La situación entiendo que es ésta: M ha sido finiquitado por la crítica literaria, ultimado aun con estupideces consabidas y falsas. Desde los años setenta, o sesenta, la crítica profesional, omnímoda, extendida entre la teoría el comentario y la ficción y entre los polos presuntos del mercado y la academia agotaron – es una impresión imperante – la cuestión M. En el plano de la literatura en acto, vigente, el imperio de A pone inevitablemente a M en el cajón de la historia, de la lengua muerta, de la herencia del abuelo. Curiosamente, con el imperio de A en la literatura parece comenzar a emerger la acción residual de M en otro plano: se le puede llamar la filosofía. El escritor argentino actual es A; emerge en los noventa, está consolidado, y no se sabe qué durabilidad le espera a un sujeto menor de 60 años de edad. El filósofo argentino ya parece ser M. Cómo no lo puede haber en vida, por razones de división del poder mundial, porque la nación no es Francia. E.E.U.U. ni Alemania, lo es a más de medio siglo de muerto. Parece que la reserva filosófica de la Argentina está básicamente ahí. Nadie se atrevería a firmar esto; pero así es. Esto podría ser una revolución inminente. Estamos a las puertas de una revolución nacional de alcance por fin mundial y los operadores de prensa del emismo, los agentes culturales que tramitan su legado y cultivan su honor pueden ser, en muchos casos y al contrario, conciente o involuntariamente – es lo mismo – actores efectivos de la reacción contrarrevolucionaria. Esto está escrito.
13-03-2011
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