Parodias de parodias de parodias ¡no! ¡La puta madre! Entonces que sea otra cosa lo que quería hacer… es que el rock pasa y la estupidez queda. Y tu felicidad… tu felicidad me aburre. Contando lectores con los dedos del muñón, megalómano levísimo: diez hectáreas de campo cultural y listo. Sobra. Con eso me arreglo. Soja, también es lo mío. Pongo soja. Al final lo que yo también saco es cualquierismo: soja. Abrí el blog, conté cómo cojía (vamos: me bastaba poner esa jota para tener lo suficiente de filtro discursivo, de guiño au lecteur), pegué unas cuantas puteadas y: ADENTRO. Tengo mi hectárea en el campito cultural. A) ¡Ah! ¡Vía, vía! Un Ha. Una B. Un ave. Sobrevivir al texto es aquello que queda por resolverse, una inminencia y algo que no se sabe. Porque es aquello que estaría empezando cuando el texto termine. O el texto termina o termina uno. Uno termina el texto o el texto termina con uno; uno sigue y el texto termina o uno termina y el texto sigue. Que el texto te sobreviva no es más que pensable- dicho esto en cierto sentido kantiano-; pero inverificable. Pero sobrevivir al texto: ¿es la tarea? Desde este punto de vista estar escribiendo no es suspender la vida, sino prolongarla. Mantenerla, estirarla, por el texto mismo, en su inminencia de cese. ¿Aquello que se llamaba autor no es lo que termina con el texto? No poder contar el cuento, no contarlo, puede ser una forma de prolongar el texto, extenderlo en la inminencia, temor, de que –si termina- uno no sobreviva: no pueda contar el cuento. Había un avestruz.
23 fecha clausura
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