22/3/10

INCONVENIENCIAS DE LA MÁQUINA DE CREAR CONCEPTOS



Me dicen, me vuelven a decir eso que ya me había hecho sonreír en aquel libro noventero de G. Deleuze: la tarea del filósofo es crear conceptos. Bueno, a ver. Uno no puede andar por la vida diciendo “yo soy el que creó el concepto de semirrecta existencial”, “ayer inventé el concepto de acefalía enunciatoria”, “patenté en el 98, antes que vos el de samplerización del intertexto en el neocampo del ensayo virtual nuevosiglista”… y no seguiré. Podríamos así imaginar una nueva fórmula de enumerativismo curricular consistente en cambiar los diplomas, actos de presencia y membresías por estos esperpentos cool. Más parece que el concepto aflora por cualquier parte, a veces imprevistamente, incluso por descuido, en el hervor de la anomia también, y ni siquiera en las manos de los auto-académicamente proclamados “filósofos”. No es sólo la nostalgia por otra heráldica, la de la mayéutica, la de la deconstrucción o la del martillo germano-polaco. O la del entrañable y siempre excluido de los beneficios sociales del gremio: la “fantasía lingüística desconceptualizadora”, esa actividad que se recomponía con la devolución de una “rotuladora incesante”, a saber un superávit terminológico que amagaba conceptos en estado bruto, como por accionar prestidigitatorio, y así como ofrecía su aparición los hacía chocar ente sí y desleírlos acto continuo con esa voluntad tenaz de autoironía, forma del pensamiento contra sí. Ah aquel ludismo patográfico, qué encanto, una tradición en filosofía argentina que nunca fue plagio y que nadie querrá dejar de ver de reojos. El concepto es demasiado grave, adusto, lineal; a veces llega a la torpeza por más glamour que luzca. Si queda en concepto-retruécano, vamos con las aposiciones: concepto-contrasí, concepto-solecismo, concepto-slogan, concepto-camuflado, concepto-uncool, razonamiento-birlibirloque… es mejor, mejor así. No el pudor a la metafísica, cuando ya se supo, que todo podría ser metafísica. La reserva cautelosa de un pudor ante el concepto, algo muy francés, demasiado para nuestro destino de pampa, seno fértil para la exportación de materias primas del arte del pensar, recelosa de las manufacturas que devuelven los traductores desde el centro del mundo.






-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...