(Lectura de La Rana nº 2. Cba. 2006)
enviado a www.revistalarana.com.ar
Siempre hay alguien que está por llorar porque quieren “destruir la literatura”. Qué mito idiota. Los únicos que pueden destruirla, además de los cometas los musulmanes y Bush, son los que no leen ni escriben. La literatura - no hace falta decir moderna porque vivimos de un invento moderno – también es un “proceso de demolición”. El que no tenga esa vis sádica que no escriba, que no lea. La nostalgia y la melancolía también la llevan de acompañante. Detesto el placer del texto de los que escriben lo que no me gusta. Qué mito. Ni los que publican primero y escriben después ni los otros, ni los que usan el ready made del Word, los artistas de cortar y pegar y pasar por el traductor de Google, ninguno: todos son constructivistas. No hay gremio de la construcción sin empresas de demoliciones.
La literatura se parece a ese mensaje telefónico de una serie de la infancia; el que decía: este mensaje se autodestruirá en 5 segundos. Quien construye un texto sabe que lo está demoliendo; o de lo contrario: se lo demolerán en breve. Es una ciudad súbita. Y si no en breve, como pasa con los clásicos, algún día. Todo lo escribible es más tarde o no una ganga por no decir una pelotudez. A esto lo estoy destruyendo mañana. A esto lo están destruyendo mañana. O para ¡salvarse!: a esto lo estoy destruyendo ya. La única forma de que no… lo estén destruyendo ya… Un blogger decía: lo que ya no se puede leer son los clásicos. Se llega un día a ese estado. No es un estado de gracia. Tampoco es una desgracia. Es un destino elegido; insoportable.
Pensar que hubo un tiempo que fue hermoso, canción para mi muerte en la que sólo se podían leer los clásicos. El que queda parado ahí, pienso hoy, es el que en serio quiere destruir la literatura. Quiere evitar la literatura. Quiere embalsamar su cadáver. Embalsamando evita.
Profanar el cadáver de la momia, es la literatura. Lo otro es trabajo de campo, teoría y crítica por el arte mágico de la mímesis; plagio mirando por la ventana con la tele encendida. Todo esto es necesario y muy lindo, porque el “deseo loco de lo nuevo” es sólo un deseo, que no embaraza objetos. Es arte de lo imposible. Su antítesis es un museo de lo eterno; un museo de grandes novedades como quien dijo.
Tipos como Macedonio o Artaud, que decían que escribían para los analfabetos ¿querían destruir la literatura?
Querer destruir al lector es otra cosa. El texto-bomba más que a los anarcos susomentados puede remitir a Di Giovanni, que por cierto era, antes que nada, un lector y un escritor.
Demoliendo hoteles, el deseo puede ser muy loco y de lo nuevo; en literatura el principio de realidad – la pared del deseo – es un conservador que se hace llamar liberal. ¿Kafka no quería destruir la literatura? En el campo de la literatura hay bonzos endógenos – autobonzos - y bonzos de los otros. Incendiarios del mundo, no temáis. No sé si hay escritores Shih Huang Ti. Si los hay no se toman el trabajo de escribir “Literatura de izquierda”; se dedican al realismo-mierda, o al periodismo subjetivado; se creen norteamericanos. La literatura es un Ave Fénix. O como dijo el Gran Lector, ese Champolión del furcio que despreocupado de la moda Aira, la moda Piglia, Saer, incluso Asís – su hagiógrafo - , Fogwill, Laiseca, Lambo Fresán o Magoya, descubrió los textos de Sócrates, ese personaje literario que no sé si quería destruir la literatura, pero no quería construirla: el Gato Félix.
La literatura es el Gato Félix.
Talibán Inofensivo