En el polo opuesto a Badiou, desde esta Antártida y su frío cruel peor que el odio, hemos intentado presentar desde las páginas de “Esquizia” al Filósofo-Desastre: un filósofo cualquiera. Y al Filósofo-Malo. Malaonda, mal tipo. Hemos intentado mostrar la vida de un filósofo infame. Un filósofo perverso y peligroso que deja al viejo Esquizofrénico con su Baobab, y se aferra al Paranoico, al malo de la película, al Paranoico-Fascista. Un filósofo-que-no-deviene, filósofo duro, que cambia el chocolate por la esnifada. El Filósofo-Traidor, enemigo de Platón, y llegado el caso, más todavía de la Verdad. Más amigo incluso del Astrólogo arltiano que de su sosia Lacan. Un fascismo por encargo. O no. Una filosofía que espante. Un filósofo que espanta, un filósofo canalla; leproso en realidad - en probable sentido fucoltiano -. Un filosofo cualquiera (…se sabe: a lo mejor esto que estoy diciendo es mentira…) puede provocar Miedo o Risa, en los peores sentidos: Terror y Ridículo. Homicida o pícaro. Criminal o simpaticón. Provocador de odio y o lástima. Ser “filósofo” es ser un personaje. Por eso el verdadero filósofo nacional es Samuel Tesler, personaje marechaliano edificado para mostrar cómo una vida filosófica se sostiene denodadamente a contrapelo de la vida de los hombres infames, a base de fardos de Ternura y Ridículo. Invertir a Samuel Tesler más que al platonismo, mostrar, entre sarcasmo paralogismo, orgasmo y sofisma, la vida puerca del filósofo, su vida antifilosófica, ciertamente.
13-03-2011
Hace 2 semanas.