Risa y melancolía. Paso uno. Anoto: Fernández, Lautremont, Aira. Un minuto para citar unos versos del mejor poema de Perlongher (“En el circo”):
“no llora lo que ríe sino apenas la máscara que ríe lo llorado
llorado en lo reído”
Lo trágico es que me tomen por cómico se leía en una vieja novela de Germán García. “Cómo me reí” que cuenta la tragedia de un escritor realista y dramático que sufre la afrenta permanente de pasar por comediógrafo retoma, parece, el comienzo de una antigua novela airaina que se llamaba “La luz argentina” que data de un era en la que las novelas de Aira no parecían provocar risa, o no se sabe muy bien que parecían provocar, parecían provocar el sentido baladí del impotente paso del tiempo, y no del espantoso tiempo irreversible, sino del tiempo monótono, la cruza entre la frugal o abúlica afección, la lectura, y el clima. Escribir el paso del clima, mejor, escribir el clima, escribir el contorno afectivo de la vicisitud insustancial del clima, y las mínimas asimetrías de los triviales azares de la experiencia del día a día, sí que es un arte contra la novela clásica, sus épicas o sus marejadas de conciencia. Hay que ser muy capaz de aburrirse para ser un buen narrador escribió Kafka. En la primera página de la novela citada, de principios de los 80, se lee un párrafo que reza: “la vida semiociosa, desgajada de la naturaleza, el medio post-capitalista del que habían hecho su morada y santuario, les prohibían, con el veto de lo absurdo, toda seriedad. Se veían limitados, hasta que fueran viejos y se murieran, a representar los apólogos de la indiferencia, ni siquiera novelas, menos que fábulas: historietas, dibujos animados. Y sin embargo ello fue real, una temporada perfectamente real y tangible, con horas, semanas, lluvia y todo lo demás.”
De la sonrisa seria a la seriedad carcajada, el quid.
“Contra lo que podría pensarse, el verosímil es un artificio; la realidad no es verosímil, no necesita serlo. Mis novelas sufren de un exceso de verosímil, y me temo que eso es lo que las hace tan cómicas a pesar de mis esfuerzos por hacerlas serias. Yo quise ser un escritor realista, y terminé en estos chistes”.
Paranoicos unidos y dominados, el siglo XXI nos encuentra ¡en la Matrix de la Picaresca! No poder ser serios, ni poder ser tomados en serio. Es una joda, obvio[1].