16/3/07

El Precursor de la "Crítica"




Seguimos la cadena y vamos por un nuevo Macedonio a estrenar, en el desuso del que nos están dejando los jóvenes de ayer. Nos gustaba la irresponsable eficacia de las consignas y habíamos aceptado no sólo que el fin de siglo sería deleciano como vaticinó el mesías de Vincennes, sino que el nuevo sería macedoniano, cántico de Ricardo Piglia en los 90.

Y ya, parece, no son pocos los audaces que se dedican a cultivar la lectura de Fernández como filosofía, o algo por el estilo.
Más bien es una labor bastante factible para el ocio de las nuevas comitivas de estudiantes y profesionales filosóficos del país. La idea del precursor prematuro de la nueva literatura argentina comienza a apagarse cuando esa novedad de la letra deja de ser nueva y esos nuevos se establecen en los nichos de una canonicidad ya entrada en años. Aunque podría decirse que, más que nada, Fernández indicó lo que había que no hacer para escribir, y que por sobre cualquier otra cosa fue, me parece, un precursor señero de un semantismo sintacticista que orientó o perdió a una tradición bien autóctona - mezcla de tango y filósofos franceses, borgismo sicoanalítico y él – llamable la Crítica Literaria Argentina. Macedonio Fernández precursor de la crítica, ese destino pampero y literaleño del co-barroco, o barrococó; “barroso” según Néstor Perlongher inmortalizó. Ahí la “prosa de mareo” con “sintaxis de mudanza” de la “oratoria del hombre confuso” fue posibilidad de leerse leyendo precaria y precipitadamente a Barthes Lacan Derrida Foucault o Magoya.

Y si hubo un “Macedonio” para cortazarianos y otro para lacanianos se viene – es probable – la invasión pestífera al campo orégano de los filósofos. No ya de “la filosofía” (no vamos a entrar en esa disquisición ahora), sino al mercado laboral de los licenciados filosóficos y sus allegados; a eso me refiero. Porque
¿qué se puede hacer salvo macedonizar la filosofía?


De Macedonio Fernández me queda en las manos un asombro viejo, y ciertos virtuosos vicios por inercia. Mientras yo miro para otro lado, que quede en poder de sus nuevos primeros lectores.







-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...