8/5/08

Subrayado & Bastardilla: Lectura de 2 Novelas Nuevas



- Ejemplo de “la reseña para sí misma” -



Confiadas por ti, Romina, “La expectativa” de Tabarovsky y “Era el cielo” de Bizzio leídas casi en simultáneo no tienen mucho más en común que eso: haber salido al mismo tiempo. Y ser…, en fin, buenas. Comentarios que podrían deducirse o adjuntarse al negocio mercantil o personal de la obviedad sub specie información o pedagogía. Por lo que se puede tratar de una antirreseña, o humildemente de una no-reseña, o mejor casi, dado en principio que el periodista sin público, el comentarista homeless, free lance para sí mismo, es una figura patética, en todo caso de ultra-extrema-izquierda, una deformabilidad inconsecuente de los tipos que sienta el útil antimanual “Literatura de izquierda” (viene a ser un mensaje medio fuera de lugar…). Como saldo de lectura queda un detalle: la de Tabarovsky es una novela de subrayados. De subrayado automático. Basta revisar el volumen sobre el escritorio para verificar alrededor de 10 subrayados inevitables en 140 páginas en tipografía bien grande, un proyecto facturado entre otros propósitos para provocar ese tipo de tentaciones en la frustrabilidad del lector, en el lector frustrado, o sea aquel que deja de callar, o escribe, deja de leer, o por lo menos: toma un lápiz: amenaza metamorfosearse en una manera protoplasmática de crítico (no necesariamente se escribe para, como escribió famoso metafísico, vengarse de haber leído y tanto; pero sí necesariamente se escribe crítica. ¿No?)[1]. En la de Bizzio, en cambio, sería al vicio, salvo que hubiera caído en manos de un investigador ad hoc: en tal caso, el subrayar podría superar en centímetros a sus interrupciones. Aunque es una novela que mantiene, de forma inescrutable de momento, la antigua ética de las bastardillas, esa curiosa forma presunta de manipular por vía oblicua, o guiño-terror, una recepción o a un lector en ideal. Mantener, por lo tanto, privada a la novela tal de un esbozo de recensión con toque interpretativo, o: hacerlo en privado. No soy quién para dar un comentario.





[1] En realidad se trata de una forma menor del subrayado, que es una actitud profesional o adolescente, meticulosidad o fascinación devota que quién puede retener por muchos años… Se trata de su forma más apática y desafecta, un derivado cansino que mantiene un sujeto de la lectura híbrido a mitad de camino entre el teenager y el sabio; esto es: entre el comentarista y el lector, el lector puro: crucecitas o leves e irregulares líneas verticales a lápiz en el margen.



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...