Hace un tiempo un redactor de esta casa, yo no-yo o quién sea, sentó una distinción entre dos peronismos posmarechalianos contemporáneos. Contemporáneos, en todo caso, para el mundo del recensionismo del pasado ejecutado por el etnogrupo de la lectura universitaria, para el cual contemporáneo es lo que pasa hace dos décadas. En fin… son boludeces pero que, en cierta forma… son verdad. Sobre lo que no hay nada que decir decir. Y ya diremos por escrito algo del peronismo nuevo, de la nueva letra peronista que asola los blogs porteños -… y cordobeses (¿qué pasa con los rosarinos eh?... ¿qué es, un efecto del socialismo? ¿del cheísmo,… del trin-cheísmo?...) – las nuevas editoriales de Independiente y así. Pero paramos un instante en Cucurto.
¿Cucurto qué es? Cucurto sale con tres papas: tres patas: Cucurto es Aira con Lamborghini con Menem. Lamborghini con continuo, Aira sin cultura nerd-gay y el postre: la pobreza, para la que, como decimos – pero vale para todos – la vulgaridad es un lujo. Es la latinoamericanización del canon nacional, latinoamericanización del… del… sistema literario argentino… literatura de izquierda… latinoamericanizada. ¡Menem, Menem, Menem Menem! Memen, ¡menos mal que acabaste con los de Babel! Con Dorio y Alan Pauls. La pobreza trae yuyos… atolondrados ¡y realistas! El Laiseca negro, el pantagruélico gondoleño. Último en cagar, en cagarme. Qué Aira.
Habíamos creído que ya no se podía escribir (escribir: escribir mal) después de O.L.; después, que ya no se podía después de César Aira. Bueno, resulta que ahora ¡ya no se puede escribir después de Cucurto! ¡Cómo alguien puede escribir tan mal, ¡y sin el menor esfuerzo!!
Como dijo Dios: ¡cómo me gustaría ser negro[1]!!
[1] G. Lange Moreno en “Moro-Satragni”, 1983.