Los
dos más grandes enemigos del arte degenerado fueron Adolf Hitler en la primera
mitad del s. XX y la nueva camada tribal de escritores porteños del 2001 en
adelante. Cierto que estos últimos no ponen el énfasis en la superioridad
racial ni todos son nacional-socialistas sino que prefieren enunciarse,
algunos, y en algunos casos, como estalinistas. Propugnan no la superioridad de
su raza pero al menos la pertinencia de su generación. Pretenden la hegemonía,
pero sólo en un espacio social muy restringido, cuantitativamente ínfimo, aunque
fundamentalmente exclusivo y excluyente que es el llamado campo literario. Su
lucha se libró en los blogs otrora, en la fase revolucionaria, y sigue en
Twitter y Facebook en su actual fase parlamentaria. Su paideia se propagaba por
la masa en las ediciones artesanales de placita, en la vanguardia, en las
editoriales independientes subsidiadas.
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Hay
muchísima menos libertad en el mercado de pulgas que en el mercado propiamente
dicho. El canon particular y su policía específica son mucho más rigurosos en
los puestos de la FLIA que en las editoriales comentadas por ADN y Ñ.
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¿Es lindo que
para la nueva generación importe más Pierre Boudieu que Borges?
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La
guerra en el campo cultural no es guerra al campo cultural. Los triunfos lo
modifican pero nadie puede ganarle al campo mismo. En el campo literario todos
son cortesanos vestidos de guerreros. Son soldados del campo, batallan
haciéndole la corte.
Preferiría pagar ediciones a ser
carne de canon.
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Mercado,
Academia, o Locura:
Leer Afuera
O
Vivir Afuera (del campo literario)
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Los
libros del pasado sirven para librarnos de la opresión del presente, para
pertenecer al círculo de publicadores de libros y comentarios del campo
cultural hay que recitar el presente,
y escribir como se pide.
Comentarista
Anónimo y yo somos Caín y Abel –indistintamente-.
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No soy un nativo digital. Soy un
aristócrata de la desubjetivación reciclado para los nuevos tiempos.
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Casas: Falsa autoayuda chabona para
aspirantes ilusorios a un puestito en el mercado literario.
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Lo
único peor que el kirchnerismo es el antikirchnerismo.
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En
realidad nunca voy a ser un verdadero peronista porque mis únicos amigos son
mis enemigos. Y en verdad, menos.
La
claque se mudó pero igual era muda –y no sólo de ropa.
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La
insoportable pertenencia a algo.
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De
todos modos no sé si escribo como se me canta o se me canta como escribo.