8/7/07

La Causa del Cínico


¿No entiendo, o no quiero entender?



("La Ética" de Alain Badiou)









La única verdad es lo real
Perón leyendo los Seminarios


a García Ponzo



De la Metafísica como Mal a la Metafísica-sin-Desastre




Como era de esperar, tenía que llegar el momento en que el imperio de los filósofos de la sospecha, de los filósofos del lenguaje, de los filósofos crípticos, de los filósofos loquillos, entrara en merma. El pressing de los honestos hombres de la universidad se hacía irresistible, se sentían incómodos teniendo que sostener esa mole embarazosa de significaciones que no cuajaban demasiado con sus mesurados estilos de vida. La resurrección del pragmatismo, siempre más modosito que esos galos seudopeligrosos en el papel de teóricos del hampa, con sus neotolerancias y liberalismo civil (no-salvaje), es un ejemplo. Otro es Badiou, un hombre que se dice pla-to-nis-ta, un hombre que dice saber de matemáticas. Podemos comenzar a respirar un poco más tranquilos. Esto es a primera vista más digerible para un empleado del sistema universitario, un señor que hable de platonismo y matemáticas y no de trasgresión, alcohólicos, esquizofrénicos, o de defender a los fuertes de los débiles.


Volvemos a recitar una vieja pregunta que se formuló a la vuelta de casa: ¿Es necesario ser-bueno para ser-filósofo? ¿Eran Malos o Buenos Lacan Althusser y Foucault? Es la interrogación con respuesta adjunta que lanza Badiou en su prestigioso opúsculo llamado “La Ética”. ¿Eran pregoneros de la resignación a lo que hay, de la indiferencia al destino de la gente, de, en definitiva, el cinismo, el alarmante cinismo, el cuco-cinismo? No dice Badiou, eran “militantes atentos y valientes de una causa”. Del bueno y el malo, al cínico y el fidel hombre. Hay demasiadas sospechas en torno a las bondades de eso tres sabios extintos y páginas acumuladas a ese propósito[1]. Olvidémoslas hoy, empero, y sigamos con Alain. ¿Qué eran entonces estos prohombres de la Idea francesa? Eran fieles dice su amigo. Y fidelidad y causa para Badiou suponen ética verdad y acontecimiento. ¿Pero eso qué significa? ¿Abolir el lado oscuro de la luna, la condición proteica y escindida? ¿No se es fiel y cínico a la vez? ¿O el mundo se divide en Fieles y Cínicos? Fiel es el Antianimal que conceptúa Badiou. El No-ser-Paralamuerte. En tanto que tal. El “Inmortal”.
Recuerdo una frase de Borges que no recuerdo sobre la inmortalidad. Decía algo así como que siempre hay alguno que se cree el primer inmortal. Y Alain Badiou hace de la inmortalidad una filosofía. O una filosofía para inmortales. No es ni la inmortalidad cristiana ni la inmortalidad macedoniana en la que podría acaso haber pensado Borges en ese momento. Contra el “vacío del hombre desaparecido” de esa forma parcial del macedonismo que fue el fucoltismo y su furor todavía en vigencia, y ante el enigma del Supermán nischeano que no se supo nunca muy bien qué era dibujó su Inmortal, que tampoco parece ser ese sujeto de la especie al estilo del mezzodarwinismo de Schopenhauer. Es… es… ¡es un Platonismo!. Es a diferencia del depredador-víctima una entidad capaz de “entrar en la composición del devenir de algunas verdades eternas”. Tanto la Bestia Vitalista como el Serparalamuerte hipocondríaco de los jaideguerianos están más allá del Bien y del Mal. En cambio esta forma novedosa de “platonismo”, que no se ve por qué no es un relativismo, alienta por lo tanto una Idea-de-Bien sin embargo antitotalitaria. O sea…re… ¿relativista?
[2]
¿Relativismo como eternismo singularista?


La “ética” normal ante la que adversa la de Badiou es religiosa: tiene un concepto negativo y victimal de “Hombre”. Pero para Badiou sólo hay ética de. De los procesos singulares de advenimiento de verdades. La ética de Badiou entonces no es religiosa pero es ontológica, si lo ontológico tiene que ver con la verdad, y en este caso la verdad tiene que ver con los valores. El no-valor – la “economía” por ejemplo – es una voluntad de nada, de muerte, nihilismo negativo-pasivo en Nietzsche básico. Se sabe en realidad que separa verdad de ser y sentido, y deja el ontos a la “matemática”; o sea que es una ética no ética pero no ontológica · La ética badiuísta como ética de las verdades propone, tal como la piara epicúrea procuraba la evicción del dolor, evitar el Mal, esto es, el simulacro, el terror, la traición, y el desastre.


El Mal es terror traición y desastre. Y simulacro. Algo parecido a aquello a lo que los campeones de la Escuela de Viena llamaban “metafísica”, un vicio que, básicamente, consistía en expresar lo inexpresable, nombrar lo innombrable, es tenido por Badiou como la forma ejemplar del desastre. Querer la nominación de lo innombrable a cualquier precio – dice – bajo la condición de una verdad. Eso es el Mal y el principio del desastre. La democracia flagrante, la que existe, es el Reino del Estado Cínico, relativista; el Emporio del Sofista. Hay que sacar al Filósofo del lugar del Sofista. Y a Lacan, Althusser y San Foucault. Foucault y Deleuze querían alegremente ser metafísicos, fantasmofísicos se decían. No se trata de poder o no erigir una metafísica de acuerdo al sino de una fatalidad. La metafísica es posible – al contrario del autoengaño positivista, una metafísica denegada -; incluso es posible sin-Mal. Metafísica-sin-desastre. Badiou prefiere la palabra filosofía, aunque se sabe por Foucault que el sicoanálisis también es una metafísica. El denunciado o descrito estado-cúlmine de la Metafísica no impide la invención de metafísicas singulares, ni obliga al Simulacro-de-la-Metafísica, o a la Metafísica del Simulacro, con su Terror su Traición y su Desastre. Si el Mundo está lleno de Fascistas no hay que incendiarlo. Es más: el mundo lo que está es lleno de Fieles. Hubo un día de la lealtad, y hay una ética de la fidelidad: ¡Avancemos! dice.





El Cínico & la Histérica: discontinuación de Badiou



Badiou nos dice: los sofistas actuales son los llorones de la otredad la tolerancia la diferencia el respeto a la multiculturalidad. El sofista bueno. El sofista cristiano-cantiano, el que dice que hay que ponerse en el lugar del otro. El todo-otro, el todo-al-otro. No hay una Gran Ética total o general. Hay lealtades. Tampoco dice: al amigo todo, el enemigo ni justicia. ¿Evita (o) Vive? El Animal vive; el Badiou evita. El “Mal”; evita el mal. La fórmula no es “ni yanquis ni marxistas”. Es ni cínicos ni cristianos. O de otra suerte: ni cínicos ni cantianos. ¿Hay un jeguelianismo reservado en Badiou, antitotalitario llegado el caso? ¿Una especie de afirmación de la tradición de aquello llamado Sittlichkeit, enfrentado a la idea de una Moralität inubicable?
Doble batalla: contra el Sofista-Cínico, y contra el Sofista-Religioso. Contra el Sofista-Cínico la lucha contra el Infiel, ¿una cruzada? Contra el Sofista-Religioso, una mezcla de Levinas con Cavallo, o sea el otro absolutizado y la economía como un destino y un novalor - especie de discurso-único del bien banal in fraganti - , la Lealtad-a-un-Azar-redoblado-en-Eterno. Un platonismo molecular. ¿A qué se puede dedicar un filósofo badiuísta? ¿A un arte de la sospecha orientado a discriminar el trigo acontecimiental de la paja simulacral? El filósofo puede defender una Causa, una Idea, un contenido. El filósofo es un faccioso. De cara contra el Mal (a saber: simulacro traición desastre), es un faccioso pro-Notodo. Un faccioso no un fascista. Cultiva una Verdad, y pelea por ella; dentro de un límite: el de la evasión del Mal. En realidad no es un faccioso; no se trata de adhesión a un hato sino a un hiato, ni fidelidad a un alguien. Más bien a un ángel, al ángel de un real. Fidelidad al acontecimiento. Fidelidad al agujero.
Encuentro, profiere en alguno de sus libros el escritor lacaniano de Junín Germán García (que lo agasajó en su caída a la Phampa), es una palabra que suele estar en boca de las histéricas. Interesa momentáneamente este uso bien pampeano de lo lacaniano, más cercano a un automatismo de la sospecha acaso antifilosófico que a los propósitos contemporáneos de hacer encontrar a Lacan con la Filosofía. Manto provisorio de sospecha y cachada para acercarse a Alain Badiou. Palabras afines – en esa boca roja- : fidelidad. Y en el teatro lacaniano teníamos –acuerdensé – a la Universidad, al Amo, a Lacan, y a la Histérica. Esta salida de Lacan del seminario lo lleva a ¿dónde? ¿El “Sujeto” de Badiou es el de Lacan, o el sujeto del sicoanálisis? Aparentemente no.

Dos adversarios, que pueden ser el mismo: los pregoneros de la indiferente resignación y “los sostenedores de la `ética´ y de los `derechos´”.
El “cínico” es… ¿el Animal-Inmortal? En tanto que Animal-Inmortal el Filosofo ¿qué es? ¿Un Cínico? El Filósofo, enton, no es “el Hombre”. El Hombre, antaño animal-racional, hogaño fiera-inmortal, es – gay-discreto o Klint Easwood
[3]– “Foucault” en cuanto queda atrapado (o atrapando) en una – como diría Sabato – encrucijada: el ejercicio del homicidio epistemológico (“Las Palabras y las Cosas”), y el reclamo de los Derechos Humanos (“último-Foucault”). Derecho a una tumba digna. El “Filósofo”, pues, habla – como diría Foucault mismo – como portavoz y grama de una Causa, de la vigencia de un acaecimiento de Verdad por el que fue coptado, en tanto que tal; o sea, que Inmortal. No como Animal (id. est.: Victimavictimario). Y el “Filósofo” en cuanto “Hombre” ¿qué es?: un “Cínico” parece: un señor que sale a decir que no existe el hombre y que si. ¿Existe el “cínico”, o sólo hay formas, malversadas u óptimas, de fidelidad? ¿O sólo hay fieles? ¿Cuál es la Causa del Cínico? ¿El Cínico es un rebelde sin causa – un otro de dios cualquiera- o es que hay una causa del cínico? Axiomáticamente, sería la causa de las opiniones y los saberes en cuanto se encuentran – enfrentan - con un acaecer veritativo. Pero el pregón de la resignación a lo que hay y la indiferencia al destino de la gente – si existe ese ente configurado maliciosamente aquí - ¿no tiene fidelidad posible? Me quedaré pensando en eso, en el ejercicio y el arte de detectar al cínico, y tirar la piedra prima. ¿Quién es el Cínico? ¿Quién es cínico?





Encuentro con el de moño



Da la sensación de que hay una idea en Badiou que es de inspiración sicoanalítica y lacaniana. Badiou tiende a relacionar con probable tino filosofía y desastre. Deuda extraña contraída de aquella tradición que empezó con Sigmund Freud, que como debe de haber comprendido Deleuze, tenía tanta mala espina con los “filósofos” como con los “esquizofrénicos”. La sicosis y las filosofías son como el Mal del froidismo. Y esta idea pasa de una manera al inventor de la “antifilosofía”, un tal doctor Jacques. Sin embargo a tipos que Freud tuvo por filósofos Badiou tiene por antifilósofos; caso ejemplar Federico Nietzsche. Y entonces el “desastre” pasa a coyuntarse con los, más bien, “antifilósofos”; probable excepción en el propio Lacan. Así la “filosofía”, pasada por el sicoanálisis, se desparasita del lastroso desastre pretendiendo avizorar de nuevo una especie secularizada de remozada Idea de Bien, no exactamente la de Papá Platón, que fue el precursor y abanderado del desastre filosófico mundial. Desastre sería ocupar un vacío, no con otro vacío como hacía o decía que hacía Macedonio, sino con un afán de lleno, lo que para la malicia desacreditada de los froidianos es algo como una pasión morbosa por lanzarse del ruedo de las faldas al misterioso fondo del útero, la forma equívoca, fallada, de la filosófica preparación socrática para la muerte, Tánatos. Ora cosa sería la eu zen de resignarse a esquivarle al Mal.

Nietzche Marx y Freud se abrazaban invirtiendo al platonismo y a la par al sicoanálisis en los locos años del Antiedipo mancomunando positivamente a los filósofos con los chapita, los esquizos, codeando fuera al lacanismo demasiado humano. Badiou desinvierte al platonismo y saca a Lacan a la episteme y la plaza pública, al histeriqueo con el Eidos y la Ortosdoxa, esto es a una Weltanschauung, a ese lugar donde Lacanfreud decía-n no ir pero…iban. Un nuevo freudomarxismo sin freudomarxismo saca la chapa del doctor Lacan para escribir sus aguafuertes matemáticas.





Platón Platón
(Finida)



Un filósofo que hable de las éticas de las verdades y del bien asusta a los chicos malos como uno. Espanta.
Sentado siempre en los últimos bancos, el de los que leíamos a los franceses que leían a Nietzsche, acostumbrados al estilo “épater le Platon”, nos apoltronamos con decidida desconfianza para la lectura de un filósofo con tal catadura.
Deleuze un sofista contra las ominosidades profijeza de la multivosidad de las significancias en los discursos, en tanto hacedoras de la vil mudanza de la doxa y el fascismo del deseo; un sofista cultor del “concepto”. Badiou un platónico sin Topos Uranos, de la singularidad de los acaeceres. Se enrarece la cosa. Vista así, podrían estar del mismo bando. El Platonismo y el Invertido. El “Platonismo Invertido”, por lo menos en Deleuze, no es una “Antifilosofía”. Parece que eso dice Badiou. Deleuze contiene al platonismo inverso del maestro Nietzsche fuera del circuito de la práctica antifilosófica, ejercida por el mismo Nietzsche.

Siempre los filósofos se están queriendo ubicar en un lugar de privilegio, quizá no sólo los filósofos. Badiou tiene un cierto sentido épico, y cree en la herencia. Se declama heredero pero de los antifilósofos: Lacan, Nietzsche, Wittgenstein, cita. El siglo XX, se podría pensar, fue un siglo antifilosófico, con la chapa de la filosofía vendió, en sus nombres más conspicuos, antifilosofía. Badiou los recoge, recoge el legado de esos grandes forasteros y los asimila a una filosofía en certeza. “La filosofía es siempre la heredera de la antifilosofía”.

El gusto clásico que impone Badiou, tengan la seguridad, va a ser bien aceptado en esta época filosófica argentina, con todo el júbilo que los búhos pueden dejar traslucir en su talante inmóvil. Dice dejar hablar al sofista como quien dice a los locos hay que seguirles la corriente; dice perder al antifilósofo cuando la filosofía se recobra de su convalecencia, cuando “ha establecido su propio espacio”. Y uno puede sospechar que estamos en ese momento, y puede sospechar que, quizá, gracias al señor Alain.

Tiene un elemento álgido, ríspido Badiou. Un señor que todavía se dice maoísta, que putea contra el parlamentarismo y la economía de mercado, que invoca a la escuela del hampa frachuta (Althusser, Lacan, Deleuze-Foucault…), no es alguien al que uno querría así como así entregarle a su hermana como si fuera un promisorio y honesto abogado. Pero el M.O.F.A., el Movimiento Obrero Filosófico Argentino, sabe el arte del despistado, y saber hacer pasar por abajo esos deslices menores, esas notas de color del resto no filosófico de una vida filosófica, con tal de acaparar con albricias la llegada de un nuevo gurú de la Academia, de la academia en su sentido etimológico condescendiendo a su sentido flagrante. Alguien que con el aval de venir de ahí y ser del mismo palo, con gesto amigo nos convida a, sutil, gentilmente, codear fuera al sibilante o aturdido imperio de la desmesura de los poetas y los sofistas, de los Heidegger, los Niestzche, los Derrida, los Hermenéuticos, los Posmodernos, los…en fin. Y el que no sepa geometría, que se las pique a su casa…





Cachando flogistos
(Finida Bis)




El propósito de Badiou es restablecer una nueva retórica fuerte de resurrección del discurso especulativo-emancipatorio condenado por ahora a un expandido estado crítico mundial, a un irrespirable manto de sospecha en todos los campos del orbe; recuperar la dialéctica, sino la marxiana al menos la platoniana. Y nada de apelaciones maricas a la buena voluntad, al imperativo categórico o a la otra mejilla. Las formas del hedonismo, utilitarismo, vitalismo, cantismo, jaideguerismo, nihilismo, son retrucadas por la ética veritista. La comunicación, incluso, es doxa no verdad: abajo también los consensualistas comunicativos estilo Habermas, y abajo todos los que quieran creer en la creencia; es otra cosa: fidelidad: "Ama lo que jamás creerías dos veces". Y va con toda: dice Verdad, dice Platón, dice Matemáticas. Y le adosa Humanidad, le adosa Bien. No dice Poder; dice Emancipación. ¡Y esto en nombre de Lacan Foucault o Deleuze! ¡Puede ser una fiesta! Un sueño hecho realidad para el comentarista acá(en)démico nacional…
No me caben dudas de que el pensamiento de Badiou es de una ingeniosidad brillante, de un poder suasorio sobresaliente, y todo en términos puntualmente filosóficos e incluso neofilosóficos. Promueve, más que nada, el deseo doble de aniquilar al lacanismo y al fucodelecismo y a la vez de celebrarlos, algo que todos queríamos.
Siempre será una tarea facciosa, fracciosa, diría, la de discriminar dónde hubo un simulacro dónde un acontecimiento. Las guerras podrían producirse por ese motivo, porque uno dice esto fue un acontecimiento, otro esto al revés un simulacro. Para Badiou parece estar bastante claro, no para uno. Parece incluso manifestar una especie de Evolucionismo (o Progresismo) Acontecimental en la historia: la Revolución Francesa, la creación galileana de la física, Haydn, la teoría de los Topos, la invención de Schoenberg del dodecafonismo…
Un filósofo de la Fidelidad es, no por nada platonista, un filósofo del amor. Y de la amistad también, en una era – filosófica -que había sentenciado no sólo el vacío del hombre desaparecido, sino que “la amistad ha desaparecido”. La fidelidad se sostiene con el coraje dice Badiou, que por eso podría ser sindicado de – ya que estamos – neoborgeano, de profesar o propalar el culto al coraje. Pero Borges, humeano demasiado humeano, pertenecía a otra escuela, la que según Borges mismo iba de Aristóteles (sic) a Hume y James, los antiplatónicos. Pensando en los amoríos “consistentes” podría ser algo así como la viuda de Sartre, competidor con mango del Castor; porque para Badiou la mujer tampoco existe, consiste. Contra el auge antiguo de la cachuza “máquina célibe”, nos habla recuperando un viejo lenguaje aliancista de fidelidad como aquel años ha de “compromiso”. Pensando en lógicas de amigo/enemigo y de lealtades lo veo más bien de una proficua utilidad neoperonista. Un “¡Avancemos!” sin economía popular de mercado en la boca. ¿Cabe justo en la Era K.?

Agradecemos a Badiou
y a esta revista * la gentileza poco platónica y bastante filosófica de dejar respirar al sofista, que como tal acaso no pague con la misma moneda.





Luciano García Lange,
sofista sin cargo, cínico bípedo




[1] En la primera de las biografías que dedica Eribon a Foucault puede verse la semblanza de un filósofo al descuido de los demás, de un filósofo en estado de infamia, de un filósofo en la vergüenza y la clandestinidad. La microvida de un filósofo infame. Luego advendría su edad de devenir-Greta Garbo: el estado-vedette, que preocupara a aquel crítico severo de Deleuze. El filósofo con las plumas y el neón del espacio de aparición pública. Para Sartre, en algún momento, Foucault era un operador cultural-teórico de la burguesía. Otros dijeron que era tacaño. Falso vindicador de la locura y probable filósofo de un pop menefrego de corte helenístico. De Lacan no se han dicho cosas mucho mejores, brujo oscurantista y chanta monopolizador del la suma del saber, flautista encantador con los gongorizados fármacos gorgeanos más impúdicos. Althusser, asesino de su esposa y autor bipolar, furioso custodio de las impolutas estructuras y la idea remozada del marxismo científico y por detrás y a escondidas sempiterno poeta loco y romántico al grado de un Antonín. Es cierto, ninguno dijo al que hace el bien le va mal, como Sade (la percepción de Badiou parece parecida, es distinta: “toda voluntad colectiva del Bien hace el Mal”), ninguno propuso aniquilar con gas butano a media humanidad como Erdosain, por lo menos no a título del culto al Mal. Pero eso es el fascismo (incendiar al mundo, según Deleuze), no el cinismo. El cínico – en sentido moderno no canino – fomenta ideales que traiciona o transgrede en fuero íntimo o en otro lado. Estos hombres no tenían a cargo hacer la guerra al bárbaro (de eso se encargaba el pueblo francés a través de sus representantes gubernamentales), sino a cargo instituciones, y estaban instituidos con cargos. Trabajaban dentro del estado de derecho con salarios en blanco. La legitimidad del discurso filosófico – que manipula bienes simbólicos de fines emancipatorio-especulativos – supone de suyo una legalidad fundante, una dimensión pública. No eran Hitler; pero no eran Diógenes.

[2] De qué estaremos hablando es una buena pregunta.


[3] Cf. Tomás Abraham, “Batallas Éticas”.


* "Lektón".



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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