[dibujo de Jacobo Fijman]
De los escritores todavía leídos en la Argentina debe de haber pocos menos ajustables a Deleuze, menos dignos de la mega empresa de beneficencia del patronato de Deleuze – digamos: el mecanismo de canon Deleuze – que Marechal. Y sin embargo éste fue el que delegó a la posteridad nacional al gran filósofo esquizofrénico de la Pampa Húmeda: Tesler.
No se sabe por qué Marechal transformó en filósofo a Fijman para construir a Tesler; no le servía Macedonio, inspirador de su método-estilo, pero adversario de su teleología. De Macedonio recibe la pasión por un término: “metafísica”, un énfasis del método irónico de aquél de uso para resistir al imperio oficial positivista. Pero Macedonio lo usaba para darle un acabado criollista al pragmatismo filosófico de Williams James: “completar a W. James” era convertirlo a la “metafísica”, regresarle ese old name, a aquellos nuevos “old ways of thinking” del american philosophical way of life que apetece fundar William James. El gesto conservador de Macedonio para con la nueva tradición pragmática importada es el de un verdadero “ironista liberal”, por utilizar la categoría que hasta ayer promovía Rorty. Pero Marechal recibe el nombre y lo devuelve a su más rancia raíz. Usa el método-macedonio contra el maestro y de paso contra Sarmiento, Alberdi, Ingenieros, Korn y cualquier oficialato histórico de la filosofía local. Nimio de Anquín no necesitaba a Macedonio para la concreción de tales propósitos; Marechal sí. La fuente biográfica de Fijman, el biotipo-Fijman, le sirvió para eso. Revistió al poeta loco y cristiano de Macedonio y filosofía. Y si Macedonio es el James-con-“Metafísica”, Fijman es el Artaud-con-Cristo. Gilles Deleuze inventó el maquinismo deseante. Leopoldo Marechal escribió odas contra el “Hombre Robot del Gran Mono” y sus “pornofilósofos”. Deleuze tuvo su Artaud y Marechal tuvo a Fijman. Los dos se sirvieron de estos poetas-internos para establecer un nexo positivo (Freud afuera) entre la filosofía y la esquizofrenia. Si hay que fiarse de la condena lacaniana de Germán García al Esquizofrénico-Ideal del Antiedipo (“un idiota que llama la ternura, que busca que se le suponga un saber”.), hay que decir que al final no es tanta la distancia entre el deleucismo y el marechalismo, entre ese “materialismo visceral” y platoinvertido que soñaba a Freud con Marx y Nietzsche por la vía crística de Artaud, y el almismo no al pedo platomista de Leopoldo que reclamó un Macedonio con Dios y el Eidos.