la Academia, o al Liceo o la Stoa. Habida cuenta de todas estas precauciones, queda claro que allí encontrará quien le converse a gusto. El campo filosófico abocado en su momento al auge de la dificultad de descubrir y comprender a Nietzsche se aporta hoy al de la dificultad de aprender a perderlo de la mano de lo último en filosofía, la novedad del platonismo.
Coda: La antifilosofía –Badiou dixit (Conferencias en Brasil)- es más que una critica una terapéutica, y cura de una enfermedad llamada filosofía. Esa enfermedad con Nietzsche es el “platonismo”. El acto que opone Lacan a la filosofía para ponerla a prueba es el acto psicoanalítico, lo cual no dista demasiado de retrotraer todo el platonismo al momento inicial de la mayéutica socrática. Sócrates, antes de ser a Platón lo que Lacan a Badiou, en todo caso también curaba, no del platonismo que no lo había sino quizá de la sofística y del poema. Cierto que ese eventual Sócrates virgen de la mácula platoniana –el Sócrates Analista y no el Sócrates Amo- no podía ser “anti” de aquello que aún no era. Hubo que esperar para ello al Sócrates loco (o furioso según otros traductores de Platón); claro que el “acto” de Diógenes –primer terapeuta antiplatónico- tiene mucho menos de mayéutica que de performance, de happening o de piquete. Aunque a Badiou no le interesa ni se ajusta a los preceptos protocolares que formula en los antis, postulemos acá al perro como el Primer Gran Antifilósofo del Mundo.







-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


Foro fáustico-Kitsch de miseria a la filosofía, viveza epistemológica, patafísica nacional popular, metafísica nazianal pop, crítica en estado clínico, antipsicoanálisis en pantuflas, boludeces con criterio empirista de significado cognoscitivo, dadaísmo tragicómico, popestructuralismo de protesta, poemas platónicos, deconstruccionismo chabón, tango rolinga, paranoia ontoteológica, solipsismo de izquierda, falogocentrismo a martillazos, martillazos al falogocentrismo, esquizoanálisis microfascista, fenomenologías del transmundo, freudomarxismo new age, pragmatismo del reviente, pensamiento poco, yoísmo ayoico al pedo, hedonismo allende el principio del placer, diogenismo del doble discurso, cristianismo con Sade, say no more sin Tractatus, partuza del pensamiento abstracto, vitalismo funebrero, antifilosofía antipoética, surrealismo silogístico, peronismo gorila, menemismo progre, palo a la argentinidad y argentinidad al palo, rocanrol ello, existencialismo menefrego, hegelismo anarcodeseante, cross en la mandíbula a Kant.




Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...