22/2/09

Gomazos



(J. C. Gómez, “Gombrowiczidas”)


[W.G. por Betelú]






Desde hace alrededor de un año comenzaron a aparecer tesonera e inesperadamente a diario en algunos de los correos electrónicos que regenteo, de algunas revistas, páginas webs, blogs, y algunos otros despropósitos culturales o contracontraculturales en los que hago papel de – también - Cancerbero o Mercurio, unos e-mails firmados por Juan Carlos Gómez, más conocido en el medio – improbable – de los lectores de Witold Gombrowicz como “Goma”, uno de los discípulos, contertulios o antidiscípulos del inefable Conde Crápula eslavo-argento.

Todos los santos días empezaron a aparecer y abarrotar los correos con puntualidad de blanca palomita sarmientina.

No nos podemos quejar, nosotros ya lo habíamos hecho con rigurosa impunidad, ante el fastidio bilioso de amigos y otros extraños inducidos, obligados prácticamente, a jugarla de lectores. (El Lector es otra cosa, el Lector es mi amigo imaginario).

Ya habíamos inventado el género, el “mail filosófico” (ver “Circo & Filosofía”), de eventual ascendencia volteriana, y como a uno siempre le hacen lo que uno ha hecho a otros, tuvimos que aceptar ese destino de corresponsales-momia, de sordomudos recepcionistas esquelares, de lectores atendidos por su propio dueño.

Goma ya nos había fichado, ya nos había ubicado, como platónico sabueso de la Side-Ferdydurkista, y nos conminó a una pertenencia tribal: el Club de los Gombrowiczidas. Un virtual campo masónico universal-argentino compuesto por una miríada de torvas criaturas o subjetividades, afectadas ostensiblemente por el susodicho Maestro Antifilósofo que con sus sarcasmos y paralogismos pobló un día estas pampas y dejó aquellas estepas.

El Ateneo Gombrowiczida, nominado o fundado por la propia estrategia del mailing de Goma, parece que está formado por escritores, editores y demás operadores culturales famosos, minifamosos, y lúmpenes ocultistas y falsos como nosotros mismos. Los Secretarios de la Orden de Goma se ve que han hecho un vasto estudio de mercado que ha calado hasta en la más ignota campaña, en los pueblos de provincia del gombrovichismo ecuménico.

A Goma nada de lo gombrovichiano le es ajeno, y por lo visto es hoy en día el hagiógrafo total del peligroso polaco, no sólo su apóstol. Más que a la catequesis Goma se viene dedicando al rialismo-gombrón, a la faena del public relation post mortem. No solamente nos refresca cada día las relaciones y circunstancias de Gombro con sus contemporáneos antagonistas – Borges, Sartre, González Lanuza, Milosz, Witkacy, Santucho, Genet, Mallea… -, con sus conocidos ancestros culturales – Schopenhauer, Freud, Proust, Mann, Nietzsche… –, con el árbol genealógico de la literatura polaca, con la mesa de los galanes del Café Rex, con sus parientes chongos y vecinos; también nos comadrea sobre todo el mundillo del poder cultural argen (porteño digo), con el que Goma, en su denodada gesta desde hace unas cuantas décadas se las ha tenido que ver. Acá Goma da un paso adelante, o al costado, entra en el género de la batida, la versión contemporánea del duelismo viñasiano: el toma y daca del puterío. En este campo se las tuvo que ver con especialistas, muchos de los cuales han sido los promotores locales históricos de la doctrina martirologio y filodoxia del Sofista Jodón, del Cínico Histérico: Abraham, García, Aira, Piglia, y de ahí para abajo toda la camarilla que ha puesto a Gombrowicz, hay que reconocerlo, como lectura obligatoria de la Librería Argentina, toda esta sarta de maricas patoteros, derivados naturales de lo que alguien dio en llamar alguna vez “la casta del saber y la lengua”.

Goma, Gómez, aquel posadolescente estudiante de ingeniería atragantado por el Zeitgeist de Sartre, con malestar de protoescritor, que un día tuvo el gran evenement froidiano de toparse con Witoldo Gombrowicz, hoy un señor octogenario, cronista del 2.0, comentarista picaresco, compulsado a manipular ese puercoespín del legado vitoldiano, como un Diógenes Laercio monográfico en la era cabizbaja del Paper. ¡Dios me libre de haber conocido a Witold Gombrowicz! ¡Demasiada carga llevo por haberlo leído! ¡Camellos del gombrovismo somos! ¡Bovaristas usureros y anacrónicos! Agentes barriales, provinciales, pasadores endogámicos de la peste polaca. Qué suerte, pienso hoy, ahora, para mí, haber tratado en vida sólo a Fontanarrosa.




-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...