28/2/14

Nietzsche, Deleuze, y el arte de embalsamar en su fase actual


¿Cómo les llamaba Nietzsche a los filósofos? Idólatras del concepto por ejemplo. Por eso al final hay que alistar a Deleuze en el milenario bando socrático. Sócrates fue el inventor del concepto. Del concepto de concepto incluso. Con Deleuze vuelve Sócrates pero vencido por los sofistas y por Nietzsche. Como si hubiese sido vencido. Porque además todo es como si si Sócrates fue vencido. Un embalsamador que embalsama por embalsamar, ya que no hay otro mundo al que enviar a las momias. Filósofos, momias (Philosoph sein, Mumie sein…). Embalsamar como arrancar de la historia y arrojar al limbo. No hace falta ser estructuralista para eso. Hace falta crear conceptos persuadir y confundir.
Ahora, si los sofistas ya eran artistas del concepto –más que oradores de mitin o D.T. de charlistas, los Durán Barba de su tiempo- entonces ¿qué hay que hacer?: ¿tomar a Sócrates por el primer deconstruccionista?

Hacer una momia conceptual según Nietzsche es la pasión por tomar una cosa y deshistorizarla. Aunque ya no se opere sub specie aeterni queda el procedimiento. Los filósofos del mundo presente –después de Nietzsche- hacen como si fueran filósofos. Pero el discurso del conocimiento es así, aun cuando se sale de la universidad y entra en manos de periodistas, escritores, operadores políticos, o en fin psicagogos cualesquiera. Filósofos como si fueran filósofos, lanzando conceptos como si fueran conceptos “desergotizados”, es decir “interpretación” (“ningún sujeto, sino un hacer”).

27/2/14

Condiciones de emergencia y recepción del “escritor tributo”

(La figura de Carlos Cavallo en el panorama de la literatura actual)



Osvaldo Lamborghini fue el primero en plantear el dilema sobre la autoría de los goles de Diego Maradona. En mi barrio sabemos bien quién fue. Lo que parece más claro es quién es el autor de los goles de Messi. La incontestable condición plagiaria de su famoso tanto al Getafe –el más evidente- reaviva una problemática insoluble: ¿homenaje, cita, parodia, pastiche? ¿Cuáles son los alcances del plagio genial?

Si la máxima aspiración generacional contemporánea en el mercado literario es “meter un hit” (Lucas Soares), “¿cómo, en el contexto de la literatura argentina, volverse irremediablemente impublicable?” (Pablo Farrés). La histérica ley del deseo loco de novedad formulada por Tabarovsky ¿no va en contra de los propósitos de su propio “escritor sin público”? ¿Es “hacer un cover” (Luciano Lutereau) la salida?: ¿tocar para el público de otro?  ¿Pero hacerlo igual, hacerlo irreconocible: o “copiar mal” (Farrés bis)?

En una época donde prosperan las “bandas tributo” no habría sólidas razones para prohibirse imponer la presencia de un escritor tributo. A diferencia de los grupos que simplemente hacen covers, estas bandas proponen una reproducción espectacular, no sólo nota por nota timbre por timbre, sino gesto por gesto vestuario y puesta en escena. Como en un museo de cera en acción, flequillos inverosímiles, derechos tocando como zurdos, bigotes fuera de quicio y oxigenadas melenas blondas en fachas trigueñas levantan un show mimético que bordea siniestramente el simulacro tocando incluso –parece- el nervio biográfico de las identidades. Dicen que envidio la locura del otro. En los casos más extremos, a un músico se lo elige por su parecido físico y si no lo tiene un cirujano plástico valdrá más que un técnico de sonido. Antiguos air guitar heroes de baño propio se convierten en dobles sin riesgo de stars de superbandas de la edad de oro. Pero el frontman del tributo a The Doors deberá salir a escena y –fingir- masturbarse. Está también el que hace discretamente otra cosa: se viste de Elvis para imitar a Sandro cantando a Gardel. Cada loco con su cover, cada uno es como –no- es; pero copia como puede. La nostalgia de la literatura es un síntoma del –after- pop.

13/2/14

INTRODUCCIÓN A DELEUZE POR HEGEL ZIZEK
(Sobre Órganos sin Cuerpos: Deleuze y Consecuencias)





¿Y si el estilo-pensamiento de Slavoj Zizek que tanto interés nos despierta fuera nomás un pack abultado de confusionismo e ingenuidades, cambalachesca digresión perpetua, interpretacionismo infinito-infalible, ejemplos extravagantes que nada prueban y todo lo enturbian, erudición impresionista, mescolanza prestidigitadora entre baja y alta cultura –alta cultura-de masas-, y demás condimentos de un plato especulativo-emancipatorio servido por el mismo Maître disfrazado de corderito mayéutico? Y sí… Si sus asociaciones no convencen nunca, los ejemplos con los que prueba su valor de verdad, terminan por dejar a uno cansadamente perplejo. ¿Está en el cine la cifra última de nuestro mundo, y en la medida en que pueda ser trascrito con la laxa clave de un lacanismo para todo? ¿Es realmente emancipador este espectáculo de maratónica interpretación everywhere? Su libro sobre Deleuze sigue esta línea y no habla mucho de Deleuze. Una mitad se dedica a confirmar que las neurociencias o la biogenética están cada día más hablando por boca de Hegel, y la otra mitad a lo que sea.
Póngase al hombre en posición mujeril: ¿qué quiere Zizek? Eventualmente decirle al consenso inconsciente del post-posestructuralismo francés universal en el que a uno le gustaría dormirse que con Foucault-Deleuze-Derrida no quedó todo dicho ni hay que cerrar la tranca e irse. Que el paso siguiente no es la vuelta mansamente universitaria al pragmatismo y la filosofía analítica sajona amanerados con lenguaje cool al día para zafar de la resaca del festín de la french theory, sino una vuelta atrás, al pensamiento duro de la izquierda teorética, pero con modales cancheros y fuentes de inspiración sacadas del diario de ayer. A Marx concebido como continuación de Hegel por otros fines y a Freud como precursor filogenético de Lacan.
El propósito mayor de Organs without Bodies: On Deleuze and Consequences parece por demás extraño: consiste en demostrar de que por detrás de Deleuze está Hegel, que Deleuze no sólo es un jegueliano encubierto, sino enculado –ya se verá-. Esto prueba al contrario, algo más que la irrupción de los barrabravas en el campo filosófico, prueba como siempre que con palabras se puede hacer cualquier cosa, que la magia del filosofema es tan plástica y prodigiosa como la de cualquier horizonte verbal al que podamos tomar por mitema ideologema poema y demás afrentas de metafísica-social.
La utilidad práctica de este abstruso y extenso panfleto teorético descansa, como bien se sabe, en el rescate de un Deleuze bueno en paz con Lacan y la purga de un Deleuze malo que es el monstruo-autor bicéfalo que compuso junto al nombre de Félix Guattari en sus tres últimas décadas de actividad, entendido como el padre del “capitalismo digital”, una suerte de complemento de izquierda –“libertaria”, adjetivo injurioso para Zizek- del hasta ese momento reinante light-jeguelianismo neoliberal encabezado por Fukuyama. El Deleuze sesentista de los incorporales y lo virtual puede hacer juego con los hiatos y espectros de Lacan y jamás podría ser leído a gusto por los yuppies que trabajan en las agencias publicitarias, es la tesis. Para Zizek Logica del Sentido es Lacan aplicado a otra jerga. Deleuze se sirvió del joven esquizoanalista para salir de un atolladero dualista aporético que el autor viene a subsanar pasada la marea. ¿Fue Guattari el Bioy de Deleuze? (bío y). A la fecha –diagnostica el autor- el famoso Nombre del Padre ya no es el síntoma que sostiene la unidad del vínculo social, la consecuencia política de esto según declara Zizek abiertamente es que cualquier posición “revolucionaria” tiene que obligarse a romper lanzas frente a “la problemática de la rebelión anti-edípica”. Y si Zizek tuviese razón: ¿vale la pena tenerla?
Simon Reynolds puede servirse tanto de Deleuze como de Derrida o de Barthes y Mme. Kristeva para explicar a la psicodelia el post-punk o los derivados del techno como filosofías sin-filosofías que proponen una revolución sin-revolución y sin estalinismo. Con todo, no sabemos de ningún boliche que se llame Deleuze, pero sí de una disco que se llama Zizek. Y si… en fin.
Organs without Bodies llegó con el nuevo siglo para completar a La clameur de l‘Être de Badiou y para desilusionarnos del viva la pepa anarco-metafísico revelándonos que detrás del hombre del sombrerito y las uñas largas no estaba la contrametafísica de la afección inubicable del outsider por comicidad de Macedonio sino el Saber Absoluto. Kant con Hegel, el horror mismo. Habíamos visto en décadas pasadas a un Macedonio tomado por el lacanismo y hasta señalado como platonista involuntario –aunque apenas en el sentido vago y nischeano de cristianismo sin-cristianismo, o vago y froido-jaideguieriano de pulsión de muerte onto-teológica- pero jamás tomado por un Hegel-que-no-fue. (El autor argentino dilecto de Zizek es Laclau, que aparece en todos sus libros, con pequeñas citas cómplices. En éste menciona a tres más: Borges, Ernesto Guevara y Perón.)
Zizek contra el uno-vida-todo propone un materialismo de la nada y el vacío ya servido por Badiou.

En Deleuze, la Vida sigue siendo la respuesta a "¿Por qué hay Algo y no Nada?" mientras que la respuesta de Badiou es más sobria, cercana al budismo y a Hegel: sólo HAY Nada, y todos los procesos tienen lugar "desde la Nada a la Nada pasando por la Nada", como escribió Hegel. (IS only Nothing, and all processes take place "from Nothing through Nothing to Nothing;' as Hegel put it.)

Pavadas, ingenuidades: para Deleuze según el intérprete Devenir y Ser se entienden como el Bien y el Mal, y “el entremezclarse de cuerpos materiales y el efecto inmaterial de sentido” como Infraestructura y Superestructura. Con esto Deleuze pasa a ser algo más que un metafísico de la presencia –como podría denunciar un obrero deconstructor-, un onto-teólogo –como clamaría un seritiempista- y un platonista del uno al revés de acuerdo al badiuísmo. Su materialismo más que platonista es jegueliano, es decir que es dialéctico. La postulada autonomía relativa del Acontecimiento del Sentido respecto de la crasis matérico-corpórea, prueba el verdadero espíritu materialista dialéctico de Deleuze contra el reduccionismo mecanicista y lo aúpa sobre Badiou. La lucha zizequiana es por mantener en vida el materialismo dialéctico y postular que Lacan y –a disgusto- Deleuze (pese a sus tendencias neoempiriocriticistas) están entre sus expositores conspicuos. Por eso prueba la complicidad entre el idealismo y el materialismo vulgar mecanicista. La relativa autonomía del “Acontecimiento del Sentido” (Sense-Event) respecto de la materialidad corporal fluyente, que Badiou y Deleuze mantienen de consuno, es “una tesis necesaria dentro de un materialismo verdadero” y no un compromiso con el idealismo.
Por Badiou somos tomados por un Lacan platónico y un Platón lacaniano –la raigambre lacaniana de Platón ya había sido señalada por el mismo patastrólogo froidoestructural-. Por Zizek, somos capturados por un Lacan jegueliano y viceversa.  Deleuze queda así como un lacanoplatojegualiano renegado –o denegado-.


La Santísima Trinidad contra El Esquizo-Obse


Badiou enseña que el biempensante universitario vigente es un rebelde sin causa que lucha contra el platonismo como si luchara contra el poder, cuando es esa lucha la que el poder exige. Zizek lo acompaña aunque no da el salto que reclama aquel otro del platonismo-invertido la sofística y la antifilosofía al platonismo multiplicista al derecho. En el idioma de Badiou traducido a nuestra afasia: se queda en la antifilosofía lacaniana pero tomada por filosofía jegueliana. Y como los antifilósofos, coquetea con el cristianismo. Propone de hecho recristianizar el pensamiento contemporáneo dominado por el paganismo y el judaísmo. Hegel con Lacan con Cristo, el nuevo Obtusángulo Edípico. 
Dos cosas imperan en la academia universal flagrante dice, el mandato de amar a Spinoza y el giro ético-teológico judío de la desconstrucción (the ethicotheological ‘Judaic’ turn of deconstruction best exemplified by the couple Derrida/Levinas). Spinoza y Levinas, los dos padres putativos de la ética universitaria del pensamiento actual, tienen apenas en común su antijeguelianismo visceral. Zizek descubre una dialéctica al interior de la modernidad filosófica que se repite en la era presente: una tesis pagana –Spinoza y Deleuze-, una antítesis judaica –Kant-Derrida-, y una síntesis cristiana: Hegel-Lacan.

En la historia del pensamiento moderno, la tríada paganismo judaísmo-cristianismo se repite dos veces, primero como Espinosa-Kant-Hegel, después como Deleuze-Derrida-Lacan. Deleuze despliega la Sustancia/Una como medio indiferente de la multitud; Derrida la invierte en Otredad radical que difiere de sí misma, y, por último, en una suerte de "negación de la negación", Lacan vuelve a traer el corte, el hiato en el propio Uno mismo.

Montado más que nada a Spinoza y Nietzsche, bien se sabe, Deleuze se sacó de encima con vis pagano el judaísmo froidiano y el cristianismo marxista. Hegel venía codeado fuera de suyo en cuanto malentendido como metafísico precrítico –precantiano- (por lo demás Zizek se empeña en mostrar que es Spinoza contrario sensu el que ocupa ese “lugar de boludo”). Podrá decirse que no quería ni que se lo nombren y admitir que fue el ideólogo más notorio del imperativo tácito de odiar a Hegel que se impuso como resultado de la victoria académica de la izquierda teórica nischeana sea del lado de Foucault-Deleuze o del lado de Derrida. Si Deleuze cortó por lo sano Lacan no supo bien qué hacer. Se dice de éste que leyó menos a Hegel que Tomás Abraham –que declara haber leído sólo quince páginas de la Fenomenología-; pero le bastaba evidentemente con servirse de Hyppolite y Kojève, lo que al contrario demostraría la maravillosa eficacia de la estrategia comprensiva del Lector Salteado camino al Inlector Mucho: El (no) Lector Salteador Lacaniano hizo por Hegel harto más que el mayor de los eruditos entre sus exegetas de profesión. Zizek muestra que Lacan desespera ante Hegel, lo quiere espantar de sí y lo ubica en un momento como histérico en otro como amo y en otro como discurso universitario sin darse cuenta–por eso lo hace Zizek- de que, ya que es ese mismo itinerar escapizo, ese devenir de uno a otro de los odres emblemáticos, lo propio del discurso del analista, la posición de Hegel es sin más le discours de l’analyste. El discurso del analista –en cierta forma un oxímoron- no es uno más de los cuatro mentados y célebres sino el que opera en la fuga de uno a otro de los tres restantes, y eso es Hegel dictamina el autor. Para Zizek al conatus espinociano le falta la falta, el imperativo categórico, que viene a ser el antecedente de la pulsión de muerte, an unconditional thrust that parasitizes upon a human subject without any regard for its well-being, Spinoza se estanca en un precantismo inadmisible, en el nivel de la eu zen aristotélica. La pulsión de muerte significa que el conatus está basado en un acto fundamental de sabotaje (fundamental act of self-sabotaging), cosa que sí contempla el deseo lacaniano –a tal punto que se confunde con esa auto-conspiración misma-. Hasta acá todo es sabido y no hay nada que Deleuze no haya previsto desde el día en que se sentó a escribir.  Lo que viene a decir el ironista neurótico dialéctico es que detrás del rechazo categórico de lo negativo de Spinoza-Deleuze está el superyó, Überich o como escribe el propio autor: superego.


De la Sospecha al Empome


Frente a la “hermenéutica de la sospecha” como sistema interpretativo semítico-sémico Deleuze proporcionó el método del enculage (empome), dar por culo a los autores estudiados para procrear por inmaculeada concepción.  “Me imaginaba acercándome a un autor por la espalda –escribió- y dejándole embarazado de una criatura que, siendo suya, sería sin embargo monstruosa”. Este método supone curiosamente dejarlos hablar por sus propias bocas, con sus propias obsesiones, no objetarlos. 

Era muy importante que el hijo fuera suyo, pues era preciso que el autor dijese efectivamente todo aquello que yo le hacía decir; pero era igualmente necesario que se tratase de una criatura monstruosa, pues había que pasar por toda clase de descentramientos, deslizamientos, quebrantamientos y emisiones secretas, que me causaron gran placer. (Conversaciones)

El estilo libre indirecto (indirect free speech) de Deleuze contra las educadas comillas de Derrida, las dos maneras dominantes de la filosofía creativa contemporánea entendida como metafilosofía, como producción sobre la lectura de los textos filosóficos clásicos (Lacan practicó el texto anal en Kant con Sade, Heidegger con Heráclito y Parménides, añade). (¿Y qué hay por lo demás en esta metodología de aquello que el mismo Deleuze dijo alguna vez de “la indignidad de hablar por los demás”?) Efectivamente el empome conceptivo como lectura es una práctica amorosa que como tal supone una tergiversación traicionera, ya que la relación textual tampoco existe, ano-ser por atrás. Los libros que el francés escribió sobre los filósofos son los “monstruos” que les engendró agarrándolos por detrás. ¿Qué fue lo que pasó que hizo que el profesor Deleuze pudiera hacer algo con los otros tres filósofos que aborrecía, Platón Descartes y Kant –de los que logró rescatarles algo- y nada de nada con Hegel salvo la táctica porteña de codearlo fuera? Por qué no pudo darle por culo a Hegel se pregunta el barbón eslavo: por Ley del Incesto contesta, porque le era tan familiar que no pudo soportarlo… ¿Por qué Deleuze no pudo darle a Hegel su hijo anómalo como hizo con Hume Bergson Kant y tutti quanti? Porque se le aparecía como the absolute Other y fecundarlo teratológicamente habría dado como resultado un Alien enteramente insoportable para Deleuze (a monster unbearable). En consecuencia su recurso fue por un lado olvidarlo y por el otro estupidizarlo.
Acá hay que seguir con el chiste-síntoma y tomarlo literalmente en argentino: Deleuze hizo de Hegel un hombre de paja –straw man- escribe Zizek…

This absolute rejection, this urge to "stupidize" Hegel, to present a straw man image of him (as amply demonstrated by Malabou), conceals, of course, a disowned affinity.(El traductor propone “presentar una imagen de él como hombre de paja” como “presentarle como un pobre hombre”: “Éste rechazo absoluto, esta urgencia de "estupidizar" a Hegel, de presentarle como un pobre hombre (como Malabou ha demostrado con creces), oculta, por supuesto, una afinidad inconfesada”.)

La falacia del hombre de paja consiste en refutar al oponente tergiversando sus aserciones de manera que parezcan ñoñas. Zizek enseñará que la paja de Hegel –el filósofo ingarchable, en tanto que se-la-pone-a-sí-mismo- es al contrario la síntesis superadora de la filosofía comprendida como masturbación clásica y sodomización glosopoiética corriente.


Olelé olalá… Devenir-Hegel
-o El Retorno de lo Reprimido y de los Muertos Vivos-


 ¿Y cuál es la venganza “sacerdotal” de Zizek? Convertir al Espantapájaros en el Sócrates Final y en el Padre del Aula y de la Patria –la Patria del Ser-. La meta final (ultimate aim) del libro –se lee- es describir una “escena horrorosa”: la Hegelian buggery of Deleuze: su sodomización por parte de Hegel: taking from behind Deleuze, romperle el orto en nombre de Hegel.
¡Deleuze se la come Hegel se la da!

Hay que declarar que no querríamos caer en golpes bajos, pero como “aviadores de piso” sabemos que peores son los golpes altos, y como barrabravas de la metafísica nos vemos forzados a leer esto en la koiné lamborguiniana, lingua franca, gramatolalia coprológica en la clave de la ontocrítica de Tourette. No nos quedó otra.
En la historia de la filosofía, como en la historia de la humanidad, como en la historia en definitiva de todo vínculo (vínculo etimológicamente significaría vencer-por-culo) la sodomía hace confluir el sabor del encuentro (Fogwill) con los sinsabores del desencuentro (will-fog: el encuentro es con el fantasma), parece mentira. No se trata simplemente de un acto amoroso, ni de un abuso humillante, como canta el ideal del yo de las hinchadas de futbol. La relación-filosófica, que en definitiva es siempre la amistad –no el prójimo que es ilegible, sino el lejano como enseñó Zaratustra-, se articula en base a la ambivalencia sodomítica. Amigo de Platón pero más amigo del pibe que voy a hacerle, esa es la traducción auténtica del apotegma aristoteliano. Phílos mén Pláton para hacerle un hijo. Por eso no extraña que Deleuze cambiara en la fórmula la veritas por el concepto: …pero más amigo del Concepto (Cf. ¿Qué es la Filosofía?). Del hijo concebido in-ma-culada-mente (donde “in” oficia de prefijo de negación).  La diferencia entre la filosofía en sentido clásico-moderno –partenogénesis o apomixia de sistemas- y la filosofía en versión posmoderna como metafilosofía de autor estriba en el corrimiento del paradigma del onanismo al de la sodomización.


Cómo romper un vínculo: Hegel con Susvín


Para Zizek Hegel se le aparecería a Deleuze como si fuese un Hamlet al que se le presenta el padre muerto más vivo que nunca. Podríamos recordar también la escena en la que la Filosofía se le presenta a Boecio en su celda. Pero acá se trata de Hegel y de una inversión de los agentes en el acto necrofílico. ¿Se trata de Hegel? Porque esta es la otra cuestión de la metafilosofía: que practica el sexo con los muertos. Pero ¿puede ser el cadáver el que se folla al vivo –lo que nos obligaría a ingresar en el territorio sexual del zombi filosófico-? Deleuze entendía que sí, y que era lo que le había pasado con Nietzsche. El de bigotes lo dio vuelta en el acto, y aplicándole la Doble Nelson, le hizo un crío a su infiel lector (ibídem): “es imposible intentar con él semejante tratamiento. Es él quien te hace hijos a tus espaldas”… Esto le sirve al sodomólogo eslavo para sostener que quien avanza en esta “ghastly scene” –escena horrorosa- con los pantalones por las rodillas y el pene en posición de ataque no es él mismo en nombre del Padre del Hijo y del Holy Geist sino el propio Hegel en calidad de espectro.

What monster would have emerged if we were to stage the ghastly scene of the spectre of Hegel taking Deleuze from behind?(¿Qué monstruo se generaría si representáramos la horrorosa escena del espectro de Hegel dando a Deleuze por detrás?)

Podemos imaginar a Zizek como la enfermera que enviagra al decrépito maestro de Jena, y restregándole caritativamente el falo se lo coloca en el anillo de cuero del gran nomadólogo.
Querías a Nietzsche pero tendrás a Hegel…
Ahora bien, lo que era para-Deleuze, será para-todos.
No es que Gilles tuviera un morbo especial con Hegel, que fuese su némesis, su Skeletor, su Doppelgänger, o su Maligne Genie o Evil Demon o Lucifer mismo. Es lo de menos. Es que Hegel es el único filósofo “insodomizable” (unbuggerable) y punto. Porque el método dialéctico es una autosodomización perpetua; esto es –sigue Zizek asquerosamente- la cristalización del ideal sadiano de tenerla tan larga como para empomarse uno a sí mismo. Y además, como ya se señaló, Hegel es el nombre propio del discurso del analista, lo que significa que es el incojible, porque aquello que uno no puede garcharse parece la-histérica pero acaba-siendo el analista. La posición del analista, es efectivamente la de ser listo con el ano. Aunque curiosamente se declina en femenino, acaso porque para rozarse con la posición del amo y saber cuándo pinta montarse a ella menester es entrar en la de la histérica todo lo que sea necesario.
Todo parece indicar que cuando Gilles declaró aquello no estaba muy fresco ni estaba en un buen día. Un desliz, un mal chiste, una licencia plebeya, quién sabe. No era para hacer un mundo con eso, amigo Zizek.
Deleuze confesó su “método” en una carta bastante célebre que se encuentra en sus Conversaciones donde se dirige a un “crítico severo” que oficia de mala conciencia a domicilio. El crítico severo se llamaba Michel Cressole y de él se saben por estos pagos muy pocas cosas, que fue un periodista gay retratado por Copi en La Torre de Defensa e integrante de un cierto Frente de Acción Revolucionaria (FHAR) en la época del Mayo del 68, que se hizo amigo de Barthes en un sauna, y que fue alumno de Deleuze y Guattari –ver la Web pássim-. Según la breve referencia tendenciosa del libro Deleuze & Guattari Intersecting Lives de Fançois Dosse por “una historia de amor no correspondido”, al no recibir apoyo del maestro para la confección de su libro sobre él (publicado como Deleuze en 1973), se volcó al odio vengativo y tomando el papel histórico de Aristófanes lo convirtió en su Sócrates de cartoon, le propinó una crítica vitriólica ad personae enfocada en su look en la que lo acusó de ser una estrella fashion como Marilyn o la Garbo, un payaso posfroidomarxiano que decía ser un artista, el cabecilla de un batallón inmóvil de opereta –su alumnado de Vincennes- o de hablar por los locos y los maricas siendo un buen padre de familia tipo. Su libro no existe en castellano pero sí es famosa la Carta deleciana –publicada originalmente en el tratado de Cressole- que es lo que todos leímos en la versión valenciana de su citado libro del 90 Pourparlers (que quiere decir “negociaciones” más bien). “Extraño y algo policiaco ideal: ser la mala conciencia de alguien” se quejaba el astuto imputado en su esquela de autodesagravio.
Era de esperarse que Zizek se agarrara de ahí. Aun siendo un ferviente operador de la reacción antinischeana que prospera de a poco en estos años, no se puede omitir que el hombre se toma muy en serio aquello de que el filósofo debe ser la mala conciencia de su época (das böse Gewissen ihrer Zeit zu sein), establecido como ideal por el propio Nietzsche en el parágrafo 212 del Más Allá etc. ¿Y si Nietzsche es el que se la está dando a él sin que se dé cuenta?... Pero bueno… que va’cer… entre las risitas boludas de las esclavas tracias, los palazos y sarcasmos de los kinikoi y la astucia de la razón crítico-paranoica del método froidiano lacanizado, florecerá el porvenir de la ontología-crítica… es así. Deleuze había apuntado ahí mismo por lo demás que el propio Nietzsche fue quien lo había hecho olvidarse de todo ese arrebato culeador con el que había cimentado sus primeros libros… Amén.


De la Papa a Papá


Deleuze leyó a Hegel in a traditional way, como la consabida regresión desde Kant a la metafísica absoluta del Ser auto-transparente y plenamente actual, el chiste escolar del conocimiento absoluto como la megalomanía de un muchacho que con demasiado chucrut óntico en la mollera había declarado saberlo todo para siempre jamás.  Y sin embargo en las aporías delecianas de lo virtual y lo actual está Hegel de cuerpo y concepto presentes. Si alguna vez hubo un filósofo de la inmanencia incondicional, en definitiva ese fue Hegel –se lee-, tergiversado como enemigo de la positividad y de la diferencia cuando al contrario es la cantante positivización de la negatividad y diferenciación de la mismidad. Zizek asocia la superación de Kant por Hegel con la versión de Kafka por Deleuze (la inaccesibilidad del Castillo es efecto de inmanencia) y declara que detrás de las ironías de éste contra Bataille y su culto a la trasgresión está también Hegel, lo reprimido. A continuación expide una serie de minucias conceptuales incalculables encaminadas a demostrar que Monsieur Deleuze se plagió entero al de Tubinga por no leerlo. Y totalmente convencido de que Deleuze es casi-Hegel el autor pregunta al aire ¿cuál es la diferencia entre ambos?... Después de unas cien páginas lo que parecía una analogía delirante parece volverse convincente. Pero acá hay que preguntar esto después de la lectura de Zizek: ¿deben cambiar los delecianos o son los jeguelianos los que deben cambiar? ¿Y si al contrario fueran éstos los que revelados de repente como delecianos deberán emprender su mea culpa? O de esta forma: ¿y si el “Hegel” de Zizek fuera un Hegel sodomizado por Deleuze?
La “diferencia” entre ambos es la del flujo y el hiato, flux and gap, la del puro devenir del permanente flujo, contra una inmanencia insuperable pero rota (irreductible rupture of/in immanence). Al fin y al cabo el agujerito lacaniano en la inmanencia, la incoincidencia de lo Mismo consigo (noncoincidence of the Same with itself), lo real como fisurita (gap/discord) que insufla la ilusión del más allá y no el más allá como real-noúmeno. Entonces la pregunta que hay que hacer, dice, no es cómo reprime Edipo a las máquinas deseantes sino qué máquina deseante es Edipo. Bien y pronto: volver al deseo lacaniano. Porque la misma violent sort of misreading deparada a Hegel por Deleuze cree que le fue propinada a Lacan y el psicoanálisis. Entonces Zizek aconseja que el complejo de Edipo es lo opuesto exacto a la reducción de la multitud de intensidades sociales a la matriz del triángulo íntimo con papá y mamá, y señala a dedo suelto que Edipo y Falo – este último el gran “órgano sin cuerpo” (chiste 1 de la obra) y “la categoría fundamental del materialismo dialéctico”- son los agentes ejemplares de la desterritorialización, y que la castración simbólica es la eyección redentora de la tramoya familiar al juicioso entramado social. En esta escena ya se percibe la desmayada monserga de sordos en la que se convierte la charla entre Lacan y Deleuze mediada por Zizek, quien a veces se confunde y toma Lacan por Hegel o viceversa ya que son más o menos los dos nombres de una misma revelación. Es acá donde el esloveno estupidiza al Anti-Edipo en nombre de la bronca celosa que le prodiga a Guattari. Una cosa es que el aborrecido dueto conociera a Hegel por el Billiken o la Larousse y otra creer que se ensañaron con el freudolacanismo entontecido por no haber entendido ni jota. Acá Zizek combate a los nomadólogo-rizomáticos de la rave y el pícnic tanto cuanto Deleuze-Guattari combatían al lacanofroidismo de La Giralda El Cairo y las sinagogas. La impresión es que Zizek se empeña en despejar de Lacan toda la ocasional seducción de Kant y el resultado final es más que un Lacan a la medida de Hegel un Hegel que recita a Lacan. Y un Deleuze que eligió irse de excursión con el joven Guattari para dejar de traducir a su propia lengua al insuperable doctor de los toscanos doblados.


No es lo mismo un tubérculo que ver tu culo


Del Fascismo de la Papa (Le fascisme de la ponme de terre) de 1977, aquel antiguo panfleto venenoso de Alain Badiou del que intentó disculparse a medias en El Clamor del Ser, y que parecía un llamamiento a pasar a degüello a los muchachos, hemos llegado a esto, chamigos, ¿El Papismo del Facha? Hoy Deleuze puede ser impávidamente un metafísico de lo uno y un materialista dialéctico jegueliano y pensar que en ese entonces abrazado a su socio era un “esteta de la basura múltiple”, un “ladrón”, un “ideólogo prefascista”, un “cantautor de las cabriolas rebeldes del lumpenaje pequeño-burgués”, “el enemigo del dos heraclítico de la revolución proletaria, y el mono astuto antimarxista” (les singes rusés des multiplicités, les chefs de la troupe antimarxiste). El rizoma o papa escribía el hoy apacible anciano “se encamina a una apología desbocada de lo que venga” (va son train  vers  l'apologie débridée du n'importe quoi).
Y Zizek se eslabona en esa cadena treinta años después sirviéndose arteramente de otra “escena horrorosa”, tomada de un cierto libro de un profe de filosofía, la de un yuppieyoung urban professional- descubierto en el subte leyendo en pleno éxtasis de identificación ¿Qué es la Filosofía?, el último hit de la dupla. Pero: ¿y si no era un yuppie sino un hippie que venía de una fiesta de disfraces? ¿Y si era un psicobolche empresarial de esos que compran Zizek en las librerías de Palermo leyendo de pasada al enemigo? ¿Y qué hay del American Psychobolche retratado por Capusotto? ¿A quién leerá? ¿A Deleuze… o más bien a Zizek?...  
Hay un espacio también para la enmienda del sistema-Badiou, en cuya renuncia a forzar lo innombrable descubre la inminencia de un reporte a Kant y a la otrología levinasiana –sobre la que Zizek ofrece un confiable desenmascaramiento (Levinas es el peor tratado en el libro: detrás de su alterismo incondicional se guarece políticamente la lógica facciosa de Karl Schmitt en versión “mitología blanca”)-. Hay que abandonar la ontología matemática y sostener al Événement como cut/rupture intrínseco del orden del Être, i. e. Hegel codeando fuera a Kant y ensartando por dorso a Platón.
A diferencia de lo que ocurrió con la lectura acusativa que la central lacaniana hizo en la Argentina de Macedonio y de Osvaldo Lamborghini, Zizek no departe en este libro sobre los peligros de la esquizofrenia mimética o de envidiar la locura del otro, ni dice que detrás del Anti-Edipo está un idiota que reclama que se le reconozca un saber, no dice que Deleuze es el Manual de Instrucciones del Psicótico o del Boludo sino el autor preferido de los yupis. Hay que reconocerle al menos la capacidad de mantenerse por fuera de la viveza criolla neurótica, ya que no del resentimiento cristiano marxistoso. Según refiere la versión en inglés de libro del sr. Dosse, Cressole le había escrito a M. Deleuze: “And what if the schizos became your impresarios?”. Se ve así que Zizek no fue tan original.

Quisiera cerrar con algo sobre el Gran Otro y el Analista. Zizek hace una conexión Lacan-Nietzsche y anota: la verdad no es una perspectiva sino algo que acaece en al paso de una perspectiva a otra. La verdad habla cuando toma el discurso el loco o más bien el bufón –poniendo los casos de San Pablo y Nietzsche-, y adoptando la forma de la ficción, aunque lo que habla es más bien un “objeto”

…que representa la falta/inconsistencia en el gran Otro, por el hecho de que el gran Otro no existe. "Yo, la verdad, hablo" no quiere decir que la gran Verdad metafísica misma habla a través de mí; quiere decir que las inconsistencias y los errores de mi palabra se conectan con las inconsistencias y el no-todo de la Verdad misma. El "yo, la verdad, hablo" tiene así que ser interpretado junto con "la verité ne peut que se mi-dire (la verdad sólo puede decirse a medias)"…

 La posición del analista tiene que ver con la asunción de parte del sujeto de la inexistencia del gran Otro. “No hay un gran otro Real afuera, pero hay, no obstante, la ficción del gran Otro que nos impide evitar el horror de estar solos”. El mejor ejemplo de este omnímodo “personaje conceptual” lacaniano que encuentra el autor está en el acto sacrificial y solitario, secreto y sin ser visto por nadie, y en bien de los demás, de los héroes de las películas o de los libros: ahí lo que acontece más que un imperativo cantiano o un precepto apostólico es una rendición de cuentas ante ese great Other y su mirada perenne y desierta, hipostasiada finalmente en el espectador. “El gran "Otro" se encarna finalmente en nosotros, los espectadores, como si el héroe supiera que es parte de una película (o, por lo menos, de una historia)”.


Si yo fuera un poeta juvenil egresado del Nacional Buenos Aires y de Puan no necesitaría de la filosofía, salvo para chicanearla muy por encima en mi plan de ventrílocuo generacional de vuelta de todo. Pero no lo soy, soy rosarino y técnico nacional, y para chicanearla me interno en ella lo mismo que cuando era devoto y prestaba testimonio en las mesas de examen.  Además, en el citado párrafo del Más Allá del Bien y del Mal, ya que pasamos por ahí, bigote nos recuerda bien lo que son en serio los filósofos –lo que somos-, no los amigos del saber sino gente que lleva una vida no-filosófica, o como tan lindo traduce el traductor de mi querida vieja edición de Porrúa: locos insoportables y enigmas peligrosos (unangenehme Narren und gefährliche Fragezeichen).






-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


Foro fáustico-Kitsch de miseria a la filosofía, viveza epistemológica, patafísica nacional popular, metafísica nazianal pop, crítica en estado clínico, antipsicoanálisis en pantuflas, boludeces con criterio empirista de significado cognoscitivo, dadaísmo tragicómico, popestructuralismo de protesta, poemas platónicos, deconstruccionismo chabón, tango rolinga, paranoia ontoteológica, solipsismo de izquierda, falogocentrismo a martillazos, martillazos al falogocentrismo, esquizoanálisis microfascista, fenomenologías del transmundo, freudomarxismo new age, pragmatismo del reviente, pensamiento poco, yoísmo ayoico al pedo, hedonismo allende el principio del placer, diogenismo del doble discurso, cristianismo con Sade, say no more sin Tractatus, partuza del pensamiento abstracto, vitalismo funebrero, antifilosofía antipoética, surrealismo silogístico, peronismo gorila, menemismo progre, palo a la argentinidad y argentinidad al palo, rocanrol ello, existencialismo menefrego, hegelismo anarcodeseante, cross en la mandíbula a Kant.




Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...