
“I think I got it off the writer
Sittin' down by the rhythm review”
Hoy bajé las 9 sinfonías de L. Beethoven y las estoy escuchando. Dejé la música clásica como pasión desde hace unos diez años. Tuve mi época. Época de pequeño melómano clásico. Nunca me disgustó que recuerde esa música, pero hubieron unos años en los que casi solamente escuché eso llamado “música clásica”. Dos años como mucho. Tuve mis épocas de Zitarrosa y Yupanqui, mis épocas de Gardel y Rivero, mi época Goyeneche-Piazzolla. Tuve mi época Bartok-Stravinsky, mi momento Chopin que podría quedar dentro de la época clásica. Por ejemplo entre los 10 y los 15 años escuchaba tango musical, no soportaba mucho las letras. Luego fue más bien al revés. Tuve mi época Serrat, y en menor medida una momentánea fascinación por los arpegios y letras de Silvio Rodríguez, que hoy - no digo que no sea bueno pero – me suele provocar una depresión insoslayable sin Rivotril. En el campo de la música popular tengo mis amores anacrónicos: al piano puede ser, primero, Bola de Nieve, que un día, hace ya demasiados años escuché con azoramiento por primera vez en una radio cuando la radio todavía podía ser fuente de deslumbramientos; una época que no volverá. En medida menor, otro podría ser el Mono Villegas, aquel amigo de Macedonio. En la guitarra, hay cosas alucinantes como los guitarristas de Zitarrosa, o la increíble imagen de Paco de Lucía sonriente medio Monalisa mirando al frente como si nada mientras sus dedos dibujan lo inaccesible. Aunque no hay como Oscar Alemán, un proto-Prince criollo y casinegro de la era del swing que tocaba la guitarra bailando y de espaldas y la batería con los pies y sin batería. ¿Pero qué queda para mí de Mozart y Beethoven en esta noche final? Los equipos de música Sony, los parlantes Technics, están hechos para escuchar Cómo conseguir chicas, Dark side of the moon, Revolver, no la 1º sinfonía del Sordo. Cuando escucho a Mozart ahora sólo me acuerdo del Chavo. Poa poa poa. Pum, poa pum; poa pum: pum pum. Me acuerdo de las primeras lecciones del Pozzolli, el libro de iniciación en percusión. Y pienso que todo suena a tecladitos Yamaha sin sensibilidad, tecladitos pre-pianoforte. Cualquier ruido me puede más, los sonidos de la calle Colón. Cualquier cualquierismo. John Cage por Sun Ra o por el orangután del zoológico de La Plata. Para Mozart pongo a Paul McCartney. Y si no hay que ir al Mozarteum, al Círculo, al Auditorio Fundación. Ahí estuve un par de veces, con el carnet de mi tía. Ahí la cosa era distinta. Ahí sí sonaba el Yamaha, ahí sí el Pozzolli dejaba de ser un ejercicio infantil de lectura.