(Bovarista & de Central II)
Suele hablarse del bovarismo como de un “estado de insatisfacción crónica de una persona, producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones y la realidad”.
Tentativa de enumerar los elementos del bovarismo:
Alguien le llama “enfermedad de transmisión textual”.
Lo más interesante del bovarismo – para nosotros, lectores – es que es una patología de lectores, la patología del lector, junto quizá con el quijotismo, si es que difieren en algo. Locura y lectura, o sea el tema del Quijote; en otra versión, cómo decirlo, más histérica, más femenina, y por ello más común. Hay más bovaristas que Quijotes, incluso en las huestes masculinas. El Quijote no estaba encerrado en un manicomio porque mal que mal era un hidalgo, y porque no era época de demasiados asilos. El bovarista, tiene medio cuerpo en el principio de realidad todavía. El bovarista tiene vida social. El bovarista – macho o hembra – es modernamente mujer.
Así que los elementos son la mujeridad o feminidad; 2) el provincianismo, el medio pelo, y la fascinación con y la confusión con la vida glamorosa, un ascenso de clase que se hace a medias y se cree la otra mitad.
Es una esquizia que pone la lectura entre la imagen de sí, y la valoración colectiva que en ese mismo contexto se tiene del mismo objeto - : lo que pasa por “realidad objetiva”- . Es una alteración y un desfasaje entre la propia percepción de uno y de los hechos, y la de los demás como portadores colectivos o hegemónicos del ser de lo real.
Escritura y esquizofrenia son como concomitantes (¿Mc Luhan lo escribió?). El bovarismo básicamente es una especie de itinerario esquizo ligado más específicamente al lado de la pasividad, de la escritura pasiva, o sea: la lectura. El bovarismo es mujer, es histérico, y nace en la época de la Histeria. El bovarista no se pasó todavía de la raya, es todavía más bien un neurótico.
El bovarista es el lector-heroína. Quizá, por eso, entre sujetos con pene adjunto – llamables chomas, masculinos, señores – sea más frecuentemente una enfermedad de escritores; de gente que, más bien, lee para escribir (para ponerse las plumas); el quijotismo: de gente que – más bien – escribe para leer (para no ver las vísceras de la realidad, y proyectar de hecho seudoinminentes mundos de nobleza).
El esquizoquijotismo y el esquizobovarismo son como la misma patología: como la versión viril y la mujeril de lo mismo, respectivamente. Obvio: esto es bien independiente de la condición anatómica y jurídica de cada paciente en particular.
En cuanto al mundo genital-vincular el quijotista está cortado por el modelo de masculinidad cortés. El bovarista también desea a la mujer del prójimo; pero se acuesta con ella. Para fracasar. Realiza y fracasa. El otro realiza no realizando. Triunfa en la contención, en la constante diferición. El bovarista es como un quijotista gay. El quijotista es un bovarista como en regreso a la lactancia, soporta todo a base de imposición de inocencia naif. El bovarista es un quijotista caído, que registró la maldición y la afrenta y quedó truncado ante el Gran Otro, es un quijotista con ennui, con tedio, bodeleriano.
El quijotismo huele a pampa a mancha, a castillos o estancias, a aristocracia compungida y desclasada. Lo asocio de momento a Macedonio. El bovarismo huele a modernidad a decadencia a burguesía a plebe a malestar a mal a pueblo y ciudad. Lo asocio a Baudelaire y sus putas.
Encontraremos más quijotistas entre lectores de Marx de Bayer o de Galeano; entre antimodelos con remeritas del Che; entre lectores de Zitarrosa. Encontraremos más bovaristas entre lectores de Proust, Deleuze o Lamborghini; entre lectores de Charly.
Me parece.
Hoy la dominante pueden ser más los telebovaristas que los Quijotes y Emmas por culpa de las novelas literarias. Pero el massbovarista no es sólo la tilinga que mira las telenovelas de Andrea del Boca – si es que todavía las hay - . Hay el bovarismo de Grondona y el de Aliverti; y de T.N. En última instancia, si el bovarismo no fuera la condición general de la subjetividad, existiría Dios.
Ciertamente está el bovarismo literario, y está el bovarismo ¿cómo decirle? ¿gregario? ¿general? “Enfermedad de transmisión textual”, pero: si todo es texto… O sea, en un sentido extendido, se asocia el quijote-bovarismo a la Matrix, al Trumman Show, a La Vida es Sueño, a No Toda es Vigilia, a la Caverna platónica… en fin, los fenomenoexistencialistas de los 50 hablaban de la inautenticidad; los marxistas, de la alienación y de la mercancía fetichizante. Cual más cual menos todos somos bovaristas…
Está el bovarista militante, el bovarista asambleísta, está el bovarista Cohelo o el bovarista autoayuda; el bovarista que lee sicoanálisis, el bovarista borgeano, el bovarista universitario posdoctorado; el bovarista tinelista, el bovarista C.Q.C… es tan ancho el mundo. Está el bovarista unipersonal, y el multitudinario, el corporativo. Está el bovarismo analfabeto. Pensar que Artaud escribía para ellos. Está el bovarismo socrático… de transmisión oral. Está el de transmisión radial (todavía existe), el ciberespacial, el de “los libros de textos” (el gran bovarismo trazado por la generación del 80, el gran bovarismo estatal), en fin; con estos criterios es inútil hablar de bovarismo. Convertirse en un deconstruccionista totalitario del bovarismo es una tarea no grata.
Un detalle: Cervantes siempre manifestaba su distancia personal con el Quijote y su contraste ideológico; ese es el supuesto fin de la fábula. Hay que esperar siglos a Unamuno para lo contrario. Flaubert, si bien deploraba a Emma Bovary bajo el “estilo libre indirecto”, dijo la célebre frase: “Madame Bovary soy yo”.
Así las cosas entiendo que en el mundo de los lectores, o: en el mundo – en este mundo teledirigido o, quizá, en todos los mundos podidos – hay dos grandes clases de subjetividades discriminables: quijotescos y bovaristas[1].
Tentativa de enumerar los elementos del bovarismo:
Alguien le llama “enfermedad de transmisión textual”.
Lo más interesante del bovarismo – para nosotros, lectores – es que es una patología de lectores, la patología del lector, junto quizá con el quijotismo, si es que difieren en algo. Locura y lectura, o sea el tema del Quijote; en otra versión, cómo decirlo, más histérica, más femenina, y por ello más común. Hay más bovaristas que Quijotes, incluso en las huestes masculinas. El Quijote no estaba encerrado en un manicomio porque mal que mal era un hidalgo, y porque no era época de demasiados asilos. El bovarista, tiene medio cuerpo en el principio de realidad todavía. El bovarista tiene vida social. El bovarista – macho o hembra – es modernamente mujer.
Así que los elementos son la mujeridad o feminidad; 2) el provincianismo, el medio pelo, y la fascinación con y la confusión con la vida glamorosa, un ascenso de clase que se hace a medias y se cree la otra mitad.
Es una esquizia que pone la lectura entre la imagen de sí, y la valoración colectiva que en ese mismo contexto se tiene del mismo objeto - : lo que pasa por “realidad objetiva”- . Es una alteración y un desfasaje entre la propia percepción de uno y de los hechos, y la de los demás como portadores colectivos o hegemónicos del ser de lo real.
Escritura y esquizofrenia son como concomitantes (¿Mc Luhan lo escribió?). El bovarismo básicamente es una especie de itinerario esquizo ligado más específicamente al lado de la pasividad, de la escritura pasiva, o sea: la lectura. El bovarismo es mujer, es histérico, y nace en la época de la Histeria. El bovarista no se pasó todavía de la raya, es todavía más bien un neurótico.
El bovarista es el lector-heroína. Quizá, por eso, entre sujetos con pene adjunto – llamables chomas, masculinos, señores – sea más frecuentemente una enfermedad de escritores; de gente que, más bien, lee para escribir (para ponerse las plumas); el quijotismo: de gente que – más bien – escribe para leer (para no ver las vísceras de la realidad, y proyectar de hecho seudoinminentes mundos de nobleza).
El esquizoquijotismo y el esquizobovarismo son como la misma patología: como la versión viril y la mujeril de lo mismo, respectivamente. Obvio: esto es bien independiente de la condición anatómica y jurídica de cada paciente en particular.
En cuanto al mundo genital-vincular el quijotista está cortado por el modelo de masculinidad cortés. El bovarista también desea a la mujer del prójimo; pero se acuesta con ella. Para fracasar. Realiza y fracasa. El otro realiza no realizando. Triunfa en la contención, en la constante diferición. El bovarista es como un quijotista gay. El quijotista es un bovarista como en regreso a la lactancia, soporta todo a base de imposición de inocencia naif. El bovarista es un quijotista caído, que registró la maldición y la afrenta y quedó truncado ante el Gran Otro, es un quijotista con ennui, con tedio, bodeleriano.
El quijotismo huele a pampa a mancha, a castillos o estancias, a aristocracia compungida y desclasada. Lo asocio de momento a Macedonio. El bovarismo huele a modernidad a decadencia a burguesía a plebe a malestar a mal a pueblo y ciudad. Lo asocio a Baudelaire y sus putas.
Encontraremos más quijotistas entre lectores de Marx de Bayer o de Galeano; entre antimodelos con remeritas del Che; entre lectores de Zitarrosa. Encontraremos más bovaristas entre lectores de Proust, Deleuze o Lamborghini; entre lectores de Charly.
Me parece.
Hoy la dominante pueden ser más los telebovaristas que los Quijotes y Emmas por culpa de las novelas literarias. Pero el massbovarista no es sólo la tilinga que mira las telenovelas de Andrea del Boca – si es que todavía las hay - . Hay el bovarismo de Grondona y el de Aliverti; y de T.N. En última instancia, si el bovarismo no fuera la condición general de la subjetividad, existiría Dios.
Ciertamente está el bovarismo literario, y está el bovarismo ¿cómo decirle? ¿gregario? ¿general? “Enfermedad de transmisión textual”, pero: si todo es texto… O sea, en un sentido extendido, se asocia el quijote-bovarismo a la Matrix, al Trumman Show, a La Vida es Sueño, a No Toda es Vigilia, a la Caverna platónica… en fin, los fenomenoexistencialistas de los 50 hablaban de la inautenticidad; los marxistas, de la alienación y de la mercancía fetichizante. Cual más cual menos todos somos bovaristas…
Está el bovarista militante, el bovarista asambleísta, está el bovarista Cohelo o el bovarista autoayuda; el bovarista que lee sicoanálisis, el bovarista borgeano, el bovarista universitario posdoctorado; el bovarista tinelista, el bovarista C.Q.C… es tan ancho el mundo. Está el bovarista unipersonal, y el multitudinario, el corporativo. Está el bovarismo analfabeto. Pensar que Artaud escribía para ellos. Está el bovarismo socrático… de transmisión oral. Está el de transmisión radial (todavía existe), el ciberespacial, el de “los libros de textos” (el gran bovarismo trazado por la generación del 80, el gran bovarismo estatal), en fin; con estos criterios es inútil hablar de bovarismo. Convertirse en un deconstruccionista totalitario del bovarismo es una tarea no grata.
Un detalle: Cervantes siempre manifestaba su distancia personal con el Quijote y su contraste ideológico; ese es el supuesto fin de la fábula. Hay que esperar siglos a Unamuno para lo contrario. Flaubert, si bien deploraba a Emma Bovary bajo el “estilo libre indirecto”, dijo la célebre frase: “Madame Bovary soy yo”.
Así las cosas entiendo que en el mundo de los lectores, o: en el mundo – en este mundo teledirigido o, quizá, en todos los mundos podidos – hay dos grandes clases de subjetividades discriminables: quijotescos y bovaristas[1].
[1] Sobre el bovarismo en Rosario recomiendo este artículo:
http://www.rosario-12.com.ar/2003/08/09/tcontratapa.htm
“Diga lo que diga la ciencia, hasta en Rosario, cada dos cuadras hay una librería de viejo. Los bovaristas no vamos a parar hasta ver toda la Peatonal Córdoba convertida en un solo "Pez Volador".”
Sobre bovarismo argentino actual:
http://www.lanacion.com.ar/archivo/nota.asp?nota_id=215916&origen=acumulado&acumulado_id=
Bovarismo y platonismo masivo-televisivo según Tabuchi y en Viña del Mar:
http://mt.educarchile.cl/archives/MEDIA26.2.pdf
Profetización de un gran bovarismo masculino actual, o de la masculinización del bovarismo:
http://lalectoraprovisoria.wordpress.com/2007/08/14/la-mujer-no-es-como-el-oso/