Lo que en MF es pasión teorética, especulativa, en JC es pasión diletante por la erudición; en un lenguaje poco franco: donde MF pone verdad JC pone saber. Lo que en MF es pasión filosófica, en JC es pasión cultural.
El furor de MF por “la Mujer” es el furor de JC por París.
Una Maga es una recopilación de rasgos femeninos ya cristalizados por toda la historia científico-filosófica y literaria de occidente coronada por el surrealismo. En MF, aunque no supere del todo –o en nada– ese sistema obvio de conocimiento (¿quién lo haría?), es una actividad experimiental. Donde MF es cosmólogo JC es pedagogo.
Al leer a MF fascina leer una subjetividad patricia, el caso de una rarefacción hasta exquisita del universo semiótico de la oligarquía; al leer a MF también fascina leer la locura.
En cambio los escenarios de JC son tan pequeñoburgueses… Rayuela es el error de megalomanía de un cuentista maestro autoubicado en el lugar del escritor total, mayor, experimental, integral, que se propone la novela absoluta, al menos versión regional. Pero uno era un loco genial, lumpen cultural de élite, escritor equívoco, protoplasma de literato, científico autoproscrito, el otro un gentleman cultural, pequeño-burgués económico, un aristócrata exclusivamente epistémico, de código, un traductor: un importador, y un escritor profesional, normal, oportunista, talentosísimo, buen crítico, buen ensayista, articulista, cuentista experto e inventor (“innovador”), cultísimo, buen humorista ubicado en la mejor tradición del “suelto” argentino, la obra menor, como cuentista obrero-empresario, como escritor menor gran improvisador, como intelectual literario, casi filoso. Como autor total, como Grande (la mayúscula la saco de los traductores de Seix Barral del Diario de WG), un fiasco, un fiasco equivalente a su éxito. El lirismo melanco y grafomaníaco de Rayuela es el anticipo de lo peor de Cortázar. O sea de aquello que lo impregnó todo y lo cuelga hoy del canon Canal (á). Cortázar rasurado de Poe y de Jarry, de Michaux y de Littèrature, de Kafka y de MF, convertido al falso neocostumbrismo sicobolche y al neosencillismo cool. Parece imposible leer Rayuela sin leer la descarada voluntad de alta cultura de la media clase media nacional.
Otra cosa son las espesuras de la nada.
Son mejores las novelas de Sabato.
No pretendo formular la exposición de ningún hallazgo para sumar al consenso al que tanto aportaron los Piglia, los Aira, los –más acá en el tiempo– Casas. Se trata sólo de un ajuste de cuentas con el Taller Literario Para Señoritas de Mi Barrio.