21/7/09

40 Años del Eventual Camelo del Siglo








Entre creer en no creer y creer en creer es preferible no enfatizar. Incluso reventar. Básicamente ni siquiera veo por qué haya que creer que los otros existan; menos que menos el yo (a esto le llamo “mi” solipsismo sin solipsista). Que vivimos en un medioevo tecnológico, si: creo que me lo creo: como en el cine (la hipótesis, creo, era de Alain Badiou): todo es montaje; lo cual no es tan alarmante si se tiene en cuenta – por no decir que “todo es relativo” - una de las grandes lecciones de Nietzsche (que también como William James no pasaba mucho de poner new names for somes old ways of thinking): que todo refleja una perspectiva. Y cuando las fuerzas se concentran y mancomunan por la eficacia operativa y demiúrgica de los monopolizadores de las armas, bélicas y simbólicas, y cuando el destinatario de un acto - ya devenido pues complot - es un idiota colectivo o un feliz simple ganado por la inflexible voluntad de ilusión, quién sabe: cualquier verso rima y encaja. Es una hipótesis. Los hacedores de mundo trabajan con el verosímil, no con la “voluntad de verdad” de los desposeídos y desesperados del mundo, ni con los criterios de los decálogos morales de las ciencias, siempre singularmente transgredidos por la incurable doble moral de la que ni un pichón de Manual Kant se priva.
Si la banderita debía flamear o no, si debían haber estrellas en el firmamento para que las calculen los astrónomos que sobran en el mundo, si dejaron huellas de zapatos tipos que no hacían pie porque flotaban, si se les perdieron las cintas a la NASA como si hubieran sido las de la despedida de soltero del mozo que les llevaba el café a los monitoristas… yo qué sé. Yo no sé como funciona nada, ni mi equipo Sony, ni esta computadora en la que escribo; no sé qué es la electricidad, olvidé todos los libros de física, que nunca dejaron de parecerme una Biblia o un número especial de Anteojito del 9 de Julio y me duermo en el seno lácteo del bienestar socrático: que no sé nada, reverso de mi docta ignorancia. ¿El Hombre no fue a la Luna? Pero si el Hombre ni existe (Les mots et les choses). ¿No se habló por 2000 años de un muchacho que vino como hijo de una madre virgen y que se dio al vicio de resucitar? No somos señores; somos televidentes, somos brutos, comemos pochoclos, somos peronistas, antiperonistas, monógamos, demócratas, trosquistas, devotos del principio de identidad, pequeños pastores de ideologías, nihilistas, incrédulos, crédulos, salames, y estamos demasiado ocupados en no extinguirnos el mes que viene y en preservar algunas pautas de convivencia y algunos bienes básicos: una tableta de Rivotril, una caja de ahorro, un techo,
alguna amante, un par de tipos que por un instante nos digan que no somos absolutamente prescindibles. El llamando antaño “principio de realidad” poco más es que un vigilante que separa el gran sueño compartido de los sueños privados, los murmullos inconfesables. Aun así, uno, pueblo, quiere saber de qué se trata. Qué berretada la de Verne comparada con la probable obra maestra de Kubrick y Nixon.





-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...