Famoso filósofo de la era pre-queer
que se reía de los chistes enumerativos de Borges había dicho que el poder es
ubuesco. También su socio –el Exupéry de la debilidad mental– nos señaló en
inmortal Tratado cómo la ontología de Sein
und Zeit había sido adelantada por Jarry. Si el poder, empero, es ubuesco,
la “patafísica del Sur” (García) marcha al son de la Marchita (no la frente).
El vandorismo de Jarry ha salido a la calle, amigos.
En las leyes que dicta el capricho está la fuerza de las cosas. Cuando muere el caprichoso, su física prescribe. Es lógica del bastón, que no es cetro, no transmite, como el de mando, no tiene pase posible, no es posta, ni extensión de sí mismo –al revés: el sí mismo es la continuación del bastón fuera de sí. Ejemplo de algo: Jarry no es el amo, el amo es el mismo y la fobia es milenaria. Como cualquiera de esos objetos de culto que la historia de la moda ha registrado desde Tales, la patafísica está en todas partes, por lo que se puede predicar de todo, por más say no more epistemológico que sea, nóesis del palo deviniendo via regia de la güevada, es un situacionismo que se desvive por el holos, como todo lo imperturbable. ¿Debe la patafísica finalmente cargar el revólver, pasar a la clandestinidad y ser su propio brazo armado?
Una vida entera de peronismo-simperón nos acredita. El culto del maestro y la hagiografía son una cosa, la rigurosa doctrina del azar de un coronel difunto otra. Pasa lo mismo que aqueja al peronismo póstumo, hermenéutica del vacío abierta en un mundo sin límites (Perón en griego es afijo aumentativo de límite). Algo no ajeno al cualquierismo del todos somos.
El peronismo (no el ‘peronismo o “de-Perón”), ontificada entelequia, de toda suerte –mala– ha estado obligado a una doble representación imposible: Perón por un lado, Pueblo por otro. Una diferencia, quizá.
Sangre negociada. A falta de pueblo, la patafísica. Desde otro ángulo de la estupidez mundial, el boludismo que a veces los patafísicos llaman patafísica (lo mismo: ‘patafísica) es un tic hereje que se conoce como histeria. Tipo de herejías cuyo núcleo doctrinario –o su pie ortopédico suplente– tiene siempre un centro que se corre, está tocado por la nebulosidad de ese jugueteo mayéutico tilingón al estilo Buena Pipa. Acá vendría a ocupar con su vacío otro vacío, como si fuera algo así como un lacanismo no sólo sin Lacan (porque el lacanismo es sinlacán) sino sin lacanismo, además de gratuito. ¿Qué es lo que se sobreañade a la metafísica? Una dimensión de lo descocido bastante parecida a la prometida por Nietzsche en la temible lengua alemana (más allá del más allá o culminación de la metafísica, se’gual para el caso) pero usurpada por la tilingomanía francófona. La diferencia es que la patafísica es transhistórica, cosmológica, u holoantropológica; ni siquiera es un estado de la mente, como en dadaísmo (“mongolismo autoinducido”, en el lenguaje de Feilling). Alfonsín les llamó “gatotextistas”. Se ponen como locas cuando uno los quiere agarrar.
Lástima que no figura en su decálogo de balbuceos éste que les quedaría mejor: la patafísica es la ausencia de obra. Locura es la obra. ¿Alguien no es un patafísico consciente? Busquenmeló.
¿Qué onda la patafísica, ergo? ¿Pasa del género chistes-de-viejo o puede servir para llenar algo más que blogs obsoletos?
La violencia –creo que escribió Sartre en el prólogo a ‘Patafísica Malaonda– es la patafísica recreándose a sí misma.
En las leyes que dicta el capricho está la fuerza de las cosas. Cuando muere el caprichoso, su física prescribe. Es lógica del bastón, que no es cetro, no transmite, como el de mando, no tiene pase posible, no es posta, ni extensión de sí mismo –al revés: el sí mismo es la continuación del bastón fuera de sí. Ejemplo de algo: Jarry no es el amo, el amo es el mismo y la fobia es milenaria. Como cualquiera de esos objetos de culto que la historia de la moda ha registrado desde Tales, la patafísica está en todas partes, por lo que se puede predicar de todo, por más say no more epistemológico que sea, nóesis del palo deviniendo via regia de la güevada, es un situacionismo que se desvive por el holos, como todo lo imperturbable. ¿Debe la patafísica finalmente cargar el revólver, pasar a la clandestinidad y ser su propio brazo armado?
Una vida entera de peronismo-simperón nos acredita. El culto del maestro y la hagiografía son una cosa, la rigurosa doctrina del azar de un coronel difunto otra. Pasa lo mismo que aqueja al peronismo póstumo, hermenéutica del vacío abierta en un mundo sin límites (Perón en griego es afijo aumentativo de límite). Algo no ajeno al cualquierismo del todos somos.
El peronismo (no el ‘peronismo o “de-Perón”), ontificada entelequia, de toda suerte –mala– ha estado obligado a una doble representación imposible: Perón por un lado, Pueblo por otro. Una diferencia, quizá.
Sangre negociada. A falta de pueblo, la patafísica. Desde otro ángulo de la estupidez mundial, el boludismo que a veces los patafísicos llaman patafísica (lo mismo: ‘patafísica) es un tic hereje que se conoce como histeria. Tipo de herejías cuyo núcleo doctrinario –o su pie ortopédico suplente– tiene siempre un centro que se corre, está tocado por la nebulosidad de ese jugueteo mayéutico tilingón al estilo Buena Pipa. Acá vendría a ocupar con su vacío otro vacío, como si fuera algo así como un lacanismo no sólo sin Lacan (porque el lacanismo es sinlacán) sino sin lacanismo, además de gratuito. ¿Qué es lo que se sobreañade a la metafísica? Una dimensión de lo descocido bastante parecida a la prometida por Nietzsche en la temible lengua alemana (más allá del más allá o culminación de la metafísica, se’gual para el caso) pero usurpada por la tilingomanía francófona. La diferencia es que la patafísica es transhistórica, cosmológica, u holoantropológica; ni siquiera es un estado de la mente, como en dadaísmo (“mongolismo autoinducido”, en el lenguaje de Feilling). Alfonsín les llamó “gatotextistas”. Se ponen como locas cuando uno los quiere agarrar.
Lástima que no figura en su decálogo de balbuceos éste que les quedaría mejor: la patafísica es la ausencia de obra. Locura es la obra. ¿Alguien no es un patafísico consciente? Busquenmeló.
¿Qué onda la patafísica, ergo? ¿Pasa del género chistes-de-viejo o puede servir para llenar algo más que blogs obsoletos?
La violencia –creo que escribió Sartre en el prólogo a ‘Patafísica Malaonda– es la patafísica recreándose a sí misma.
