(Ego-drogas y drogas-del-compromiso)
"Usted enciende su pipa y es un absoluto,
detesta las ostras y es otro absoluto,
entra en el partido comunista y también lo es”.
J.P.S.
Hace un par de meses atrás se pudo ver en el canal de Cultura de la Nación, canal Encuentro, una serie de notas al divino Jean Paul Sartre, el viejo prócer mundial de un par de generaciones de argentinos, bohemios académicos o escritores.
Mirándolo así, realmente mirándolo (no lo había oído demasiado en mi vida, sí lo había leído bastante, curioso dato personal para uno que entonces era sólo un inocente nonato), me acordé de unas de esas ideítas del hijo de León Rozitchner, que tanto desprecian los pulidos cerebros novicios que tenemos en la universidad argentina.
Me acordaba de un pequeño descubrimiento, avistaje, que el joven nischista light de la tribuna grondoniana hacía en uno de sus libritos, un deschave: un párrafo donde denuncia, me parece, el tabaquismo general de la juventud maravillosa y su probable efecto global.
Viendo esos reportajes a Sartre percibí mucho más fidedignamente que leyendo la biografía monumental de Henri-Lévi ese detalle personal, y artículo de época.
Sartre era un tipo que estaba evidentemente dopado. Pasado de rosca. Por un lado fumaba tabaco de una manera que hoy parece monstruosa pero que en esa época era imprescindible señal probablemente de una cierta aristocracia simbólica, pormenor conductual del aura trágica que lucía el intelectual de entonces. Sartre, el Castor y los fascinados reporteros epigonales humeaban de una manera menotista.
La Mil y Unas de Sapag no existían en el campo cultural.
Bueno, sobre eso, evidentemente, Sartre, que se sabe que le daba a varias sustancias de esas,… tenía algo más encima.
También por el mismo canal se pudo ver una serie de entrevistas de los setenta o no mucho más hechas por un “gallego fatal” como diría Casas, donde todos los grandes cerebros literatos de aquel entonces, los del insoportable boom y otros, fumaban en cámara de una forma tronante y constante (Onetti, Rulfo, Puig…). No sé qué efecto provocará esto en el coleto televidente de la Doña Rosa de hoy – aprovechando que se acaba de morir el mierda de Neustadt – que tanta lástima tiene por la vida intensiva de los artistas geniales y por las aventuras flagrantes de una bestia pop en los nosocomios de la región cuyana.
No es que yo quiera decir que la Ley Antitabaco votada algunas décadas antes hubiese virado la historia argentina, pero… no sé.
En el 2005 – se lee en un par de páginas de Internet – con motivo del centenario de J.P.S. se hizo en la Biblioteca Nacional de Francia una muestra en su homenaje y aparecía en la presentación una clásica foto suya intervenida por el doctor Photoshop: le habían borrado el cigarrillo de entre los dedos…
Falopas de evasión, falopas de militancia…así como el L.S.D hizo Sargent Pepper y la psicodelia, la marihuana fabricaba jipis, o en todo caso la cocaína dio lo mejor de los mejores textos de Literal, así como el combo de algunas de esas sustancias ilegales formateó en buena medida una gesta que Galtieri terminó consolidando como el “rock nacional”; bueno, así también es probable que esa droga entonces bien vista ya entre sartreanos o entre émulos de Isidoro Cañones, tan chic, y legal, terminara modelando en vahos de alquitrán precipitados éticos mesiánicos en estados de trance antiimperialista o revolucionario.
¿Es la tesis?
Por ejemplo yo, que por comodidad generacional, y por haber pasado por la universidad filosófica, soy nischeano – como el joven Rozitchner – tuve que abandonar alrededor de los 24 la Quilmes por esas cosas que denunciaba Nietzsche de los burdos hábitos etílicos de las bestias alemanas.
Igual, el problema de Charly no son los excesos de las ego-drogas, sino la abstinencia de los giles.