29/4/05

El Artista Nacional



Decir no más


(1º Manifiesto a favor de Charly García)



a Luciano Coniglio,
artista




Narcisismo. Empiezo al azar por esa palabra infame y veré a donde me lleva. Eso es lo que hay en la estética Charly. Un narcisismo especial, un modo de narcisismo que no encuentro en otro. Pero un modo especial de ese narcisismo propio de la rock star norteamericana que en las pampas poco se permite salvo de modo más bien privado, y cuando se permite suena mal, gratuito, y sobre todo inmerecido. Pero no en el caso de Charly, que es “Gardel” que es “Dios” que es “lo más”. Gardel era una joya de cartón, pero era una persona humilde. Se limitaba a sonreír. Aparecía sonriendo. Siempre.

Ahora una de las frases más inquietantes de Charly reza por vos que: sonreír es como desaparecer.
Silencio.

Pero el narcisismo García Lange mezcla de manera quizá única ese elemento de la rock star con otro que viene de otro lado, de lejos de lo yanqui, y es algo muy ajeno a esa tradición yoni, ni se le hubiera ocurrido a ningún Beatle posar así, ni al simpático profesional Mc Cartney, ni al profeta Lennon, menos al primitivo Ringo o al abstraído pop hinduísta de Harrison. Los yanquis, se sabe, inventaron una escuela filosófica, nosotros no; sólo lloramos tangos y literatura. Y somos europeos retardados y en el exilio. Los yanquis se llaman americanos y nosotros somos Las Malvinas, una ínsula remota que se despegó de la pangea europea y zarpó a naufragar embalsada, pero que se sueña un pedazo de Europa separada por un istmo gigante, el océano Atlántico, que es, visto de este lado, la prolongación salada del Río de la Plata. Ese narcisismo viene de donde vinieron las partituras, los contrapuntos que una profesora de piano disponía ante un niñito de clase media bien, alta culta y porteña, en alguna habitación de un departamento, horizontal. Entonces la mezcla es Bowie, Stone, Prince, etcétera con Bach, Chopin, Beethoven, y sobre todo, en este punto, Mozart, el infante terrible y precoz, o sobre todo, o por lo menos, un Mozart exagerado, en salsa Hollywood, el de “Amadeus”, esa película en la que García Moreno, el maestro, se sueña.
Y la literatura, siglo XIX, que ya estaba antes de que apareciera en los cines esa película. Y en esto uno encuentra que Charly, el maestro, se parece a Alejandra, Pizarnik por cierto. Y el devenir de Sui Generis a Say no more se parece también al paso del intimismo minimal de la poesía original de Alejandra a sus impresionantes prosas postreras. Quizá arquetipicable ya estúpidamente con algún eslogan a lo sicoanálisis nacional del tipo: del sentido de la pérdida a la pérdida del sentido, y ésta conviviendo, en el caso Moreno Lange, pero sólo de vez en cuando y a despecho, con la pérdida de la pérdida, estado Lamborghini de la cosa, que no atañe a Pizarnik y de la que el Bico fuga por la puerta de servicio de los temas.
Alejandra en el país. Esa inocencia un poco lúbrica. O sea hay un algo de Alice in Wonderland siempre en García Lange Moreno, quien ya hace un cuarto de siglo que no invoca clásicos de las letras en sus canciones, caído Serú Girán, la letra de cuya canción homónima parece – posiblemente por casualidad no más y haciendo abstracción de la música a la que viene aneja – una adenda a la Masmédula. Y Oscar Wilde, que tan poco tiene que ver con Keith Richard ¿no?, sufrido fantasma lumpenante y vanidoso andrógino hedoneólatra a la vez. Gozar es tan necesario mi amor, tan diferente o no al dolor de andar rodando por la ciudad muerto muchas veces como un acribillado.
Entonces este ensayo se podría llamar algo así como “El rocker nacional y la tradición”. Y a lo mejor tratando de ver en qué no nos parecemos a los yanquis, sobre todo en la posición ante Europa, podríamos darnos por un rato una comprensión de por qué nuestra mayor estrella de rock, la única megaestrella del pago, a la que concesionamos una inmunidad de la que sólo gozan Diego y los diputados (pero estos por ley positiva y los otros por mores), o los niños, por la cual puede perpetrar sus happenings en la neuropatológica vida cotidiana por los cuales los demás mortales caeríamos en cana o seríamos linchados por la horda de cemento, es lo que es.
Esa mezcla particular se da no sólo en Charly en cuanto tanto efecticidad estética no musical devenida de una personalidad (el artista Lange como fenómeno sociológico y por otro lado como hecho artístico en sí, por ejemplo como actor de happenings chaplinescos, de un chaplinismo maldito y ternopunk), se da también en la música García, de modo más evidente y bruto en los setenta, con canciones que mezclan pasajes de rock explícito con pasajes derivados de cosas que van del barroco al romanticismo europeos, y etcétera.
Además de querer hacer un rock incidental (en estudio, o sea me refiero a ciertos arreglos y ciertos fragmentos de sus temas era Say no more), propone una estética (y una ética en todo caso) del incidente en vivo (así como una preceptiva del fallido esperado, aplicado), en vivo, donde uno en el peor de los casos va a ver qué quilombo se arma, y en el mejor a oír cómo rearregló los temas previamente pero sobre todo cómo los va a arreglar, o intervenir, sobre la marcha. Podemos llamar a eso (hoy estoy borracho perdonen) música popular incidental. Pero esa incidentalidad, que es – ya - la artisticidad-charly misma, sobrepasa la jurisdicción de lo solamente musical, se vuelve inmediatamente escena, comedia de la crueldad, e inclusive se trasciende en su espectacularidad, avanza por afuera de los tablados, hasta donde la palabra incidente pasa de la teoría musical a la jerga policial.

La diferencia que hay entre Carlitos y la mayoría de los roqueros autóctonos o la mayoría de las megaestrellas anglos es de clase, por decir así. Carlos García es un señorito. El quinto beatle porteño es mucho menos proletario que los cuatro de Liverpool. Porque estos también aprendieron música antes de que el rock existiera (y es eso una gracia perdida que suele añorarse en los músicos actuales); pero a los ponchazos.
Charly, por seguir diciendo pavadas, es como un…¿moderno?...si, como un moderno del rock. Trae al rock temas y asuntos de la modernidad como el prodigio y el genio. Nadie diría que Mick Jagger es un genio, por lo menos en el sentido en que se dice que Charly es un genio, un heredero posmoplebemediático de Chopin. Lennon suena a Lenin, Morrison a Rimbaud; Hendrix podría haber sido un saxofonista borracho del hot. Spinetta no tiene nada de Artaud (tampoco Deleuze, llegado el caso) salvo el nombre de uno de los mejores discos de acá de los setenta, sino de Eluard, y García Charly no tiene nada de surrealista sino de Wilde o Carroll, o sea era un hippie del siglo XIX, y ahora es un macedoniano punk posdesimonónico.
¿Es o se hace? Es un tema nacional y macedoniano, una genialidad en bruto y en estado conjetural. Fernández del Mazo se hacía llamar en sus papeles “Quizagenio”.

Cansados de la aburrida moralina underground y sus atómicos y sectarios socialismos, nosotros queremos un poco de torre de marfil en nuestro tango cuatro por cuatro. ¡Viva Charly aunque yo perezca!

(Y bueno, si se quiere matar que se mate, cosa de él, yo no opino; lloraré en mi cuarto mi culpa culposa sin que se entere…)



Luciana Fernández



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


Foro fáustico-Kitsch de miseria a la filosofía, viveza epistemológica, patafísica nacional popular, metafísica nazianal pop, crítica en estado clínico, antipsicoanálisis en pantuflas, boludeces con criterio empirista de significado cognoscitivo, dadaísmo tragicómico, popestructuralismo de protesta, poemas platónicos, deconstruccionismo chabón, tango rolinga, paranoia ontoteológica, solipsismo de izquierda, falogocentrismo a martillazos, martillazos al falogocentrismo, esquizoanálisis microfascista, fenomenologías del transmundo, freudomarxismo new age, pragmatismo del reviente, pensamiento poco, yoísmo ayoico al pedo, hedonismo allende el principio del placer, diogenismo del doble discurso, cristianismo con Sade, say no more sin Tractatus, partuza del pensamiento abstracto, vitalismo funebrero, antifilosofía antipoética, surrealismo silogístico, peronismo gorila, menemismo progre, palo a la argentinidad y argentinidad al palo, rocanrol ello, existencialismo menefrego, hegelismo anarcodeseante, cross en la mandíbula a Kant.




Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...