Los escritores, escribientes, escribanos, escribidores, en fin, de la República de la Sexta no vivimos en el caldo de cultivo residencial de los escritores exitosos de la Capital, no. Ya sean los jóvenes serios, los pop-star del neorrealismo sucio, o los falsos escritores sin público. Vivimos, básicamente, en el interior; aunque más no sea: en el interior de la literatura. Acá sí que no hay Externalidad. O bien: todo es externo. No nos rodea Schaveltzon, los correctores de Emecé, los veinteañeros histerio- peripatéticos de Puan, fotografos de Radar ni Ñ; nada. Nos rodea, efectivamente, el microfascismo del Barrio. Un barrio que es una República. Buenos Aires es un país anotaba Borges antaño. Buenos Aires es el país. En el Interior se está, en efecto, en el interior de la literatura, cuyos órganos, paredes tabiques y cuartos, son… en fin… todo lo que está en los intestinos, esperando salir. Se podría enumerar: patografía, autobiografía, confesión, teoría y crítica, ontometafísica, cruda lectoescritura, pantalla birome subrayado tabaco mancha de mate en papel amarillento, líneas negras, y blancas…, de un peso muerto. La escritura y la vida. Nada que ver con la literatura. Que es una cara. La literatura es la cara. La literatura es la aduana; es el puerto. Rosario es una trampa tendida entre la Capital y el Interior. Rosario, exterior del interior, lazo malo del Interior y la Capital, portualidad intestinal: esquizofrenia. Hay una pared en Finlandia que me habla.
24 fecha clausura
Hace 2 días.