Acierta el poeta (Piro)
cuando justifica su novela: “narrar es
aburrido”. Es aburrido. Aburre hacerlo casi tanto como aburre leer
narradores en el 95 % de los casos (leer el Diario
de Poesía, igual aburre más). Pongamos a un Superhombre a narrar y sacamos
a una vieja de barrio, que es lo que hubiesen querido ser la mayoría de los
“narradores”. Hay un límite para la pasión por el chisme, el Chisme Universal.
Pero reduciendo al mínimo la historia, como en los casos de la novela
teorética, la cosa se maquilla, pero no cambia del todo. El aburrimiento no es
obligatorio, como mucho es necesario. Kafka: para narrar hay que saber
aburrirse, y tomado como de quien viene: un narrador de cuentos de media página
(son sus mejores) y novelas abandonadas a su suerte. Los pasionarios del
teorema guardan su reserva de chismes para la instancia del intercambio privado
en los pasillos de la universidad argentina. Siempre hay algo que decir, es el
gran fracaso de la literatura. La sabiduría express
que financian las academias estatales de Humanidades en esta tierra sirve para
bardear en bloque, trafican una materia retórica que nos facilita un ninguneo
del otro –sea el Llanero Solitario o el Solidario–
desde el punto de vista de la revelación (porque “develación” es algo muy
parisino) de su “lazo social” (vid. Twitter y sus precursores). Houellebecq
explica con fidedigna ingenuidad cómo la pasión sicoanalítica por mostrar la
hilacha del otro acabó en caricia: “Verdaderamente, creo que los seres humanos están
más explicados por su nivel y su posición social, que por su historia personal.
Y eso es muy violento. Si uno le dice a alguien: "Vos
pensás tal cosa, pero es normal porque son las ideas típicas de tu ambiente",
la gente lo toma muy mal. Prefieren ser explicados por una neurosis infantil o
por sus signos astrales. Pero si uno le dice: "Tenés la opinión típica de un gran burgués",
desprecian la explicación. Pero esa reducción a la sociología es sumamente
violenta, de una violencia inusitada”. Autobiografía Médica
habla sin embargo de “banalidad”, una palabra suntuosa que en una época se
tenía por galicismo. Elogio
o condena: Tabarovsky no aburre.
En Autobiografía
Médica se lee el contrapunto irónico entre la hipocondría –Dami, el
personaje– y el miedo a la hipocondría –el narrador, una suerte
de autocrítico severo de su personaje, que lo sigue en su insignificante
andanza para tirarle fruta permanentemente en medio de una tenaz predicación–.
Tabarovsky sabe insistir con ese lado de la prédica (Miguel Mateos: “nada es real, todo es ficción”) que deja
a veces vacante Aira, que siempre encanta extraviándose en el bosque hiperbóreo
de las epifanías surrealistas.
La historia se desarrolla en una probable
atmósfera de posmenemismo, de 2001. Dami es “consultor”, “sociólogo de
mercado”; padece unos cuantos males, hipocondría, e inestabilidad laboral:
es despedido y contratado unas cuantas veces, termina en un momento vendiendo
medias como un Tomasabraham de la baja burguesía lumpen. A Dami le interesan la
sociología de mercado y su enfermedad; al narrador la literatura y Canguilhem.
Los modestos accidentes de la circunstancia
de Dami se evidencian con hacer comulgar la catástrofe –cotidiana e
intrascendente– con la “banalidad” –la banalidad es un lujo para el
narrador, para Dami el sopor de su tragedia estable–. La
digresión apunta al centro: la literatura; hace sistema. Sociología
(consultoría) de mercado y enfermedad –por donde gira la situación de Dami–
son sendas analogías de la literatura. Y en ese vértice donde Aira supo
contrarrestar la carga posestructuralista revisando los manifiestos
surrealistas, Damián Tabarovsky recarga, y así se lo podría leer: como el
estado actual de aquella Doctrina (utilicemos jerga local) en una generación
intermedia victimizada por aquella época de marras encontrada a la vuelta de
La sociogastada, en tanto ejercicio
“autobiográfico” tiene una mesura que desconoce el tilingaje neoperonoide de
los blogueros ex editorial independiente. Se concibe como expiación
clasemedista. En eso es más borgeano que airano –Aira tiene algo de nenito maudit de chalet de provincia todavía–,
del Borges que argumentaba una pertenencia orgullosa a la “clase media” con un
criterio algo dudoso en su voluntad de inclusión (ni judío y menos italiano: un
euroexilado de linaje colonial).
Tabarovsky es una reserva de humor judío
dentro del hilarante gran circo peronista que domina el mercadito de la
literatura Filosofía y Letras (el mainstream
seudo under de teenagers after thirty) (parece que las alternativas son ser de
Letras o de Sociología), como una especie de intentona de restitución de las
potencias de Guinzburg en un campo dominado por Capusottos.
Finalmente lo asiste el pudor a Tabarovsky,
es cierto. No va a escribir la gran novela mala, inoperante, antipúblico,antitodo. Inventó
una formita –acaso como modulación regional de otra Gran Forma–,
su nichito, y con la fórmula en manos (al menos hasta esta novela que habíamos
decidido no leer hasta encontrarla saldada en Carrefour) va por la infinidad de
sus matices. Pero la novela tiene su propio sistema inmunológico y todo está
aclarado adentro: procura defenderse por sí misma creando sus propios
anticuerpos al interior del mismo texto. El histeriquismo sociológico tiene dos
corrientes molares. Como bien dijo: para los argentinos todo es peronismo como
para los franceses todo es deconstrucción (es un autor francés). La novela trae
de regalo una diatriba a la “poesía de los
(Es a favor.)
Interesante intervención sobre los “nenes de papá” en el negocito cultural
argentino: en los 90 se dedicaron a la poesía barriobajera (como dirían los
traductores españoles). A cuento para cerrar con esta cita:
“Calle 13 es Tabarovsky, Daddy Yankee es Cucurto”.
***
Guía
de subrayados modelo para el alumno: reconocimiento y
consultoría, p. 32 - dolor
sentimental versus dolor del cuerpo: deprimirse: lujo de la clase media, p. 36 - la
consultoría desafiando la fortaleza del yo: el consultor que se oculta detrás
de su obra, p. 41 - el
despotismo de la víctima: abuelos judíos sobrevivientes del holocausto,
exiliados argentinos en mansiones mexicanas, p. 42/3 - consultor
olvidado de hoy = consultor mítico de mañana: el consultor estratega joven
edifica la figura del consultor precursor marginal: su genio se infiere de su
capacidad única de reconocer el genio del consultor fracasado-olvidado, p. 43/4
-
descripción de la trayectoria de los nenes de papá en las últimas tres décadas
de la cultura argentina: 80: estrellas del under,
90: poetas, 2000: dueños de pequeños negocios de ropa y diseño en Palermo
Viejo, p. 50/2 - “si no sos paranoico te va mal”, p. 54 - cuerpo
y límites: el exceso indolente (crítica del reviente-representación), p. 73 - el
hombre invisible como “nuevo pobre”, p.
74 -
narcisismo, negación: amortización del fracaso, virtuosismo de la defección, p.
77 – literatura y enfermedad: lenguas de lo intransable, p. 87 - el
cactus: grado cero del consenso/diálogo/argumentación, p. 88 - la
teoría como praxis autista, p. 90/1 -
activismo solipsista: el surgimiento del self
made man, p. 96 -
mitología personal y agotamiento, p. 100 -
multiplicismo de la mismidad, monotonía de la novedad: repetición como desafío
del original, p. 104 - la
medicina es un intervencionismo a dos puntas, p. 105 - la
revolución de la banalidad, p. 106 -
banalidad: principium individuationis,
p. 110 -
tener obra social, límite inferior de la Mittelklasse,
p. 114 -
estupidez-don, literatura-enfermedad, p. 122 -
cuatro páginas en blanco (s/n).
