10/5/08

El Tamaño de Mi Expectativa



(“La expectativa”. Damián Tabarovsky. Mondadori. 2007)



Bastará con decir que mi nombre es Pablito Castel y que soy pintón. Sí, sé que esto no viene a cuento, pero me gusta que no lo olviden, y además, ya que no me pueden ver… que lo tengan en cuenta. Si no fuera que soy “pintón” no perdería el tiempo en estas boludeces; es una ventaja que me permite cometer un par de horas a diario el ejercicio indolente del despropósito. Me dedicaría a hacer guita, no blogs, a aprender a manejar autos, no a intentar aprender a escribir, cosa imposible, además; imaginen que un tipo que usa la palabra pintón, no entendió nada nunca en la vida, o vive en el Sabor 15 de una biblioteca de los años 60. Como soy “pintón” no necesito caer en la miseria de escribir o hacerme pop star para “levantar minas” porque siempre alguna ligo solamente de oral. Me dedico de momento a hacer comentarios de libros recién salidos, gratis; gratis los comentarios, no los libros. Y quiero anotar algo sobre “La expectativa” de Damián Tabarovsky, probablemente su mejor libro.
Creo que el sintagma “novela de ideas” no tiene muy buena prensa desde hace varios siglos probablemente porque suena demasiado a Ernesto Sabato, que si no me acuerdo mal lo tenía entre sus adminículos predilectos. Se sabe que la primera frontera que hay que cruzar para pasar de una adolescencia de cuitas pajas y secretitos y sentimientos literarios a una esfera social dominada por sujetos y pandillas dedicados profesionalmente al quehacer literario y su circunscripción entre la academia y el mercado es la de creer que Ernesto Sabato vale de algo. El odio a Sabato es la prueba básica que debe soportar el iniciado. Si logra en poco tiempo lo propio con Cortázar podemos empezar a augurarle el destino próspero y promisorio de una feliz adaptabilidad al nuevo e ingrato medio. Claro, es una idea como de antigua y necesaria y elíptica idiotez periodística de contratapa… novela de ideas; el “Museo de la Novela de la Eterna” también hubiera sido si caía en manos de esta gente una novela de ideas, o antinovela de ideas o antideas, y al final tanto del lado de Aira como del lado de Piglia ha triunfado un criterio de novela de idea que habría que ubicar en la conjugación del hito del “Museo” – donde en realidad no hay novela, o casi - con lo que llamamos voluntad de Sabato; en el peor de los casos, resumiendo: excusar una anécdota y una trama para pasar en negro “ideas”. Nadie quiere ser Sabato, el auténtico escritor maldito de la susomentada posadolescencia de esta era. Sabato es un fusible y un trauma de la literatura nacional. El recurso de Tabarovsky (“correr por izquierda a Aira”) es el recurso a la bobada lo obstuso las trampas a la trama y el chiste malo como vía de escape de la nueva novela de ideas al oscuro y solitario túnel de la gravedad y su dentadura postiza: ¿”el pensamiento liberado del pensamiento”? La novela-de-ideas-bufa (Aira) (objetivo de sus performances proposicionales: ser inútilmente interpretadas por las becarias de la facultad), versus la novela-de-ideas-fruncida (Piglia) (objetivo de sus idem: ser repetidas con ingenuo azoramiento por idem en ibidem [¡”Borges es el último escritor del siglo XIX”!..”¡Gombrowicz es el mejor escritor argentino!”... etc.]). Ya no hace falta tener que soportar 30 páginas de la pesadez narrativa de los Saeres para llegar a una idea, a una fugaz iluminación conceptual, a un arbitrario rapto eidético, qué suerte. La utopía del piloto Mathias Rust es
sospechosa: “haber alcanzado la pavada total y desde allí elevar una crítica radical del mundo” (p. 137)[1]. Qué suerte que se haya terminado esa literatura que nunca se escribía, que parecía comenzar corregida: el perpetuo café con leche de ideas. Qué suerte que se hayan fundido todos los talleres literarios, todos esos abogados de pueblo y profesoras de barrio de piano clásico. Para eso está el cine.



Tabarovsky:



“¿En qué estaba pensando Ugis? ¿En la trascendencia? ¿En la posteridad? La posteridad es el gran mito del fracasado. Parte del absurdo presupuesto de que las generaciones posteriores serán más inteligentes que las actuales. En Buenos Aires el efecto combinatorio de la democracia, Fito Páez, el video clip y el ingreso irrestricto a la universidad arruinó a la generación nacida a fines de los ’60; es obvio que las consecuencias de Babasónicos, el nuevo cine argentino, el teléfono celular y la comida delibery va a arruinar aún más a los nacidos a fines de los ’80. Si algo vale la pena tiene que ser ahora. El presente es el único lugar posible, interesante, conmovedor. Toda biografía se escribe en un único tiempo verbal: el presente (a veces se conjugan verbos en pasado o futuro, pero esto es un detalle sin importancia). Marina Tsvietáieva: ‘A propósito de los que supuestamente llevan un retraso de uno o tres siglos, citaré sólo un ejemplo, el del poeta Hölderlin, que por los temas que trata, por sus fuentes e incluso por su vocabulario es un poeta de la Antigüedad, es decir, llegó a su siglo XVIII con un retraso no de un siglo, sino de dieciocho. Hölderlin, que solamente ahora comienza a ser leído en Alemania, es decir, después de que han transcurrido más de cien años, ha sido adoptado por nuestro siglo y, ciertamente, no es antiguo. Tras haber llegado a su siglo con un retraso de dieciocho, se ha revelado contemporáneo de nuestro siglo XX. ¿Qué significa ese milagro? Significa que en el arte es imposible llegar tarde; que no importa de qué se nutra, ni qué busque resucitar, el arte es por sí mismo avance. Que en el arte no hay retorno, que es movimiento continuo, es decir, irreversible’.”


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“‘Pero algo único debo tener, debería poder contar alguna historia.’ De golpe, silencio; la mente de Jonathan en punto muerto. En ese ultrasegundo de calma piensa: ‘¿Cuál fue la última generación para quien PC significó Partido Comunista y no Personal Computer?’. De golpe, recuerda una historia, la de Mario Alberto. Mario empezó primer grado en el ’­73. En segundo ya gobernaba la Triple A. Terminó la secundaria en 1983. Fue siempre a escuelas públicas. Es una historia opaca, sin heroísmos, anodina. Cualquiera que haya hecho su educación bajo la dictadura sabe que fue un infierno. Pero un infierno menor al lado de las torturas en la Esma. La historia de Mario Alberto no puede ser contada porque está atrapada bajo otra historia mayor, una historia de otra densidad. Su historia, al lado de la de la generación de los ’60, es una historia menor. ¿Quién querría escucharla? ¿Hay algo para contar? En su vida no hubo muertos ni exilados, ni fracturas irreparables. En su historia no hay tragedia, pero recibió, como un eco, el olor de la tragedia. Fue su actor de reparto, el testigo de algo que no alcanzaba a comprender del todo. Mario Alberto no es un sobreviviente. Algo acerca de los sobrevivientes: como es notorio, el poder político, cultural, literario y académico está en manos de la generación del ’60 y ’70; muchas veces da la impresión de que la legitimidad de ese poder no proviene de la calidad de sus obras, de sus textos, de su capacidad inventiva, sino tan sólo de haber sobrevivido y de saber hacer negocios desde hace décadas. Pero a diferencia de otras generaciones, la de Mario Alberto no cuestiona el poder. Padece la mediocridad creativa de buena parte de la generación mayor, sin que pareciera importarles demasiado; aceptan lo dado y esperan su turno.”


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“Allí donde hay genio, no hay obra. Hay muchos malentendidos en todo esto y me conformaría con decir alguna frase en el momento oportuno. Algo así como el pensamiento liberado del pensamiento”.


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“Un embarazo dura 9 meses, si al cabo del mes 10, 11, 12, 13, el bebé todavía no nació, es porque no va a nacer nunca. Un país no puede estar fundándose durante dos siglos. Si en doscientos años no dio a luz a una sociedad estable, duradera, orgánica, relativamente justa, es bastante improbable que lo haga algún día”.


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“El emprendedor: un profeta (es curioso que todavía se siga pensando al profeta dentro de la tradición místico-religiosa-filosófica-ética, que se lo siga pensando como la exaltación de cierta verdad radical, cuando no es más que la expresión del liderazgo capitalista. Los profetas de la Antigüedad no eran más que capitalistas inmersos en un universo precapitalista, de ahí la incomprensión que sufrían)”.


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“De golpe recuerda una frase de Perón. Cierta vez le preguntaron cuáles son los diferentes partidos políticos y contestó: ‘Bueno están los radicales, los conservadores, los comunistas, los centristas, los trotskistas, los federales y los socialdemócratas.’ Pero general, ¿y los peronistas? ‘Ah, no’, agregó Perón, ‘¡peronistas somos todos!’ Ahí, tirado en la cama de su novia, con una media puesta y la otra no, recuerda la frase de Perón y sonríe. ’¿Vos sos peronista?’, pregunta Mauge como si le hubiera leído la mente. ‘Imposible que lo sea.’ ‘¿Por qué?’ ’Mirá: el peronismo es anti-clase media, y yo soy de clase media. El peronismo es anti-intelectual, y yo soy intelectual. El peronismo es antisemita, y yo soy judío’. ‘Pero vos no sos ni intelectual ni judío!’ ‘Es verdad lo había olvidado, qué curioso…’ ”.


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“Desde entonces, el acceso a lo sublime viene dado por la banalidad, el chiste malo, la frase incompleta, la sintaxis errática, la velocidad como modo de la demora eterna. Nada más complejo que lo banal, nada más terrestre que lo sublime’. Así hablaba David, manso y tranquilo”.


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“Como es público, el psicoanálisis es la tercera gran influencia porteña, sólo superada por la tira de asado y el gusto por vivir en departamentos que den al contrafrente (cuarto entra el peronismo, lo cual es buen resultado si se tiene en cuenta que en el interior entra primero.)”


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“¿Qué es lo contrario del chiste fácil? ¿El chiste difícil? Pero ¿qué sentido tendría hacer un chiste así? Uno hace chistes justamente porque son fáciles, no representan ningún esfuerzo, surgen así no más, sin gasto alguno”.


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“Piensa Jonathan: ‘Bueno, al fin y al cabo, en cualquier trabajo buena parte del salario nos lo ganamos haciéndonos los boludos. (…) entre el 23 por ciento y el 68 por ciento del salario lo ganamos simplemente por hacernos los boludos”.






[1] Rust es, como los de Kafka, un precursor humanista Kitsch y posmoderno, ideológicamente ulterior, de los talibanes del 11 de Septiembre, los efectos de cuya hazaña – teleológicamente dispar y morfológicamente equivalente - quizá lleguen a ser similares a los de estos últimos: un hito evidenciador de la volatilización de un imperio. Ambos hicieron volar por los aires un mito – y violar por los aires -: el del control absoluto de los sistemas de defensa del estado imperial ultratecnológico. Su objetivo sin embargo, voluntario o impulsivo, es la obra de arte en sí en su estadío rigurosamente contemporáneo: el puro despropósito, y peor: en el borde mismo del ridículo suicida. Entre Heidegger las vanguardias el mayo francés y un Eróstrato grunge. V. http://es.wikipedia.org/wiki/Mathias_Rust



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...