(Enviado a: http://lucascarrasco.blogspot.com/)
En una nota de Página 12 dice este grato apéndice de Aira llamado Tabarovsky con, incluso, demasiada razón que “el barrio encarna el microfascismo cotidiano argentino”[1].
Una canción de la radio dice: “Todas las noches en Corrientes/ en La Paz o en La Giralda/ chamuyando de cosas abstractas/ con palabras rebuscadas/ y la cuchara agonizaba/ en una sopa de letras”.
Hay usos del barrio que son estrafalarios. Pensar en Flores, de Arlt, de Aira, de… de Dolina. Son bien distintos. Pensar en Macedonio; esa ironía ambigua, tenía poco que ver con las lunas de enfrente del fervor pro catálogo de Borges; era “el metafísico del barrio”, que mientras compraba tortitas negras para pudrirlas se hacía visitar por aparecidos como Thomas Hobbes. Ser El Metafísico del Barrio es ser un ido adentro. ¿Qué clase de costumbrismo es posible en el anhelo de “completar a William James”? La gran denegación del Tango fue vivir cantándole a la nostalgia del barrio y de la madre, mientras lo que hacían era fugar al centro y a las turras del centro: huir; huir para llorarlo. Siempre estoy llegando. Troilo al vesre lo que quiero narrar es la imposibilidad de salir del barrio, el exilio en casa. Será por eso que lo quiero tanto: no nos une el amor. Sino el cordón umbilical del espanto. El barrio es una cáscara de nuez con un Sabor 15 adentro. Kafkarriego. Pasaron los tiempos antiédipicos y poslacanianos, sigue el rock, la democracia, el feminismo, la mujer-hombre: el Tango Invertido. Ojo con el culorrotaje del centro y su delecismo a la violeta: el microfascismo es fácil de avistar en la vida de los verduleros y los chapistas; pero sale siempre del barrio, y se emperifolla con pilchas más sutiles en los talleres pero literarios, en las redacciones de los diarios, en la mariconada pedante de los universitaritos. Allí los Ángeles de la Vida-No-Fascista de Swedenborg tampoco acaecen, che. Del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, o bien: de la lata al cirujeo: gorilaje y peronismo, y el todo mezcludo como lógica. Si, el barrio es el Se de Heidegger y el Panóptico sibilinizado, para el buen Kafkita, un burgués asustado por un peronista. Nada se parece más a un microfascista.
Me interesa narrar el anonimato frustrado, el anonimato invadido. El anhelo de ubicuidad o el consuelo de la evasión, malogrados por la condena al destino de no salir, de no poder salir, de la casita de los viejos.
Pensemos en un gombrovichismo chabón. Pensemos en Gombrowicz sentado en la puerta con musculosa blanca y escuchando a Boca. Cualquiera. Para el Tango el barrio es apéndice external del Útero. Pero pensemos en el Europeo Nacido en el Exilio condenado como Segismundo de Calderón en una torre que en realidad es el regresar perenne a la casita de mis viejos. El barrio duplica el exilio. Si, el barrio pequeño-burgués, con sus vigiladores nocturnos y dogos argentinos, no es el mítico barrio obrero. Euroargentos aparte, es un chico de depto del centro exiliado en el vaporoso tedio del barrio, desde la Temprana Infamia. Eso sí que es ser “el metafísico del barrio”. Ni Tabarovsky ni Adrián Otero: volvé al barrio. Porque el barrio es más feo.
[1]
–En la novela se ironiza sobre los escritores progresistas que se la pasan hablando de la vuelta al barrio, aunque viven en countries, torres o en casas recicladas en Palermo Viejo. ¿Por qué cree que sigue siendo tan poderoso el tópico de volver al barrio en la cultura argentina?
–Es tan poderoso que ya lo tomó la derecha. Durante su campaña, (Mauricio) Macri decía que quería que las señoras pudieran salir a la puerta de la casa y que iba a poner un policía en cada esquina para que el barrio volviera a ser el barrio, decía Macri, que vive en Palermo Chico. El barrio encarna el microfascismo cotidiano argentino, encarna lo peor del peronismo, lo peor del catolicismo, la hipocresía; no sé por qué es tan poderoso, tal vez porque representa la idea de recuperar una comunidad perdida, los vínculos, los lazos. Una de las peores cosas del barrio es que tu vecino sabe todo de vos, y a mí me encanta el anonimato del centro. Los barrios parecen la pampa asfaltada: vos te parás en cualquier calle de las que describo de Villa del Parque, y hasta el horizonte no hay nada, sólo la misma calle y los arbolitos. (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-8523-2007-12-04.html)
Una canción de la radio dice: “Todas las noches en Corrientes/ en La Paz o en La Giralda/ chamuyando de cosas abstractas/ con palabras rebuscadas/ y la cuchara agonizaba/ en una sopa de letras”.
Hay usos del barrio que son estrafalarios. Pensar en Flores, de Arlt, de Aira, de… de Dolina. Son bien distintos. Pensar en Macedonio; esa ironía ambigua, tenía poco que ver con las lunas de enfrente del fervor pro catálogo de Borges; era “el metafísico del barrio”, que mientras compraba tortitas negras para pudrirlas se hacía visitar por aparecidos como Thomas Hobbes. Ser El Metafísico del Barrio es ser un ido adentro. ¿Qué clase de costumbrismo es posible en el anhelo de “completar a William James”? La gran denegación del Tango fue vivir cantándole a la nostalgia del barrio y de la madre, mientras lo que hacían era fugar al centro y a las turras del centro: huir; huir para llorarlo. Siempre estoy llegando. Troilo al vesre lo que quiero narrar es la imposibilidad de salir del barrio, el exilio en casa. Será por eso que lo quiero tanto: no nos une el amor. Sino el cordón umbilical del espanto. El barrio es una cáscara de nuez con un Sabor 15 adentro. Kafkarriego. Pasaron los tiempos antiédipicos y poslacanianos, sigue el rock, la democracia, el feminismo, la mujer-hombre: el Tango Invertido. Ojo con el culorrotaje del centro y su delecismo a la violeta: el microfascismo es fácil de avistar en la vida de los verduleros y los chapistas; pero sale siempre del barrio, y se emperifolla con pilchas más sutiles en los talleres pero literarios, en las redacciones de los diarios, en la mariconada pedante de los universitaritos. Allí los Ángeles de la Vida-No-Fascista de Swedenborg tampoco acaecen, che. Del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, o bien: de la lata al cirujeo: gorilaje y peronismo, y el todo mezcludo como lógica. Si, el barrio es el Se de Heidegger y el Panóptico sibilinizado, para el buen Kafkita, un burgués asustado por un peronista. Nada se parece más a un microfascista.
Me interesa narrar el anonimato frustrado, el anonimato invadido. El anhelo de ubicuidad o el consuelo de la evasión, malogrados por la condena al destino de no salir, de no poder salir, de la casita de los viejos.
Pensemos en un gombrovichismo chabón. Pensemos en Gombrowicz sentado en la puerta con musculosa blanca y escuchando a Boca. Cualquiera. Para el Tango el barrio es apéndice external del Útero. Pero pensemos en el Europeo Nacido en el Exilio condenado como Segismundo de Calderón en una torre que en realidad es el regresar perenne a la casita de mis viejos. El barrio duplica el exilio. Si, el barrio pequeño-burgués, con sus vigiladores nocturnos y dogos argentinos, no es el mítico barrio obrero. Euroargentos aparte, es un chico de depto del centro exiliado en el vaporoso tedio del barrio, desde la Temprana Infamia. Eso sí que es ser “el metafísico del barrio”. Ni Tabarovsky ni Adrián Otero: volvé al barrio. Porque el barrio es más feo.
[1]
–En la novela se ironiza sobre los escritores progresistas que se la pasan hablando de la vuelta al barrio, aunque viven en countries, torres o en casas recicladas en Palermo Viejo. ¿Por qué cree que sigue siendo tan poderoso el tópico de volver al barrio en la cultura argentina?
–Es tan poderoso que ya lo tomó la derecha. Durante su campaña, (Mauricio) Macri decía que quería que las señoras pudieran salir a la puerta de la casa y que iba a poner un policía en cada esquina para que el barrio volviera a ser el barrio, decía Macri, que vive en Palermo Chico. El barrio encarna el microfascismo cotidiano argentino, encarna lo peor del peronismo, lo peor del catolicismo, la hipocresía; no sé por qué es tan poderoso, tal vez porque representa la idea de recuperar una comunidad perdida, los vínculos, los lazos. Una de las peores cosas del barrio es que tu vecino sabe todo de vos, y a mí me encanta el anonimato del centro. Los barrios parecen la pampa asfaltada: vos te parás en cualquier calle de las que describo de Villa del Parque, y hasta el horizonte no hay nada, sólo la misma calle y los arbolitos. (http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-8523-2007-12-04.html)