28/4/08

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¿Charly o Aira?


11/4/08

Airalogosis en un Cuadernito de Barcelona


1- ¿Aira para filósofos? La rarefacción de la reflexión, del pensamiento o, dicho mejor, del razonamiento – argumental -, motivo de susto, extrañamiento, impotencia filosófica; en el peor de los casos, sospecha y desgana para los filósofos. Es alarmante. Parálisis ante lo obvio y lo obtuso; lo obvio lo obtuso y lo maravilloso; la genialidad imperceptible. Filósofo disuelto, filósofo de la atención distraída.


2- Aira: bobo. Aira: genio. O sea el Bobo de Bs.As. y Quizagenio habían oscilado en un lugar (aquí risas desde luego): el de un viejito-cínico-entontecido. O sea no es imposible que un bobo y un genio ejerzan una astucia: la vejez como una forma de tal. Una sabiduría: la del saber-zorro y la del saber-viejo. Porque aunque lo Aira se parezca a la nena de las maravillas – “sólo las niñas entienden el estoicismo” - hay que escaparle al lugar del boludo. Lo naif como una astucia para correrse de la picaresca como manifiesta. No es la picaresca-Lamborghini : - la pijaresca[1] – con obsceno, ni la picaresca-Laiseca, con grotesco (Roussell no Rabelais sopla alguien. El surrealismo lato como fuente.). Todos los malos escritores que queremos imitarlo – inspirárnoslo – tropezamos con un bache en el que parece nunca caer: el grotesco. ¿Kitsch sin grutalidad? ¿Kitsch neosurreal? (los atentados a la Argentina contra la narración habían sido escritos como con un odio que semblanteaba un… lugar (en fin)… del escritor malo: lleno de bondad (M.F.), lleno de maldad (O.L., o la ternura imposible). Pero la niña perversa por naturaleza es narrador, fascina contando, aparentando contar, cuentos de los entes (Heidegger), haciendo cuentos con entes. Arte de narrar genuino, inocente – siniestro -, cínico-inocente, para el que hay que ser una nena. Alicia en el país.
Para ir hacia la astucia del “genio idiota” hay que encarar sus declaraciones, y a los juicios intercalados en. Alguien, un histórico, los arqueólogos de la naturaleza humana, podría juzgar como propio de la pos o modernidad, la circunstancia de tener que ser idiota que sufre el genio. Ya veremos quién pone a Lamborghini en el lugar de Sabato.


[1] Juan Alcorta, “La Picajesca Nacional”, http://www.cuentos.8m.net/tadeis.htm

10/4/08

Devenir Playmobil de Macedonio Fernández





De la Cultura-del-Malestar a la Odio-Tragedia por Simpatía



Hemos llevado a Macedonio Fernández a la frontera con el Kitsch. Hay que hacer el mea culpa porque es así. Guste o no. Y lo peor: gusta. En esto adhiero a la división que traza La Ética Picaresca de González.

Dos curiosas categorías sienta el capítulo I (“La conversación trágica”) de “La ética picaresca” promediando la página 50: “la conversación macedoniana” y “la conversación kitsch”, que son como un opuesto; o no pero casi. La conversación kitsch: recetas basadas en la perfidia la cargadita intencionada y simpaticona, el coqueteo con un segundo sentido que aflora monotemático. “Es un cántico triunfal a la perversión”. Se basa – al pie de la letra continúo glosando - en la permanente confusión dialéctica de lo bello y lo necio. Indica una impresión sobrecargada de las reglas de etiqueta entre lo solemne lo sentimental y lo ridículo. Su campo de acción ejemplar es la televisión. La conversación macedoniana (“fernandiana” me atribuyó un día este autor ante un probable suplicio compartido por perseverar tipiando ese adjetivo monstruo) “trata de decir lo máximo, pero omitir la figura del decidor”, supone la oclusión del sujeto de la enunciación, donde la conciencia tiene como único sentido convertirse en una fuga de sus propias posiciones, y es un acto lúdico que deriva en la ironía y en el hecho de que los hablantes están ausentes. Dice que es “una técnica propia del patriciado literario argentino” que “permite que el saber quede sin origen devorado por la ironía, luego que la omisión de autores permita la apropiación libre de ideas y por último, que nadie sea lo que es y todos sean lo que son”. “La conversación macedoniana es el reverso ético y crítico, el otro extremo imposible de la grosera conversación televisiva kitsch” (54).
Para Horacio González el trágico, el hombre trágico, en un mundo sin Hegel, no es más el héroe, sino el pícaro. Hay tragedia en la picaresca. El pícaro, entre lo noble y lo burdo, entre lo alto y lo bajo, puede servir a ambos reinos. Tiene dos reinos el pícaro: el macedoniano y el kitsch. Es una forma que prolifera más allá del bien y del mal; pero no de lo alto y lo bajo. La picaresca no es el reverso de la tragedia “sino un incómodo factor de complemento y entremezcla” (74). Al contrario del concepto jegueliano lo trágico es la compulsión a saber lo indebido y la repentina iluminación de que no-se-es-lo-que-se-es. Lo social es heterogéneo de lo trágico. El saber trágico es pura ficción de las vidas que actúan fuera de la trama social. La interpretación trágica es adversaria de la historia social. “La picaresca es la historia, literariamente tratada, de la inadecuación del sentido público a la conciencia privada” (90). En la conversación trágica el conversador no conversa, espía, acecha (69). “La conversación trágica es una picaresca que se les fue a todos de las manos. Irse de las bocas: como sea, la conversación trágica es también un modelo de sociedad, sin sociedad” (70). El secreto es la base del orden el orden del poder el poder de la subjetividad. El poderoso calla y no permite que el desposeído calle (E. Canetti). Lo demoníaco es lo reservado y lo involuntariamente revelado (Kierkegaard). El inconciente es la forma infinita del secreto. Quien no tiene secreto puede convertirse él mismo en un secreto. Como en ciertas mujeres, hay secreto por transparencia (Mil Mesetas). La conversación trágica es la que no puede dejar de confundir el secreto y el pretexto (68). El secreto es la forma cerrada y absoluta del pretexto. “La forma de la realidad tiene la configuración del pretexto” dice la página 119 (y se ve en esto una variedad de la vieja “Teoría” o “Doctrina” que hablaba de la realidad como una “pretextación de la conciencia”). Bajo este morboso cuadro de situación aparecen la “picaresca” y “la figura” del pícaro. Sino singular el del pícaro – según se lee – porque puede jugar a dos puntas; pero para los dos equipos. El “pícaro” está entre el santo subrepticio, el chanta anónimo, y el sorete camuflado. Y entre Macedonio y Su Giménez. Ved. Se dice que el pícaro “es el que puede fingir ser un ángel” pero también que en “el mundo picaresco se esconde lo alto con lo bajo, lo opuesto al mundo puritano”. “El pícaro es aquel que, expropiado del mundo del honor, vuelve a él no como paria sino como asumido comediante de las creencias. Es el último creyente en un mundo sin creyentes” (o sea puede esconder un fin puritano de fuga del mundanal ruido). El trabajo de la picaresca consiste en confundir los motivos colocándolos en un orden paradojal de esconder un motivo en el otro (79). El trabajo del pícaro es confundir los motivos de la acción. Esconde una meta alta con habilidades bajas. El orden picaresco – gloso y reduzco - apela a un despojamiento absoluto de las creencias. Nadie coincide aquí con lo que piensa y nadie es concomitante con lo que dice. El pícaro actúa en un mundo donde aparentemente no hay nada que interpretar. Cuando muere Gadamer florece el pícaro. Es el plus ultra de la hermenéutica (82). Aquí la verdad no es un efecto del poder, “es el producto de la caída impensada del entramado de las maniobras puestas en práctica para fundar identidades”. “El pícaro no vive en el caldo amniótico foucaultiano” (83). Respeta las normas sin creer en ellas, su lugar es el del que debe subsistir a través del ingenio. Mantener separados el sujeto del enunciado y el de la enunciación.
No se entiende. El pícaro esconde lo alto con lo bajo… ¿y también lo bajo con lo alto? Se vuelve acá a la tensión entre el parlar macedónico y la cháchara kitsch. Como toda alma amasada por el bios theoretikós Hegel detestaba la ironía. Gramsci también. Le oponía el sarcasmo (101). Acá, llegados a este crucial punto, el del “sarcasmo revolucionario”, uno debería hacer introducir dos “conversaciones” omitidas para mediar en este mundo polarizado, o bien: bipolar, en el que probablemente oscile la normalidad de la conversación universitaria local. Serían: la conversación diogenesiana, y – más cerca – la conversación gombrovichiana. De la segunda a la primera se transitaría desde un doble desmantelamiento de la posición macedoniana y la kitsch todavía dentro de la frontera verbal de un cierto arte – sarcástico - de la injuria a un avance inmediato a la materialidad de los hechos, al mismo probable fin. En otro libro este autor versa sobre la discriminación del cinismo “moderno” y el “antiguo”. Introito a la denominable conversación arltiana. No creo que haya “ciencias sociales” arltianas. Cómo hay “ciencias sociales” de lo trágico es un misterio. Una paradoja: no podría haberlas. El sociólogo trágico es una “figura” parecida al solipsista que escribe y al autista paranoico. Puede ser un desclasado de lujo que brilla fuera de quicio. Un héroe de la sospecha y un traductor del Genio Malvado a una lengua gremial y codificada, al salario de una jerga. Una sociología de la res cogitans al revés, o un sicoanalista sin sique. Bueno, todo eso ya ocurrió; pero puede ocurrir de otras formas. ¿Cómo decir?, ingeniosa, talentosa, en fin… resemantización del malestar en la cultura, en la cultura argentina, no en la cultura referida por los antropólogos que leía el profesor Freud, sino en la cultura en el sentido penoso del programa de Quiroga de los sábados, en el sentido del efugio, del efugio de la cultura. Se entiende, no.


(También sería medularmente picaresca la concepción de la escritura como una forma evidentemente equívoca por no decir simulada de habla. El mismo M. F. lo establece en una carta a – justo – Ernesto Sabato, apodado “Arnesto” por un polaco al que apadrinó, y visto como El-Hombre-que-Quería-Devenir-Estatua en una famosa Historia de Sarmiento a Cortázar. Conversar o conservar le decía M.F. conocido por la historia como el gran conversador y que dejó una sarta de conservadores de discípulos, empezando con aquel célebre por afiliarse al partido homónimo. La escritura siempre fue una lata de conserva o un monólogo con deuteragonistas. Efectivamente es la auténtica “conversación de un sólo lado”. Un lujo en todo caso del “patriciado literario nacional”, conservar conversando. Fundación mítica de los cidís de poemas y de los Borges orales, empezando por el tamaño de su esperanza. Scripta volans. La última producción reconocida en la línea de este linaje sería alguna novela de Aira que comienza siendo un volante, un papelito publicitario hecho por serigrafía para tirar por debajo de las puertas para promocionar algún servicio cultural, y que termina por expandirse zapallalmente engrosándose en una novela. El otro lado de “la escritura pícara” ergo, es el paper. Esmoquin de La Salada para lucir en la chance de una aspiración de ascenso social basado en la fácil capitalización simbólica organizada por el sistema estatal-curricular, aparato legitimador de las prácticas socializadoras de unos “nuevos ricos” del medio estado-cultural y del campo institucional del “saber”. Traducido al otro mundo de la escritura: el sino bipolar de lo trágico: la escritura trágica, en el campo orégano del saber, de… los sociales de la “ciencia”: la escritura macedoniana versus la escritura kitsch: el paper. Kitsch: el aprendizaje de una nomenclatura y una lexicografía para la salvaguarda gremial de un sentido rebuscado donde se alega el cumplimiento de un deber laboral bajo la férula profesional de un rigor y una seriedad de teleología nobiliaria: una aristocracia de mérito aglutinada por un conjunto de pequeñas instituciones que forjan la filiación de una nueva comunidad gregaria de lujo – gregarismo monacal - . Novelón teorético para la continuación posbachillerato del sentimentalismo cursi del sector intelectual de la burguesía media. Folletín del discurso especulativo. Best seller pop-serializado del terror anónimo del discurso universitario. Ahí vemos dos estratagemas bastante usufructuadas de dos generaciones bien distintas; la una con ese conocido abuso del “recurso al ensayo” que llevó a la escritura macedoniana a la frontera “crítica” con el aparato legal de la sabiduría oficial de los estamentos del Estado; la otra, harta de esos tropos de los viejos, formateada por las “éticas” del rock la televisión o las barrabravas, por el nuevo humanismo “inglés/computación” y readaptada a los lineamientos ortodoxos de la nueva universidad posproceso, condenada al “Informe para una academia”. Hay escritura, no metafísica. Hay picaresca. Sabios no; pícaros.)

9/4/08

Crítica Plebeya




Pirulo dice “no me olvido de una escena. Yo estudiaba filosofía pero quería además ser escritor. Alguien me dijo (a todo esto): estás condenado a Sabato. En fin. Era joven. Y tonto. Era alguien. Asistía de vez en cuando a las disertaciones magistrales de los pequeños grandes popes de la sabiduría crítica de la academia rosarina – a donde a Sofía le llaman saber -. En vez de ser un chupaculo del Gordo-Boxeador, como muchos de mis compañeritos, leía algunos de sus libros, de sus artículos, y hacía acto presencial en sus conferencias de tanto en tanto. Iba también a las de Oliva y a las de Rosa y los Porteños (que siempre venían a reforzar con sus dictados reservados para el final la sapiencia de los locales), y siempre lo hacía con cierta rescatable distancia. Me sentaba por ejemplo después de la fila diez seguro. A veces levantaba la voz pero sólo si sabía que – desde tal distancia – esos viejos amiopados no iban a inteligir mi rostro. Me acuerdo que una vez en la calle Maipú, en eso que se llama “Rectorado”, Nicolás Rosa hacía alardes de haber nacido pobre y en el Saladillo, un viejo barrio construido antaño por los ricos y ganado luego por los pobres”.

“Nicolás Rosa parecía un ser sacado de los diálogos de las obras de teatro de Oscar Wilde; incluso, parecía Oscar Wilde. Me parecía a mí, que entonces todavía leía a Wilde. Se me cruzaba por la cabeza, acaso, “El alma del hombre bajo el socialismo”; esteticismo, amaneramiento putísimo, y defensa del socialismo en medio de la literatura. Oscar Wilde o Bruno Gelber diciendo fui montonero. Era la perplejidad: que Nicolás Rosa fuera un muchacho de barrio. La perplejidad era. Rosa decía yo llegué a ser lo que soy (un señor exitoso), a dar clases en Norteamérica, a publicar libros y acaparar cátedras gloriosas, y nací en el Saladillo. ¡Se puede! Se puede pasar del Saladillo al hiperrococó de la glosotecnocracia. En su expansión del texto literario al texto crítico el latin barroco, obligado al canje crítico de obtuso por obvio, a la acumulación de lo ganado, al sueldo de los entimemas de la pedagogía, al arte crítico como defensa personal del lector a sueldo contra el ataque mortal de la literatura, y etcétera, cobra las formas de una especie de rococó. Posfreudomarxismo lacanolingüístico que en el límite mesopotámico de la pampa húmeda llegaba a un extremo impensable por un francés: Lezama convertido en Teofrasto”.

“Yo no nací jamás en el Saladillo. A veinte cuadras del centro se es siempre un pequeñoburgués, con mala suerte, empobrecido; de proletariado nada. Mientras el Presidente leía a Sócrates – el extremismo de la crítica (leer hasta en donde no hay texto) - nos condenaba a un lumpenismo inédito en la familia inmigrativa nacional, con matrícula universitaria. Todo el boato y todo el teorema, todo el código pudiente era posible hasta desde el Saladillo, pero no la literatura”.
“La plebe es manierista. La crítica es el manierismo de la literatura. La plebe de la literatura. Barrido y limpieza. Y Góngora”.


“No hemos querido decir nada, hemos dicho. Tributo también, por qué no, a Nicolás Rosa”.

4/4/08

El Solipsismo-de-Izquierda en el Campo de la Literatura


(Clase sobre “Literatura de Izquierda” de Damián Tabarovsky)



Del simpúblico al simlector: el Escritor-Solipsista - ¿El Diablo es el Lector o el Lenguaje? - ¿Escribir para un noúmeno?: academia, mercado, e intemperie – Literatura: Descartes del Genio Malo - Cervantismo de izquierda: Menard: muñón & regreso – No la “comunidad inoperante”: el lugar del Boludo-que-no-Levanta-Minas – El Übermensch: ¿ágrafo o escritor fracasado? – “El lenguaje”: una mercadería académica – Papeles de un inoperante común: el microfascismo contra sí mismo – La izquierda: una dificultad del facilismo -


Entonces, qué es imposible
¿la literatura, la exterioridad o la Argentina?





¿Habrá visto alguna vez Damián Tabarovsky al “escritor sin público”? ¿En donde: el Borda? Ahí deben vivir, deben de vivir mejor dicho junto con esos otros nunca vistos tal como llamaban Deleuze y Guattari al esquizofrénico de sus memorables loas. A puertas cerradas: el Diablo es el Lector no los Demás; los demás no existen. Era Wittgenstein – un pensador naif – el que creo que dijo que los solipsistas no tenían derecho a escribir. No dijo derecho probablemente pero queda mejor, y lo podría haber dicho cualquiera. Vamos a postular acá el límite extremo del “escritor sin público”: el escritor solipsista. Escribimos para él. Y bregamos a continuación por ponerlo de moda, ya que en el “campo de la literatura” el fin de la historia como mucho ha hecho que la literatura se revele como historicidad pura, como dice D.T., como “cultura”, como decantación de una lucha de mafias y corporaciones, como pura gregariedad recoleta, a manos siempre de un grupo de oligarcas, patrones de estancia, monopolizadores de seis o siete cátedras, de suplementos de diarios, de revistas grupales, y alianzas de editores-talleristas. ¿Y qué iba a ser si no? ¿Una telepatía por generación espontánea colgando en el éter? ¿Queda algún agujero negro en ese universo que no sea pavimentado o pavimentable por el Geist de la Academiamercado, Mercadoacademia? ¿Hay una longitud entre el sin público y el sin lector? ¿Es posible un no-show afuera del solipsismo, del no-you? Esto va ir dedicado entonces al Genio Maligno. La literatura – o sea la escritura – es un Método contra o a favor del Genio Malo. El mercado dice Tabarovsky piensa en el universo del Libro. La academia en el del Texto. Si todo es mercadoacademia entonces el asunto es: Solipsismo o Escuela. O el solipsismo o libros de textos. El gran todo mercado-academia se caracteriza por convertir todo lo nuevo en valor de cambio y uso – respectivamente -; en el desaforado consumo y usufructo de lo nuevo; es el orden. El cambio y lo nuevo no pueden existir porque son la tradición; sobreviven como deseo y pulsión: “el deseo loco de cambio”. Incluso el Libro para Sí Mismo como decía quizá el Único Escritor Mezzosolipsista de Verdad, es, escribir para sí mismo, escribir para el mi-mercado. Es lo que nosotros (los Solipsistas Federados de la República Solipsista de la Sexta) llamamos un par de años antes de que existiera el libro de D.T “el solipsismo de izquierda”. Pero nosotros (usamos plural mayestático porque somos solipsistas pero humildes)… ¡sí no teníamos público! La primera conclusión que hay que sacar se la dejamos al otro al Genio Malo: el Escritor Solipsista es en realidad un Genio Malo. Es malo: perogrullada necesaria: un escritor no tiene público porque es malo; es una garcha. Fusionamos entonces ahora a Berkeley con Lautréamont. Podemos aceptar que el Escritor Solipsista escriba; ¡pero que publique! ¿El Editor Solipsista? Ahí se convierte en el Solipsista Maldito. No lo leen… pero lo ¿maldicen? El ideal es lindo: escribir para la intemperie. Para ese afuera que narra T.. Pero a T., que más bien escribe para los lectores de Aira que van más rápido que Aira mismo escribiendo, para los lectores de Viterbo, de Nación Apache, de ¡Sudamericana!, de Perfil, de ese nutrido ingente nopúblico ¿cómo podemos creerle esa boutade de “Literatura de Izquierda”! ¡Tabarovsky escribe bien! Si la tradición es lo nuevo como dice D.T. el deseo loco de cambio debe ir a por lo viejo ¿o no? El verdadero deseo loco es Pierre Menard. Pierre Menard es la mano izquierda de Cervantes. Reescribe a Cervantes con la izquierda, o con su ausencia: con el muñón. Muñón y regreso. El verdadero escritor de izquierda es el escritor solipsista porque no existe. La izquieda no existe: la lengua es cervantina. El lenguaje no existe le contestamos a Tabarovsky, la literatura, al revés de lo que algún vienés dijo es la ausencia del lenguaje. Despotricar contra la academia es la academia, basta pensar en la editorial en la que publica D.T. para entenderlo. D.T. debió inventar, en su loco deseo, otra palabra, o una seña alguna marca, no sé, no “el lenguaje” para contrarrestar al público, un odradek algo. No hay lenguaje, el Escritor Afásico es el Escritor Zurdo. ¿Cómo es que hay un lenguaje sin “público, crítica, circulación, posteridad, tesis de doctorado, sociología de la recepción, contratapa, palmadita en el hombro”? ¿Dónde? ¿Dónde el lenguaje? Desear desear el deseo loco de nuevo es una cosa, otra es desearlo; una es decirlo; el deseo loco de nuevo es el suicidio. Mis suicidios se llamaría ese texto, como el famoso texto del suicida surrealista Jacques Rigaut. “La primera vez que me maté lo hice por aturdir a mi querida”. “La segunda vez que me maté lo hice por pereza”. “La tercera vez… Voy a eximirlos del relato de mis otros suicidios”…; aunque Rigaut decía que se suicidaba por tedio, por desinterés, no por curiosidad. El lenguaje es el mercado y es el estado, no basta con hacerle trampas. Hecha la trampa, hecha la ley, o mejor dicho al revés. Uno puede escribir una carta para el lector y no para el lenguaje; una solicitada, un mail masivo, hay un pequeño público, un micromercado. Pero escribir para el “lenguaje” ¡es un informe para una academia!... el lenguaje es una feria de las vanidades de cambio y de uso. No, Tabarovsky no es serio ¡es grave! ¡Es Sabato! El lenguaje es la gran hipóstasis, un espíritu santo, un fantasma, qué sé yo: no hay lenguaje para el que escribir: es el padre, es la carta al padre, la carta a la horda que mató al padre, el gremio de la fraternidad. Un ágape, un brindis. Un discurso peronista. El lenguaje es Perón. ¡El lenguaje es fascista! Es a puertas cerradas, es el Diablo, todo bien lo dijo Barthes, el portero. ¿No será mejor parar de hacerle trampas, sabiendo que la trampa es la ley, y hacerse Caballero de la Fe, Menard, o Superhombre? El que escribe para el lenguaje es el Falso Autista, un autista ilusionado, un autista del lenguaje o Crusoe Seudo. Si el lenguaje es fascista, si es la comunión el comunismo la volkgemeinschaft, la comunidad organizada o el peronismo o el barrio, se trataría de escribir contra el lenguaje; pero sería lo mismo. Una atención excesiva al Mercadoacademia para hacer todo lo contrario, ser el otro del otro. Pero aun así: no es el caso de Tabarovsky… El deseo loco de cambio y de nuevo, una pasión entre la histeria la hybris y la sicosis, quiere obrar una especie de transvaloración de los valores como dicen los traductores de Nietzsche, porque los valores en la literatura son dados por la academia – de uso – y el mercado – de cambio - . Pero como lo nuevo y el cambio son la norma, desea lo imposible. O es una pura histeria denegativa o estamos ante una voluntad de transgresión inútil, un canto a la gran neurosis al pedo. El Superhombre no tiene nada que hacer en el campo de la literatura como dijo Barthes. Queda la picaresca del lenguaje: hacer fulleriítas. Todo muy abstracto todo muy academia muy vanguardia muy museo. El Escritor Solipsista no escribe ni para la comunidad inoperante. Escribe para No-Salir-del-Lugar-del-Boludo. Para No-Levantar-Minas. Para los Analfabetos, para los Ciegos. Para los Muertos. Ese es el Escritor Manco-Nomunado, Manco-de-Izquierda. Y si hace falta que sea también Solipsista-Analfabeto, o Solipsista-Muerto.
O bueno: ¡¡Ni-escribe!! Pero la “comunidad inoperante”, además de querer decir cuánto que leí miren los lujos que me doy con estos sueldos, es una república platónica. T. es Aira + Deleuze, Barthes y la Francia entera. Es fácil decir que Tabarovsky escribe en calidad de universitario becado en París. Al contrario desde este pozo nosotros proponemos escribir el barrio, pero no como los bloggers neoperonistas del Conurbano Bonaerense, el zen-bodeísmo o cualquier tango-punk-chabón, sino como Estancamiento y Desastre. La literatura de izquierda es un producido sin valor o sea un texto no literario, un artículo del diletante o del loco. Un archivo Word eterno, amarillos fardos de ropero, o la tonelada de carpetas anilladas bochadas por todos los editores y los profesores del cosmos. A esto lo estoy escribiendo ayer, a esto lo estoy escribiendo nunca, a esto no lo estoy escribiendo. Ser un escritor zurdo es ser un escritor malo pero para siempre, salvo que aceptemos que lo sea escribir para un virtual mercado venidero, una eventual academia futura. Si Tabarovsky supiera lo que es ser un escritor de izquierda… es tan fácil: tan fácil no gustarle a nadie… [se va]

Con esto damos por finalizada la clase de hoy. Ojo no son Chistes. Esto es Teoría Pura. Teoría en Acto. Esto es Valet, esto es Verdad.




Profesor Quizaforro












-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...