9/8/12

Proemio acrobático al Wittgenstein de Badiou *


Antifilósofo sofista o idiota:

* Caso de selfcleptomanía ayoica, ¿demasiado ayoica?

“Pegando etiquetas,
se desencadenó la batalla de los filósofos”



Parece ser que Alain Badiou dictó algunos “seminarios” abocados al tema de la antifilosofía, cada uno se corresponde con un antifilósofo. Pertenecen al nuevo Sein in der Welt, el Sein in der Web, el inverosímil Follower-lector-educando de estas conferencias tipedas los puede leer acá:   http://www.entretemps.asso.fr/Badiou/seminaire.htm. Uno para Pablo de Tarso que no figura en Red porque ha devenido libro reciente, otro para Lacan, otro Nietzsche, otro Wittgenstein. No hay seminario exclusivo para esos otros 3 que convoca Badiou: Rousseau, Pascal, Kierkegaard.
Son de los años 90, aquella década argentina especialmente sofística de las puertas de la facultad de Humanidades para afuera. Para adentro los antifilósofos teníamos al otro contrincante, el que nos da el enojoso apodo negativo. En mi caso personal –aunque en mi caso “personal” debe leerse en portugués, pessoal, en el sentido del referente de “minha pátria é a língua portuguesa”- siempre me pregunto si seré un antifilósofo o un sofista. ¿Bajo qué régimen está mi improbable “obra”? Régimen más allá del sentido del ayuno kafkiano o del plato pantagruélico, ¿o es posible el ayuno opíparo?, sino en el sentido que le da Badiou. ¿Soy un sofista, un antifilósofo? O un mero cualquierista del campo filosófico que, excluido del “mismo”, viene a querer ocupar –con otro vacío como decía el maestro- el mero lugar del idiota, ese espacio cartesiano que aggiornado puede ser aquel en el que quiere caber y no entra el llamado snob: ¿se trata al final de no tener razón? ¡Mírenme bien! –decía el inventor de la “anti-filosofía de las acrobacias ESPONTÁNEAS” - soy un idiota, un farsante, un bromista. El pólemos-espectáculo entre filosofía y antifilo, quisiera poder decir, se desenvuelve entre “manifiestos”, los de Badiou por la filosofía, que apuntan a un nuevo siglo post-deleuziano y antiantiplatónico, podrían ser la respuesta tardía a los manifiestos dadá del Sr. Aa, el antifilósofo. Curioso porque éste se manifiestaba por manifiestos contra los manifiestos y aquél hace uso del manifiesto, género poco metafísico si los hay, para propiciar el gran retorno del concepto, aquel invento socrático-platónico, de su manipuleo veritista para colmo, o sea por fuera del concepto-ficción, del concepto-simulacro, en vistas de otra verdad que por lo demás no es la de la sufrida cháchara parresiasta, ni puntualmente tampoco “voluntad de” (Los manifiestos de Badiou hacen probablemente de exégesis sumaria de sus dos monumentales óperas regias, a medio camino del automanual y el panfleto teorético). Entre los mercaderes de ideas y los acaparadores universitarios –estoy citando los Siete Manifiestos- ¿hay una cuarta vía allende el idiota furibundo? Allí se leía que el arte es algo privado que no tiene importancia y que el que lo practica lo hace para sí mismo: “la obra comprensible es producto de periodista”. Cuando el dadaísta descansa por ejemplo –me preguntaba un amigo-  ¿descansa como dadaísta o como platonista? ¿Qué pasa con el átopos furioso cuando pega el bajón? (“El artista es feliz cuando se le injuria” se leía ahí teniendo o no que ver). Y por cualquier otro lado: ¿El dadaísmo hace suelta de su escalera o sube sin escaleras?: da su Tractatus exasperado y cambia “de lo que no se puede hablar, hay que callar” por “¡NO MÁS PALABRAS!” y agrega su solipsismo-místico con “¡NO MÁS MIRADAS!”. En vez de apelar a los juegos de vida o de lenguaje apela al “aaísmo” que podría venir a ser al dadaísmo lo que las Investigaciones Filosóficas al Tractatus. El señor Aa el antifilósofo ¿era un antifilósofo sin antifilosofía? ¿Que a falta de obra no dejó una obra fragmentaria sino la falta de obra misma? Podría ser ¿no?: el dadaísmo, más que la escuela cínica incluso, sería una antifilosofía sin antifilosofía, parecida a la de todos esos cínicos y quínicos inéditos que abarrotan el mundo sin texto alguno, y que, a falta de sofística, porque son atravesados por o portadores de, alguna verdad, actúan la gran antifilosofía sin antifilosofía del mundo. Sloterdijk –que llamó a la ontología existencial de Heidegger dadaísmo fracasado pero serio y que se propone como intelectual cuya tarea de ilustrado anti vida-fascista es “impedir que los decepcionados adopten la política de lo peor”- declaró que el dadaísmo tenía un costado quínico y otro cínico, uno antifascista y otro prefascista, y que fracasó en su propia autoironía. La antifilosofía de las acrobacias espontáneas como el límite entre el fragmento u obra trunca y la falta de obra, no se sabe si a medio paso de la locura o del fascismo –o su contemporánea configuración democrática: el manido “micro”.- En ese sentido la idiotez dadaísta está un poco corrida de la idiotez demasiado privada e íntima de la burguesía que piensa y de la que pensaba –el que sigue, Wittgenstein, es un parcial ejemplo de ésta-, aun sin dejar del todo de ser reciclable por eso que alguno llama último escalón del sector dominado de la clase dominante: outsiders, bruts: lúmpenes culturales. El idiota como pensador privado, como alternativa del profesor y el saber filosófico estatal, sombra doble o fantasma, puede ser indiferente y ensimismado o agitador controversial, ya no se pliega sobre su flujo de conciencia íntimo porque el abrumador aparato filosófico actual hace imposible un nuevo inventor del cogito y su novela individual, se inventa su cátedra y su bibliografía para sí al público dentro del incalculable mercado negro de los bienes simbólicos. Funda escuelas sin existencia –como la guitarra de Macedonio-, portátiles, presididas por un tribunal de heterónimos ligeramente anormales. Más que hacer tabula rasa se pronuncia descolocado. Un momento puede ser hablado por los mudos, por los analfas o por un dios peronista y un pueblo que no falta, entrega al código la plusvalía de cogito, produce un Eidos odoro –replicado- por el ojete. Entre Doña Rosa el Genio Maligno y la –uncool- performance-sin-público habla por donde es hablado pero para accidentar un parecer. Hace mucho que el cogito no piensa salvo cimbrar por su estado místico la inmanencia del noumeno. Por eso el idiota que lo sueña como referente no es ya filosófico, el idiota filosófico actual es “de campo”,  sólo le queda el saber como un fardo de residuos de campos y experiencias sin sujeto avistable. Todo lo contrario este idiota es el mal alumno, héroe de la lectoescritura, cartesiano por un hueco, bovarista-quijotesco por otro. Como pasión del Hotro puede estar jugando para cualquier equipo. No necesita saber para qué ejercito pelea. Un hermeneuta sin sentido que lee con el cuerpo, interpreta en vida, paga con su propia cara. Pero propone el escándalo para desaparecer, y el escándalo de desaparecer. Dona la necedad que no tiene, también. Imita al loro. Y si quiere pide alojamiento en su matriz placentera, por lejana que esté. Proponiendo que lo sigan a condición de que quieran ser defraudados. También describe las impresiones de un paisaje: el personaje que confiesa. Hace trasmigrar la franqueza por el intertexto psíquico. Puede atravesar los muros para salir de escena por la cuarta pared. Una cosa es un lenguaje privado y otra no hacerse entender. Aunque, desde el punto de vista de su propio doble transhistórico: el solipsista que nunca alcanza a ser- solamente se perciba como hecho político, parte social, al interpretar al piano el eructo polifónico de su comunidad. El idiota también como se sabe puede contar una historia llena de ruido y furia que no significa nada. Y llamarse esto: el idiota no tiene quien lo interprete –sólo lee con las manos a falta de pienso inteligible-. También puede ser el hombre lobo del hombre, con los disfraces del buen salvaje o de buen ciudadano. ¿No se entiende?... cabalguemos entonces. Sin ningún problema: lego saberes que no sé –habla el texto- en certámenes de docta ignorancia: si esto no escapa al atletismo de la erudición qué va ‘cer. A intentarlo de nuevo. De nuevo lo nuevo. Leer es maravilloso y tenemos la suerte de haber sobrevivido al dadaísmo transhistórico y gambeteado a su nietito hecho mierda, el punk. Díganles que mi vida es maravillosa.
Empiezo por el segundo “seminario” que es el más largo, inferido en el mismo bienio en el que yo mismo –otro- me avenía a –fingir- comenzar la carrera llamada Filosofía. Esa década argentina –que mientras nosotros nos dedicábamos a subrayar a Cassirer o Vernant haciendo la tarea- comenzó con el auge final del culto por Michel Foucault y terminó intercambiándolo por el de su par Gilles Deleuze, que en la mitad de esos días se lanzaba por la ventana (aquella desde la cual Descartes veía mecanos andantes) y lanzaba al mercado su encantador manual sobre la filosofía, él único en su larga carrera que la tenía por, grosso modo, “objeto de discurso” general. Precisamente ahí se revelaba la función filosófica del idiota –nombrado por vez primera por Nicolás de Cusa-, probable agente histórico vital de la antifilosofía, el primer gran esnobeador, el profano a boca abierta, cuerpo celeste en lontananza, diletante patográfico, aguafiestas de simposios o eremita de cuarto propio, el solipsista-para-todos, el que se abanicaba no obstante en el vacío del más allá de la historia y las matemáticas. El idiota tiene dos extensiones, dos vástagos sí peligrosos: el loco y el imbécil.
Ofrezco mi artesanía amanuense ya que no hay en la Red ninguna traducción circulando. 127.632 palabras que devuelvo en menos de 8.000 para el provecho que el usuario quiera darle. Opero a mi manera mi “detèndre de les choses”, como dice Badiou que hacen los sofistas de este mundo. El sofista sacará su provecho, el antifilósofo y el filósofo el suyo cada cual, y nosotros los Nadie como nos llamaba un examigo el nuestro. Para el que no quiera leer el texto y para el que quiera leerlo después de ver cómo lo depilamos mal. Se me disculpará mi mecánica de glosa y también mis estrategias de citación, un uso no muy claro de las cursivas y comillas y del enunciado referido directo en lengua original, un abuso abigarrado del punto y seguido, que llevan al lector a eso, a leer y no a dormir u observar –obedecer-. Tomadlo si queréis como la táctica de una operación revanchista de parte de la sofística y la antifilosofía en alianza artesanal aquí en mi barrio. Siempre hay que ceder parte intensiva del trabajo al lector, propiamente cuando ese trabajo comporta la gratuidad vanidosa que sobrelleva éste. Me dijo ese mal amigo: ¿y si cuando callo soy platonista? 



5/8/12


En Buenos Aires te encontrás con tanta frecuencia por la calle con un famoso como en Rosario con un ex amigo. 



-La vulgaridad es un lujo-

Susvín... rompió


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Un idiota que reclama que le sea reconocido un saber...