22/2/08

Meditación Compungida en un Proverbio de Barthes



Contrariamente a lo que puedan espetar ciertos bienpensados de aula, o ciertos profesores comedidos, es más probable que el pensamiento (¿el qué?) obre más por slogans, estrellas fugaces lanzadas impunemente, que por argumentos consistentes, que, en definitiva, se apoyan sigilosamente siempre en algunos… slogans, llamables “hipótesis”, “principios”, “premisa mayor”. Los que preferimos más asentarnos en el misterio que en las pesquisas prefabricadas del artesanato de la investigación, solemos tener preferencia por la imantación silvestre de los “slogans”. En fin… Mora en esta cabeza uno que dejó de saldo Roland Barthes que decía que “el lenguaje es fascista”. Bueno, era una época donde las palabras lenguaje y fascista gozaban de una nueva juventud, no como hoy abatidas en su senectud reciente. Disculpen mi involuntad de exactitud. Vivo en lo real ¿qué exactitud me queda? De lo que no se puede hablar, mejor hacer silencio, dijo otro que escribió un libro que es el listado más serio y tedioso de slogans híper y seudo fundamentados, mejor dicho solventados por la garantía del “lenguaje lógico-formal”. ¿De qué se puede hablar? Porque poder se puede. Que las hay las hay. Mejor no hablar de ciertas cosas, otro adagio, ya no de Wittgenstein, de Luca. ¿Fascismo a priori? ¿Fascismo sintético? ¿Fascismo sintético a priori?
La cosa va más allá de una falange, de un grupo de imbéciles skinheads, del “microfascismo” del señor del almacén, del peronista y el antiperonista. ¿La palabra lenguaje acabará un día de estar en boca de los lingüistas, de los filósofos, de los poetas, de los histéricos e histriones que hacen las veces de tales, de…? Y la palabra “fascismo” es la otra vedette, en boca de politólogos, de jefes de márquetin de las manzaneras, de roqueros-chabón, de seudoperonistas y seudoantiperonistas, de sofistas de cuarta del cable, del dueño del almacén, de mí, de mi menor novena, de…

Barthes, viejo gay y pianista, ni “pensar en contra de uno mismo” se salva.

Sí entiendo; no quiero entender.

21/2/08

Paremos de Caretear...




Siempre es necesario cambiar un poco, ir virando. Como decía mi escritor preferido: pegar un timonazo de estilo. Incluso, de estilo de vida. Y a este año lo quise empezar con un nuevo lema:





¡Paremos de caretear por un año!





Así el otro día, noche de viernes creo, en típico tugurio hoy remodelado, reformateado a la onda-kirchner, prohijé uno de esos levantes semihebdomadarios a los que me tengo de vez en cuando acostumbrado en este destino de desublimado picaflor que arrastro en mi afán por esquivar el bulto: ventral, masculino o femenino. Así que a la minita le fui con toda. Resulta que era una cuasi médica que decía ir a un taller literario de uno de esos 15 escritores conocidos que hay en el mundito rosarino; conocidos en estos casos puede querer decir reconocidos por unas cien personas avisadas. Incluidos funcionarios socialistas. Bueno. Esta vez no le dije:

- Sabés que pasa, vendí el auto para invertir en mercadería o en una casa, por eso ando a gamba.

No, le dije:

- Si, yo escribo.

- ¿Ah, tenés blogs y todo eso?


- Siii… ¿queré’ vela?

- Si, dale, qué bueno.

Y sacó lápiz y papel y le di las direcciones de las peores páginas webs en las que he participado en esta vida, y en otras… Fue una prueba de fuego… sabemos que la literatura rosarina está hecha para levantar estudiantes de medicina, nadie quiere ser Artaud o Sade por estas pampas de porlan, y menos levantar después de eso. Pero yo estaba con mi lema.

Mi nuevo lema.






¡Paremos…





Nunca escribir fue un acto de modestia. Ni Sartre se engañaba con eso de escribir para salvar a la humanidad o farsas asá (“Las Palabras”, vetusto opúsculo que yo tanto quise un día lejano). Así que modestia aparte, la mina estaba conmigo; pero yo estaba en una pose muy Charly, y como volví a los fierros y a la Isla y estaba tostadito y en musculosa manejaba la situación con cancha. La onda-kirchner señala que en los otrora lugares alternativos ya se puede lucir de forma heterodoxa sin que pase a mayores (caretas y jipis: unidos y dominados); la estética todo mezclado todo mezcludo de hoy, que la izquierda es oficialismo y poder, y que ser progresista galianista de Venceremos y gastonpaulsista es chic, nos da un espacio más confortable a los dandis de la Sexta que naturalmente no lucimos a lo Baudelaire – además es verano – sino que nos gusta el look alternativo-aloalternativo como mentaba una vieja revista que, naturalmente, nadie jamás leyó en vida.

Así que me di el lujo; total ya estoy viejo, y harto del levante Express. Tiré toda la carnicería al asador… y en vez de transarmelá para arrancar para casita – pintaba que iba así – me seguí haciendo el Charly. Hacerse el Charly es rodearse de mujeres por el gusto de hacerlo y no para apuntarlas hacia el tálamo en tiempo record (esa era mi vieja ética: mamarme con mis amigos hasta las cuatro y media, fichando y lanzado miraditas ocasionales; y luego – en la hora en que el alcohol las hace asequibles - , si había suerte el Express y si te he visto no… y nada de andar mariconeando con minitas, que para hablar estaban los amigos; todo muy Tango…).

Así que le dije:

- Mirá flaca, leete eso dame el fono, después te llamo.


Pero las chicas, como pudo desprenderse de mi informe anterior están ahora en la tónica que yo profesaba antes:







Garche para hoy y hambre para mañana







Le llaman el touch and go, ¿no?


Yo ya no estoy para eso, no puedo delegarle todo al Viagra.



¿Querían el final?

Por supuesto llamé y atendió el Desierto.





¿Paremos de caretear por un año?



20/2/08

Elogio del "Ducto"



(“El ducto (Texto de discusión polilógica)”. Guillermo Pablo Bacchini. 2º edición. 2000. Rosario)




Ya hacía unos años, varios años antes, me habían susurrado algo del asunto. Un tiempo largo después, tal vez hace cuatro o cinco años, itinerando por el centro, en una de esas consabidas tiendas de usados del centro rosarino, en las que uno hizo su escamada cultura, di con este modesto librito misterioso denominado “El Ducto”, editado unos años antes en edición de autor y pagado a un precio ínfimo.
Son éstas las escenas gloriosas de la literatura tal como acá se la entiende.
Elogio del “Ducto”.
Elogio de una posibilidad del interior de la… literatura.
Elogio de un modo no aplanado por los monopolios de la propaganda editorial y de la figuración estándar de autor.
Elogio de una posibilidad inmadura del texto público. Elogio del texto imberbe.
Elogio místico de un posible de texto de impacto. Elogio de un modo subnónimo. De un modo en que esas coordenadas funcionan felizmente. Párrafo aparte para el proemio atribuido a Gustavo Freiberg, tendido para desbaratar los usos usurarios del paratexto encomendado a terceros. O prólogo. Y que es una experiencia separadamente, y la garantía de una criptomancia teorística fuera de demasiados quicios enteramente elogiable, y con cierto aire de familia.

Elogio final, al lector del “Ducto”.

Y cerrar con una cita de Aira, alguien que acá puede quedar desubicado:
Para escribir hay que ser joven; para escribir bien hay que ser un joven superdotado”.


18/2/08

Trampas Para Giles




Lindas las frases de Barthes. Como ésta: “Pero a nosotros, que no somos ni caballeros de la fe ni superhombres, sólo nos resta, si puedo así decirlo, hacer trampas con la lengua, hacerle trampas a la lengua”.

En el campo de la literatura, pienso, el Superhombre no tiene nada que hacer; es un campo minado, por el qué dirán, por la imposibilidad de vivir, por la envidia, por el Gran Otro, por la pasión por el éxito y el fracaso, por aparecer en cámara, qué digo, en portada y solapa, por… por cualquier cosa. Los caballeros de la fe, probablemente, murieron con el Quijote, o con Quijano. Cervantes los vedó. Es una trampa, probable. Mas ni siquiera de esas “trampas para rubias” de las que hablaba Fernández. Qué absurdo que alguien haya creído que la literatura sirva para “levantar minas”, o sea un ejemplo glorioso y eficaz de “Cómo conseguir chicas”. El rock-nacional y la radio, puede que sean. No confundir, confusos.

12/2/08

Barthes Obvio



Savater es un filósofo de moda; Savater es un filósofo divertido. Y aburrido. Usa anteojos rosa y panza de la edad. Dejó de lado el misterio y la mística semi-institucional de los franceses de los 70 para convertirse en un Ortega televisivo a la vuelta de un par de décadas. Entre algunas previsibilidades de demócrata bien pensado y filósofo de “Clarín” (¿o es “La Nación?) larga algunas cosas fuertes. Y justas. Dice ejemplo que los filósofos no se dedican a la filosofía sino a la filología, y es evidente que tiene razón. Es perseguido por la E.T.A. y por un grupo de estudio de tías cuarentonas revolucionarias de la Facultad de Humanidades rosarina. En España, parece, la filosofía es más peligrosa que acá. Los vascos fabrican etarras – no erratas - , y unamunos, y traductores de Cioran.
Barthes escribió que “las reglas de la literatura” – en fin… - son las de la lingüística, las de la alusión, no las de la filología. Los escritores trabajan con el segundo sentido de las palabras, no con el del diccionario y afines. Porque, dice Barthes, los escritores son descendientes de Cratilo y creen en el fondo que el signo no es arbitrario y que el nombre es una propiedad natural de la cosa. El filósofo, adusto, bien pensado, tolerante, demócrata, antitotalitario, antirrealista, no. Prefiere abocar su vida al martirio por el sentido recto o literal del enunciado. O por lo menos: hace como que. La lingüística y la filología, o lo que parece lo mismo, la literatura y la filosofía, tienen propósito adverso: las segundas reducir las ambigüedades del lenguaje – un propósito sin fin, de cobayo -; las primeras incluso producirlas, una especie de hipérbole general aplicada a lo real del lenguaje. Barthes decía que la literatura es una Crítica del Lenguaje.
“El grado cero de la escritura” cierra con la frase profética de que “la literatura deviene la utopía del lenguaje”. Será, dice alguien (no yo) que la filosofía, su institucionalidad, su sentido común, sistema ideologemático de su comunidad, plantea soñarse como la utopía de la filología. Entristece.


(Un buen título puede salvar un triste artículo profesoral)



¿La filosofía es contagiosa?

10/2/08

Master Yoda & The Joker: Un Encuentro (Im) Pedido





Chicas de Letras: no se dejen engañar por Piglia.


La versión “argentina” del Ferdydurke, anotó Ricardo Piglia, parece una lengua futura y una cruza de los estilos de Arlt y Fernández. “En cuanto a Macedonio Fernández – cito textualmente al mitómano y susomentado crítico nacional (o ficcional, es lo mismo) - habría que decir que es el único escritor argentino con el que realmente se encuentra Gombrowicz. De hecho Macedonio es el primero que da a conocer un texto de Gombrowicz en español. En 1944 publica en su revista Los papeles de Buenos Aires, el relato `Filifor forrado de niño´ de Ferdydurke. ¿Se habrán visto Macedonio y Gombrowicz? En aquellos años los dos vivían aislados, en pobrísimas piezas de pensión, seguros de su valor pero indecisos sobre el futuro de sus obras. En más de un sentido eran, el uno para el otro, el único lector posible. Se puede suponer casi con seguridad que Macedonio leyó Ferdydurke porque aparecen referencias a la novela en uno de sus papeles inéditos. Y en cuanto a Gombrowicz era sin duda el único lector posible del Museo de la novela de la Eterna; el único, quiero decir, a la altura del proyecto macedoniano”.


Quisiera contrariar el optimismo de Piglia. La idea de juntar a Macedonio con Gombrowicz es pavorosa. Es probable que Obieta, hijo y Brod de uno y promotor y ocasional editor del otro, lo supiera. Mucho peor que juntar a Spinetta con Charly. Desde ya.

Macedonio era el Maestro Yoda. Y Gombrowicz el Guasón. No fue necesario ningún meeting, sino más bien lo contrario, para que ese encuentro ocurriera. Metafísica & Forma. Esa mezcla ya es la literatura nacional. Piglia puede pensarla. Otros más bien la hacen.



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...