(El Superhombre Kitsch, o una refutación al criticismo del descaro)
Pasan los años y el Superhombre-Kitsch va sufriendo algunos cambios en su naturaleza, que podrán tener su correlato traslaticio en su cultura. Con la famosa edad de Cristo (“mis 33 años” como aseveró en su momento Julio Iglesias – pensar que hoy tengo la edad de Julio en aquella época en que mi madre compró el caset…ah, irreparabile tempus… ) adviene hoy día la hora del último intento por abandonar la extensa sabana de la neoadolescencia posfamiliar. El continuo menguar histórico del pater familias, la disolución y enrarecimiento de la familia pequeño burguesa nacional y urbana, no son óbice ninguno para la sorda teleología de ciertos procesos dependientes del mundo de las hormonas. Para decirlo llanamente: el Superhombre-Kitsch ¡se queda pelado!
¿Es el fin de la histeria?
No. El Superhombre-Kitsch tiene un arco de éticas bastante amplio, un abanico de ofertas posibles para su decisionismo de ideología lata. Lata más que en sentido lato en sentido lata, chatarra, pop, Warhol. Puede optar por Hair Recovery o por los masajes capilares, no ya por el quincho o peluquín, ícono capital e indumentario de una estética perimida, la de los grandes valores. Grandes valores del tango. El Superhombre-Kitsch hace una inversión radical de los Grandes Valores del Tango. Propone un Tango Invertido y deja a Mariano Mores con sus mores antiguos tocando Uno, tango de Parménides y Platón grabado por RCA Victor.
¿Nos induce esto a pensar que el Superhombre-Kitsch se ha quedado flotando en la vetusta crítica a la moral del peluquín de la contracultura pop de los 80? ¿Sacarse el mocasín y la gomina y pelar sin brillantina?
No, no. No.
El Superhombre-Kitsch no se peló por el asco que le da tu sociedad, o… su sociedad. El Superhombre-Kitsch también sostiene sus affaires con sus Natalias Oreiros o le gusta jugar a meter estudiantes de secundario en un Fiat 600. Por lo demás, hoy la sociedad se pela. Sin asco. O, mejor: por el asco que le da quedarse pelado… En fin, paradoja, ambivalencia… Entrad a C.T.I. y veréis una frondosa población de calvos de camisita y corbata que, acaso, después del after office, de vuelta a sus departamentos – misterios de la privacidad y las neosubjetividades, es una fe que tengo – flayeen escuchando en sus MP3 Sumo en la versión de Diego Torres (… ¡“No tan distintos”!).
Si, el Superhombre-Kitsch, cautivador cautivo del imperio del relativismo permanece en teoría equidistante de Prodan de Kojak o de Soldán. En su versión enderezada va Schwanek. En su versión más onda Kirchner (lo que llamamos kitschnerismo) se para incluso a la izquierda de Gastón Pauls y se compra la maquinita Philliph manteniendo el halo de misterio de por qué se peló, presto a cualquier denegación y sinuosos oficios retóricos ante la comparencia pública obligada que estas decisiones propias del cuidado de sí de una estética de la existencia arrastran en estos tiempos tan free. Como dijo Foucault en uno de sus diálogos ante los Maos:
- Vos Michel ¿por qué te pelaste?
- Y yo… por… por el asco que me da defender la sociedad.
Lo dijeron unos viejos poetas de la época: perdí mi peluquín; pero me sigo pavimentando.
(Serie: La vulgaridad es un lujo)