Hubo muchos que han entendido que la Argentina no entró nunca a la modernidad, o entró después, o rara sesgada o parcialmente. Feudalismo y agroexportación han hecho posible una amistad argentina. Bastaría leer los primeros libros de Borges, los que él prohibió después, para encontrar, entre otros cultos, un evidente culto a la amistad. Después Borges cambia. Se pasa de Yrigoyen a la Revolución Libertadora, como se pasa, entre tantas cosas, de aquel culto al famoso culto al coraje. Prefiere la loa a unos compadritos u “orilleros” bastante arquetípicos, y a los que difícilmente se haya acercado mucho, al festejo de viejos camaradas, Oliverios o Marechales.
De los epitafios a Boedo, a la Torre de Marfil. Pero la amistad argentina tenía más de gaucho que de gay. Amistad de armas llevar cuyo canon en principio sería el tándem Cruz-Fierro. (Pienso en una frase de Mujica Láinez – un gay posmartinfierrista: llamaba a Victoria “gaucho con concha”)[1].
En realidad el gaucho y las conchas estaban divididos y hay que esperar hasta los años 70 para encontrar su aparición sintética: Osvaldo Lamborghini. O la gauchesca enconchecida.
[1] Para un análisis de la enemistad entre Borges y Fernández ver “Correspondencia Borges Macedonio” de Carlos García.