10/6/08

Nevertheless


(Tres posteos postergados en torno a la Causa-Deleuze)[1]


enviados o no a




DELEUZE Y LOS MODALES CORDOBESES

(Post 1)




Si la universidad te convierte en un idiota,
es que ya eras un idiota de antes
”.

Juan Terranova,
“Diario de un joven escritor argentino”



Debo hacer notar que me da bastante gracia, o espina, presenciar un foro de discusión bajo esta tónica, donde el idioma chino de la metafilosofía francesa de los sesetentas converge en una escenificación de cotidiano con un afán dialógico que asustaría hasta al más habermasiano de los espíritus, con una entrega total a la camaradería y con una cordialidad por entero abusiva. Son los modales del salón filosófico de hoy llevados al ensalzamiento y a este nuevo medio de…comunicación. Todo, en fin, para hablar de un artista filosófico – Gilles Deleuze – que no tenía mayor afecto por estas prácticas bonancibles. El asceta, el aristócrata, el esquizo. Quedamos en eso según Badiou ¿no? No entiendo; o no quiero entender. El discurso especulativo puede quedar en manos de los violentos, o bien como en este caso, de seres que se buscan en la posición de los ángeles. Retos del saber en el foro de una Sagrada Filía donde Platón la Verdad y Quien Suscribe nos atravesamos en el Logos sin erotoagresiones.


¡La “vida no-fascista” realizada!






¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO?!

(Post 2)



Deleuziano soy. Un canalla deleuziano.
Literatura = Rosario
Central
”.

Santiago Llach,
http://monolingua.blogspot.com




Hay que confesar que la – presupuesta - forma clásica del pensamiento filosófico, “la imagen dogmática del pensamiento”, una idea por otra parte demasiado general y asequible para ser refutada, viene encontrando desde hace tiempo su sustituta pareja. Al contrario el imperialismo filosófico - ¿occidental hay que decir? – se viste con otro atuendo, el de la crítica sistemática - ¿y por qué no “dogmática”? – de esa supuesta imagen canónica y cuasi sempiterna. La profusión exasperada de congresos y su reacción en cadena de papers dan cuenta de eso de forma en demasía evidente.
No digamos en este renglón imperial; digamos la imagen imperante de la filosofía o el pensamiento lleva de suyo sus formas exhaustivas y rigurosas, léxicas, estilísticas, normas del buen decir y de la buena convivencia, metodologías y reglamentos, de las formas de la citación al tamaño de la tipografía y de los márgenes del texto, instrucciones obligatorias para entrar a la comunidad filosófica cuya omisión lleva ipso facto a la drástica exclusión. Podría pensarse: todo es forma. Formalidad incluso. Es lo que queda; porque si ya no puede apelarse al recurso de la voluntad de verdad, al efugio de la buena voluntad, a la protección omnipotente de la ciencia, quedan, en fin, solamente estas modosas normas de urbanidad para ser aceptado como portaestandarte de una palabra de validez filosófica. Pasada la primera impresión, después de la edad del pavo del Asombro del estado de adolescencia filosófica, todo esto lleva a la abulia generalizada, al refugio de la vida profesoral, a la complacencia del permanente consenso, que se parece bastante al presupuesto de la voluntad de verdad, al tic burgués de refrendarse mutua y automáticamente el santo sacerdocio de la buena voluntad. ¡Y me parece bien!




NO SOY DELEUZE PERO DELEUZE NO ERA DELEUCIANO

(Post 3)


Me tiré por vos
G. Deleuze


Deleuze, o por lo menos hay que decir el texto general delegado por Deleuze, ha fundando una enorme escolástica, yo diría una topadora de sentido, una especie de dogma crítico, criticista, abrumador. Junto con los otros top-models de la filosofía francesa de entonces – que siguen siendo los cimientos y las vigas del pensar actual – han reorganizado el canon clásico (Spinoza, Nietzsche, Hume, siguen las firmas), pero eso sería lo de menos. Incluso dentro del mundo de lo que se suele considerar “las letras”, su función canonizante, es imperial. En la Argentina, a esta altura, en ese sentido es sólo comparable con Borges, con el canon que sentó Borges, y a la par de Barthes. No sólo entre lectores más llegados a la filosofía, y entre el lumpenaje del consumo literario que vive de los saldos usados y ediciones baratas de clásicos sin gravamen por propiedad intelectual, sino entre los profesionales o paraprofesionales adscriptos a las escuelas de Letras obligados a la actualización a ultranza. ¡Hasta Aira parece salir, deformación mediante, del canon-Gilles! Vayan a preguntar de dónde sale que tal o cual Perengano esté leyendo a Beckett Artaud Bataille Caroll Miller Jarry etcétera, y es probable que encuentren que, en el principio, era éste Deleuze el que les sopló la oreja. Tan común como ir a la casa de un estudiante de filosofía y encontrar posters con reproducciones de Bacon. Y lo peor es la casi obligatoriedad de los sistemas de lecturas imponibles con ferocidad impávida a quien sea que haya escrito por estas pampas de antaño u hogaño.


De “Me gustó” a “¿Cómo opera?”.



La bola de artículos en revistas o flotando en la Web dedicados a la consagración minuciosa al…al…dogma…al dogma deleciano es, como mínimo, pavorosa. La inercia de masas juveniles de pensadores new age conminados a explicar todo lo que pase por una ametralladora de consignas llamables agenciamiento rizomático…bla bla es para llorar, o reír de pena.

A todo esto hay que destacar un par de cosas: no sólo se puede vivir sin filosofía, sino que se puede pensar sin hacer tragar todo a Deleuze y su (neo) sistema meticuloso y comodín. ¡Hay que expropiarles la locura a esos invertidos de Platonismo! Hay que desadueñarlos del error, de la ignorancia, de la ilusión y de la mentira, y de la mala voluntad y devolverlos a su sano salvajismo.


Y si no, no.





Sr. Boboforro,
pensador del Paraná





POST-HUMO



El burocratismo que produce la literatura de Deleuze imprime una forma de desesperanza y tristeza; circunstancia como mínimo curiosa de un pensamiento acrítico impulsor de la hybris y del flujeo esquizo. Se nota fácil que Internet está infestada de impersonales monografías bajo un mismo gesto militante y aplanador. Es una moda como dicen algunos y también una tibia escolástica. Me hago a un lado, aparto de mí ese cáliz, y quiero que esto se lea como el dudoso testimonio de un lector cualquiera. Cualquiera por cierto más en el sentido de un neologismo de la lengua pampera que en el del evidente adverbio castizo; delación amanerada de un incierto pacto de lectura ahora evocado con la distancia del ironista que amortigua lo pasado a fuerza de inviables tácticas suasorias para alejarse de su propia lectura. Se puede vivir sin filosofía, y creerse otro.
Deleuze o una experiencia de lectura juvenil robada del tiempo consumador y cumular de la carrera académica, cual lectura salvaje pero proficua, furtiva pero de ahorro e inversión.
Deleuze contribuye a cierto colapso de la filosofía; lo que hizo colapsar es esa imagen del pensamiento que denunció. Después de tipos como Deleuze los “filósofos” de la periferia mimética han sido invitados a cambiar de hábitos, dedicándose a escribir que ríen, gritan, rumian. Deleuze sirve para apiñar un rebaño de profesores cimarrones probablemente presuntos. Dictado: transgredamos
[2]. Crescendo de malestar en las aulas. Más-sota, antiguo prologuista receptor del Gilles humeano, uno que reconocía un “atomicismo de la razón” allí opuesto a la lógica a la fenomenología y a la filosofía de la historia del jeguelianismo, alarmaba a la gente indicando una disyuntiva eterna cada vez que se escribe, decía: violencia o comunicación. La crítica – narraba - trasforma parcialmente la violencia de la literatura – ¡y la filosofía es una rama fantástica de la literatura! - en comunicación. No es ingratitud, Deleuze. (¿No hay filosofía para con el enemigo?). Además “Deleuze”, ese antiguo y morboso placer de un texto, es un fajo de papel de fotocopia. Ningún antropomorfismo, ninguna prosopopeya. Sólo lo quería hacer pasar - y con esto espero retirarme definitivamente (por hoy) de este género del arte de la injuria y la pavada total - por el tamiz de lo más íntimo para mí: la tradición local de la barrosa barbarie, barbarie rococó filosófica y nacional, en realidad perezoso artículo civilizatorio del país sin filosofía. Rerrecibir a Deleuze pasado por el brete vejatorio del mejor – peor – pensar autóctono, la metafísica de barrio, el criticismo circense de los polacos, el extravío y atraso nominalista de los bibliotecarios, el sicoanálisis salido a la calle del lacanismo automático; o el risible anacronismo paródico de una actividad peronista de fatigar la infamia que puede enunciar: gente imbécil los filósofos[3]
.


De onda che. Beso a todos. Crítica-ficción, un Piglia malo. Mantente en el mi-histerio, LEKTÓN…



[1] Hay que hacer notar que un tipo con la ambición ridícula de seguir usando el punto y coma, a más de las mayúsculas y eso, no ha de tener futuro ninguno en el campo del post, donde la lengua madre es una turra; pero no una lengua muerta.




[2] Y si hay algo en lo que no se puede creer y que me aburre a rabiar es el ejercicio de estas especies de denuncismos camp como el que acá mismo se realiza… (Nota de… no sé, uno que pasa…


[3] Tadeys cf., natürlich.



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


Foro fáustico-Kitsch de miseria a la filosofía, viveza epistemológica, patafísica nacional popular, metafísica nazianal pop, crítica en estado clínico, antipsicoanálisis en pantuflas, boludeces con criterio empirista de significado cognoscitivo, dadaísmo tragicómico, popestructuralismo de protesta, poemas platónicos, deconstruccionismo chabón, tango rolinga, paranoia ontoteológica, solipsismo de izquierda, falogocentrismo a martillazos, martillazos al falogocentrismo, esquizoanálisis microfascista, fenomenologías del transmundo, freudomarxismo new age, pragmatismo del reviente, pensamiento poco, yoísmo ayoico al pedo, hedonismo allende el principio del placer, diogenismo del doble discurso, cristianismo con Sade, say no more sin Tractatus, partuza del pensamiento abstracto, vitalismo funebrero, antifilosofía antipoética, surrealismo silogístico, peronismo gorila, menemismo progre, palo a la argentinidad y argentinidad al palo, rocanrol ello, existencialismo menefrego, hegelismo anarcodeseante, cross en la mandíbula a Kant.




Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...